Las manos me sudaban, mis piernas no dejaban de moverse y el corazón me golpeaba tan fuerte que sentía que iba a salirme del pecho.
Estaba en mi apartamento, esperando a Daniel, con un nudo en la garganta y un manojo de nervios en el estómago.
Hoy sería el día. Ya no podía ocultarlo más.
Hace semanas que cargaba con esta noticia, y no tenía idea de cómo reaccionaría él. A mí misma me había costado asimilarlo. Quedar embarazada a mis diecinueve años no era algo que hubiese planeado. Era demasiado joven para ser madre… pero ya no podía retroceder.
Daniel sería el primero en saberlo. Mis padres aún no tenían idea. Después se los contaría.
El timbre sonó y el corazón me dió un vuelco. Respiré hondo y fuí a abrir la puerta con las manos temblorosas.
Al otro lado estaba Daniel, con su sonrisa de siempre, esa que solía hacerme olvidar todos mis problemas.
—Hola, bonita —saludó antes de besarme. Le devolví el beso; lo había extrañado más de lo que quería admitir. Llevaba una semana evitándolo con la excusa de los exámenes, pero la verdad era que no sabía cómo enfrentar esto.
—Hola, pasa —dije, intentando darle una de mis mejores sonrisas, aunque por dentro sentía que mi mundo se derrumbaba.
—¿Ya terminaron tus exámenes? ¿Cómo te fue? —preguntó mientras se dejaba caer en el sofá.
—Sí, ya terminaron. Me fue bien —respondí, sentándome a su lado.
Daniel me abrazó, cálido y despreocupado.
—Me alegra mucho. Te extrañé tanto —susurró antes de darme un pequeño beso en la cabeza.
Sentí un nudo en la garganta. No quería arruinar este momento, pero debía hacerlo. Alargarlo no serviría de nada.
—Yo también te extrañé… —murmuré, mirándolo a los ojos. Sentí cómo mis lágrimas amenazaban con salir. Mis emociones habían sido una montaña rusa estos días. Me tapé el rostro y respiré hondo, intentando calmarme. No quería llorar antes de decirle la verdad.
—¿Pasa algo? —preguntó con el ceño fruncido—. Te ves preocupada.
Tomé aire. Mi voz apenas salió.
—Tenemos que hablar —dije al fin.
⏤¿Qué sucede bonita?, ¿Está todo bien? ⏤preguntó preocupado.
Solté un suspiro. Tenía miedo, miedo de perderlo, pero era hora de decirlo. No podía ocultarlo para siempre.
⏤Daniel lo que tengo que decirte es serio. No sé cómo lo vas a tomar, pero tienes que saberlo.
⏤¿Quieres terminar conmigo? ⏤preguntó de golpe.
⏤No.
⏤Entonces, ¿qué es? Ya dime, me tienes preocupado ⏤dijo, tomándome de las manos para tranquilizarme.
Tomé aire. Las palabras me pesaban en la lengua, suelto un gran suspiro antes de soltar la noticia.
⏤Estoy embarazada.
El silencio se hizo pesado. Él solo soltó mis manos como si le quemarán. Me miró con los ojos abiertos, como si hubiera escuchado algo imposible.
⏤Dime que esto es una broma, Anabell… una terrible broma ⏤murmuró incrédulo.
⏤No podría bromear con algo así ⏤contesté, con un hilo de voz.
Él comenzó a andar por la sala, pasando las manos por su rostro, murmurando palabras ininteligibles.
⏤Esto no puede estar pasando… ¿cómo ocurrió?, siempre nos cuidamos… esto debe ser una maldita broma ⏤dijo exasperado.
—No me preguntes cómo, sabes bien cómo fue. Siento no habértelo dicho antes, pero también me tomó por sorpresa. Estoy… muy asustada. Daniel, tendremos un bebé —digo con un nudo en la garganta.
Sus ojos se clavaron en mí, como si hubiera dicho una locura
⏤Estas completamente loca si crees que tendrás a ese bebé, tengo planes, y un bebé no está entre ellos. Somos demasiado jóvenes para esto, no estoy preparado para ser padre… y tú tampoco. No lo tendremos, Anabell.
⏤¿Y crees que yo no tengo planes? —la rabia me subió como fuego por la garganta—. Crees que eres el único que se le está viniendo el mundo abajo? no eres el único con planes, pero no voy a hacer lo que me pides. No voy a abortar ⏤dije con firmeza.
Él me miró como si no me conociera. Su voz se alzó, y por primera vez ví la otra cara de Daniel, nunca lo había visto tan furioso.
—No permitiré que ese bebé nazca —dijo con frialdad—. ¿Has perdido la cabeza? No voy a destruir mi vida de esta forma.
⏤Ya tomé mi decisión ⏤mi voz temblaba, aunque mis palabras eran firmes.
—Maldita sea, no seas estúpida. Ni siquiera podemos con nosotros mismos, ¿y quieres criar a un bebé? —gritó, sujetando mi muñeca con fuerza.
—¡Suéltame, me estás lastimando! —grité entre lágrimas.
⏤Haz lo que te digo por una vez en tu vida —gruñó. —¿Pensabas que estaría feliz? Eres una estúpida —rió sin gracia.
No lo reconocía. Solo quería que se fuera.
⏤Eres un maldito imbécil —le dí una bofetada con la otra mano. —Quiero que te vayas de mi casa.
⏤Esa es tu última decisión? ⏤preguntó. Asentí
⏤Creí que eras más lista ⏤susurró, aparentando mi mandíbula con una mano antes de empujarme hacia el sofá.
⏤Vete ⏤grité con lágrimas corriendo por mi cara. ⏤¡Vete, vete! —el miedo se apoderaba de mí.
⏤¡Bien! Me iré, pero que te quede claro: no me haré cargo de nada que tenga que ver con ese bebé, olvídate de que tiene un padre y olvídate que alguna vez existí.
Tomó sus llaves, abrió la puerta y la cerró de un portazo.
El silencio que dejó fue ensordecedor, sentía un vacío en el pecho como si me hubieran arrancado el corazón. Me abracé a mí misma mientras lloraba sin consuelo. El dolor era tan grande que sentía que no podía respirar.
Pasaron horas antes de que pudiera dejar de llorar. No sabía cómo empezar a reconstruir mi vida, pero lo primero era buscar ayuda. Tomé el teléfono y llamé a mis padres. Les conté todo, entre sollozos y silencios. No tardaron en aparecer en mi departamento, abrazándome como si fueran mi escudo contra el mundo. Lloramos juntos hasta quedar exhaustos.
Al día siguiente desperté con los ojos hinchados, el rostro pálido y algunos moretones en los brazos y la mandíbula. Me veía terrible, pero mis padres me cuidaron como cuando era niña. Me prepararon comida caliente, me arroparon y, en silencio, me dieron esa compañía que sana sin palabras. Me hicieron sentir segura otra vez.
Esa tarde, me propusieron volver a vivir con ellos hasta terminar la universidad y conseguir un buen trabajo. Al principio, me resistí; quería seguir siendo independiente. Pero finalmente cedí; solo faltaba un año y diez meses para terminar la carrera, y necesitaba fuerza y estabilidad. Empaqué mis cosas y las guardamos en la casa de mis padres en una habitación vacía. Con la esperanza de que algún día las volvería a usar y recuperaría mi independencia.