CAPÍTULO 13. No estoy listo Enrre Una semana después de haber llegado a mi pueblo, a mi casa, donde he vivido durante toda mi vida. Este lugar ofrece mucha paz y tranquilidad, todo lo contrario a la ciudad. Sin embargo, el trabajo aquí es sumamente pesado. Todos los días hay que levantarse a las cuatro de la madrugada. Después de un delicioso y reconfortante café fuerte y cargado, iniciamos la jornada. Trabajar en las tierras no es tarea fácil, mucho menos si debo estar pendiente de los obreros e integrarme con ellos como uno más. —¿Cuántos sacos de maíz desgranados salieron? —preguntó mi padre, observando la camada. —Doscientos sacos —mencioné. —No hemos dejado de trabajar, papá —le digo y continúo—. Trabajamos sin parar ni un solo instante. Él me mira sin apartar sus ojos. —Está

