Milaya

1980 Palabras
Actualidad Pov Arabella Me quedo quieta sin poder procesar sus palabras; su nombre, su apelativo lo he oído antes pero no sé dónde. Suspiro con el corazón latiendo en mi pecho muy fuerte, mientras Vladimir me tiende la mano para que la tome. Sus ojos del color del whisky me miran con un morbo que hiela mi sangre; con un morbo y un sadismo que es difícil de describir con palabras porque su mirada llena de perversidad no tiene más descripción que esa; perversa. —¿No piensas tomar mi mano Arabella? —Susurra saboreando mi nombre como cuán exquisito manjar. Estiro mis dedos y tomo su mano, su tacto es caliente a pesar de que el frío es helante. Vladimir enseguida me jala con una facilidad sorprendente como si no pesara absolutamente nada y en cierto modo es así. Me pongo recta intentando no parecer nerviosa, pero es imposible, este hombre mide alrededor de dos metros y sus músculos son tan grandes y exagerados que juraría que uno de sus brazos son como una de mis piernas. —¿Qué hago aquí y por qué me secuestraste? —Le pregunto con voz firme. Una sonrisa ladeada se refleja en sus labios, pero no es una sonrisa cálida es una sonrisa maliciosa que hace que mi vientre se contraiga en cuestión de segundos. Lo miro a los ojos a pesar que la barbilla me tiembla esperando una respuesta coherente; sin embargo, no me la da y contrario a eso responde: —Renato te llevará a tu nueva habitación, procura cooperar con él y no hacer berrinches, este será tu nuevo hogar —Escupe dándose la vuelta y largandose. Veo su enorme cuerpo perderse entre la maleza mientras un par de lágrimas se deslizan por mis mejillas. Las aparto intentando recuperar la compostura y no parecer tan débil, aunque notoriamente me estoy muriendo de miedo. —Vamos ragazza, (niña). —Exclama el hombre de ojos azules en un acento que desconozco—, te enseñaré tu habitación. Avanzo con cuidado por la fría nieve con un nudo maltratante en mi garganta; ¿Que me hará este hombre? ¿Qué quiere de mí? ¿Por qué hizo lo que hizo? ¡Dios! Mis padres deben de estar preocupados por mí, ¿qué habrá pensado Maxim? ¿Creerá que huí a tan solo horas de nuestra boda? Todas esas preguntas pasan por mi mente dándome jaqueca. Cuando menos lo espero, mis pies se detienen frente a una enorme puerta de madera con un león como cerradura en medio. Él tal Renato empuja la puerta empujándome a deslizarme dentro. Aunque lujos abraza la enorme mansión no me detengo a mirar, avanzo escalera arriba hasta que me dejan dentro de una enorme habitación. Toda mi vida he vivido con lujos, sin embargo, la habitación es mucho más amplia que la mía; con ventanales de cristales oscuros que se encuentran empañados por el frío de la noche. Una enorme cama vestida con sábanas blancas y una chimenea flotante. Hay alfombras oscuras alrededor de la cama y a un lado justo a la ventana una pequeña mesa redonda. Avanzo con pasos temblorosos y puedo detallar dos puertas de manera; una supongo que es el baño y otra que son los vestidores. —La propiedad está rodeada con más de cien hombres de la Bratva, así que no intentes escapar, es inútil —Me susurra el hombre antes de darle un vistazo al lugar y salir de la habitación. ¿La Bratva? La pregunta ronda por mi cabeza enseguida; escuché a Maxim hablar de ella en algunas ocasiones, es la organización criminal más grande de Rusia, gobernada por un hombre sin escrúpulos y un asesino a sangre fría; dicen que la piedad no tiene cabida en su vocabulario y que es mejor tenerlo de amigo antes que a enemigo. Mi duda es… ¿Vladimir que tiene que ver con esto y que hago yo aquí? Trago grueso logrando que mis cuerdas bucales se lastimen y entonces el golpe seco de la puerta cerrándose me hace salir de mis pensamientos. Cuando me encuentro sola, las lágrimas comienzan a desbordarse por mis mejillas. Ni siquiera sé qué hago aquí, ni porqué solo quiero volver a casa con mi familia. Me quito las sandalias y con él vestido aún puesto me subo a la cama. Llevo mis piernas a mi pecho y me quedo en esa posición por horas. … Los primeros rayos del sol entran por la ventana alumbrando la habitación; no dormí nada en toda la noche, ¿y cómo hacerlo? Me siento ajena a este lugar y aunque quiero salir corriendo sé que no puedo hacerlo. «Estoy atrapada en la casa de quién sabe quién» Con mis pies descalzos camino hasta la ventana y observo el exterior; como dijo el tal Renato hay muchos hombres caminando de un lado a otro con armas de alto calibre; fusiles, ametralladoras, escopetas y más. ¿Quién es Vladimir y por qué está rodeado de toda esta gente? ¿Será un m*****o muy cercano del jefe de esta organización? Él el click de la puerta abriéndose me hace brincar en mi sitio; una mujer de cabellos castaños y ojos verdes entra con unas bolsas en la mano. —Buenos días devochka, (niña) —Me susurra con amabilidad—, mi nombre es Nina y soy la ama de llave de la casa, el señor Vladimir quiere que se asee y que baje a desayunar con él —Me dice tendiendome la bolsa que recibo de la mala gana. Las ganas de mandarle lo que me envió de regreso cruza por mi mente, pero la verdad es que me siento sucia y quiero cambiarme. Cuando la mujer sale de la habitación después de pedir permiso, me desprendo del vestido con un nudo en la garganta. Seguramente en estos momentos estaría en mi