Capítulo 1
La astucia de un cazador
—La astucia, persona con el don de engañar o no. Que al cabo es lo mismo —su significado carece de credibilidad. —En conclusión, siempre habrá una persona que se sienta superior por el poder que tiene, ya sea dinero y contactos, por lo que por esa razón otros tenemos astucia y sobrevivimos gracias a eso. El final sigue siento una pelea de poder, para obtener lo que uno quiere, usando los métodos usando la mínima ventaja que puedas tener. Como lo hago ahora. Uno debe saber cuándo ser inteligente y cuando astuto, aunque muchos dirán que es lo mismo —suspiro, mis pensamientos no están cuerdos del todo. Tengo los nervios de punta, por lo que observó el folder que traigo para darme fuerza.
Podría citarlo en otro lado, sin embargo, es en su círculo cuando él firmara y me dirá lárgate, es típico de él. Aquí se siente poderoso. Aunque mi tirada viene de la última vez que vine y que no leyó del todo el documento, por lo que esta vez puede que no lo lea y si lo hace ya tengo un plan de escape. Doy una vuelta en mi sitio y doy unos saltos, vamos Silas, te has enfrentado a tiburones más grandes y los has arrollado como un tren, negocios enfócate en eso.
Fumo el último cigarrillo de hoy antes de entrar. Debo dejar ese vicio. Cierro los ojos para mantener mi mente en blanco, bloqueando mis momentos no gratos aquí. Esta casa está en todas mis malditas pesadillas y en mi primera oportunidad la derrumbaré para celebrar una fiesta en grande sobre las ruinas.
El hombre de la entrada me reconoce, asiente como saludo y me abre la puerta de la reja color n***o. Camino por la vereda de piedra blanca hasta llegar a las puertas de madera color caoba traídas de Italia que mi madre presumió cuando lo coloco recién. Tiene una figura de un león devorando algún animal, mi madre tiene un gusto exquisito por el arte.
La mansión Gutiérrez es de tres pisos. Fachada color azul claro y enormes ventanales en el primer piso para que puedan ver qué bien lo disfrutan. Una escalera clásica que da al primer piso. Paredes rojo oscuro con figuras de alguna cosa color blancas y la mayoría de los objetos en la sala y comedor son de oro o plata.
Este lugar cambia cada vez que vengo, suspiro detesto este tipo de cambios. La última vez eran tulipanes, ahora son rosas rojas, debe ser acto del último pretendiente de mama. Contengo la respiración cuando paso frente ellas. Al parecer no recuerda que su hijo es alérgico.
Empujó la puerta para entrar, en cuanto lo hago mi nariz duele por los diferentes olores que me llegan de golpe. Este sitio bien podría pasar por un burdel pijo. Camino por el pasillo observando las fotos de una familia feliz hasta llegar a la sala. Observó a mi padre sentado en el sillón frente la mesa donde están otros como el sentados a su alrededor jugando cartas mientras las mujeres que están a su lado mimándolos. He tenido varias veces la pregunta de qué ¿En serio, les gustará alguien que les dobla la edad o es el dinero? Sonríe en cuanto me ve y hace un movimiento para que me acerque y lo hago dudoso cuando me vuelvo el centro de atención de todos.
Mi padre tiene el cabello n***o corto de forma “elegante” de piel morena, ojos verdes oscuro casi negros.
Tengo el número de pesos en la cara que lo hace inmensamente feliz, me ha tomado años conseguir su confianza a mi modo, no le lambo los pies ni hago nada para intentar obtener un pedazo de su atención, es absurdo. Él debe rogar por obtener la mía, ese es mi plan. Para él solo hay una persona que merece su confianza y es el mismo. Hace años entendí que no lo necesito, no necesito a nadie así de simple. He llenado sus bolsillos de dinero por lo que no dudará en hacer cualquier cosa que quiera si eso significa dinero, simple y fácil.
Recuerda Silas, que firme, mándalo al diablo y tírate de ahí. Son tres puntos en orden específico que se debe seguir.
—Tengo una nueva idea —afirmo mirándolo sin expresión, su sonrisa se extiende.
Lo observó levantarse y aplaudir, los demás abuchean alegres. Ahora que lo veo de pie ha ganado peso, demasiado diría yo. El hombre adicto al ejercicio está desapareciendo. Aunque sigue teniendo un aura intimidante con esa mirada feroz.
—¡Ven! Mi hijo es perfecto —anuncia con orgullo.
Agarra una chica de la mano cuando se acerca y me señala. Tiene el cabello lacio y corto hasta los hombros, ojos color miel y piel casi blanca. Es delgada, algo voluptuosa, pero no causa ningún efecto en mí, aunque está en ropa interior color n***o encaje. No se trata del hecho de que esté aquí, es algo que tengo claro desde la secundaria, cuando las personas se me acercan mi único pensamiento es que ¡No las quiero cerca! Intenta tocarme el brazo teniendo una sonrisa coqueta que ha practicado durante mucho. Al instante me alejo, me molesta que me toquen y parece entenderlo por lo que se queda ahí, esperando alguna orden de mi padre.
—Vamos hijo, diviértete —golpea mi espalda y me empuja hacia ella.
Su olor dulzón me llena y me siento asqueado, no contengo la mueca. Suelto un gruñido y me alejo para ir a la salida, creo que lo intentaré otro día, en estos momentos quiero golpearlo y ver arder esta casa.
