Cariza.
Las lágrimas no cesan de mis ojos, duele mucho todo lo que me está pasando. Pensé que algún día me casaría con Max, pero no fue así. He sido comprada por un desconocido.
Ahora comprendo lo que mis padres conversaban en la mañana.
—Sí y eso que ahora el desea cobrar... la compró y nuestro deber es entregarla —decía mi padre.
Desde cuando él me compró mejor dicho ¿por qué me compró como si fuera un objeto? Cuál es su propósito conmigo? Lloro frustrada, preguntándome una y mil veces ¿Por qué razón mis padres me han hecho esto?
Entra una señora de servicio a la habitación, ella me avisa que la cena ya está servida y que él señor desea verme en la mesa. Miro mi reflejo en el gran espejo que está a un lado de la cama me veo deplorable, mis ojos se notan irritados y rojos por tanto llorar.
Peino mi cabello, arreglo mi rostro con un poco de maquillaje que encontré en la mesita de noche. Al terminar salgo de la habitación, bajo las gradas con lentitud ya que me duele la cabeza. Me siento en la silla de madera fina, los ojos verdes de Arthur me miran sin pestañear, llama a una de las sirvientas le dice que me sirva la cena. Esta obedece sonriendo, trae la cena y la deposita enfrente de mi, es una muchacha morena, cabello n***o, tendrá sus 22 años. Por cierto es lindísima y hermosa.
—Espero que comas todo lo que mandé a preparar para ti—replica serio.
Asiento mientras picoteo el pollo asado, lo observo y por primera vez no deseo comerla.
—¿Qué ocurre, no te gusta?— suelto un suspiro, trato de no prestarle atención.
Luego de haber cenado en un horrible ambiente, subí a ducharme, me despojé de la ropa prendí la regadera y deje que el agua hiciera contacto con mi piel, mientras froto mi cuerpo varios sollozos escapan de mi boca, lloro derrumbándome y a la vez preguntándome que me tocaría vivir desde mañana, al ser una mujer casada o mejor dicho una chica atada a un hombre desconocido, el cual no ama, no conoce, quizás sea mayor que yo, tampoco es un vejete se ve como de sus veintitantos.
Visualizo mis maletas las abro y elijo unos pants para dormir y una blusa de tirantes. Seco mi cuerpo y me visto rápidamente antes que entre ese hombre. (De todos modos te va a ver ) me replica una voz en mi interior. Me recuesto en la cama y pido al cielo que este sea sólo un mal sueño, aunque obvio no lo es. Cierro los ojos dejándome llevar por el cansancio.
Unos ruidos prominentes de una de las tantas habitaciones me hace abrir los ojos, miro para todos lados en busca de ese hombre, pero tal parece que no durmió aquí.
Que alivio.
Observo por la ventana y aún es de noche.
Nuevamente se oye el ruido pero esta vez en forma de gemidos, estos llaman mi atención y camino de puntillas. No me había fijado en la puerta que está dentro de esta habitación. Vaya, será el baño o alguna puerta secreta como la de Cristian Grey, pero error ya que al abrirla me quedo helada al ver la escena, Arthur está con la chica del servicio la morena hermosa.
Ella desnuda encima de él teniendo sexo o apuntó de tenerlo, no lo sé. Es un asqueroso. Trato de cerrar la puerta sin hacer ruido, pero mis pies se enredan con no sé qué mierda y caigo al piso, rápidamente me levanto pero muy tarde. La mirada de Arthur me perfora, molesto empuja a la chica y le dice que se salga de la habitación, ella se viste y sale por la otra puerta sin mostrar su rostro.
—¡Quien mierda te dio órdenes para que entres a mi habitación de esa manera?!—grita furioso.
—lo siento, pensé que era la puerta del baño—miento.
Él se levanta de la cama, bufa y maldice, me fijo y aún esta con los calzoncillos puestos, tal parece que apenas iba a tener su noche de sexo.
—Esta es la primera y la última vez que entras a mi habitación sin tocar te quedó claro?— nuevamente grita a unos metros de mi rostro.
Asiento dando la vuelta para salir de su habitación, pero su mano me detiene, pego un grito al sentir como me levanta en sus brazos llevándome a su cama, me tensé al pensar que quería desquitarse conmigo por haber interrumpido su noche. Pero no fue así ya que se da la vuelta, apaga la lamparita de noche y dice con voz autoritaria.
—Mañana en nuestra noche de bodas te cobraré lo que sucedió hace unos minutos.
Un nudo se forma en mi garganta y lloro en silencio. Hasta quedar dormida.
***
Me levanto desorientada observando todo con detalle, miro la gran ventana y niego.
