segundo y tercer incidente

3533 Palabras
LIAM Llegué al hospital con flores para mi esposa, enfrentando pensamientos negativos mientras lidiaba con una fuerte resaca. Al entrar en la habitación me encontré con Emily, quien estaba sentada junto a ella con su rostro abatido y ojos húmedos al encontrarse con mi mirada. La noche anterior pesaba en mi mente, llenándome de temor y dudas. La razón por la que ambos estamos aquí parecía centrarse en una búsqueda de redención emocional. Emily, al notar mi presencia, se levantó inmediatamente, tomó su bolso con la evidente intención de marcharse. Sin embargo, no podía dejarla ir sin antes esclarecer lo sucedido. —¿Qué haces aquí? —pregunté, manteniendo mi tono sereno. —Vine a ver si había mejoría —respondió, conteniendo sus emociones. —¿Por qué lloras? —insistí, sintiendo un nudo en el corazón. —Por Elizabeth —susurró, evitando mi mirada. Decidí enfrentar lo ocurrido. —Lo que ocurrió anoche fue un error. Te ofrezco mis disculpas por mi conducta —declaré, necesitando saber si lo que pasó fue real o un sueño, y a veces diciendo mentiras se sacan verdades. Así que, ahora sabré la verdad. —Sí, lo entiendo, y gracias a ti me siento verdaderamente mal por Eli —respondió, disipando mis incertidumbres. Rememorar la suavidad de sus labios me provocaba un profundo sentido de culpabilidad, aunque al mismo tiempo deseaba volver a experimentar. Esta situación es inaceptable y no debería ocurrir, sencillamente porque ella es amiga de mi esposa y también mi amiga. ¿Cómo puedo reprimir esta intensa necesidad de ella? —Lo lamento sinceramente, no fue mi intención ponerte en esta situación. Creo que debemos olvidar lo ocurrido —dije, tratando de acallar mis emociones. —Sí, es lo mejor, por respeto a Eli y a nosotros mismos. No te imaginas lo difícil que ha sido para mí, tan solo por verte feliz —confesó, nerviosa, retirándose de mi lado e incrementando mi confusión. Mis dudas me impiden dejarla ir sin que aclare lo que acaba de expresar, así que, antes de que pueda alcanzar la puerta, la retengo suavemente por el brazo. —¿A qué te refieres exactamente? ¿Por qué no eres clara? —pregunté, y ella respondió besándome repentinamente. Sus labios se encontraron nuevamente con los míos en un beso cargado de urgencia y codicia. Todo pensamiento se disipó, mis manos recorrieron su silueta sobre la ropa, olvidando el ramo de flores que llevaba para Elizabeth. Dejé caer mis valores junto con mis acciones, y un anhelo irrefrenable de estar a su lado se apoderó de mí. La urgencia de un contacto más cercano creció, y ella no opuso resistencia alguna. Podía sentir la suavidad de su piel y el ritmo de su corazón, hasta que la puerta se abrió, devolviéndonos abruptamente a la realidad. La culpa flotaba en el aire evidente en nuestra postura, perceptible a gran distancia. Esta situación era, sin duda, inevitable, pero también imperdonable. Ava, quien abrió la puerta, quedó visiblemente sorprendida, inmóvil, con un gran ramo de rosas en las manos. Tras unos instantes de tenso silencio, comentó: —Solo vine a dejar estas flores que me encargaron el señor y la señora Harris. Ingresó a la habitación, colocó el ramo en la mesilla, y se retiró. Emily simplemente dijo: —Debo marcharme… Ella se fue, llevando consigo una expresión de remordimiento que no carecía de justificación. Ava también se retiró, dejándome solo en la habitación con Elizabeth, embargado por una intensa sensación de culpa. Me había comportado de una manera absolutamente inapropiada con Elizabeth hospitalizada; mi comportamiento era, sin duda, inexcusablemente reprochable. Pasados unos minutos, me dirigí a la oficina con la intención de aclarar las cosas con Ava. Al llegar, me encontré con una alta demanda laboral. Ava aún no había llegado, por lo que decidí concentrarme hasta que ella estuviera disponible para hablar. Más tarde, Mari, mi asistente, me informa, que se encuentra en la oficina de mi esposa. Voy directamente a la oficina, y la veo buscando entre papeles. —¿Necesitas algo? —preguntó cordialmente. —Sí, el señor Harris solicitó unos planos —responde, mientras sigue concentrada buscando. Sin rodeos, decido abordar el tema. —Ava, respecto a lo que presenciaste esta mañana, creo que debemos discutirlo —expreso con seriedad. —Lo que observé esta mañana fue simplemente a un hombre necesitado de compañía, sin