ELIZABETH
Me levanto un poco tarde debido a los eventos de anoche. Me preparo rápidamente, eligiendo un vestido azul rey, zapatillas negras y una chaqueta a juego. Al salir de mi habitación, me sorprende encontrar a Liam poniendo la mesa. Al verme, sonríe con complicidad.
—Hola, cariño. Preparé hot-cake como te gusta —dice con una ligera sonrisa.
No puedo evitar sonreír al ver el desayuno listo.
—Buenos días. Pensé que ya te habías marchado —respondí.
—No, quería consentirte y así desayunar juntos, si te parece bien —afirma, sin dejar de mirarme.
—Ok, desayunemos. Avisaré que llegaremos un poco tarde —. Informé, sintiéndome un poco desconcertada por esta inesperada cercanía.
—Hoy luces hermosa —comenta mientras toma un poco de fruta.
—Gracias, aunque sé que no necesitas oírlo. Sé, lo guapo que eres, he visto cómo algunas chicas se derriten por ti —digo en broma, sonriendo. Este desayuno se siente más como de amigos que como esposos.
—Te ves aún más hermosa cuando estás celosa —susurra.
—Ja, claro que no estoy celosa —replicó, riendo junto a él.
Al terminar el desayuno, nos dirigimos juntos a la oficina. Al llegar, Sara y Jonathan me reciben con una montaña de tareas, notando que necesito revisar algunos detalles personalmente. Tomo mis cosas y le pido a Sara que me acompañe, dejando a Jonathan gestionando las tareas en la oficina.
Sara y yo nos dirigimos a un departamento donde el cliente desea ampliar lo que diseñamos. Pasamos gran parte del día allí. Tras finalmente acordar los cambios, salimos un poco estresadas debido a algunas dificultades con el cliente. Decido invitar a Sara a comer, ya que hemos pasado de largo la hora del almuerzo.
Llegamos al restaurante y comenzamos a ver el menú. De repente, Sara comienza a toser. Al voltear a verla, noto que está muy sonrojada y nerviosa.
—¿Te encuentras bien? —pregunté.
—Ah, sí, es solo que… no tengo hambre. Mmm, tomaré solo un vaso de agua —respondió titubeando.
Creo que su expresión se debe al precio de la comida.
—Descuida, yo pagaré. Elige lo que quieras —le dije.
—Gracias, Sra. Elizabeth —contestó aliviada.
—Esto corre por mi cuenta, descuida —contesté.
—De acuerdo —respondió tímidamente.
Mientras esperábamos nuestra orden, comenzamos a platicar. Sara es una mujer totalmente responsable; terminó la universidad y trabajaba al mismo tiempo, ayudando a sus padres con las facturas.
Tiene dos hermanos que aún están en la escuela, a quienes ayuda a pagar su colegiatura. Ella es la mayor y, aunque no estudió en una universidad de prestigio, su promedio fue excelente. Aun así, llevaba un año sin encontrar trabajo en su campo, y me agradeció por haberla empleado.
Su padre es americano y su madre es mexicana; debido a las facturas, no han podido visitar a su abuela, que vive en México.
Entre plática y plática, salió el tema del matrimonio. Sí, esa Sara tímida desaparece cuando agarra confianza, y el matrimonio es algo de lo que en este momento no me gustaría hablar.
Ella espera un “felices por siempre” como sus padres o como Liam y yo. ¡Pueden creerlo!
Me vi reflejada en ella, ya que yo también creía ciegamente en los finales felices.
—El felices por siempre es solo una expectativa —le dije, y me miró con extrañeza.
Para ese momento el mesero llegó con nuestros alimentos.
—¿Usted no es feliz? —preguntó. Me quedé sin palabras, mientras por mi mente pasaban todos los bellos momentos de felicidad. No sé si en este momento soy feliz con mis decisiones.
