Años atrás
Pov Vladimir Novikov
Él sabor terroso del tabaco se pega de mi paladar dándome un poco de calma. Calo de él por segunda vez para luego soltar el humo que se entrelazada con la neblina espesa que se cuela en el aire para estos tiempos en Moscú. Con una tranquilidad angustiante para muchos, dejo reposar las cenizas en el cenicero para luego llevar los dedos al león de más de quinientas cincuenta libras que tengo a mi derecha. La postura deJasire es idéntica a la mía; inexpresiva, imperturbable. Su mirada amarillenta hace contraste con su pelaje; sin embargo la claridad de sus ojos no combina con la oscuridad de su alma y así mismo soy yo; muchos me conocen por Vladimir, otros por león: este por ganarme el colmillo hace unos cuantos años atrás y posicionarme como Pakhan de la Bratva, pero otros que no tienen la fortuna de conocer mi lado amable,(si lo tengo). Me llaman Asmodeo; dicen que soy el pecado hecho carne, el mejor amigo del diablo o el dueño de las malditas puertas del infierno. Yo diría que soy un poco de todas pero definitivamente en todas mis personalidades soy una maldita pesadilla para quien se atreva a retarme.
Me pongo de pie y meto las manos en los bolsillos de mis vaqueros para avanzar al hombre que está atado a la silla. Lo miro con ojos rojos, mientras una sonrisa macabra se dibuja en mi rostro; una sonrisa llena de la maldad que recorre mis venas, que recorre mi alma y mi cuerpo sin poder evitarlo. Jamás me ha importado ser bueno, amo lo que soy; un asesino sin escrúpulos y un gobernante sin misericordia. No diré que la vida me enseñó a ser así, sería mentir, pero definitivamente con este don nací.
—Cumplí tu deseo, ahora tú debes pagar por él —Escupo con calma.
Hay personas que creen que soy un maldito Dios que puede cumplirles sus deseos más oscuros y retorcidos y puede ser que así sea, (al principio). Pero cada uno de ellos tiene un costo muy grande que muchos no tienen cómo pagar.
—El negocio salió mal señor, por favor deme chance para pagarle, juro por mi vida que le pagaré hasta el último centavo que me prestó —Susurra el hombre temblando.
Ruedo los ojos fastidiado por sus lágrimas de marica para luego llevar las manos a mi cabello. Me hago una coleta rápida y eso logra que algunos mechones rubios caigan en mi rostro cuadrado y perfectamente alineado.
—El negocio salió perfecto, идиот, (imbécil). Triplicaste lo que te presté pero te gastaste el maldito dinero en apuestas —Escupo endureciendo mi postura.
El color en el rostro del hombre desaparece. Lo veo temblar de miedo mientras sus labios se vuelven tan blancos como la nieve misma.
—¿Creíste que no me iba a enterar? —pregunto con ironía—, el diablo siempre ve todo, aunque no lo crean así, ¿acaso piensas robarme? —Vuelvo a tomar mi tabaco y a calar de él..
Absorbo la nicotina dejando que se meta en mis pulmones dándome la calma que necesito para no estrangularlo con mis propios dedos.
—No, no es así, fue solo que pensé que podía ganarle algo más y…
—¿Perdiste todo no es así? ¿Y ahora no tienes como pagarme? Dime, pequeños
pajarito, ¿cómo cobrar tu maldita deuda? —Le pregunto con una mirada amenazante.
—Te entrego a mi hija a cambio de saldar esa deuda —Escupe asqueandome.
Mi mirada se vuelve repugnante; no porque me entregue a una mujer, a menudo recibo cientos. Además, para algo puede servirme; los bares y antros de Moscú están necesitados de putas todo el tiempo. Sino que, me parece asqueante que sea el propio padre quien entregue a la hija por cobarde.
—En unas semanas puedo dártela, va cumplir apenas quince años, pero puedes tomarla como esclava, como puta, ella va a colaborar —Suelta suplicante.
Tomo la correa de mi león y avanzo hasta la puerta de madera abierta en dónde se encuentra Renato. Su expresión es divertida, burlesca; pero no deja de ser expectante. Siempre dispuesto a cumplir una orden, siempre listo para aniquilar.
—Déjalo ir, aceptaremos su asquerosa moneda de pago, pero déjale un recuerdo de que a Vladimir Novikov no se le miente —Demando logrando que mi futuro Sottocapo suelte una risita traviesa antes de ir a hacer lo suyo.
