Capítulo 1

1829 Palabras
New York City, New York. Presente.  “La audición” Juilliard era el lugar más encantador de todos. No era tan solo una de las más prestigiosas universidades de artes en el mundo, sino que era un hogar para jóvenes de las más diversas culturas. Cada dos pasos se podía ver algo inspirador cerca. Era como el paraíso, al menos para mí.  Los meses habían pasado, la panza de Kathleen estaba enorme; tenía siete meses de embarazo y ella estaba contentísima, al igual que Jack.  Ellos estaban viviendo a unas calles de donde me encontraba yo, así que no era difícil visitarlos. Por mi parte yo vivía en el internado, tenía una compañera de cuarto llamada Kelly Bann, tenía mi edad y era muy agradable, ordenada, limpia y generosa. ¿Qué más podía pedir? ¿Padres más comprensivos? ¿Un novio?  Dos cosas que había perdido con el pasar del tiempo. Mis padres seguían enojados con Kath y conmigo por habernos ido juntas de casa. Con suerte llamaban una vez al mes.  Y novio… Nicholas terminó conmigo antes de Navidad.  - Elaine Tolley – gritó mi maestro de teatro el Sr. Moon, un hombre calvo, amable y algo afeminado. Levanté la vista y lo vi correr desde el fondo del auditorio de la universidad hasta llegar a mi – Elaine querida – dijo casi sin aliento.  - ¿Qué sucede Señor Moon? – pregunté confusa. El jamás corría, no le gustaba sudar. - Tengo excelentes noticias Elaine. Mark, un amigo de la infancia es productor y están haciendo audiciones aquí en Nueva York para grabar una película. Tienes que dar la audición, le dije que tenía a la chica indicada. - ¿Bromea? – abrí la boca de la sorpresa – ¿Me ha recomendado para una audición?  - Pues sí – asintió – eso creo.  - ¿Cuándo, dónde?  - Avenida Nostrand con Avenida Church, Mil cuatrocientos cincuenta y dos.  - ¿Frente a Mc’Donalds en Brooklyn? – reí y él asintió.  - Mañana a las seis, diles que te envié yo – me dio una palmadita en el hombro.  - ¿Mañana? – palidecí, estoy segura. El asintió enérgicamente – de acuerdo. Al finalizar las clases del día, fui al apartamento de Kathleen, quería hablarle. Se encontraba muy cerca de la universidad, así que Kelly y yo decidimos caminar.  - Me alegra tanto, de veras, es una magnífica oportunidad – musitó Kelly, la rubia platinada de ojos azules y mejillas sonrosadas; era muy hermosa a decir verdad, medía siete centímetros más que yo, y era un imán de chicos.  - Supongo que si él me recomendó, es por que vio algo en mí – dije. - Exacto, además eres muy buena aprendiendo guiones, y lloras muy real cuando actúas. A veces pienso que lloras de verdad y es aterrador – ella soltó una carcajada y yo un suspiro. Últimamente mis lágrimas no las había estado actuando para nada.  - ¿Crees que a Kath le gusten estos panecillos de canela? – preguntó, justo antes de tocar a la puerta de mi hermana. - Últimamente todo le gusta, ya sabes, embarazada y antojadiza – reí, golpeando la puerta con mis nudillos.  - Hola hermosas – saludó Kath del otro lado del umbral – adelante, pasen.  - Hola Kath – dijimos al unísono con Kelly. - Que agradable visita. Ya me sentía sola  - Te traje panecillos de canela – Kelly tomó asiento en la cocina, yo la seguí.  - Delicioso, gracias.  - ¿Sucede algo hermanita? – pregunté - No – me sonrió. Fallido intento, la conocía demasiado bien.  - ¿Donde está Jack?, ya debería haber salido de clases – musité.  - Llegará un poco tarde, tenía que pasar al centro por algo – dijo sirviéndonos té y panecillos. - ¿Te has sentido bien? – Kelly fulminó a Kath con la mirada. Mi hermana soltó una risa algo histérica.  - Estoy perfectamente.  - Estás pálida Kathleen. ¿Segura que estás bien? – insistí.  - ¡Me encuentro bien! ¿De acuerdo? – gruñó.  Kelly y yo compartimos una mirada y desistimos de preguntar. Mi teléfono comenzó a sonar una tonada de Maroon 5.  Era Brent.  - Hola – dije poniéndome de pie en un salto.  - Hola Elaine. ¿Cómo estás? ¿Cómo está Kath? – preguntó.  - Todos bien, eso creo. - Tengo una sorpresa – rió – ¿Será molestia para Kath si voy esta semana a Nueva York?  - No sé, mejor llámala tu, está algo delicada, deben ser las hormonas, por el bebé – dije por lo bajo.  - De acuerdo… - Te escucho extraño, ¿hay algo que estés ansioso por contarme? –reí. - De hecho, te llamaba para avisarte que... no te molestes con lo que diré.  - Prometo que no me molestaré – solté un soplido relajado.  - Bien pues, Nick regresa, pero solo por un tiempo, a Nueva York. Hará un pequeño curso de teoría ahí en la estatal, es un programa de Oxford – dijo con cierto nerviosismo en la voz; era obvia la razón, y era obvio que me molestaría. -¿Y se supone que eso debería importarme? – pregunté, apretando los dedos alrededor del móvil.  - Dijiste que no te molestarías – reclamó Brent.  - Brent, ¿Cuándo entenderás que no quiero saber nada acerca de Nick?  - Es que algo me dice que si hablan arreglarán las cosas y todo será como antes – musitó. - ¿Arreglar que cosas? No hay nada que arreglar, nada está roto. Fin de la historia.  - Bien, lo siento, no quería que te molestaras, ¿Me perdonas? - Sabes que siempre voy a perdonarte, sea lo que sea que hagas Brent – reí. - Eres la mejor, ansío verte. Dile a Kath que la llamaré en un rato. ¿Vale? - Vale, te quiero.  - También te quiero – suspiró Brent.  - Debo dejarte, Jack llegó y necesito hablarle. - No me cambies por Jack muñeca.  - Nunca Brent, lo prometo. - Bien adiós. - Bye.  Corté y me volteé para mirar a mi cuñado, Jack Greenwood entrar al apartamento. Nos saludó a las tres y se sentó en el sofá. Parecía cansado y es que trabajaba hasta tarde y estudiaba por los días.  - ¿Qué traes ahí? – pregunté mirando el sobre de papel que tenía entre las manos. - No te incumbe – interrumpió mi hermana.  - ¿Qué sucede contigo Kathleen? – pregunté. - Lo siento, no me siento bien, ya vuelvo – musitó yendo al baño.  - ¿Sucede algo Jack? – lo miré ceñuda y él asintió. Parecía fuera de sí, estaba tan pálido como Kath.  - Dinos – pidió Kelly – quizás podamos ayudar.  - El bebé viene con problemas.  - Sea lo que sea, cuenten conmigo – masculló Kelly buscando ayuda en mi mirada.  - Conmigo también. ¿Qué problemas tiene el bebé?  - No sé, faltan exámenes… el doctor está investigando. No sé si es grave, permanente o simple, no lo sé – suspiró Jack – he estado esperando la llegada del bebé desde hace mucho, me entusiasmé con la idea, no quiero perderle.  - No vas a perderlo Jack – sentencié. Kath volvió y me miró con ojos brillantes, me acerqué a abrazarla. Creo que ambas lo necesitábamos – todo va a estar bien. Los ayudaré con lo que sea.  - Gracias Elaine.  El camino a nuestra residencia fue callado y aparentemente más largo de lo habitual. Kelly me miraba con curiosidad, de seguro quería saber que ocurría con Kathleen, y quién no después de tal escena.  Llegamos a nuestro bonito cuarto de paredes celeste cielo, lleno de cuadros pop art y lámparas de diferentes tonalidades. Mi cama estaba junto a la ventana y la de ella a la pared. Frente a nuestras camas había una pantalla plana, a un lado de esta el armario y al otro lado el clóset. Sin mentir, no sé con exactitud cuál de los dos era más grande. Juilliard era lo máximo.  