CAPITULO 1

1866 Palabras
GACELA Tomo aire, necesito llenarme de paciencia, creo que a veces no soy normal. Ya que tengo pensamientos demasiado oscuros con respecto a mi madre, pensamientos que realmente ninguna hija debe tener. -Amelia, ¿Por qué eres tan terca? – Me dice mi madre al otro lado de la línea. La tengo en alta voz, ya que estoy camino a uno de los eventos que he estado organizando desde hace algunos meses, necesito que todo salga bien, ya que esto me garantiza un ascenso. Algo por lo que he estado luchando desde que entre a mis 20 años a la compañía. Ya tengo 25 y aun no lo consigo. La oigo resoplar, sabe que cuando me quedo callada es porque me niego a seguir su juego y ponerme a discutir con ella, no sé porque sigue con el tema, sabiendo que, si ella es terca, yo lo soy el doble. Siempre tenemos la misma discusión y no se cansa de tocar el tema. -Estas siendo irracional Amelia Jones, sabes que no necesitas trabajar en esa empresa de medio pelo, teniendo la compañía de tu padre a tu entera disposición. Coloco los ojos en blanco y me doy un suave golpe en la frente con una de mis manos, tratando de encontrar la paciencia, que hace mucho perdí. A veces creo que cuando la estaban repartiendo, yo estaba en la fila de malgeniados por quinta vez. -¡Madre! – Le digo tomando un poco de aire – Hemos tenido esta conversación, no sé cuántas veces y llegamos al mismo punto ¿Realmente no te cansas de esto? No voy a ir a dirigir una empresa que no me interesa, voy a seguir organizando los mejores eventos, voy a ganarme mi ascenso y seré conocida como la mejor organizadora, aquella que todos harán filas para que yo haga de sus fiestas las mejores ¿Entendido? – Vuelvo a tomar aire – El hecho de que no te guste, no significa que yo no puedo hacerlo. No me hagas mandarte a la mierda una vez más – Replico con sequedad. Mi madre siempre ha sido una perra, simple y llanamente, todo lo quiere controlar, es su hobby favorito, disponer de la vida de los demás a su antojo. La verdad no entiendo como mi padre se casó con ella. -Tanto esfuerzo para nada, tienes todo un imperio a tus pies, esperando por ti. Además, vives a una hora de nosotros ¿Cómo puedes vivir solo viéndonos los días que tienes libre? ¡Oh! ¿Cómo puedo sobrevivir así? Mi dentista y mi ginecóloga tambien viven a una hora de mi apartamento, y toda me esfuerzo para ir a verlas una vez al año, y para ser sincera esas visitas son más dolorosas. -Madre. Tengo cosas que hacer, hablamos otro día, quizás el otro mes – Mi paciencia llegó a su límite, con mi madre me dura, menos que con el resto de las personas. Ya me estoy quedando sin energía y apenas estoy comenzando el día, y para ser sincera, no quiero esforzarme en mantener esta estúpida discusión por más tiempo. Siempre llagamos a lo mismo, ella se enoja, me insulta yo la escucho y le cuelgo. ¿No se cansa de lo mismo todo el tiempo? -¡Amelia Jones! No me vayas a… - Click. No la dejo terminar de hablar, tengo muchas cosas que hacer, para seguir en una conversación que no me aporta y que solo me resta tiempo y energía. Con mi madre siempre si no es una cosa, es otra, pero siempre se las arregla para criticarme. Nunca está contenta con mis decisiones, solo me crítica y busca la manera de juzgarme. No entiende que esta es mi elección de vida. Nací en una ciudad llamada Cambridge, se encuentra a una hora de Londres, donde actualmente vivo, soy una de las mejores organizadoras de eventos que está en ascenso y está luchando por el cargo de directora general en la compañía. Sé que tengo buenos recuerdos en mi ciudad natal, pero a la edad de 18 años decidí mudarme a Londres, escapando de la cárcel en la que mi madre queria encerrarme, toda mi vida la tenía planeada, pero a decir verdad eso no era lo que yo queria. Me gusta lo que hago. Estudie en una de las mejores universidades de Londres, producción de eventos, y diseño de modas, dos carreras al mismo tiempo, ya que quiero hacer que mi nombre resuene por todo el mundo. Una vez escuché a alguien decir, que, si quiero algo y me toca incendiar al mundo para conseguirlo, no dude en hacerlo, así que, con esas palabras grabadas en mi cabeza me despierto todos los días y voy por lo que considero el estilo de vida que quiero. Termino de maquillarme, arreglo un poco mi cabello, y bajo del auto, aún tengo unas 2 horas antes de que el evento de inicio. Es una conferencia con los hombres más acaudalados de Londres, los dueños de grandes multinacionales, ceo, magnates y grandes políticos vienen hoy al evento. Camino hacia la entrada del hotel, saludo al chico de la entrada con una gran sonrisa y camino hacia el salón donde se llevará acabo el evento. Al entrar me quedo asombrada de lo buena que soy en mi trabajo. El lugar tiene colgado en la parte de arriba unas luces azules que cuelgan de cada extremo, como si fueran unas telas, dándole este toque sutil. Las mesas cubren el lugar vestida de un mantel de seda de color blanco y las sillas son blancas, con grandes candelabros. Donde darán la conferencia tiene un gran