SANDRA
Me defino como una chica tímida, nací con enfermedades que atacan mi cuerpo con el simple hecho de respirar el aire, he vivido mi vida encerrada en una habitación que he definido como mi prisión, todo lo tengo en casa. Mis padres cuidan de mí, mi madre es una pediatra y mi padre un cirujano, ha trabajado mucho en la elaboración de vacunas, él antes era un prestigioso científico, al menos eso he escuchado, pero él vivió ha frustrado su carrera.
Ha fabricado varias vacunas que han ayudado a mucha gente, según me cuenta mi madre, cuando le indagó que quiero saber más de mi familia. Ellos me mantienen con medicamentos para poder vivir, yo he recibido el veneficio de esas vacunas, ya que me las han puesto para subir mis defensas, mi madre ha equipado el dormitorio para todas mis necesidades, mis maestros son en línea, su voz es robótica, bien extraño. Estoy por titularme, me encantaría ir a mi graduación y conocer a mis compañeros, sin embargo, no puedo hacerlo, mi padre dice que eso sería mi muerte, algo que ellos aún no están dispuestos a que pase.
Aprecio su preocupación, pero mi curiosidad de juventud desea muchas cosas, una de ellas es correr por el campo, ver los árboles y conocer más personas. Eso no es posible aun, hasta que ellos encuentren la cura a todos mis males, unos días amanezco con fiebre y resfriado, otros días con mi cuerpo cubierto de granos. Mis brazos están llenos de moretes que son testigos de las agujas que debo soportar en mi cuerpo. He querido verme en un espejo, no obstante, están prohibidos en mi dormitorio, tampoco tengo ropa bonita, simplemente mi ropero está lleno de batas blancas. Escucho música para no aburrirme, no sé cuándo es de día o de noche, duermo cuando el sueño viene a mí. Todos los días toman una muestra de mi sangre, mi papá dice que es por mi bien.
—Hija, es hora de tu medicamento. —Entra mi madre con un vasito con tres tipos de pastillas, estas las tomo a diario.
—Madre, ya no quiero beber pastillas.
—Es por tu bien cariño, tienes que estar fuerte.
—Fuerte para que, si no puedo ser normal.
—Esto terminará algún día, ya verás.
—Cuando sea vieja, no quiero vivir de esta manera.
—No digas eso, tu padre trabaja duro para conseguir la cura a todos tus males.
—A que costo, no soporto más este encierro, mira mi cuerpo, está marcado por las agujas.
—Tranquila, hoy al parecer estás ansiosa, agregaré a tu suero un calmante.
—No mami, no me pongas a dormir.
—Ya cariño, no pasa nada. —Miro borroso mis parpados se cierran involuntariamente.
Despierto, estoy de nuevo sola en la habitación, miro a mis peluches, algo que debieron haber sacado hace mucho tiempo, estoy por cumplir mis dieciocho años, cada cumpleaños solamente mi padre y mi madre están presentes. Mis hermanos no los conozco, sé que tengo porque mi madre me los menciona de vez en cuando.
Me levanto de mi cama, mi mano está hinchada por el catéter, donde me inyectan. Vivir de esta manera no es vivir, no sé por qué Dios me lleva, no sé qué sentido tiene vivir de esta manera. Escucho que abren la puerta especial que tiene mi dormitorio, hace un ruido extraño al abrirla, me tiro a la cama para hacerme la dormida. No quiero hablar con ellos.
—Aún duerme.
—Mañana es su cumpleaños dieciocho.
—Como pasa el tiempo, tenemos que fomentar su sistema inmunitario, para que siga produciendo vacunas.
—Si algún día le inyectamos una enfermedad que su cuerpo no soporte, ¿Qué haremos?
—De nuestros tres hijos ella fue la única que nació con un sistema potente contra posibles enfermedades, gracias a eso hemos hecho nuestra fortuna, no es momento de dudar ahora.
—Es que me da pesar, ella quiere ser normal.
—Nuestra hija desde que nació no es normal. Ella es la fuente de nuestro ingreso, gracias a ella tenemos los hospitales y clínicas, que no se te olvide, te gusta llevar una vida de lujos, eso es gracias a ella.