Al día siguiente después de clases fui rumbo Avenida Nostrand con Avenida Church, Mil cuatrocientos cincuenta y dos, a dar mi audición, aunque sin ganas y de mal humor. Creí haber estado perdiendo el tiempo,  “¿Para que hacer una tonta audición en lugar de estar acompañando a mi hermana cuando lo necesita?” El lugar era una especie de auditorio, quizás la mitad del que había en la universidad. Era oscuro y nada refinado.  Me inscribí en la entrada y un chico me acompañó tras bambalinas. No había mucha gente audicionando, lo que me hizo sentir dentro de una trampa. Quizás la película sería un fracaso y nadie se interesaría en ella. Además ninguno de los productores me sonaba famoso o reconocido.  Me dieron una frase al azar. ¿Quién toma audiciones así?  Locos.  "Es lo peor que me ha pasado en la vida, ¿cómo piensas que puedo sonreír en un momento así? –Busca una manera de decirlo y convencernos de que eres la indicada" Un guión que definitivamente representaba la historia de mi vida. Solo un par de palabras y ¿Es todo? ¿Qué podía ser más fácil?  Escuché un > y pasé al escenario intentando sonreír.  - ¿Tu nombre? – dijo un tipo rubio sentado ahí en frente.  - Elaine Tolley – musité afirmando fuertemente el micrófono en mis manos. - ¿Edad? - Dieciocho años.  - Parece torpe – le comentó sin ningún respeto a mi persona a su compañero gordo de al lado – ¿Quién te ha enviado Elaine?  - El Sr. Moon, es director de carrera de Artes Dramáticas en Juilliard – musité.  “Suena importante al decirlo así” me dije a mi misma.  - Me gusta su nombre – dijo el regordete. El rubio hizo una mueca – Elaine Tolley. Suena a éxito. ¿No crees?  - Sí, puede ser – contestó el rubio.  - ¿De qué trata la película? – interrumpí. Ambos me miraron sorprendidos.  - Tienes iniciativa Elaine, me gusta. El proyecto película que tenemos en manos es ciencia ficción, una pizca de romance, y mucho suspenso. Será taquillera, confía en nosotros –respondió el regordete. Yo asentí.  - Puedes empezar Elaine, tu línea, ¿Qué número tiene? – cuestionó el rubio.  - Ciento quince – contesté mirando el papel entre mis manos.  - Adelante entonces.  Tomé aire y simplemente lo dije.  - Es lo peor…– me detuve sollozando – lo peor que me ha pasado en la vida – me detuve otra vez y mi voz tembló, con lágrimas en los ojos proseguí – ¿Cómo piensas que puedo sonreír en un momento así? – terminé.  - Interesante ¿Por qué lloraste? – el rubio frunció el ceño. Queriendo intimidarme. Fallido intento.  - Porque así fue como decidí actuar esa línea – dije seria. - Bien, me gusta tu respuesta, le hemos dado la misma línea a quince personas hoy y ninguna lloró, al menos no lloraron así de verdad como tú. - Creí que eran frases al azar.  - Pues no. Eso es pura palabrería, así se sienten con la libertad de hacerlo como les plazca. Pero no buscamos eso. Buscamos gente con iniciativa profesional, como lo has hecho tú Elaine Tolley.  - Supongo que simplemente me resulta fácil llorar – dije sin ánimo, una sonrisa de oreja a oreja se formó en la boca de ambos.  - Sonríe Elaine – me ordenó el gordo. Y eso hice. - Usas frenos – hizo una mueca y ambos se miraron. - Si puedes quitártelos de aquí a dos semanas, pasas la primera etapa, solo la primera pero debes quitártelos. Y te quiero aquí este domingo a las ocho de la mañana – dijo el rubio. Intenté disimular mi emoción de haber quedado y no se me hizo difícil ya que ese día no quería sonreír.  - Gracias – articulé maduramente y me retiré.
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