—Lo siento, si dije algo que la incomodará, no quise ser inoportuna —. Se disculpó retomando su timidez
Después de concluir nuestra comida, me encargué de la cuenta y, al disponernos a salir, Sebastián se interpuso en nuestro camino.
—¡Elizabet, qué sorpresa verte aquí! —exclamó con una expresión de entusiasmo.
—Hola —respondí, manteniendo una actitud seria.
—Veo que mi presencia te resulta incómoda o quizás te despierto cierta inquietud —dijo con una sonrisa algo provocadora, acortando la distancia entre nosotros de manera inapropiada.
—Digamos que no simpatizo con la arrogancia. Ahora, si nos disculpas, tenemos que continuar con nuestro día —dije, observando cómo se retiraba a un lado.
—Tal vez es porque eres un poco tradicional y reservada… ¡Oh! Por cierto, no me piensas presentar a tú… espera, ¿quién es? ¡Fiona! —dijo, refiriéndose a Sara, observándola con una actitud burlona.
—Creo que has cruzado los límites. No toleraré que te dirijas a ella de esa manera. Te pido que moderes tus comentarios —respondí firmemente, apartando su mano con un gesto discreto.
Aunque sentí el impulso de confrontarlo más severamente, opté por no hacerlo, dado el proyecto en el que estamos colaborando. Sebastián quedó visiblemente sorprendido por nuestra reacción, y al bajar su mano, su reacción fue simplemente sonreír. Teniendo a Sara conmigo, nos retiramos sin entretenernos más.
De camino a la oficina, noté que Sara se mantenía callada y perdida en sus pensamientos. Estaba reflexionando sobre la falta de profesionalismo de Sebastián.
—Sara, por favor, no permitas que las palabras de Sebastián te afecten. Su comportamiento no tiene justificación y no merece tu atención —comenté con firmeza.
—Gracias, agradezco su apoyo —respondió con un suave matiz de tristeza en su voz.
Llegamos a la oficina con la determinación de terminar los pendientes. El trabajo se extiende un poco más de lo planeado, y cuando por fin terminó, descubro que Sara y Jonathan ya se han marchado. Al salir, me encuentro con Liam, estacionado en la entrada de HRRS. ARCHITECTS. Tan pronto como me ve, su rostro se ilumina con una sonrisa.
—¿Gusta que la lleve, señorita? —me pregunta en tono juguetón.
—Ah… no sé, mi novio podría molestarse —le sigo el juego, sonriendo también.
—Afortunado será el hombre que corresponda su corazón —responde mientras me acomodo en el coche.
—Me pregunto si ese hombre podría ser yo —añade, planteando la misma cuestión que no deja de rondar por mi mente.
Me cuestiono por qué sigo jugando a los novios después de lo sucedido con Ava. Sin embargo, también caigo en cuenta de que cometí un error imperdonable que no puedo olvidar ni perdonarme.
—Dejemos de jugar, vayamos a casa —digo finalmente, esbozando una sonrisa. Él me devuelve la sonrisa y conduce hacia casa.
Tras cenar, nos retiramos cada uno a su habitación. Hoy me percaté de que no bebió, aunque estaba visiblemente intranquilo. Imagino que se debe a la ansiedad.
Los días pasan mientras intentamos, de alguna manera, cultivar una amistad. Sin embargo, a menudo el orgullo me detiene.
Termino reprochándole lo ocurrido, solo para arrepentirme después, sabiendo que comparto la culpa y que todavía no soy capaz de admitir mi error.
Al día siguiente, hacemos las paces de nuevo. Liam lucha por no perder el control con el alcohol, pero a veces la tarea se le hace difícil.
En medio de este caótico intento por encontrar paz, seguimos al cuidado de Emily, quien permanece sumida en una profunda depresión.
Trato de dedicarle tiempo después del trabajo, pero cada vez que voy, ruego al cielo y a todos los ángeles, no encontrarme con Janet y, sobre todo, con él; él sigue siendo mi mayor temor. Así transcurren algunos días más…
Días después me encuentro saliendo de una reunión agotadora, mi estómago ruge, exigiendo atención urgente. Sin pensarlo, me dirijo al primer restaurante que aparece en mi camino.