considerar que tenía a su esposa cerca —responde, mientras se acerca, se quita los anteojos, y su mirada refleja la realidad de la situación. Pensar en Emily en ese preciso instante trajo a mi mente emociones fuertes, que no pude contener. —¡Ava! Solo quiero asegurarme de que esto quede entre nosotros —suplico, interrumpiendo su avance. —No se preocupe, no diré nada. Todos tenemos nuestras propias necesidades. La suya está clara, y la mía es mantener mi trabajo —. Con sonrisa misteriosa se marchó. Pasado unos días su presencia me ponía un tanto inquieto al percibir sus coqueteos. Yo, sin poder controlar mis emociones, caí en lo más bajo Decidido a satisfacer esta necesidad, un día sin dudarlo me acerqué, hasta quedar justo detrás de ella. Al percibir mi presencia, se dio la vuelta para enfrentarse a mí. Ella, sin duda, es una mujer que no se deja intimidar; no mostraba ni un indicio de nerviosismo o temor ante lo que pudiera suceder. Antes de que reaccionara, me incliné hacia sus labios y luego hacia su cuello. Ella no mostró resistencia. Con rapidez, desabotoné su blusa y permití que mi lengua explorara sus generosos pechos. Mientras tanto, ella desabrochó mi pantalón y yo levanté su falda, retirando suavemente su ropa interior. No opuso resistencia, era como si hubiera estado esperando este momento. —Sé que deseas esto tanto como yo —dije cegado por la codicia. —Sí. Sin más preámbulos, me dejé llevar por la pasión del momento. Me lancé hacia ella. Sus gemidos aumentaban mi deseo mientras exploraba cada rincón de su cuerpo. Mordí sus pezones, como si fuera mi último alimento, mientras me perdía en el éxtasis de su sexo. Sin embargo, al finalizar, un profundo sentimiento de culpa me embargó. Nos vestíamos cuando, de repente, Mari entró buscando algo. Sorprendida, se quedó boquiabierta al observar la escena. Sin pronunciar palabra alguna, cerró la puerta y se marchó. —¡mierda! ¡Esto es serio, me podría costar el empleo! —exclama visiblemente preocupada. —Tranquila, hablaré con ella, no dirá nada —intenté tranquilizarla. —¡Qué, hablarás con ella como lo hiciste conmigo! —comentó con un tono sarcástico. —No, no lo haré de esta forma. Por favor, cálmate y ten claro que esto fue solo sexo. No hay, ni habrá, nada entre tú y yo, después de esto —declaré alterado, mientras me vestía apresuradamente para buscar a Mari. —¡Sí, como usted diga, señor Liam! —responde de nuevo con sarcasmo. Salí rápidamente en busca de Mari, y la encontré en su escritorio, concentrada en su trabajo. —Mari, sobre lo que presenciaste… —comencé a decir, pero ella me interrumpió con calma, aunque con evidente disgusto. —No se preocupe, señor. No he visto absolutamente nada. Mi propósito aquí es cumplir con mis responsabilidades, no difundir rumores —respondió con seriedad. Aunque pensé que había concluido su comentario, añadió: —Solo me gustaría recordarle que su esposa aún se encuentra con vida —expresó, dejándome sin palabras, pues tenía absoluta razón. Sin decir más, entré a mi oficina, absorto en un sentimiento de desdicha y culpa por mi comportamiento. ¿Por qué no logré contener mis impulsos? Si amo a mi esposa, ¿por qué no puedo controlarme? Emily fue la primera en perturbar mis pensamientos, y ahora es Ava quien ha continuado lo que Emily inició. El remordimiento me acompaña constantemente. Al finalizar mi jornada laboral, me dirijo directamente al hospital. Allí, junto a la cama de Elizabeth, el peso de mis decisiones me abruma. Le pido perdón una y otra vez, sabiendo que ella no puede escucharme, pero esperando que, de alguna manera, mis palabras rompan la barrera de su sueño profundo. Las semanas transcurren de manera interminable. Cada vez que me encuentro con Emily en el hospital, ambos intentamos evitar el contacto. Irremediablemente, siempre termino en un bar, ahogando mis penas en alcohol, o en una situación comprometedora con Ava. Elizabeth sigue en coma, me atormenta el miedo de que nunca despierte, y al mismo tiempo, la idea de enfrentarla al despertar me paraliza, tras los errores cometidos. Mis días de descanso se resumen en un bar. Mi suegro insiste en que todo mejorará, me advierte de no seguir por este camino y recalca la importancia de estar presente para Elizabeth cuando despierte. Él desconoce que mi mente está sumida en el caos y que el alcohol es el único alivio temporal a mis complejas