Su hermanastra se echó a reír.
-No, por su puesto que no. Cada uno es como es, cariño; uno de estos días te enamorarás locamente de alguien y te dejarás llevar...Deja de castigarte a ti misma por eso.
Al, recodar su consejo, sonrió. Lilian siempre la trataba bien; era agradable y extrovertida como su padre, Derek , quien seis años antes había conocido a Barbara, la madre de Marie, y se había enamorado de ella. Barbara se había quedado viuda cuando su marido Claus Wade, falleció de un infarto. Claus había sido un hombre cariñoso y tranquilo, un abogado especializado en divorcios cuya muerte dejó devastada a su esposa y, naturalmente, también a Marie. Mientras pensaba en su padre, se dijo que al menos las había dejado en una buena situación económica. Claus Wade había sido un gran profesional y un inversor muy inteligente.
Su madre había conocido a Derek en un crucero tres años después de lujo por los fiordos noruegos. Al principio Marie rechazó la relación amorosa de Barbara porque le parecía una especie de traición a la memoria de su padre. sin embargo, Derek se mostró tan comprensivo con ella que termino por ganarse su afecto y respeto. En cuanto a Lilian, Marie se sentía muy afortunada porque había ganado una hermanastra y una amiga. Justo entonces el teléfono volvió a sonar. Marie gimió, se puso en pie, alcanzó una toalla y se la enrolló alrededor de cuerpo. A continuación, se sacudió el cabello, se peinó un poco con los dedos y salió del cuarto de baño, descalza, en dirección al salón. Cuando llegó a la mesita del teléfono, pulsó la tecla del contestador. Era la voz de un desconocido.
-Lilian, llámame. Es urgente.
Había un segundo y un tercer mensaje, obviamente de la misma persona, pero sólo había dejado un suspiro de exasperación. Marie pensó que no volvería a llamar y se dio la vuelta con intención de volver a la bañera, pero se quedó en el sitio. En ese mismo momento, la puerta de la casa se abrió y oyó pasos de hombre en el pasillo. Asustada, miró a su alrededor en busca de algún objeto con el que defenderse.
-Por Dios, Lilian... ¿es que estás sorda?
El hombre apareció en la entrada del salón se quedó atónito como Marie. La miró con sus ojos azules, tan fríos como los de un oso polar, declaró:
-¿Quién diablos ere tú? ¿Qué estás haciendo aquí?
-Yo podría preguntarte lo mismo -respondió ella.
La voz de Marie sonó ligeramente temblorosa porque ya había la identidad del desconocido. No podía ser otro que el jefe de Lilian, Nicholas Morgan.
-No juegues conmigo, cariño –le aconsejó él, estudiándola con detenimiento-. Limítate a responder a mis preguntas o no tendré más remedio que llamara la policía. ¿Cómo has entrado a la casa?
-Con la llave. Ésta es la casa de mi hermana.
-¿De tu hermana?- repitió él, sorprendido-. Lilian no tiene hermana. Es hija única.
-Bueno, en realidad no es mi hermana, sino mi hermanastra –se explicó-. Su padre se casó con mi madre hace unos años.
-Ah, sí, lo había olvidado- dijo lentamente-. Pero eso no explica que Lilian te haya dejado sola en su casa... aunque podemos dejar ese asunto para después. ¿Dónde se ha metido? Necesito hablar con ella.
-No está aquí; se ha marchado a Ken a pasar el fin de semana. Me comentó que te lo había dicho...
Nico miró a su alrededor con fastidio.
-Oh, maldita sea. Quería verla antes de que se marchara.
A Marie no le sorprendió. De hecho, Lilian le había confesado que se marchaba de pisa para evitar que su jefe apareciera con algún asunto supuestamente urgente y le estropeara el fin de semana. Por lo visto, Nicholas Morgan era un obseso del trabajo y esperaba que todo el mundo estuviera a su disposición las veinticuatro horas del día.
-Me temo que no va a ser posible –dijo Marie-. Pero volverá el lunes.
-Eso no me sirve de nada. No resuelve el problema que tengo esta noche –declaró él, de mala manera.
-Supongo que mi hermanastra debería haberse quedado aquí por si la necesitabas –contraatacó ella, con tono igualmente desabrido-. Pero resulta que Lilian tiene su propia vida... y desde mi punto de vista, ir a Kent para conocer a los padres del hombre con quien se va a casar es mucho más importante que quedarse en casa ante la remota posibilidad de que requieras de sus servicios.
Nicholas Morgan tardó unos segundos en reaccionar.
-Buen discurso... -dijo al final-. Por cierto ¿con quién tengo el gusto de hablar?
- Con Marie Vélez. Y dado que Lilian no se encuentra en casa, te agradecería que te marcharas y me dejaras en paz.
-Estoy seguro de que me lo agradecerías –ironizó él-, pero yo no acepto ordenes de nadie.
Él la miró con intensidad y ella sintió un nudo en la garganta. Era la primera vez que Marie lo veía en persona; hasta entonces sólo lo había visto en las fotografías de los periódicos, que no le hacían justicia. Sin ser guapo en un sentido clásico del término Nicholas Morgan era un hombre extraordinariamente atractivo. Tenía una mirada penetrante, parecía adivinar los pensamientos de otra persona, y una boca tan sensual que Marie decidió dejar de mirarla al instante.
-No estás en posición de echarme de esta casa –continuo él-. Además, por si no lo recuerdas, solo llevas una toalla de baño... y se caería la suelo si empezamos a forcejear.
Marie pensó que tenía razón. Se encontraba en clara desventaja. Ella estaba prácticamente desnuda y él iba vestido de los pies a la cabeza; llevaba un traje gris muy formal, con una camisa blanca y una corbata color rojo.
-¿Qué has querido decir con eso de que no estoy en posición de echarte? –preguntó Marie, nerviosa.
-Que el piso de Lilian es de mi empresa. Concretamente, mío –respondió-. Lo usamos para los clientes extranjeros que prefieren no alojarse en hoteles... Lilian está aquí de prestado. ¿Es que no te lo ha dicho?
Marie sacudió la cabeza.
-No hubo mucho tiempo para explicaciones. Mi hermanastra no supo que tenía intención de visitarla hasta que la llamé desde el aeropuerto y dije que no tenía donde quedarme.
Él frunció el ceño.
-¿Por qué? –preguntó-. ¿Estás de vacaciones y te han robado el dinero? ¿Es eso?
-No, en absoluto. Yo estaba trabajando en Francia, pero las cosas se complicaron de repente. Y no puedo ir a mi piso porque lo alquilé y no estará libre hasta dentro de unos meses.
-Comprendo... así que te has quedado sin trabajo, sin casa y sin dinero.
Marie le lanzó una mirada llena de orgullo y dijo con sarcasmo:
-Gracias por recordármelo.
-Se me ocurre que podríamos llegar a un acuerdo. ¿Cuánto me cobrarías por pasar esta noche conmigo?