Al entrar, ordeno mis platillos y busco una mesa. A mi lado, dos mujeres discuten, sus palabras flotan en el aire. Intento ignorar el ruido, pero la voz de una de ellas me suena extrañamente familiar.
Al girar la cabeza, veo a Janet en acalorada disputa con una rubia que también tiene un aire conocido. Janet, claramente alterada, parece necesitar apoyo, especialmente en su estado actual, así que decido intervenir.
—¿Todo bien, Janet? —preguntó, mientras la rubia me examina de pies a cabeza con una mirada altiva.
—Sí, no te preocupes, ella ya se va —responde Janet con desdén.
—Deberías ser amable conmigo, tarde o temprano seré parte de la familia, y a tu hermano no le gustará tu comportamiento —dice la rubia, con una arrogancia palpable.
—Ni en sueños. Mi hermano jamás te perdonará —replica Janet, firme.
—Eso lo veremos, querida —contesta la rubia, levantando una ceja como desafío, antes de alejarse, dejando a Janet temblando y pálida de ira.
—¿Estás bien? —le digo, guiándola hacia mi mesa para que se serene.
—Sí, no te preocupes, esa mujer siempre me altera —admite Janet, dejándose caer en una silla.
—Pero necesitas calmarte. Mira cómo estás temblando, eso no le hace bien al bebé —le aconsejo, con ternura.
—Tienes razón —concede, suspirando.
Cuando el mesero vuelve con mi comida, pido un té para Janet, pero ella lo cambia por una malteada. Justo entonces, mi teléfono vibra: es Nicole, preguntando si podemos comer juntas, ya que está cerca de la oficina.
Accedo y le doy la dirección del lugar. Mientras esperamos a Nicole, la curiosidad me vence y le pregunto a Janet quién era la chica con la que discutía, pues me resulta familiar.
—Si no es indiscreción, ¿quién era la chica con la que discutías? —pregunté, intrigada.
—Es Danna, la exnovia de mi hermano —respondió Janet, con un suspiro.
—Siento que la conozco, de algún lado, pero no puedo recordar de dónde —comenté, pensativa.
—Créeme, no querrás conocerla. Solíamos llevarnos bien hasta que apareció en la vida de mi hermano —explicó, entrecerrando los ojos.
—Entiendo… ¿Celas a tu hermano? —le dije, sonriendo con complicidad.
—Para nada —contestó, riendo—. La verdad es que se volvió un ogro después de que ella lo dejó plantado el día antes de la boda.
—¿Quién dejó plantado a quién? —interrumpió Nicole al llegar.
—Ah, Nicole, te presento a Janet. Janet, ella es Nicole, mi mejor amiga —dije, mientras las presentaba y se estrechaban las manos.
—A mi hermano lo dejaron plantado —aclaró Janet, con un gesto de tristeza.
—¡De qué las hay, las hay! —comentó Nicole, sacudiendo la cabeza—. Por lo menos fue antes del matrimonio y no después, aunque sigue siendo duro.
—Tu cara me es conocida. Creo que te he visto antes —añadió Nicole, observando a Janet con curiosidad.
—Eso es porque Janet vive en el mismo edificio que Emily —expliqué.
—¡Es por eso que te doy familiar! —asintió Janet, sonriendo en reconocimiento.
—¡Cierto, ya recuerdo! —dijo Nicole, con un chasquido de sus dedos.
—¿Emily, la chica de los rizos rojos, es su amiga? —preguntó Janet.
—¡Sí! Somos amigas desde la universidad —respondí, animada.
—Wow, eso explica por qué las veo tan a menudo. Deberíamos organizar una noche de chicas para conocernos mejor —sugirió Nicole con entusiasmo.