emociones. Una noche, bajo la influencia del alcohol en un bar, su imagen invade mi mente, desencadenando un tumulto emocional. Los recuerdos de sus suaves labios y la constelación de pecas en su rostro me motivan a dejar el bar y dirigirme a casa. Más, sin embargo, al despertar me percato que no estoy en mi casa, sino en casa de Emily. —Hola, despertaste en el momento justo. El desayuno está listo —afirma. Yo permanecí en silencio, sintiendo una inquietud interna por desconocer cómo había llegado aquí. Me levanté del sofá y me dirigí directamente al comedor. Aunque intenté rechazarla, los platos servidos en la mesa me insistían. —Discúlpame, realmente no sé cómo llegué aquí —admití. —No te preocupes, solo procura que no se repita —respondió. En ese instante, su teléfono comenzó a sonar. Ella atendió la llamada mientras yo disfrutaba del desayuno, pero su conversación despertó mi curiosidad. Mencionó que tenía planes para salir con alguien, lo que captó tanto mi atención que me atraganté con un trozo de pan. Terminó la llamada y me ofreció algo de beber. Consideré preguntarle sobre la conversación, pero sabía que no tenía ningún derecho de hacerlo. Al acabar mi desayuno, decidí irme para evitar cualquier confrontación, ya que no disfrutaba, sintiendo esta inquietud por ella. Me levanté de la mesa mientras ella terminaba de comer, y me dirigí al sofá para recoger mi chaqueta. Estaba decidido a retirarme, pero mi curiosidad persistente me detuvo. —Me marcho, no quisiera interferir con tus planes. ¿Es una cita, cierto? —inquirí, consciente del impacto que mi pregunta le generó. —No es una cita, y aunque lo fuera, no es de tu incumbencia —respondió, poniéndose de pie. —Tienes razón, tú eres de mi incumbencia —dije, alejándome con frustración. Me fui a casa, donde pasé toda la tarde intentando controlarme, pero el enojo persistía. Aunque ella afirmó que no era una cita, no le creí, ya que fui testigo de toda su conversación. Los nervios me consumieron y no me pude contener. «Lo siento, Eli, perdóname». Decidí sabotear la cita de Emily. Sabía dónde estaban por su conversación. Me vestí adecuadamente y salí de casa apresurado. Al llegar al restaurante, la vi sonreír, radiante. Tuve el impulso de acercarme y capturar esa sonrisa con un beso. Observé cómo su acompañante le abría la puerta del automóvil y tomaron rumbo al departamento de ella. Ignoro cuáles son las intenciones de ese individuo, pero estoy decidido a que no se salga con la suya. Los seguí, sintiéndome incómodo con mi conducta, pero este temor que desconozco me dominaba. Al verlos muy cercanos en su puerta, decido llamar a Emily, con la intención de interrumpirlos. —¿Liam? —contestó. —Sí —estoy como idiota pensando qué decir, porque no se me ocurre nada debido a los nervios. —¿Qué ocurre? ¿Te encuentras bien? —inquiere. —No, ¿no se te hace que es mucha cercanía entre tu amigo y tú? —contesté conteniendo mi ira. Intento mantener la calma, mientras observo desde una distancia prudente cómo me busca. —Te sugiero que le pidas que se vaya antes de que esta situación empeore —dije, incapaz de contener mi frustración. Ella simplemente me colgó, dejándome solo con mi enfado. En un acto impulsivo, lancé mi teléfono contra la pared. Me recargué de esta misma, llevado por mi frustración. Hasta que percibí que alguien se dirigía al ascensor, y para mi sorpresa, era el mismo individuo con quien ella estaba. Quería confrontarlo, pero el ascensor se cerró antes de que pudiera abordar la situación. Al salir del pasillo en donde me encontraba, quedé expuesto ante Emily. —¡Liam! ¿Te importaría explicarme qué diablos haces aquí? —inquirió mientras se acercaba. Me encuentro en una posición delicada, pues aunque estoy enfadado, reconozco que carezco de fundamentos para reclamar nada relacionado con Emily, dado que soy el esposo de su mejor amiga. —¡No tienes ningún derecho, ninguno! —exclamó ella con una voz que resonó como un trueno en medio de la tormenta de mis emociones. —Escúchame bien, te quiero lejos de mí. Eli merece más que esto —. Su voz se rompía. Su angustia era una pintura de lágrimas en su rostro, cada gota, un testimonio de la tormenta interna que he causado. Sé de sobra que Elizabeth no merece esto; sin embargo, una fuerza invisible me mantenía ligado a ella. —No, no puedo y no lo haré. Sé que Eli no merece esto, pero yo tampoco