KONSTANTIN NARRA ANNASTASIA PETROVA Entro a esa horrible mansión que tanto odio, sintiendo una inmensa congoja que me oprime el pecho. Me embarga la impotencia, la rabia, el asco y la repulsión. Pero, pese a todo eso, me pongo encima la máscara que he usado durante tanto tiempo, para no demostrar ninguno de mis sentimientos y no denotar el genio de mi esposo. Subo las escaleras hacia la segunda planta y entro a mi habitación. Konstantin no está, así que puedo respirar un poco de paz y sentirme aliviada. Voy al baño, me quito la ropa, me doy una ducha ligera y luego me pongo uno de esos camisones de seda con los que a Konstantin tanto le gusta verme y de los cuales me ha comprado un montón. Me siento en la butaca frente a la vanidad y comienzo a desmaquillarme, luego a aplicar cremas h