—Pensé que sólo era una pesadilla, pero no es así—digo para mí misma. Suspiro hondo, me levanto de la cama y busco al hombre que me compró pero tal parece que ya se ha despertado. Debe ser que está en su salón.
Entro a la habitación a darme una ducha, paso media hora dentro de la tina. No dejo de llorar y pensar en Max, hasta soñé que él me era infiel con una de sus amigas, pero ese sueño era todo lo contrario, el no sería capaz de engañarme. En cambio yo hoy me caso, sin amor y a la fuerzas, no tengo escapatoria.
Llego al comedor y lo veo sentado con su celular en la mano, luce serio y con la ropa que viste se nota más joven.
¿Cuántos años tendrá?
—Dormiste bien?— pregunta sin quitar su vista de su celular.
—Mejor que usted no lo creo— respondo con sarcasmo.
—Entonces desde hoy empieza a dormir bien porque no quiero una Esposa fea, demacrada y flaquetosa.— lo miro mal, quisiera taparle la boca con sellador. ¡Maldito engreído!—Se lo que estás pensando Cariza, que soy un maldito, pero en fin ni modo.
Dentro de unas horas vendrá una estilista para prepararte, debes lucir radiante la boda se realizará aquí mismo. Tus padres vendrán dentro de poco.
Me encojo de hombros, restandole importancia. La chica de anoche aparece con una bandeja, supongo que es el desayuno del idiota, ella le sirve sin levantar la cabeza, se nota apenada, por esa razón no levanta la mirada, no sé qué clase de tipa es... Seguro una facilona que le abre las piernas a su jefe.
El día pasó rápidamente para mi desgracia. En estos momentos la estilista hace su trabajo de hacerme ver radiante (si como no). Mi madre vino junto a su marido, el hombre que un tiempo consideré mi padre, ambos quedaron en el living, por el momento no deseo verlos a ninguno.
—Señorita ya está lista, se ve hermosa y radiante—comenta la estilista.
—Gracias—agradezco en un susurro.
Me levanto y miro mi reflejo en el espejo, el vestido de novia es de tubo muy lindo. Tiene un hermoso velo en forma de corona, si estuviera enamorada me sentiría la chica más afortunada por el hermoso vestido.
Respiro sacando todo el aire que se acumuló en mi interior, reprimo las lágrimas que amenazan con salir.
—Hija luces hermosa—comenta mi madre mientras me ayuda para acomodar el velo de novia.
Ni siquiera tengo deseos de responderle.
El jardín se encontraba repleto de invitados desconocidos, está decorado con varias flores, rosas blancas a su alrededor, las mesas con mantel blanco y muy fino, los sillones decoran un hermoso lazo de lado. Había muchos espectadores. Me pregunto si se encuentra algún conocido? Niego y sin percatar me encuentro con los ojos verdes de Arthur. El sonrió elevando la comisura de sus labios, se acercó a mí, guiándome enfrente de los abogados. Apreté mis manos sintiendo un inmenso deseo de huir, no obstante no tenía idea de cómo hacerlo.
La boda sin amor se realizó, no tengo idea de cómo trascurrió todo, ya que parecía un alma sin vida o peor como un títere que obedecía todo. Los aplausos y el bullicio de los invitados se hacen presente sacándome de mi trance, miro el anillo en mi dedo anular y me percato que ya me he casado.
—¡Besooo, besooo!—gritaron varias personas.
Arthur levanta el velo y me sonríe de oreja a oreja. Roza su labio con los míos, cierro los ojos por inercia, él se separa y pide a gritos que la fiesta empiece.
Muchas personas a la cual no conozco se nos acercan y felicitan. Mi madre está llorando, trata de acercarse a mí pero yo le niego que no lo haga, el dolor aún está intacto, por el momento no quiero hablar con ella, no ahora.
Arthur toma mi mano, rodea mi cintura y me pide que baile con él. Creo que esta falsedad duró sus tres horas, ya estaba harta.
Al entrar a la habitación quedo en shock viendo la gran cama que está lleno de todo tipo de rosas rojas, blancas y hasta negras, en la mesita de noche dos copas y una botella de vino. Trago saliva, Arthur entra y cierra la puerta con llave. Me toma en sus brazos y me lleva hasta la cama me baja y temblorosa le pregunto.
—¿Qué vamos a hacer?
—Lo que todos los recién casados hacen.
Se quita el saco y luego desabotona la pajarilla de su cuello se apega a mí, besando mi cuello sus manos bajan el cierre de mi vestido y este cae al suelo. Mi cuerpo tiembla del miedo, cierro los ojos para no ver como su mirada está oscureciendo por la excitación. Puedo sentir como sus manos juegan con el cierre de mi sostén, luego con mi ropa interior.
