Isabella no podría descansar ni aunque la sedaran. Acomodó sus pocas pertenencias y se dio cuenta de las gavetas en la parte inferior de la cama, muy ocultas. Ahí había ropa para ella. En una encontró tela de encaje y eso le crispó la piel, cerró de inmediato y no husmeó más allá. Decidió mirar de cerca los juguetes, familiarizarse con aquello que siempre le había causado curiosidad. Se dio cuenta que los látigos no eran tan pesados como las fustas y que si le preguntaran escogería los primeros. Ahí estuvo un rato, mirando todo sin ver nada realmente, rogando por salir de ahí rápidamente para… Seguir con su plan. Si lo veía de otra forma estaba en una especie de purgatorio, era después de todo una pecadora, según lo que había aprendido desde pequeña de la religión, quien dañaba a otros

