Me desperté, mi cuerpo entumecido, la mente aún enredada en el remolino que fue la noche anterior. Un recuerdo fugaz de una boca suave en mi cuello y un cuerpo tembloroso en mis brazos me hizo sonreír. Al mismo tiempo, todo lo que había descubierto el día anterior me inundó el cerebro: el pasadizo, las carpetas, el dichoso archivo 24, toda la conversación que escuché… todo se mezclaba en mi mente como si de un huracán se tratara.
Sentí una caricia suave en mi cabello, un movimiento delicado que me hizo abrir los ojos y apartar esos pensamientos. Me quedé helada. De pie, al lado de mi cama, con una sonrisa triste en los labios, estaba Valentina. Sus ojos, idénticos a los míos, me miraban con una mezcla de culpa y ternura. El corazón me dio un vuelco. ¿Cuándo había regresado?
—Disculpa por haberte despertado —dijo, su voz era un susurro.
—No te preocupes. Pero, ¿cuándo regresaste? —susurré, sorprendida.
Me senté en la cama, mi mente intentando procesar todo lo que estaba pasando.
—En la madrugada...
—Entiendo... Vale, discúlpame tú a mí por haberte incomodado con nuestra última conversación, de verdad no sabía que te afectaría tanto.
Ella se sentó a mi lado, sus manos entrelazadas en su regazo. Su sonrisa se volvió más triste.
—No tienes por qué disculparte, Alaia. Entiendo que solo querías saber más sobre mí, sé que no fue tu intención. Es solo que no supe cómo responder.
—Entonces, ¿la respuesta a las preguntas que te hice aquella vez sí tienen una historia muy fuerte...? Por eso no supiste cómo responder —la miré fijamente. Ella me regaló una leve sonrisa; sus ojos transmitían una melancolía que me hacía doler el alma.
—Ya no debería de sorprenderme que seas tan analítica. Pero sí, tienen una historia... Una muy complicada —dijo, su voz se quebró ligeramente—. En su momento, entenderás toda la historia. Es muy triste, pero sobre todo, muy difícil de contar... Pero te lo prometo. Te prometo que te contaré todo cuando sea el momento ideal.
Mis ojos se encontraron con los suyos. Vi su sinceridad, su dolor. Por un momento, vi el reflejo de mi propio miedo. ¿Qué le había sucedido a mi hermana? ¿Por qué se le hacía tan difícil responder a esa pregunta? ¿Tal vez no podía tener hijos? O, ¿quizá perdió uno? Sea lo que sea, era algo que le dolía mucho hablarlo. Mi mente, que había estado tan llena de estrategias y planes, se quedó en blanco. Solo podía ver a mi hermana, la mujer que se parecía a mí, la que era el espejo de mi propia vida.
—¿Cuándo es el momento ideal? —pregunté, mi voz era un hilo.
Ella no respondió. Solo me miró con esos ojos tristes, y su silencio fue mi respuesta. El momento ideal era cuando estuviera lista. El momento ideal era cuando el secreto estuviera a punto de desvelarse. El momento ideal era cuando la verdad ya no pudiera esconderse más. Y en ese momento, me di cuenta de que mi hermana, la mujer a la que acababa de conocer, no era una enemiga. Era una víctima, al igual que yo. Y su silencio, su tristeza, su promesa, eran la pista más grande de todas.
Solté un suspiro antes de abrazarla con fuerza. Ella se sorprendió al principio, pero luego me correspondió el abrazo con la misma o más intensidad, como si necesitara aferrarse a mí.
—Tranquila, no haré más preguntas. Solo quiero que sepas que, pase lo que pase y sea lo que sea, nunca te voy a juzgar. Siempre podrás contar conmigo, hermana...
Justo cuando terminé de decir la última palabra, Valentina empezó a llorar con fuerza. Se aferró a mí más fuerte si era posible. Yo solo la apreté contra mí mientras le acariciaba su cabello tan parecido al mío.
Era raro, era como si me estuviera abrazando a mí misma, y no solo por el parecido, sino por la situación. Esa angustia que ella irradiaba era la misma que yo viví durante años... Solo que yo tenía que calmarme sola... Yo no voy a permitir que Valentina se sienta así nunca más, ella no está sola... Y yo tampoco.
—Ahora nos tenemos mutuamente, Vale —susurré con suavidad—. Ya no estaremos solas.
—Nunca más —susurró ella antes de separarse un poco para darme un beso en la frente—. No permitiré que nos alejen nunca.
Sonreí con suavidad. —Te quiero, Valentina —susurré sin darme cuenta. Sentí mi corazón latir con fuerza contra mi pecho. ¿De verdad lo había dicho?