…
La imagen que me devuelve el espejo es la de un hombre de más de cien kilos con melena rubia y ojos ámbar como los de mi padre. El león dibujado en mi pecho es la muestra de quién soy junto al colmillo de león que cuelga de mi cuello. Me acomodo la camisa de vestir de tres cuarto para luego hacerme una coleta en el cabello. Con delicadeza y calma subo el cierre de mis vaqueros para luego cerrar la correa. Estiro la mano y tomo el reloj de oro puro que cierro en mi muñeca derecha. Tener que asistir a una patética fiesta de quince años es abrumante, pero siempre me ha gustado ser yo quien revise mi propia mercancía y más si esa mercancía es el pago de una enorme deuda. Vuelvo a mirarme en el espejo y tras cerciorarme de que todo esté bien, comienzo a guardar las armas que me llevaré en la parte de atrás de mi cintura y posterior a eso salir de mi habitación.
No obstante, con calma, comienzo a bajar las escaleras de mi mansión. El sonido de mis pies cayendo en el piso pulido es lo único que se escucha en la sala junto con el ronquido del león que duerme plácidamente en uno de los sillones. Avanzo listo para irme a la maldita celebración pero la voz de Terzo me detiene.
—¿A dónde vas? —Me pregunta con voz preocupante.
—No es tu problema y deja de joder —Le suelto y suelta un “maldito” que me hace esbozar una sonrisa ladida.
Eso es lo malo de criar a alguien a tu imagen y semejanza ya que también sacán tu lado maldito. Terzo Novikov es un maldito escondido en un semblante seductor y sarcástico y yo aunque soy idéntico a él tengo más maldad en mi mente; porque los hijos siempre son las versiones mejoradas de los padres.
La puerta de mi camioneta ya está abierta para mí; así que con la elegancia que me caracteriza me deslizo en ella. El chófer me pregunta mi destino sin mirarme y tras contestarle cuál será me sumerjo en el móvil tratando de supervisar algunos asuntos empresariales desde aquí. No solo tengo negocios ilícitos, también tengo empresas “legales” que hacen el camuflaje perfecto. Para la mayoría de los entes gubernamentales soy el dueño de la mejor línea de hoteles de Rusia, un empresario más con poder y dinero; pero para los corruptos y lo más retorcidos de Moscú; soy el mafioso que a todos tienen que rendir cuentas. Intento contestar lo que necesito pero los mensajes de Tasya preguntando idioteces no me deja así que le mando un dedo medio y la bloqueo del w******p, pero… Enseguida comienza a llamarme logrando que las sienes me hiervan de la rabia.
—¿Qué quieres? —Le pregunto fastidiado.
—¿Me bloqueaste del w******p? —Pregunta en tono alarmante y ruedo los ojos enseguida.
—Sí —Escupo sin más.
—¡Eres un maldito Vladimir! —Gruñe y ya puedo verla frunciendo las cejas.
«Si Gabriella supiera las palabras que suelta su adorada hija ya estuviera muerta»
—Habla, que no tengo todo el maldito día —Le hablo tajante.
—Es que solo quería avisarte que tomé tu convertible —Escupe la muy sagas.
—Proklyataya devochka, suka, —(maldita niña de mierda) —Suelto infartado pero el pitido después de esto me indica que me colgó la llamada.
Aprieto la mandíbula logrando que mis dientes rechinen por el esfuerzo que hago y me mantengo así por los siguientes minutos posteriores al viaje. Tasya es una niña malcriada que no hace más que joderme la maldita existencia. Sin embargo, mataría por ella y por el resto de mi familia. El portón n***o se alza enfrente de mí indicandome que hemos llegado. Los escoltas que custodian la puerta apenas me ven la abren dejando que mi Lexus LX de color negra se desplace. Charles Kings simula ser un empresario respetado y un político intachable pero la verdad es que es un maldito adicto a las apuestas y un cliente más en mis burdeles. Un préstamo para no dejar caer sus malditos negocios le costó una cicatriz en el rostro y una de sus hijas. Ni siquiera se porque no me dio a la mayor cuando tenía más edad para convertirse en mi empleada, pero la verdad me da igual cuál sea con tal de que pueda recuperar con ella mi maldito dinero.