—Está bien, entiendo —se apresura soltando rendido.
Extiende su mano para qué le entregué el folder y ¡Oh! Grave error, de su parte. Lo hizo sin mirar las páginas, solo plasmó la firma, supongo que la codicia lo hizo olvidar de la primera regla que en los negocios es de oro, eso es una buena noticia para mí. Toma todo de mí no reírme o hacer algún gesto, sino que lo miro molesto y luego a la chica que me mira con ojos brillantes.
Escuchó ruido tras de mí, por lo que doy vuelta encontrando a mi madre Anastasia Duarte con su vestido rojo, sus ojos azules brillan cuando me escanea. La típica rubia güera de cuerpo de infarto, las operaciones son una gran ayuda, nadie podría decir que tuvo hijos. Observó a su grupo de amigas igual de despampanantes. Se acerca dispuesta a abrazarme, pero la evado. Me mira divertida como si eso fuera un juego. Sus uñas rosas chillón me señalan con un puchero en su rostro. Mi padre me extiende el folder, lo agarro y le doy vuelta, casi salgo corriendo.
—¡Silas!, Espera, tengo algo que decirte —me grita mi madre, gruño y doy vuelta de nuevo —Yanis tiene una nieta —comienza, pero la detengo con mi mano.
—La que lleva dos divorcios, ¿Cierto? —suelto con burla, antes de dar vuelta de nuevo.
Para mi fortuna no hay nada más que me detenga por lo que salgo y camino hasta mi auto que está a unos metros. Es cuando estoy a unos metros que me doy el lujo de sonreír victorioso mientras sigo mi camino a mi auto.
Llegó a mi cabaña que está escondida entre la maleza, quien pase cerca no lograría darse cuenta hasta que estuviera frente. Subo los escalones y abro la puerta aún con una sonrisa, pero me detengo cuando veo unas flores en la mesa de centro que está en la sala, camino hasta ellas y las tiro. Las bromas de Cameron me molestan, se cree un listillo. Debo cambiar la chapa de mi casa, esto no puede seguir así. Voy a mi cuarto, me doy un baño con agua fría y salgo. Observó mi cabaña, buscando algo que este fuera de lugar, aunque es pequeña, es suficiente para mí. Voy por la carpeta y la llevo a mi habitación.
—Yo Yunuen Gutiérrez le cedo el poder total de Petroleras Gutiérrez a Silas Gutiérrez —recito fascinado las líneas principales del documento. —Te tengo —murmuro feliz viendo la firma y luego una más en una hoja en blanco.
Abro de una esquina la tabla que tiene mi escondite para sacar un pequeño baúl donde guardo fotos, en el fondo están documentos que un día necesitaré como esté o algunas cosas que tengo para chantajear. Lo guardo y vuelvo a dejar en su sitio el baúl y aseguró la tabla.
Me visto para salir a ver a Laura que me exigió que la fuera a ver. Tengo el teléfono bombardeado. Aunque no tengo tantos ánimos de convivir, sin embargo, tenerlos en mi cabaña no es una opción. Cruzo la calle y camino por el bosque hasta llegar al pueblo. Observó el lugar que parece tranquilo, demasiado diría yo. Llego hasta su casa de dos pisos de fachada color blanco que comenzó con un pequeño cuarto donde vivían, hasta ser una enorme casa que él le ha mandado hacer específicamente para ella. Aún recuerdo que en tiempo de lluvias ellos se quedaban en mi cabaña. Que también me esmere en construir. Hay una reja negra que está alrededor del jardín delantero. Tocó el timbre y esperó un rato, pero nadie sale, por lo que doy media vuelta y me voy. Hasta que escuchó sus gritos, me preparo para el impacto de su cuerpo que llega rápido y luego sus brazos rodean mi abdomen, a pesar de que me quejo, me estrecha con más fuerza con una risa. En cuanto me suelta doy vuelta para encontrar a mis hermanos. Los cuatro vestimos de formas totalmente diferentes, lo que siempre me ha parecido gracioso. Yo puedo ser playeras y botas, Fray trajes, Alexis es camisas y tenis y Cameron usa playeras dos veces más chicas a su talla, igual que los pantalones, anuncia lo que es.
—Es cumpleaños de Cameron —dice Alexis cómo razón suficiente para que no me vaya, alzo las cejas.
—¿Por eso recibo flores? —bromeo regresando, siendo jalado por Laura.
—Claro, ¿No leíste la nota? —dice divertido, niego dándole una sonrisa socarrona a su indignación.
Fray abre la puerta y entramos. Me doy cuenta de que traen comida y un pastel que me gusta. Miro la comida y es en efecto la que le gusta a él, por lo que el pastel es mío.
—Querido hermano, ya que nunca te acuerdas de mí cumpleaños te he enviado un recordatorio —dice con ironía marcada.
Me muevo a la cocina donde dejaron el pastel. Cuando alzó la mirada, me doy cuenta de que me siguió y que alza las cejas esperando una respuesta, cuando me ve sirviéndome pastel.
—¿Hace cuento lo enviaste? —me embullo el primer pedazo.
—Hace cuatro días —ahora es Fray el que me mira. Reconozco esa mirada de ¿Dónde estabas?
—Me emborraché en el bar hasta que pudiera estar crudo. Debía ir con nuestro padre y no pude sacarlo de su casa —explicación rápida y que no llevaría a más preguntas del tema.