Miré a mi hermana, que al parecer estaba igual o hasta más sorprendida que yo. Sus ojos escanearon mi rostro una y otra vez, como si buscaran una señal de que lo que acababa de escuchar era verdad y no un producto de su imaginación. Finalmente, me dio una sonrisa tierna, con los ojos llorosos.
—Yo te quiero mucho más, hermanita. ¿Qué tal si salimos a caminar un rato? Así me cuentas cómo te ha ido en estos días mientras no estuve.
—Me parece bien, y así tú me cuentas qué has hecho. ¿Solo dame un chance para arreglarme?
Ella asintió con la cabeza antes de ponerse de pie con una sonrisa. —Te espero todo el tiempo que sea necesario. ¿Me buscas en mi habitación? Yo también me quiero bañar.
—Sí, vale. Nos vemos en un rato —sonreí por última vez, mientras mi hermana salía de mi habitación, cerrando la puerta tras de sí.
Solté un suspiro. Definitivamente estaban sucediendo muchas cosas en mi vida en muy poco tiempo, pero de todo lo que me ha pasado, el misterio familiar es el que me tiene más pensativa. ¿Qué tipo de documentos habrán escondido en ese pasadizo? ¿Cuántas personas sabrán realmente de él? En ese momento, algo asaltó mi mente, ¿cómo se me había podido olvidar? Si mi teoría es cierta, en cada habitación de la mansión tiene que haber una puerta que dé a ese túnel que la recorre, es decir, que en esta habitación también debe de haber una entrada y yo tengo que buscarla. Sería una buena manera de explorar sin que nadie sospeche nada.
Y esto me hace caer en otra pregunta, ¿cuál sería el motivo de tener un túnel que nadie conoce, que recorre toda la mansión y que da entrada a cada habitación? Son tantas preguntas, tantas dudas... Cuando por fin creo que estoy descubriendo algo importante, sucede algo que lo complica todo aún más, de ser posible.
Sacudí mi cabeza. Necesitaba alejar estos pensamientos de mi cabeza o de verdad terminaría loca. Suspiré antes de caminar al baño que se encuentra en mi habitación. Luego de darme un baño rápido, lavar mis dientes y toda mi rutina de aseo personal, me arreglé con un short de blue jeans color n***o, unos botines altos del mismo color y una camisa manga larga ajustada color blanco. Unos accesorios, colonia y lista. Me recogí el cabello en una coleta alta, dejando algunos mechones sueltos.
Me di una última mirada en el espejo antes de tomar rumbo a la habitación de Valentina. Le toqué la puerta levemente y ella me recibió con una linda sonrisa. Estábamos casi igual; la diferencia era que ella no tenía un short, sino un blue jeans ajustado a su cuerpo. El resto era técnicamente idéntico.
Ambas soltamos una risa divertida antes de negar con la cabeza y empezar a caminar rumbo a las escaleras.
—Te aseguro que si nos poníamos de acuerdo, no nos iba a salir tan bien —soltó Valentina, divertida.
—¿Y ustedes dos, se pusieron de acuerdo para vestirse iguales, o qué? —Ambas dimos un sobresalto al escuchar la voz de nuestra madre a nuestras espaldas. Me giré de forma instantánea antes de sonreír.
—No, madre, fue solo una coincidencia —mi voz salió más suave de lo que pretendía. Vi cómo arrugó la frente levemente.
—Yo no creo en las coincidencias —hizo una pausa, sus ojos turnándose entre las dos—. Entonces, ahora están unidas otra vez.
Sentí un deje de amargura en su voz. Ella trató de que sonara suave, pero no le funcionó. Valentina se puso tensa a mi lado, señal de que ella había notado exactamente lo mismo que yo. No entiendo cuál es el problema, debería de sentirse contenta de que sus hijas se lleven bien, pero pareciera lo contrario.
—Ay, mamá, sabes cómo es todo entre los hermanos. Aunque nos peleemos como perros y gatos, igual nos queremos —sonreí con dulzura. Valentina me dio una mirada rápida.
—Es cierto, madre, ya superamos el tiempo de no soportarnos. Ahora viene nuestra temporada linda, nuestras temporadas van de la mano con los ciclos de la luna —soltó Valentina con una pizca burlona, aunque su rostro trataba de parecer serio.
—No se quieran burlar de mí. En fin, Valentina, está de más que te diga cualquier cosa, ya tú sabes cómo debes de comportarte —su voz sonó con ese tono que trataba de ser dulce, pero que en realidad contenía una amenaza velada.
Pero, efectivamente, ahí estaba de nuevo esa advertencia. Siempre pasaba lo mismo, primero mi padre y ahora ella. Diferentes palabras, pero el mismo significado: 'cuidado con lo que dices'. ¿Cuál es el problema con que salga con Valentina? ¿Cuál es el misterio? Ella solo dio un asentimiento con su rostro tenso.