Madre Mia
—Abre los ojos, quiero que veas lo que voy a hacer— susurra mordiendo el lóbulo de mi oreja. Un nudo se forma en mi garganta, abro los ojos encontrándome con las de él, recorre mi cuerpo con lasciva.
Miro la copa y lleno en contenido, tomando dos sorbos.
—Haz lo que quieras—Le digo nerviosa.
—Así me gusta—dicho eso me recuesta en la cama, se termina de quitar la ropa quedando desnudo, bajo mis ojos en su gran m*****o ya duro (es la primera vez que veo un pene de ese tamaño), tiene una marca de quemadura en su pierna. Nuevamente miro su gran producto.
Oh Dios, eso no entrará en mi... sigo virgen... Las lágrimas salen de mis ojos, estos recorren mi mejilla, necesito tranquilizarme, de una puta vez, miro la botella de vino y nuevamente tomo otro sorbo.
—Deja de llorar, acaso eres virgen?
Asiento sollozando.
—Sírveme otra copa— le pido molesta, el ríe a carcajadas y me sirve el vino a lo que lo bebo de un sopetón, nuevamente tomo otro y el solo me observa.
—¿Entonces eres Virgen? Pensé que ya te habías acostado con ese idiota que decías llamar novio— Lo mire mal.
—Mil veces hubiese sido mejor estar con el hombre que amo y no con un desconocido que me compró, porque seguramente nadie lo ama.
No sé por qué le dije eso sus ojos se agrandaron. Aprieta sus manos con fuerzas, formándolo en puños pensando que me golpearía cubro mi rostro con las manos.
—No te golpeare, con el tiempo aprenderás a respetarme.
Trago saliva y tomo un sorbo más, ya me encuentro mareada y quizás no sienta nada. La Bestia de Arthur se me acerca como un lobo ardiente, besa mi labio y luego baja dejando besos suaves en mis pechos, trato de cerrar mis ojos pero los abro al sentir como su lengua baja hasta mi vientre laminado la parte baja, sin percatar muerdo mis labios de lo delicioso que se siente. Luego me recuesta en la cama y se posiciona en medio de mis piernas.
—Vas a suplicar por más— Replica rozando su lengua en mi v****a. No digo ni una palabra porque de nada me sirve.
Esta vez cierro los ojos y solo siento que besa mis labios con dureza, adentra su lengua buscando la mía, trato de no corresponder pero de nada vale mis esfuerzos ya que este ha succionado hasta mi lengua. Siento su pene rozar en la entrada de mi v****a pienso que lo hará con fuerzas pero es lo contrario ya que juega conmigo hasta sentirse mojado, que vergüenza creo que me ha salido un liquido
—Ya veo que estás lista para mi, esposa Mía.—Susurra mordiendo el lóbulo de mi oreja.
Su pene entra en mi interior, siento un poco de dolor y ardor pero no me quejo solo dejo que siga con lo que empezó, sus embestidas son suaves una y otra ves hasta que sale nuevamente, levanta mis caderas y esta vez me penetra con más rapidez y a la vez juega con mi clítoris luego con mis senos, los aprieta descendiendo con besos hasta llegar a mi vientre, con la mano libre acaricia mi pierna.
Dejo que él haga lo que quiera conmigo, total se ha llevado mi virginidad. Escucho como emite sonidos de su boca, jadea excitado, su sudor se mezcla con el mío, cierro los ojos al sentir un líquido mojar mi entrepierna, muerdo mi labio inconsciente y un jadeo involuntario sale de mi boca.
No sé qué mierda es esto pero se siente una sensación deliciosa.
—Eres tan apretada y te ha encantado.
Mi cuerpo me está traicionando, ya que muevo mis caderas al sentir varios espasmos en mi interior.
—¡Ah!—grito al presenciar como mi v****a derrama un líquido placentero y satisfactorio.
Me odio a mí misma al disfrutarlo.
—Te gusto, aunque me lo niegues—comenta saliendo de mi interior.
Nuevamente el ardor se hace presente. Ignoro su estúpido comentario ya que me duele mi v****a, él baja dejando besos hasta mi ombligo, se levanta de encima de mí y luego se recuesta al lado mío, su pecho tonificado sube y baja se nota cansado. Quiero levantarme de la cama pero el cansancio me gana.
—Estás sangrando toma límpiate.
Me extiende una toalla, limpio mi sensibilidad luego las piernas.
—Ahora duerme chiquita, que mañana te falta mucho por hacer.
Le doy la espalda, cierro los ojos y pienso en Max. Como me arrepiento de no haberle entregado a él mi virginidad, mi corazón se aprieta por el dolor de haberle engañado. Soy una traidora. Ya que disfruté hasta el último momento en que este hombre me penetraba.
Perdóname Maximiliano.