Había llegado hasta la sala con su valija y se ubicó en una otomana muy lujosa que estaba cerca de la chimenea, por lo que no tardó en imaginar algunas escenas en las que involucraba al dueño de todo eso. Se lo imaginó allí sentado cerca del calor que desprendía la hermosa chimenea que parecía sacada de una película, pero luego el pensamiento se tornó un poco pervertido de una forma que ella misma no pudo soportar. Batió la cabeza para sacar de su mente todo ese remolino oscuro que ya se abría como un pergamino a sus pies. No era correcto ni lo sería, ni siquiera viéndolo desde otra perspectiva, porque desde el ángulo en el que se viera, no interesaba cuál, era malo pensar en ese hombre de una forma íntima. Se puso a estudiar a su alrededor como si nunca hubiera estado allí antes. La verd