—¡Vaya, por eso las veo tan seguido! Deberíamos organizar una noche de chicas, para que me conozcan mejor —propuso Janet con entusiasmo. Me pareció una excelente idea para distraer a Emily.
—Sería genial para animar a Emily —respondió Nicole, asintiendo.
—¿Por qué, qué le pasa? —preguntó Janet, con interés.
—Está un poco triste porque terminó con su novio —explicó Nicole.
—¿En serio? ¿Terminó con el bombón? Es una pena, hacían linda pareja —comentó Janet, sorprendida. Nicole y yo nos quedamos boquiabiertas, pues ella conocía al “idiota”.
—¡Espera! ¿Conoces al “idiota”? —preguntó Nicole, leyendo mis pensamientos.
—Sí, ¿ustedes no? —respondió Janet.
—¡No! —contestamos al unísono Nicole y yo.
—¿Cómo es posible que sean amigas y no lo conozcan? —preguntó Janet, sorprendida.
Le explicamos por qué no lo conocíamos y quedó boquiabierta al enterarse de que su “bombón” estaba casado.
Nicole la interrogó sin descanso. Finalmente, le pedimos una descripción y nos dijo que era como un dios griego: alto, con barba, una sonrisa cautivadora y hermosos ojos verdes.
Eso no nos ayudaba mucho, puesto que hay cientos de hombres con esas características.
Sin darnos por vencidas, le pedimos a Janet que nos avisara si lo veía cerca del edificio, para mantenerlo alejado de Emily. Estábamos dispuestas a hacer lo que fuera por ver a nuestra amiga bien.
Tras un rato, Janet recibió una llamada y se fue, dejando a Nicole y a mí a solas. Sabía que su mirada estaba cargada de preguntas sobre mi relación con Liam.
—¿Y cómo va todo en casa? —preguntó Nicole, con curiosidad.
—Todo bien —respondí escuetamente.
—Sé que no quieres hablar de esto, Eli, y sea cual sea tu decisión, la voy a aceptar. Aunque, si decides divorciarte, correrá por mi cuenta —dijo con una risa burlona.
—Muy graciosa —respondí.
—¡Ja, ja, ja.! Hablo en serio, Eli, solo quiero que te preguntes qué es lo que realmente quieres —añadió con sinceridad.
—Créeme, que ni yo misma lo sé —dije, un poco confundida…
La reunión con el Sr. Noah es en pocos días. Mi padre viene a atenderlo personalmente y quiere que estemos presentes para evitar inconvenientes, ya que el cliente es muy exigente.
Hoy trabajaré hasta tarde para poder pasar más tiempo con mis padres mañana. Al llegar a casa, encuentro a Liam en el sofá con una bebida, como de costumbre.
—¡Llegaste! —exclamó.
—¿En serio, Liam, estás bebiendo otra vez? —dije, frustrada.
—Solo es un trago —respondió con indiferencia, levantándose para acercarse a mí.
—Todo mal empieza con un solo paso —dije, rodando los ojos mientras me dirigía a mi habitación.
—Pero también algo bonito puede comenzar con un besito —contestó, abrazándome por la espalda, rodeando mi cintura y besando mi mejilla.
—¡Liam! —repliqué, con firmeza, girando para enfrentarlo.
—Cariño, tus padres llegan mañana. Tienes todo el derecho de contarles sobre mis errores. Seré responsable de mis acciones, de acuerdo —afirmó sinceramente, llevándome de nuevo al sofá, mientras él permaneció de pie.
Creo que es el momento de resolver este dilema. Pienso en su traición y no sé cómo seguir adelante viviendo con él, lidiando con esas imágenes que me atormentan.
También el recuerdo de él, sigue fresco, que su solo recuerdo aún me estremece, es mi mayor miedo y error.
Y sé que está con Janet y pronto serán padres. Creo que vale la pena intentar salvar este matrimonio y evitar angustiar a mis padres con un divorcio.