—Lo sé. Alicia está por venir del extranjero, está por obtener su doctorado, le contarás de su hermana menor.
—¡Estás loca!, no podemos hacer eso. Alicia es una muchacha que lucha por los derechos humanos, como crees que miraría esto.
—tienes razón, ella no comprendería que su éxito es gracias a la pequeña Sandra.
—Estoy por abrir un laboratorio experimental, supongo que ahí trasladaremos a nuestra hija, aquí no es muy seguro, además nuestros hijos están por volver a casa y preguntaran sobre esta habitación. No quiero que hagan imprudencias, estoy por arriesgarme a descubrir una vacuna contra el cáncer.
—¿Qué? Eso la matará, ¡Si provocas un cáncer en ella y no hayas la cura la matará! No estoy de acuerdo, ese no fue nuestro objetivo inicial.
—Ella resistirá, no te preocupes, tienen muy buenas defensas, ten fe, mujer. Por eso estoy por terminar el laboratorio y trasladarla allá. Los hospitales Valladares serán muy reconocidos y famosos, seremos grandes, mujer.
Me acuesto de lado, ellos notan que estoy por despertar y se marchan, al escuchar la puerta cerrarse, me siento en la cama, como es esto posible, solamente soy un experimento para ellos, nadie sabe de mi existencia, por eso los maestros son robotizados, mis hermanos ignoran de mi existencia. Me suelto a llorar, es todo lo que puedo hacer y esperar mi final. Busco en el diccionario que significa la palabra cáncer, y el significado me deja atónica.
Ellos continúan inyectándome y dándome pastillas, ahora he perdido el habla, sé la verdad de estar viva y encerrada aquí, he perdido las ganas de vivir, mi madre me quiere animar diciéndome que me hará un rico pastel de chocolate para mi cumpleaños como si eso me importara.
—Hija que quieres de regalo.
—Nada.
—Hoy amaneciste muy silenciosa. —No dije nada— Vamos, dile a mamá que tienes.
—¿Por qué me tienen encerrada?
—Ya te lo dije que es por tu bien, tu salud no es buena, afuera hay muchos microbios.
—¿Alguna vez me amaste como tu hija?
—Que tonteras estás diciendo, te amo mucho y tu papi también.
—Cuando voy a conocer a mis hermanos.
—Ellos están de viaje, muy pronto los conocerás. Ahora descansa, más tarde vendré a sacarte sangre.
La veo retirarse como si nada, que he hecho para merecer esto, después de que ella se fue, tome uno de mis peluches que hay en un estante. Lo abracé con fuerza, al menos puedo abrazar a alguien, desde que tengo uso de razón no recuerdo haber recibido un beso de mis padres, para ellos simplemente soy un experimento. La puerta se abre, estoy en la alfombra sentada abrazando mi peluche, entra mi padre, está diferente, sus ojos rojos.
—Soy un desgraciado.
—¡Papá! —Me pongo de pie y me voy a la esquina de mi habitación, me da miedo.
—Acabo de matar a alguien.
—¿Qué?
—amor, que haces aquí en estas condiciones.
—Soy un asesino. —Mi madre está tratando de sacarlo de mi habitación, es puerta solamente se abre por fuera, ya he intentado abrirla y no es posible.
—Eso fue un accidente, tú no eres culpable, era un señor mayor que no podías salvar.
—Yo lo mate, soy un asesino. —No sé de qué habla, al parecer no es el de siempre.
—Hija acuéstate, ya regreso, tu padre ha tomado licor, no sabe lo que dice.
Ella cierra de nuevo la puerta, me acomodo en mi cama, mi padre estaba fuera de sí, no coordinaba bien sus palabras, lo único que decía que era un asesino. Según he leído asesino es cuando alguien mata a otra persona, eso significa que mi padre mató a otra persona, ¿Qué está pasando? Siento que estos días me estoy dando cuenta de mi realidad. Tengo mucho miedo, no sé que está pasando, no sé quién soy realmente, ¡Dios si existes ayúdame!