ELIZABET
La discusión que anoche tuve con Liam no me dejó descansar bien, tengo unas ojeras terribles. Parezco un zombi. Oculte mis ojeras con un poco de maquillaje y salí de casa con prisa porque definitivamente no quiero toparme con Liam. Al salir, me percaté que su coche no estaba.
Al llegar a la oficina, Jonathan y Sara me reciben con una montaña de trabajo. Me pongo manos a la obra y la mañana se pasa volando.
Mientras reviso unos contratos, me doy cuenta de que algunos necesitan la firma de Liam. Llamo a Jonathan y le pido que se los lleve, ya que prefiero evitar cualquier encuentro con él; sin embargo, Jonathan, volvió más pronto de lo esperado.
—Jefa, el señor Liam, no ha llegado todavía —informa.
Recordé que no vi su coche esta mañana y ya es mediodía, ¿dónde demonios se habrá metido?
—Déjalos aquí, Jonathan, gracias —le digo.
Él se marchó y me quedé pensando en dónde se pudo haber metido. Mi imaginación, que es muy activa, me hace pensar que está con Ava, lo cual aumenta mi intriga. Sigo trabajando hasta que el rugir de mi estómago me obliga a ir a comer. Antes, pregunto si Liam ha llegado, y la respuesta es negativa.
Salgo de la oficina en busca de algo para comer, ya que tengo que ir a cerrar un contrato. La tarde pasa volando y, cuando me doy cuenta, ya es muy tarde y está anocheciendo. Me dirijo a casa, pero Nicole me llama y me propone que cenemos en casa de Emily. Acepto y me pongo en camino.
Me apresuré a bajar del coche para alcanzar a Nicole, quien va entrando al edificio, pero no lo logré. Tomé aire para recuperar el aliento y, de repente, escuché que alguien llama mi nombre. Esa vocecita delgada y fina es inconfundible, es Janet.
Mis nervios se dispararon de inmediato
«¿No pensaste verla tan pronto, o sí?»
—No puede ser —susurré.
—¡Elizabet! Hola, ¿cómo estás? —dijo, entusiasmada.
—¡Janet! ¡Hola! Estoy muy bien, ¿y tú? —saludé ocultando mis nervios.
—Bien, gracias. ¿Qué te trae por aquí? —preguntó sonriente.
—Vengo a cenar con unas…
No alcancé a terminar la frase porque, a lo lejos, alguien llamó a Janet pidiendo su ayuda. De inmediato, me quedé paralizada. No sabía si salir corriendo o encontrar un agujero donde esconderme. El temblor de mis manos delataba mi nerviosismo. Mi corazón parecía querer saltar del pecho al reconocer esa voz familiar. Instintivamente, decidí no girar y despedirme rápido de Janet, quien estaba ocupada mirando hacia donde la llamaron.
—Me esperan unas amigas para cenar. ¿Te gustaría unirte a nosotras? —pregunté apresuradamente, ya imaginando un “no” como respuesta.
—Gracias, me encantaría, pero tengo visita —respondió.
—Está bien, será en otra ocasión. Me voy, que las chicas me esperan —dije con rapidez.
Respondí sin esperar respuesta; mi único objetivo era salir de allí cuanto antes.
Al subir al ascensor, giré para echar un último vistazo y lo vi cargando bolsas repletas de víveres. Por eso había llamado a Janet.
Observé cómo ella se acercaba para ayudarlo, compartiendo una sonrisa que iluminaba ambos rostros.
Parecía realmente feliz con su compañía. Me di la vuelta para no seguir viendo, pues un nudo en el pecho me impidió continuar observando y, por un instante, una tristeza inexplicable se apoderó de mí.
Al cerrarse las puertas del ascensor, traté de calmarme y, al llegar al departamento de mi amiga, me sentía un poco más serena.
Sin embargo, la tranquilidad fue efímera, pues la casa de Emily estaba patas arriba, como si un huracán la hubiera azotado: vasos rotos, cuadros caídos; la decoración completamente destruida.
De no ser por la tranquilidad de Nicole, quien barría los escombros con absoluta calma, habría jurado que alguien había intentado robar.
Nicole, deteniéndose con las manos en la cintura y una mirada firme, me interpeló exasperada.
—¿Piensas ayudarme o qué? —espetó.
—Por supuesto, pero ¿qué pasó aquí? —inquirí, intrigada.
—Parece que ese idiota estuvo aquí, y Emily no quiere hablar al respecto. Créeme, si lo tuviera delante, le daría sus buenas cachetadas —afirmó con indignación.
