CAPITULO 37

1091 Palabras

BERLÍN, ALEMANIA. —¡Eres una perra Becca! ¿Acaso no te das una jodida idea de lo que acabas de hacer? ¡Acabas de hacerme pedazos delante de la familia de Edwina! El hombre no tuvo reparo alguno en tomarla del cuello y en aprisonarla contra la pared en aquel pasillo mientras con todas sus fuerzas le apretaba el cuello. Becca no le rogó que la soltara, en algún punto lo haría y no obtendría el placer de obtener su ruego. Mantuvo sus ojos fijos en él mientras sentía la presión de los pulmones que le rogaban por aire. Enterró sus uñas en su brazo retandolo. —¿Y crees…que eso me importa? —Debería. —Vete a la mierda. Su rostro se tornó pálido, el color la abandonó y sus ojos se llenaron de lágrimas, no de dolor, sino de cierta desesperación automatica. Christof estaba hecho un mar de

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