la oferta

1064 Palabras
era tan elegante como el salón, el comedor, la cocina con los aparatos más modernos del mercado y los dos dormitorios, decorados con muy buen gusto. Una vez más, se preguntó cómo era posible que Lilian se pudiera permitir tanto lujo. Su hermanastra era la secretaria personal de Nicholas Morgan, el director de una de las empresas financieras con más éxito de Gran Bretaña. Marie sabía que ganaba un buen sueldo, pero también sabía que era tan elevado como para poder alquilar una casa como aquélla en un barrio tan exclusivo. Sin hubiera tenido la seguridad de que Lilian estaba profundamente enamorada de Mike, con quien había viajado a Kent para presentarle a sus padres, Marie habría sospechado que su trabajo incluía labores mucho más personales que las normales en una secretaria y que aquel piso era una especie de recompensa por los servicios prestados. Cerró los ojos, apoyó la cabeza en el borde de la bañera y dejó de pensar en Lilian para pensar en su propia y desastrosa vida. Había cometido un error tremendo al alquilar el piso que en propiedad, porque ahora no podía romper el contrato y se había quedado temporalmente en la calle. Pero en su momento, cuando le ofrecieron la posibilidad de marcharse a trabajar seis meses con Andrea Manson, la famosa escritora de novelas románticas, le pareció la mejor de las soluciones. Aún recodaba la conversación que había mantenido con con Wendy Ingram, su jefa. -Su secretaria se ha marchado porque van a operar a su madre, que esta muy enferma, y tendrá que cuidarla después- le dijo Wendy-.La señora Manson hace el trabajo de investigación en Londres y luego escribe las novelas en su casa del sudoeste de Francia... Necesita a alguien que sustituya a su secretaria y le han recomendado nuestra empresa. Pero según parece, es muy exigente. -Andrea Manson -repitió Marie, con ojos brillantes-.No me lo puedo creer. Es una escritora magnífica... he leído todas sus novelas. -Por eso le he sugerido tu nombre. Me pareces demasiado joven para ese puesto, pero le ofrecí a Naomi y Lorena y las ha rechazado a las dos porque dice que quiere a una chica simpática- le explicó Wendy con ironía-. De todas formas, no te emociones demasiado. Seguro que te hartarás de su novela mucho antes de que la termine... Andrea Manson escribe a mano, en un papel especial y con un tipo exclusivo de bolígrafo. -Wendy la miro y añadió: -Me temo que tendrás que pasar los borradores al ordenador; y digo borradores, en plural, porque no me extrañaría que termine con diez versiones distintas. Además, también tendrás que hacer de cocinera y hasta de chófer. Quiere una chica para todo, pero se ha vuelto a casar hace poco tiempo y supongo que te librarás de llevarle el chocolate caliente que siempre se toma antes de dormir. - Con tal de trabajar con Andrea Manson, sería capaz de recoger yo misma los granos de cacao -aseguró Marie, alborozada -.Eso no es un problema. -Pero pasar la entrevista podría serlo... -le advirtió. Aquella misma noche, Andrea Manson apareció en un programa de televisión con su cabello rubio recogido en una cebolla y un vestido rojo que hacia notar su envidiable figura. Como siempre se mostró encantadora y tan brillante como modesta; pero en su sonrisa y su forma de moverse, se notaba que en el fondo era muy arrogante y que se creía mejor que los demás. Marie se preocupó inmediatamente, aunque no le dio importancia. Al fin de cuentas sólo iba a ser su secretaria. Si pasaba la prueba de la entrevista. y para su sorpresa la pasó. -Pareces más inteligente y tienes más carácter que las otras candidatas- declaro Manson mientras jugueteaba con su anillo de diamantes-. Con la primera, tuve la impresión de que no había leído un libro en toda su vida; y la segunda... bueno, digamos que era poco idónea. La escritora miró a Marie y contempló su figura esbelta, su cabello color castaño obscuro, su piel blanca y su expresión tranquila. Después asintió y dijo: -Si tus habilidades están a tu altura, creo que lo harás muy bien. Marie no tuvo ocasión de contestar, porque Andrea Manson siguió hablando. -La semana que viene tengo intensión de marcharme a Evie sur Tara. Espero que estés disponible para viajar conmigo. Betty se encargó de organizarlo todo antes de marcharse a hacer de Florence Nightingale; pero si surge algún problema tendrás que afrontarlo y solucionarlo tú. Marie no hizo caso del comentario sarcástico sobre su predecesora; se limitó a asentir y comentar que era perfectamente capaz de solucionar cualquier problema que se presentara. Jamas habría imaginado que, menos de un mes después, sería su futuro el que estuviera en entredicho. Todavía estaba pensando en ello cuando el teléfono volvió a sonar. Antes de marcharse Lilian le había asegurado que sus amigos y conocidos estaban avisados y que no la molestarían con llamadas telefónicas, pero era evidente que su hermanastra se había olvidado avisa a alguien. -Por favor deje su mensaje después de la señal- sonó la voz del contestador. Marie echó más agua caliente y más sales en la bañera. A continuación, se hundió hasta el cuello y pensó que Lilian llevaba una vida social muy activa. Ella habría dado cualquier cosa por tener amigos que la invitaran constantemente a ir al cine, a salir a cenar o a tomar una copa en algún club. Y habría dado cualquier cosa por tener a alguien como Mike. Porque a sus veinte años de edad, Marie aún no había mantenido una relación a más o menos seria. Sin embargo, eso no significaba que su vida amorosa fuera aburrida. Desde que estaba en Londres, había salido con varios hombres; generalmente, en citas dobles con amigas del trabajo y sus parejas. De vez en cuando, alguno le pedía que se volvieran a ver; pero ninguno le había interesado lo suficiente. Además, Marie era tímida y reconocía sus limitaciones a la hora de coquetear y resultar interesante en una conversación. Se sentía incómoda en las situaciones íntimas y nunca llegaba demasiado lejos; no tenía nada en contra de las relaciones sexuales informales, pero sus miedos se interponían en el camino y los hombres se daban cuenta al final y se marchaban con otras chicas. ¿Crees qué soy un bicho raro? le preguntó en cierta ocasión a Lilian.
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