Después de escuchar lo que Nicole me había contado, yo también estaba furiosa. Tras unos minutos me dirigí al cuarto de Emily para asegurarme de que estuviera bien.
Me rompió el corazón verla así, perdida en sus propios pensamientos, acostada en la cama con lágrimas recorriendo sus mejillas, como si nada más le importara. Me acerqué para abrazarla con fuerza y mostrarle que no estaba sola. Al verme, solo susurra:
—Soy una mala persona y no merezco que estés aquí —. Lágrimas recorren sus pecosas mejillas.
Se siente culpable sin que yo sepa el motivo exacto. Sin embargo, ya detesto al hombre que la ha dejado en este estado.
Apenas sabemos sobre él, y Emily prefiere guardar silencio. Solo sé que él está casado, y debemos respetar su decisión, esperando a que ella decida compartir más cuando esté lista.
Nicole y yo estamos preocupadas de que Emily pueda caer en una depresión, si es que no se encuentra ya en una.
Decidimos pasar más tiempo con ella, temiendo que pueda hacer algo impulsivo. Terminamos de ayudarla a organizar su departamento muy tarde, hasta el punto de olvidar la cena.
Emily parece más tranquila ahora; Nicole se ha ofrecido a pasar la noche con ella para asegurar su bienestar.
Salí del edificio un poco más tranquilo por mi amiga; sin embargo, darme cuenta de que el auto de él sigue aquí, me roba la calma un poco y ya pasa de medianoche.
No debería sorprenderme, ellos son una pareja y tendrán un bebé. Mis propias palabras disipan esto que siento.
Me pongo en marcha hacia casa y al llegar, veo a Liam sentado en el sofá, bebiendo de la botella de whisky y en estado de ebriedad.
—Cariño, volviste. Pensé que no lo harías. ¿Dónde estuviste? ¿Por qué llegas tarde? —apenas pudo hablar.
Se levantó como pudo y caminó tambaleándose hacia mí. No tuve más remedio que ayudarlo a caminar. Al rodear su cuerpo, me doy cuenta de que ha perdido mucho peso.
Lo sostengo con fuerza mientras se lamenta, insultándose a sí mismo por su error. Su arrepentimiento se refleja en sus hermosos ojos verdes. Quisiera sentirme mal por él, pero no logro sentir absolutamente nada.
Le ayudé a subir a su habitación, mientras él sigue insultándose a sí mismo. Es la primera vez que lo veo así; no sé si realmente está arrepentido.
Le ayudó a recostarse en su cama, cuando, de repente, me toma de la mano y me acerca a él.
—No te vayas, no me dejes solo —dice, mientras me jala más hacia él, quedé recostada a su lado. Me abrazó muy fuerte que, por más que intenté huir, no lo logré.
Preferí esperar a que se quedara dormido para poder salir de sus brazos. Pero sentir su calor me hizo recordar que antes esto era lo que más anhelaba.
«¿En qué momento dejaste de amar?».
Mis pensamientos viajaron de una pregunta a otra, de duda en duda, dando vueltas sobre mi cabeza. Hasta que surgió una pregunta de la cual me gustaría saber la respuesta.
Necesito saber si Liam pasó el día con Ava, aunque sea doloroso para mí, necesito saberlo.
Me doy cuenta qué pasé la noche con Liam porque qué los rayos del sol me despertaron. Estoy recostada, con sus brazos rodeando mi cuerpo, y sus labios besando mi cuello.
Su áspera barba me hace reaccionar. No puedo estar con él hasta estar segura de que ya no está con Ava y sobre todo quiero estar segura de lo que siento por él.
Me levanté rápidamente de la cama, dejando a Liam perplejo.
—¿Qué sucede? —inquiere sentándose.
—Ya es tarde —dije como excusa.
—Bien, por un momento pensé que… ¡Olvídalo! Voy a ducharme —dijo, levantándose de la cama y quitándose la camisa.
Realmente perdió peso, lo cual le favoreció porque me quedé con la boca abierta al ver cómo sus músculos se marcaron más de lo que ya estaban.
Admire su escultural cuerpo sin que él se diera cuenta y me gusta lo que veo. Sin embargo, salí de la habitación al sentir un terrible bochorno.
Tuve que ducharme con agua fría, y creo que esto es debido a mi falta de sexo. Lo que me llevó a pensar en mi último encuentro carnal y fue con él.