Cuando el auto se estaciona dentro de la mansión King, me bajo de la camioneta arremangado mi camisa. Los hombres que me custodian me siguen de cerca hasta la celebración; una fiesta típica para quince años; con mesas con manteles blanco con rosados y los patéticos centro de mesas llenos de flores. Los hipócritas del gobierno y los amigos refinados y llenos de dinero están presentes mostrando joyas costosas y haciendo negocios.
«Aunque más de uno me debe la maldita vida porque sus traumas para mí son mis chistes»
—King —Saludo a mi pequeño pajarito quien apenas me vé palidece.
Está reunido con un par de mujeres más; incluyendo a la esposa y a su hija mayor quien enseguida me observa curiosa. Charles se levanta de la silla de dónde estaba y enseguida me tiende la mano que tomo. La cicatriz en su cara es tan recién que aún se ve la línea roja con blanco por la carne que aún no cicatriza.
—Vladimir, Vladimir Novikov —Me saluda con una sonrisa fingida—, cariño, este es el empresario del que te hablé, el dueño de la línea de hoteles —Habla mostrándome a la esposa.
Una mujer unos cauchos años más joven que él con ojos verdes punzantes y sonrisa venenosa.
—Oh, un gusto conocerte por fin Vladimir, mi esposo me ha hablado mucho de ti y que lo ayudaste cuando esos matones lo secuestraron y dañaron su rostro —Dice la mujer tocando con sutileza el rostro del marido.
—Ajá —Respondo sonriendo mientras recibo la copa de cristal llena del champagne espumante que me entregan.
Me bebo el contorno de la copa con calma mientras la mujer sigue agradeciendo ridiculeces que me tienen sin cuidado. Me despido de ellos simulando una cortesía que me asquea para luego moverme entre la multitud. Algunos de los presentes que saben quién soy y que tienen deudas conmigo sin pagar me miran con miedo, mientras yo me muevo entre la bullicio aumentando su desespero; puedo oler la angustia en su respiraciones agitadas, el temblar de su mandíbula e incluso las lágrimas que algunos intentan ocultar.
—Vladimir —Se acerca King posando sus dedos en mi hombro derecho para tratar de alejarme de la multitud.
Le aparto la mano con brusquedad y lo aniquilo con la mirada logrando que su mirada caiga al piso en un acto de sumisión.
—La veras hoy, pero no te la lleves aún.
—¿Te arrepentiste Charles? —Saboreo su nombre mientras llevo a mi boca una manzana rojas que tomo de la mesa.
—No, no, es que… hay mucha gente y ella… son sus quince años —Susurra.
«Debió pensarlo antes de entregarle un alma noble al diablo»
—Se debe pensar mejor lo que se dice cuando estás apunto de morir —Escupo con ironía—, no puedes hacer pactos con el diablo que nos piensas cumplir.
—Lo cumpliré, de verdad lo haré, solo que … Ahora no—. Me pide suplicante.
Mi boca forma una mueca de; me vale v***a. Vine por algo que me pertenece y eso pienso hacer.
—Por favor, déjala que disfrute sus quince años, —Vuelve a suplicar.
Los aplausos de las personas a mi alrededor me hace subir la mirada y… Mis ojos se quedan fijos en la pequeña mujer que viene entrando; sus ojos azules son como el océano mismo y sus cabellos rubios son como los destellos del sol. Lleva un vestido rosa pálido tipo corset en la parte alta mientras para luego caer en su cuerpo estilo princesa. Sus cabellos dorados caen de manera sutil en su espalda y una corona recae en su cabeza dándole más frágiles. Me pongo rígido sin saber porque mi corazón y mi cuerpo se tensan; su rostro es angelical, casi pasible mientras su piel es tan blanca e inmaculada que me hace tragar grueso. Me quedo observando como se mueve y luego frunzo el ceño cuando veo que un joven de unos años más que ella la toma de la cintura para bailar. Sus pies se deslizan por la sala de manera armoniosa llenando el ambiente de un olor primaveral que me eriza los vellos de la nuca. Me quedo mirándola por varios minutos más que me parecen exagerados, pero es que su luz es tanta que me encandila y me incita a apagarla y envolverla en un poco de oscuridad.
Nunca he sido bueno, no con los demás, pero hoy seré misericordioso.
—No me la llevaré —Le aviso al hombre que está a mi lado después de unos minutos—. No ahora, pero volveré en algún momento por ella, Padozhdi menya.