—Lo sé, solo intentémoslo. Intentemos darle otra oportunidad a nuestro matrimonio —dije, aunque con dudas en el corazón, pero decidida a intentarlo.
—¿Estás segura, o solo lo dices por la presencia de tus padres? —preguntó, dudando de mi respuesta.
—Quiero intentar confiar en ti de nuevo. Quiero intentarlo, por lo que un día fuimos. Es lo que quiero —respondí mientras me sonreía.
Y después me besó, pensé que sentiría algo, al menos un poco; sin embargo, no sentí chispa alguna. Cuando se apartó de mí, sacó algo de su bolsillo.
—¿Qué es? —pregunté.
—Empezaremos de nuevo, por ti, por mí y por nuestro pequeño —dijo, abriendo la caja. Eran unas alianzas con un grabado de alas.
En ese momento noté que no llevaba mi anillo de boda. Intenté recordar cuándo me lo quité, pero no lo logré.
«¿Qué tonta soy, lo boté?», pensé.
—¡No lo boté! —respondí a mi conciencia en voz alta.
—Descuida, lo entiendo. Lo que haya pasado con ese anillo ya no importa —dijo, sin darse cuenta de que pensaba en voz alta.
Y tal vez tenga razón; lo que ocurrió con ese anillo ya no tiene importancia. Me reconcilio con la idea de volver a empezar.
Me pone el anillo en medio de una sonrisa y sorpresivamente me levanta en sus brazos como recién casados.
Estando en la habitación, nos duchamos por separado, y nos fuimos a la cama en la cual me siento extraña.
Mis nervios aumentan y las dudas me impiden relajarme. Solo pude compartir unos cuantos besos tiernos y caricias suaves, y en ninguna de ellas logré sentir algo. Él no tardó en notar mi inquietud.
—Sucederá cuando estés lista. Tenerte en mis brazos es suficiente para mí —. Sus palabras me relajaron, porque después de unos minutos quedé dormida profundamente.
Al despertar, estoy en sus brazos, durmiendo de cucharita. Sus manos están en mi cintura y cuello; su palma descansa en mi pecho. Recuerdo que dormíamos así antes, era perfecto cuando el amor sobraba.
Aunque ahora, su mano en mi pecho se siente diferente, mis instintos carnales no cambian. No obstante, algo me impide estar con él.
Al sentir despiertas mis ganas, preferí levantarme y preparar el desayuno.
Al terminar el desayuno, fuimos a la oficina a terminar algunos pendientes y tener la tarde libre para estar con mis padres, que estarán solo una semana.
Estando en la oficina, Sara toca mi puerta. Le permito entrar y trae consigo un par de carpetas, siempre ordenadas y por color.
—Sra. Elizabeth —dice.
—Sí —contesto.
—La junta con el Sr. Noah es mañana a las once. En la carpeta roja está toda la información —informa.
—Ok, gracias —respondí.
Noté que Sara camina de manera peculiar y, antes de cerrar la puerta, noto sus tacones, lo cual me hace gracia.
Más tarde, Liam me llevó al aeropuerto para recibir a mis padres, quienes venían agotados por el viaje.
Pasamos toda la tarde con ellos y después de cenar, Liam se fue con papá al despacho para hablar de negocios. Mientras tanto, mi madre y yo nos quedamos en el sofá platicando. Entonces, ella me hizo una pregunta:
—¿Está todo bien entre ustedes? —preguntó mi madre.
—Sí, mami —contesté, sonriendo.
—Eli, recuerda que soy tu madre y que te conozco a la perfección —dijo, dudando de mi respuesta.
—Estamos bien, mami, no tienes de qué angustiarte —dije para convencerla.
—Está bien, te creo, pero si algo sucede, sabes que puedes contármelo —agregó.
—Claro, lo sé, y gracias —contesté.
Después de unos minutos, Liam y mi padre salieron del despacho. Nos despedimos y nos fuimos a casa, ya que mañana será un día muy interesante: la reunión con el Sr. Noah…