Pensar en esa noche, es todo un poema. Su estremecedora mirada, sus fuertes brazos rodeando mi cuerpo, y sentir mi piel, estremecerse con solo sentir su aliento. Lucho en contra de la reacción de mi cuerpo al recordar que eso solo fue un error.
Me saqué los pensamientos y continué arreglándome para ir a la empresa.
Al salir de casa, veo a Liam marcharse, discutiendo con alguien por teléfono. Se ve alterado y molesto.
Lo veo alejarse y la duda crece en mí como un manglar. El presentimiento de que aún se ve con Ava es enorme, y estoy un tanto segura de que se encontrará con ella.
Subí al coche y lo seguí, mientras me decía a mí misma que no seré parte de ningún triángulo amoroso.
Lo sigo, con los nervios en las manos, al volante, y el estómago revuelto. Pienso que esto es una tontería, parezco una mujer tóxica siguiéndolo, pero mi sed por saber la verdad no me deja parar.
Finalmente, el destino es un restaurante de alta cocina. Me estaciono muy detrás de él para que no me vea. Espero unos minutos después de que entré para así, entrar yo.
Cuando por fin decidí caminar hacia el restaurante, Janet me llama, está justo detrás de mí. Sentí que se me paró el corazón del susto, pegué un ligero brinco y se me escapó un pequeño grito.
Me giré para verla y me sentí más tranquila al ver que venía sola, y a la vez con vergüenza por lo que estaba haciendo.
—¡Elizabeth! —dijo.
—Janet, hola —contesté.
—¿Vas a entrar? —preguntó.
—No, no. Estaba esperando a alguien, pero no llegó —le respondí.
—¿Por qué no entramos y tomamos algo juntas? —dijo en medio de una sonrisa.
—Mmm… ¿Qué te parece si almorzamos en otro lado? —propuse. Para no evidenciarme con ella diciéndole que estoy aquí siguiendo al infiel de mi marido
Claramente, no podía decirle la verdad, así que preferí mentir un poco y dejar mi curiosidad para otro momento.
Fuimos a un café cerca de donde está Liam. Tomamos algo ligero, ya que no quería pasar mucho tiempo con ella. Me siento terrible, que ni siquiera puedo sostenerle la mirada.
Desayuné lo más rápido posible y me despedí con la excusa del trabajo.
En la oficina, todos estaban alborotados porque alguien había estado buscando a Liam. Escuché a las chicas de diseño echarle mil piropos a un hombre.
Incluso Sara y Jonathan estaban embelesados por dicho hombre; parecían perdidos en un sueño de azúcar y mantenían una extraña conversación.
Lo cual causa mi total curiosidad por dicho hombre.
—¿Le viste los ojos? —preguntó Jonathan.
—Sí, eran temerarios —respondió Sara.
—¿Viste sus brazos? —insistió Jonathan.
—Sí, se veían muy fuertes —admitió Sara.
—¿Y sus labios carnosos? —siguió Jonathan.
—Sí, es el más guapo —afirmó Sara.
Podría pasar más tiempo aquí y ellos seguirían ensimismados en su infantil conversación. Sin que me vieran, caminé deliberadamente ruidosa, haciendo sonar más de lo normal mis tacones con la esperanza de bajarlos de la nube, pero no funcionó.
Como seguían ignorándome, decidí carraspear para llamar su atención. Solo entonces logré una reacción cómica y tuve que contener la risa mientras me dirigía a mi oficina. Sin embargo, la risa me duró poco, porque Sara entró con un montón de carpetas.
A pesar de las adversidades, intento poner buena cara. Así transcurren las semanas, con mucho trabajo y sobrellevando a Liam, que últimamente ha estado bebiendo en exceso. Su creciente hábito me preocupa.
Hasta que finalmente llegó la inauguración del hotel, y para mi alivio, él estaba sobrio. Acordamos salir a las siete.
Mientras me arreglaba, alguien llamó a la puerta. Sabía que era Liam, así que lo dejé pasar y porque ya estaba lista para irnos.
Me sorprendió verlo completamente sobrio, con un traje n***o que lo hacía lucir, cambiado y más delgado. Se había afeitado; sin duda, se veía muy bien.
Su atractiva mirada verde aún mostraba signos de cansancio, pero a pesar de eso, estaba dispuesto a acompañarme a la inauguración. Nadie conocía nuestros problemas, ni siquiera mis padres, que nos pidieron que fuéramos como sus representantes. No pudimos negarnos.
—¿Estás lista? —preguntó sin dejar de mirarme fijamente.
—Sí —respondí secamente.
