La reunión finaliza con algunos comentarios prácticos. Me deslizo fuera de la sala, ya que Nicoló es acaparado por los jefes de departamento que se le acercan con sus tabletas y carpetas. Me limito a hacer un gesto de cabeza antes de dejar la sala de reuniones. Cruzo el pasillo en silencio, deseando que nadie me hable, que nadie me mire, que nadie interrumpa esta sensación de querer estar sola unos minutos porque la tensión de la sala aún la siento en los hombros. Necesito aire. Necesito espacio para desenredar lo que acaba de pasar. Entro en mi oficina y cierro la puerta detrás de mí. Dejo mi bolso sobre mi escritorio y entonces, escucho un clic cuando la puerta se cierra nuevamente llamando mi atención. Me doy la vuelta y Franco está dentro. —¿Qué haces? —pregunto con frialdad. No res

