Capítulo 27: El Juego de la Reina

1660 Palabras
3 Días Después Suelto un suspiro antes de bajar las escaleras. Hay mucho movimiento en la mansión; los empleados van y vienen por todas partes, terminando de arreglar todo. Doy un vistazo rápido hasta que ubico a Gabriela y me acerco a ella con discreción. Nos alejamos juntas hacia la lavandería. Cerramos la puerta a nuestras espaldas, luego de revisar que nadie nos haya visto. —¿Por qué tanto revuelo? —pregunto con suavidad, dándole una mirada a Gabriela. —Es por lo de la visita que te comenté el otro día. Tenemos que dejar todo en orden para facilitarles el trabajo a las dos chicas que se van a quedar mañana atendiendo a los invitados —me da una mirada antes de acercarse a mí. —Entonces, la visita es mañana —susurro pensativa. Tengo que saber cómo actuar. Yo no caeré en su juego; ellos caerán en el mío. —Sí, es una lástima. Me tengo que ir hoy —se muerde el labio—. ¿Qué tal si me das mi despedida? —susurra, acercándose más a mí. Sonrío levemente. —Hay mucho revuelo, linda, nos pueden descubrir —susurro viéndola fijamente. —Ni modo, ¿será para la próxima, no? —Exactamente. No comas ansias, muñeca, lo bueno se hace esperar —susurro antes de darle un medio beso y salir de la lavandería. Suelto un suspiro antes de dar un recorrido por el patio trasero. Miro todo disimuladamente; hay guardias por todas partes. La seguridad, que ya de por sí era excesiva, se triplicó. Sigo caminando hacia el área de la piscina y tomo asiento en el columpio. Sé que Matías debe de estar cerca, y no me equivoco, ya viene hacia mí. Sonrío levemente mientras lo examino de pies a cabeza. —Cómo está todo, Matías —susurro cuando él se acerca. —Bien, señorita. Su padre me mandó a buscarla. Dice que necesita hablar algo con usted —veo cómo sus ojos escanean mi cuerpo. Aunque su rostro está serio, sonrío antes de pasarme la lengua por los labios. —¿Te están vigilando o por qué tan serio? —susurro para luego morderme el labio—. Pensé que ya habíamos superado la parte de “señorita”, ¿o quieres que te dispare otra vez? —siseo, viéndolo con seriedad. —Disculpa, Alaia, pero para mi jefe es una falta de respeto que la trate de tú. Hay un escalón de mando, y usted está en lo más alto —dice con seriedad. —Pues precisamente porque soy tu jefa y tienes que hacerme caso, no me puedes hacer enojar, Matías. Además —hago una pequeña pausa mientras me muerdo el labio y lo recorro con la mirada—, tú y yo dejamos algo pendiente, ¿no? —Sí, seño... —se interrumpe cuando ve mi mirada de advertencia—. Alaia, su padre me advirtió que no me metiera contigo, porque si no me iba a matar. —Pues lamento informarte que o te mata él, o te mato yo. Tú decides, es más, te lo dejo de tarea —me pongo de pie, le paso por el lado, moviendo mi mirada de sus ojos a su boca antes de seguir mi camino hacia el interior de la mansión. Llego a la puerta de la oficina de mi padre, doy tres toques antes de escuchar el "pase". Una vez dentro, cierro la puerta tras de mí y me cruzo de brazos para verlo. —¿Y bien? ¿Qué necesitas? —Me imagino que has notado el revuelo que hay en la mansión en estos momentos —dice con su rostro serio. —Sí, padre. También vi el incremento en la seguridad y noté que varios de los empleados se están marchando. ¿Me podrías decir qué está pasando? —levanto una ceja, mirándolo fijamente. Esta es la hora de la verdad: o me miente otra vez o me incluye. —Tenemos una visita muy importante mañana. Es un posible socio, pero no quiere que nadie conozca su identidad. Por eso, la cantidad de personas tiene que ser la menor posible. —Entiendo —digo, mirándolo, y hago un gesto con las manos para que continúe hablando. —Viene con su hijo —suelta, mirándome como si esperara mi reacción—. Ha de tener la misma edad que tú, tal vez un poco mayor; es un chico guapo. Festejo mentalmente. Me va a incluir. Sonrío. —¿Me lo puedo comer, entonces, padre? Sería muy satisfactorio. —Me gustaría más que mantuvieras la distancia —suelta. —No me pienso mover de aquí, y tampoco prometo no acercarme —digo con una sonrisa. —Alaia —suelta en advertencia. —Ya deberías saber que no me puedes controlar, padre. Voy a hacer lo que se me dé la gana, ¿entiendes? —Todavía no estás lista —sentencia. —No