—Estás hermosa —dijo, sacando algo de su bolsillo y acercándose. Era una caja rectangular con un hermoso collar dentro; el dije tenía forma de alas.
—¿Por qué, alas? —pregunté mientras él se colocaba detrás de mí para ponérmelo.
—Lo compré pensando en nuestro hijo, en lo que un día fue nuestro amor. Esto es nuestro, es nuestro pequeño angelito. Perdóname por no estar contigo en esos momentos, siento que muero de remordimiento, Eli —dijo con voz temblorosa. Al girarme, me di cuenta de que tenía los ojos llenos de lágrimas.
Me tragué todas sus palabras sin importar si eran ciertas o falsas, tanto que lo abracé con lágrimas en las mejillas. Mi hijo era todo para mí, tanto como mi amor por él. Este tema, sin duda, nos duele a los dos.
—No llores, ya no más —. Seco mis lágrimas con sus pulgares, pegando por unos segundos sus labios a los míos, aliviamos este sentir con un abrazo.
Salimos de casa con el alma serena, como el mar en calma.
Una vez en el evento, había mucha gente y muchas caras conocidas. Por lo tanto, Liam estaba muy solicitado, ya que, durante mi ausencia, él y mi padre se encargaron de todo.
Liam siempre ha sido muy sociable y saludó a mucha gente, me ha presentado a más conocidos de papá, y todo está fluyendo bien.
Él está siendo muy atento conmigo y me regala sonrisas cada vez que cruzo miradas con él. No sé realmente qué es lo que siente por mí, pero se siente que algo ha cambiado entre nosotros y esta actitud me está confundiendo.
De repente, alguien se acerca a saludarlo y dice que quiere presentarle a alguien. Estamos sentados en la mesa que nos asignaron, y Liam quiere que lo acompañe. No me niego a ir con él, pero sí le pido que me espere un momento, puesto que debo ir al tocador.
Estando en el baño, retoco mi maquillaje frente al espejo. Cuando de repente sale del baño, una rubia de ojos azules, hablando por teléfono. Se ve muy alterada y molesta. Decido irme, y mientras guardaba mi labial, ella comenzó a maldecir a la otra persona al otro lado de la línea.
Al salir, me dirigí donde estaba sentada con Liam, pero alguien se detiene frente a mí con una sonrisa y no me deja pasar.
Es un hombre muy simpático; se le forman unos hoyuelos al sonreír. No tiene barba, lo cual deja al descubierto su piel de porcelana, sus ojos color miel y unas enormes pestañas envidiables. Su porte destaca con un traje color gris que le sienta muy bien.
Trato de evitarlo caminando hacia un lado, pero él me impide el paso moviéndose en la misma dirección.
—¿Buscas a alguien? —preguntó sonriendo.
—A mi esposo —respondí con una sonrisa burlona en mis labios y un tono inusualmente serio.
—Descuida, linda, no vengo a lo que te estás imaginando —mi interés creció con su respuesta.
—¿Y qué es lo que quiere? —pregunté, mientras Liam me sorprendía tomándome de la cintura.
—Aquí estás —dijo Liam al acercarse.
El señor, quien había mencionado que nos presentaría a alguien, caminó hasta colocarse al lado del hombre de los hoyuelos y nos lo presentó.
—Sr. Liam, Sra. Elizabeth, el señor Sebastián Rodríguez. Está aquí en representación del Sr. Noah Smith, quien tuvo un inconveniente esta mañana y no pudo asistir.
Dicho esto, el señor Sebastián extendió la mano para saludar como de costumbre. Aquel apretón de manos fue firme, y al separar nuestras manos, sentí un ligero roce.
De inmediato noté que este tipo era sin duda un desvergonzado y muy coqueto. Y no solo yo lo noté, sino también Liam, quien me acerca a él para marcar territorio.
La conversación comenzó de manera profesional, aunque pronto se deslizó hacia un tono de sutil coqueteo.
El hombre que había llegado a la oficina, causando revuelo entre las empleadas, era el Sr. Noah Smith. Estaba buscando a Liam porque mi padre había diseñado unos planos para un ambicioso proyecto hotelero.
Sin embargo, como mi padre no estaba disponible, era nuestra responsabilidad manejar el asunto.
Parecía que el Sr. Noah no estaba completamente satisfecho con el diseño, por lo que Liam organizó una reunión para dentro de tres semanas con el fin de resolver cualquier inquietud, dado que el viaje de negocios del Sr. Noah se había alargado más de lo esperado.