luna de miel, siendo la mujer más feliz del mundo con el hombre que amo, pero en cambio ahora estoy encerrada en una jaula que parece tallada en oro. Dejo caer la prenda al suelo y luego avanzo hasta una de las puertas; un baño pulcro y luminoso me recibe; las paredes están revestidas de azulejos que le dan un toque elegante y fantasioso mientras en el centro una bañera de piedra tallada en mármol salta a la vista. Suspiro sintiendo el olor del incienso pegar de mi nariz. Al lado de la bañera hay todo lo necesario para el aseo personal y más al fondo está la regadera con grifos de cristal. Meto mi pequeño e inmaculado cuerpo debajo de la regadera y comienzo a tallarme. Las lágrimas saladas vuelven aparecer, confundiéndose con el agua que cae por mis cabellos dorados y baja por mi rostro. Minutos después, estoy de vuelta en la habitación; la bolsa que me trajo la empleada reposa en la cama; la tomo con cuidado y saco lo que hay dentro; un diminuto conjunto de encaje de color blanco junto con un vestido azul turquesa con tirantes n***o. «¿Quién se tomó a la tarea de elegir algo tan íntimo como lo es la ropa interior?» Me coloco todo con rapidez y me peino el cabello con las manos para luego salir de la habitación; un pasillo largo, lleno de paredes con cuadros me recibe. Agilizo el paso hasta llegar a la escalera y luego tomo las barandas de manera para dirigirme a la planta baja; la estancia principal es igual o más lujosa que la habitación que se me asignó; muebles de madera costosos saltan a la vista junto con enormes sofás de cuero n***o; los animales disecados y la chimeneas antiguas le dan un toque sobrio y oscuro al lugar, como si el dueño fuera un ser sin alma y sin escrúpulos. «Así mismo es» Porque vaya que secuestrar a una mujer el día de su boda es de alguien que no tiene compasión por nada. Camino a lo que intuyo es el comedor y ahí lo veo; una coleta ata sus cabellos rubios, mientras una camisa de tres cuarto azul oscuro se adhiere a sus exagerados músculos; su mandíbula apretada me indica que él poder que se carga al igual que sus ojos ámbar y su mirada pesada que recae encima de mí detallandome. Su mirada me quema a medida que recorre desde el escote en mi cuello hasta la punta de mis pies. Trago grueso y con una voz poco audible hablo; —Buenos días. —Buenos días, Arabella —Responde segundos después, como si cada palabra que va a salir de su boca sea pensada antes de botarla—, siéntate, el desayuno ya está servido —Me dice señalando la mesa. Un montón de Vareniki junto con huevos revueltos salta a mi vista. Me siento con delicadeza e intento tomar una de las empanadillas pero el estómago enseguida se me revuelve. —Prefiero cereal con leche —Bufo y sus ojos se tornan oscuros y fríos como el acero. —Come lo que se te sirvió —Sugiere y enseguida me cruzo de brazos. —Me trajiste aquí en contra de mi voluntad, no me has dicho porqué y para qué, ¿y tampoco puedo elegir qué puedo desayunar? —Le pregunto y una de sus cejas se arquean en respuesta. —¡Nina! —Grita haciéndome temblar cuando escucho su voz gruesa y profunda—, traele a la pequeña cereal con leche —La mueca que se forma en sus labios le hace entornar los ojos. La mujer de servicio recoge todo con una velocidad que me apena, para luego salir en busca de mi desayuno. Por su parte, Vladimir me detalla en silencio, como si no pudiera creer que soy real. Sus ojos fijos en los míos que a pesar de que su mirada me quema no se la bajo. —¿Te gustó la ropa que elegí para ti? Elegí con cuidado cada prenda, sabía que quedaría perfecta en tu cuerpo —Susurra, de manera ronca y provocativa. Me remuevo incómoda, incapaz de contener el calor que sube a mi rostro y que tiñe mis mejillas de carmesí. —Gracias, no pensé que tuvieras tiempo para ponerte a elegir prendas íntimas —Suelto con burla y una sonrisa ladeada se dibuja en su rostro. —Para ti siempre tendré tiempo, Milaya —Susurra. Trago el nudo que no sabía que tenía en la garganta y me paso la mano por el cuello en un gesto nervioso. No obstante, la mujer de servicio trae mi desayuno. Tomo la taza después de darle las gracias y luego comienzo a llevar las cucharas llenas de leche a mi boca. Los ojos de Vladimir no se apartan de mis movimientos, me mira con cautela, con admiración y con un morbo que me hiele la sangre. Después de terminar, dejo la taza a un lado para así tomar la servilleta blanca que llevo a mis labios. —¿Quién eres Vladimir y por qué estoy aquí? —Suelto la pregunta de manera involuntaria. El rostro de Vladimir se oscurece, es como si pudiera percibir mi miedo, mis nervios. Cómo si pudiera oler la sangre que recorre mis venas. —Soy el Maldito pakhan de la Bratva —Suelta llevando un vaso de agua a los labios. Echo mis hombros hacia atrás sin entender nada; pensé que era algún trabajador o algún m*****o ordinario pero jamas pensé que fuese el mismísimo líder. Mis manos tiemblan y mi respiración se tranca mientras proceso sus palabras. —¿Por qué? —Tartamudeo—, ¿Por qué estoy aquí? —Pregunto temiendo la respuesta. Vladimir lleva las manos a la mesa para luego inclinarse muy cerca de mí; su aliento tibio rozando mi rostro mientras suelta en su idioma; —потому что ты моя, (porqué eres mía). —dice helándome los huesos enseguida.
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