sé cuál es el misterio con el negocio familiar, pero te aseguro que tú y yo juntos podríamos hacer más, padre —digo con seriedad—. Piénsalo. De igual manera, repito, no me voy a ir. Y no prometo no acercarme, y si lo hago, me conocerán por Luna. Él lo piensa, lo está considerando. Lo sé. —Contigo no se puede; solo no nos metas en problemas, que no eres una niña. —Lo menos que voy a hacer es meterte en problemas, te lo aseguro. —Eso espero —suelta con una media sonrisa. Justo en ese momento, la puerta de la oficina se abre, dejando ver a Valentina. —¿Qué haces aquí? —dice sorprendida y alterada. Me mira de arriba abajo, antes de dirigir la mirada a nuestro padre—. ¡¿Qué hace ella aquí, Isidro?! —Aquí vivo, ¿recuerdas, Valentina? —suelto con sarcasmo. Ella me ignora; su atención está centrada por completo en nuestro padre. —¡Se supone que ya debería estar en el yate de paseo desde hace dos días! ¡¿Qué diablos hace aquí?! —exclama, mirando fijamente a nuestro padre. Él solo se encoge de hombros. —Hubo un cambio de planes. Las cosas no van a suceder como tú querías —sentencia con seriedad. —¡No me jodas, Isidro! —exclama frustrada, pasándose las manos por el cabello una y otra vez—. ¡Ya habíamos hablado de esto, a ella no! —grita ya cansada. —Tú no tienes derecho a decidir aquí, Valentina. No te metas en esto —gruñe él, enojado. Yo solo los veo. No entiendo por qué se ponen así, o mejor dicho, por qué Valentina actúa así. —¡Estamos hablando de ella! ¡Claro que tengo derecho a decidir, padre! Mi padre se pone de pie de un salto. En menos de un segundo, ya está frente a nosotras, su mano estrellándose contra la cara de Valentina. El golpe en seco resuena. Mi hermana voltea la cara por el impacto y la veo llevando una de sus manos a su mejilla golpeada. —¡Cállate, Valentina! ¡Cuidado con lo que dices! —¿Saben qué? Yo me largo, ninguno de los dos me va controla, ni lo va a hacer. Yo soy dueña de tomar mis propias decisiones, no soy una niña —sentencio antes de darme la vuelta para salir de la oficina. —¡Tú no puedes entrar en esto! ¡Tú no, Alaia! —grita ella, desesperada, mientras el le agarró el brazo a Valentina. —¡Cállate, Valentina! —gruñe exasperado—. ¡Y tú, termina de irte, Alaia, necesito hablar con tu hermana! —¡Déjame decidir si quiero o no entrar en lo que sea que te desespere tanto! —¡Si supieras la verdad, no serías tan terca! En ese momento, me quedo paralizada, mi mano en la perilla de la puerta. Justo entonces, escucho un sonido sordo. Cuando me giro, Valentina se encuentra tirada en el suelo. —¡Te dije que te callaras la boca! ¡Ahora tú y yo vamos a hablar muy seriamente! —luego, se da la vuelta para verme—. ¡Lárgate! Le doy una mirada a mi hermana. Él ve que no me pienso mover, me agarra del brazo y me saca a la fuerza de la oficina. Qué acaba de pasar. Me quedo paralizada en el sitio por unos segundos hasta que siento como alguien me carga y empieza a caminar conmigo. No miro quién es, no sé a dónde me lleva; mi mente todavía está procesando lo que acaba de suceder. Muevo la cabeza un poco para ver al hombre que me tiene cargada en sus brazos: es Matías. Él se percata de que lo estoy viendo y me da una leve sonrisa antes de entrar a mi habitación conmigo y cerrar la puerta tras de sí. —Discúlpeme la imprudencia de verla cargada así, Alaia, pero fueron órdenes estrictas de su padre que la sacara de ese lugar —luego de terminar de hablar, me deja sentada en el borde de mi cama y me da una mirada rápida. —Entiendo, Matías, no te preocupes, muchas gracias. Ahora, por favor, retírate, ¿sí? Él me mira y asiente con la cabeza. —Cualquier cosa, estaré afuera de la habitación. Me avisa, por favor, estoy a sus órdenes. Yo solo afirmo con la cabeza y veo como él se marcha. Suelto un suspiro, todavía tratando de procesar por qué Valentina se puso así. ¿Qué verdad debo saber? Mi mente da vueltas, tratando de unir lo que acaba de suceder hoy con las discusiones previas que he tenido con ella en estos días y las advertencias de mis padres cada vez que salimos juntos. Siento que todo se está complicando más de lo que debería. Justo cuando pienso que estoy dando un paso hacia adelante, sucede algo que me retrasa.
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