La noche avanzó con discusiones sobre el proyecto mezcladas con los comentarios insinuantes de Sebastián, quien comenzaba a irritarme y ponerme incómoda. Notando mi incomodidad, Liam decidió que era hora de irnos, y me levanté rápidamente, ansiosa por dejar atrás esa situación incómoda. Una vez afuera, Liam perdió la compostura.
—Un minuto más y le habría dado su merecido a ese tipo; no dejaba de coquetearte —exclamó con una irritación poco usual.
Aunque Liam es celoso, esta reacción era inusitada. El rostro enrojecido, se quitó la corbata con rabia y la arrojó al suelo. Me acerqué para calmarlo, pero inesperadamente, me sujetó con fuerza por los brazos.
—¡Nunca me traicionarías, ¿verdad?! Dime que nunca harías algo así, te lo ruego.
Su voz era una mezcla de desesperación y súplica, mientras su agarre me asustaba.
Al ver mi temor reflejado en mis ojos, soltó mis brazos con una disculpa temblorosa. Sin palabras, subí al coche, todavía temblando por la experiencia.
Él tardó unos momentos antes de entrar y arrancar. Al llegar a casa, fui directamente a mi habitación, intentando procesar lo ocurrido y deseando que el miedo desapareciera mientras hago mi rutina de noche.
Acababa de secarme el cabello y estaba lista para dormir cuando alguien llamó a mi puerta. Sabía que era Liam. Al abrirse, lo encontré con la misma ropa de antes y una copa en su mano.
—Lo siento por haberte asustado, no debí haber reaccionado, así —dijo sin levantar la mirada del suelo.
—No te preocupes, solo que no vuelva a suceder —respondí firmemente. Por un instante, nuestras miradas se cruzaron.
—Descansa —dijo, antes de tomar un sorbo de su copa y girarse para irse.
Lo detuve, inquieta por su consumo desmedido de alcohol últimamente. No quiero que caiga en ese hábito destructivo. No estoy segura de si es cariño, costumbre, miedo a la soledad o amor, pero sé que verlo autodestruirse es doloroso.
—¡Liam! —lo llamé mientras me acercaba a él.
Se detuvo, observando mi aproximación. Con suavidad, le quité la copa de la mano.
—No sigas bebiendo así, por favor —le dije, mirándole directamente. Sus ojos, que alguna vez brillaron tanto al verme, ya no lo hacen. La sonrisa que solía ser solo para mí ha desaparecido.
—Lo intento, pero es la única manera en la que consigo dormir —confesó.
—Deberías intentarlo sin eso —sugerí, llevándome su copa mientras regresaba a mi habitación—. Date una ducha y trata de descansar.
—Está bien, lo intentaré. Buenas noches —respondió, visiblemente más tranquilo.
Cerré la puerta y me metí en la cama, disfrutando de un reparador sueño, hasta que un ruido extraño me despertó abruptamente. haciéndome creer por un momento que se trataba de un ladrón.
Mi corazón comenzó a latir con fuerza, pero la idea de que Liam estaba a solo dos habitaciones de distancia me dio algo de calma. Me levanté rápidamente, me puse la bata y tomé la secadora como arma improvisada.
—Mujer precavida, vale por dos —dije a mí misma y salí de mi habitación.
Sin hacer ruido y con pantuflas que silenciaban mis pasos, abrí la puerta. Al ver el pasillo vacío, decidí bajar las escaleras.
Aunque temblaba de miedo, quería pensar que los pasos que escuchaba eran de Liam, pero las luces permanecían apagadas. Con cautela, bajé, lista para defenderme con la secadora en alto.
Avancé lentamente hacia la cocina, anhelando encender la luz. Lo primero que vi fue una imponente silueta, y mi reacción instintiva fue lanzarle la secadora con todas mis fuerzas, gritándole a Liam para que viniera en mi ayuda.
Le arrojé todo lo que encontré a mi alcance, mientras la figura solo emitía quejidos de dolor. Sin previo aviso, me sujetó las manos y me acorraló contra la pared. Desesperada, me preguntaba por qué Liam no bajaba, cuando, de repente, las luces se encendieron.
El hombre frente a mí era Liam.
—¡Dios mío! ¿Qué haces levantado a esta hora? —le espeté, todavía temblando por el susto.
Al soltarme las manos, se apartó un poco y ambos respiramos profundamente para recuperar la compostura.
Mientras se frotaba la cabeza, noté que estaba sin camiseta, luciendo solo el pantalón del pijama. No pude evitar fijarme en su abdomen perfectamente marcado y sus brazos fuertes.