podio y varias sillas a sus lados, para que los conferencistas puedan esperar su turno. -¡Ey! Sexy – La voz de mi mejor amiga llama mi atención. -Emma – Le digo a modo de saludo – Todo está perfecto. Tengo una gran sonrisa dibujada en el rostro. Soy demasiado perfeccionista en lo que hago, así que, me encargo de revisar cada detalle yo misma. -Red – Se acerca a mí – Eres la mejor jodida organizadora de eventos que tiene esta ciudad ¿Aun lo dudas? Blanqueo los ojos, odio que me diga Red, y lo hace a propósito. Me puso ese apodo en nuestro primer año de universidad, cuando me vio entrar en el salón de clase, con mi cabello rizado y de color rojizo. Desde ese momento comenzó a llamarme Red. -No lo dudo, sé que soy la mejor en lo que hago, pero debo esforzarme más, necesito ese ascenso – Bufo. -Lo vas a conseguir – Me da una suave palmada en la espalda. Sé de lo que soy capaz, nunca nada me ha quedado grande, soy la mejor en lo que hago y nadie puede igualarse a mí, pero aun con eso, me ha costado el maldito ascenso. Y no es que lo necesite, es que lo quiero. -¿Estas lista? – Pregunta Emma a mi lado. La miro tragando grueso, notando como distraídamente me entrega el micrófono, sus grandes ojos café y luego lleva la mirada al salón donde la gente sigue ingresando y tomando asiento. Mis ojos tambien recorren el lugar, contando silenciosamente en mi cabeza, pierdo la cuenta después de los 40. ¡Cristo! Esto es lo peor de mi trabajo, dar el discurso de bienvenida. Sufro de pánico escénico, me cuesta hablar en un lugar lleno de gente. Mis manos me sudan, las piernas me fallan. Quiero salir corriendo. Pero no puedo, así que, tomo aire. -Si – Le respondo. Agarro el micrófono y después de llamar la atención de todos, los murmullos se van desvaneciendo y todo queda en silencio. Docena de ojos se clavan en mí, creando un rubor por todo mi rostro. Hacen que se me ponga la piel de gallina. Asi que, suspiro. >> Antes de dar comienzo a la novena conferencia de grandes inversionistas, queremos darles la bienvenida a todos. Esperamos que el evento sea de su agrado y llene cada una de sus expectativas, sin más que de decir ¿Están listo? – Pregunto, forzando la emoción en mi voz. No es que no esté excitada, pero algo siempre me incomoda en los eventos. No soy natural cuando se trata de interacción social. Soy del tipo que te mira con una gran sonrisa congelada, pero por dentro estoy pensando en las mil maneras de evitarte y no tener una conversación más profunda. Me retiro del podio dándole paso a primer conferencista de la tarde. Como soy la organizadora, no me puedo ir lejos, así que, simplemente me acomodo en la parte de otras y tomo asiento en una de las sillas. A medida que pasa el tiempo, la presión se instala en mi rostro. Siento como si alguien me estuviera mirando, pero eso es un pensamiento jodidamente estúpido ya que todos pueden estar mirándome, estoy sentada enfrente de una gran comunidad. Trato de ignorarlo, seguir concentrada en el tipo que lleva dos horas hablando de lo bien que sería invertir en la explotación del petróleo. Siento que la sensación solo se intensifica hasta que se siente varios animales zumbaran alrededor de mi rostro, mientras mi piel es incendiada por una antorcha. Esto es algo que nunca había sentido en todos los eventos que he organizado antes. Se me erizan los pelos de la nuca y siento como el rubor de mis mejillas se intensifica a un mas, a un rojo más encendido. Aprieto mis muslos y algo comienza arder dentro de mi cuerpo. Mis ojos recorren sutilmente la extensión del salón, intentando descubrir la fuente de mi malestar sin que sea obvio. Mi mirada se clava en una persona parado en la entrada del salón, Un hombre. La multitud y las mesas cubren la mayor parte de su cuerpo, solo una parte de su rostro se deja ver entre las cabezas de las personas. Pero lo que veo me paraliza, hace que mi cuerpo reaccione de una manera tan extraña, mi piel se eriza y mi corazón late tan fuerte que temo que pueda salirse de mi caja torácica. Sus ojos. Uno tan claro como el azul del cielo, tan claro como si fuera blanco. Y el otro es verde como una esmeralda. Me recuerda a un husky o quizás a un lobo. Cabello oscuro, n***o como la misma noche más oscura, afeitado a los lados, como si estuviera desteñido. Rostro simétrico y perfectamente proporcionado. Su mirada me hace sentir pequeña, está tan fija en mí, como si estuviera escudriñando cada parte de mi cuerpo, hurgando los más profundos secretos de mi alma, me hace sentir desnuda. Me aclaro la garganta y me obligo a quitar la mirada de aquel hombre. Lucho por no regresar la mirada para encontrar a aquel hombre, pero es como si mis ojos tuvieran voluntad propia. Pero cuando regreso mi mirada, se ha ido. -Red ¿Está todo bien? – Me pregunta Emma – Estas toda tensa. -Estoy bien – Miento. -Sexy, necesitas echar un polvo. Blanqueo los ojos y la fulmino con la mirada. Lo creo es que necesito una boca más grande para que quepa mucho más alcohol en ella.
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