Mis pensamientos se disiparon al ver el gran chichón que emergía donde antes había puesto la mano.
—Lo siento, creí que eras un ladrón —dije.
—No pasa nada, no quise asustarte. Bajé por un vaso de agua y me resbalé; se me cayó el vaso —contestó.
Sé que no estaba aquí por agua, teniendo una botella de whisky en la mesa. Pensé que me harías caso, pero ya veo que no.
—Si bajaste por agua, ¿qué hace esta botella en la cocina? —pregunté, señalando la botella. Él evitó mirarme, alzó las manos y se las llevó de la frente a la nuca.
—Espera, no es lo que piensas —dijo.
—¿Entonces? —pregunté.
—Sí, iba a tomar un trago, lo admito, pero me arrepentí. Vine a la cocina para tirarlo, resbalé y el vaso se rompió. ¡Créeme, por favor! —dijo, desesperado y nervioso. Sabía que estaba tratando de controlarse.
—Está bien, te creo —contesté.
—No logro dormir si no me tomo unos cuantos tragos —dijo.
—Sí, pero ya has bebido bastante. Vayamos a dormir —contesté mientras caminaba hacia mi habitación y él me seguía.
—Creo que esta noche dormiré profundamente después de ese golpe, pero, por favor, nunca vuelvas a hacer algo así, ¿de acuerdo? —comentó mientras se detenía.
—¿Hacer qué? —repuse, girándome hacia él cuando llegué a la puerta.
—Ponerte en peligro. Esta vez solo fui yo, pero si alguna vez te ves en una situación similar, no actúes como lo hiciste hoy —dijo, enfrentándome con seriedad.
—Está bien, prometo no hacerlo —respondí, observando el considerable chichón en su cabeza y esforzándome por no reír.
—Me alegra oír eso. Buenas noches —dijo, empezando a alejarse hacia su habitación.
—¡Espera un momento! —le llamé. Fui al botiquín y saqué una pomada y unas pastillas antiinflamatorias mientras él tomaba asiento en el banco del tocador.
—¿Qué traes ahí? —preguntó al verme aplicar un poco de pomada sobre su frente. El golpe estaba cerca de la línea del cabello, así que no sería muy visible.
—Es solo pomada —le expliqué.
—Elizabet —dijo, captando mi atención.
—¿Te hice daño? —pregunté preocupada.
—No, no es eso. Escucha —interrumpió, retirando suavemente mis manos de su frente mientras se ponía de pie, para dejarme sentar. Me guio suavemente hacia el asiento, él permaneciendo de pie frente a mí.
—Elizabet, sé que actué como un idiota y que esto es mi culpa, pero quiero tener la oportunidad de empezar de nuevo contigo —dijo Liam, dejándome sin palabras.
—¡Pero, Liam! —Intenté responder, pero él continuó sin permitírmelo.
—Vamos a empezar desde cero y ver hasta dónde podemos llegar. Si después de un tiempo decides que nada ha cambiado, lo entenderé y nos divorciaremos —añadió.
Sus palabras resonaron en mí, ya que creo que tiene razón. Al menos debemos intentar aclarar nuestros sentimientos antes de tomar una decisión final sobre nuestro matrimonio.
Escuchar la palabra “divorcio” me hizo estremecer, porque nunca imaginé llegar a eso. Siempre soñé con tener un hermoso matrimonio como el de mis padres, lleno de amor.
Quizás Nicole tenía razón: relaciones como la de mis padres son extremadamente raras.
Respiré hondo antes de responder.
—Está bien, vayamos con calma, ¿de acuerdo? —Su sonrisa iluminó su rostro mientras besaba suavemente mi mejilla.
—No te decepcionaré, no está vez. Descansa —dijo, saliendo de mi habitación y dejándome sumida en mis pensamientos.
Me quedé preguntándome si había tomado la decisión correcta. El temor al divorcio me paraliza, al igual que la idea de permanecer en un matrimonio sin amor.
«¡Esto es terriblemente confuso!», pensé.
la incertidumbre y los pensamientos se amontonan en mi cabeza.
No logro identificar qué es lo que realmente me perturba más, si lo ocurrido con Liam o esos ojos negros, profundos como la noche, que me consumen cada vez que lo recuerdo. Y, sin lugar a dudas, Janet no se merecía esto.
“¡Por Dios, Elizabet! ¿Cómo es que piensas en él en estos momentos?
Cerré los ojos deseando poder dormir y dejar de pensar en todo esto…