merezco vivir sintiendo esto aquí —. Señalé mi corazón. —¿Por qué, Liam? ¿Por qué insistes? —preguntó, su voz, un eco de tristeza. En ese instante, el mundo desapareció, y el silencio nos envolvió. Me olvidé de todo y besé sus labios como un náufrago hacia tierra firme. La chispa entre nosotros se convirtió en una llama cuando, paso a paso, nos movimos por el pasillo hacia su departamento, cayendo juntos en el suave remolino de su sofá. Nos despojamos de barreras y ataduras, dejando caer el vestido como hojas en otoño. Ella desabotonó mi alma mientras yo olvidaba mi conciencia junto a mi ropa. Nuestras pieles se encontraron, creando un universo donde solo existíamos nosotros. Recorrí cada constelación de pecas en su cuerpo, dejando un rastro de besos que iluminaba la oscuridad. Sus gemidos eran una canción en la sinfonía de la noche, una balada de deseos que resonaba en el silencio. Ella temblaba con cada caricia que dibujaba sobre su piel, un mapa de emociones que solo nosotros podríamos interpretar. Nos fundimos en el pecado, en algo irrazonable del sentido común, éramos una monstruosidad de lo que es el amor. En este momento podríamos morir de remordimiento. Lo que hicimos no tiene perdón, y lo sabemos. Sé que merezco todo lo que piensan, pero es algo que no se puede evitar. Pasé la noche en su casa; al día siguiente, ambos estuvimos en silencio, sin saber exactamente qué decir. Nuestras miradas, cargadas de culpa hacia Elizabeth, mi esposa, y su amiga, lo decían todo. Optamos por no conversar, permaneciendo en un silencio incómodo y elocuente. Pasó un mes más. Con frecuencia visito su casa para estar con ella y ella siempre me espera con codicia. En la oficina, Ava notó mi comportamiento y, dándose cuenta de lo que pasaba, me dijo de repente: —Debe disimular mejor, señor Liam. —¿A qué te refieres? —respondí, fingiendo ignorancia. —Señor, conmigo no tiene que fingir. Sé perfectamente que ha conseguido lo que buscaba, razón por la que ya no ha estado conmigo —dijo, acercándose seductoramente y desabotonando su blusa, mientras susurraba cerca de mi oído—. Si sigue así, podrían darse cuenta de que alguien más ha ocupado el lugar de la señora Elizabeth. ¿Me equivoco? Quedé acorralado, sin saber qué decir. —Lo que existe entre nosotros es solo sexo, sin compromisos adicionales. No te permito involucrarte en mis asuntos personales ni que esperes una posición que no puedo ofrecerte. Quisiera dejar claro que cualquier intento de obtener más de esta relación será en vano —dije, mientras la situaba sobre el escritorio, levantando su falda para hacerla sentir mis palabras en medio de sus piernas. Ella lo disfrutó como nunca. Al ajustar mi camisa, noté que Ava parecía absorta en sus pensamientos. —¿Qué ocurre? ¿Tan mal estuve? —Cuestione. —No, no es eso. Es solo que… yo siento algo más por ti. Soy consciente de que no tengo lugar en tu vida, mucho menos en tu corazón, no busco sacar ventaja alguna. Estoy aquí porque soy honesta con mis sentimientos. Prefiero aceptar lo poco que puedo recibir de ti. Además, como mencioné desde el principio, realmente necesito este empleo —confeso. Me sentí mal conmigo mismo al escucharla. —Lamento no poder corresponder a tus sentimientos de la manera que mereces —admití con franqueza, deseando expresar más, pero ella me interrumpió. —Por favor, no digas más. Comprendo y, aunque me tome tiempo, esto pasará. Solo te pido que no me juzgues así —suplico. Reconozco que es una mujer de gran fortaleza, con una perspectiva clara y objetiva sobre nuestra situación. El desorientado y confuso soy yo. A medida que pasa el tiempo entre Emily y yo, el dilema emocional me aleja con su rechazo y terminó buscando consuelo en los brazos de Ava o en un bar, suplicando perdón por mis pecados. Un día, en medio de una jornada laboral común, recibí una llamada telefónica. —Sí —respondí. —Buenas tardes. ¿Estoy hablando con el señor Liam? —Sí, él habla —dije. —Le llamo del hospital. Tenemos buenas noticias: su esposa se ha despertado del coma. Escuchar esas palabras hizo que todo a mi alrededor cobrara un tono irreal, con un eco distante y pausado. Sentí cómo el ritmo de mi corazón se aceleraba, un nudo en el estómago y una repentina oleada de sudor. Me encontré sobrepasado y, sin saber bien qué hacer en medio del shock, colgué y contacté de inmediato a Emily. —Emily, tengo algo que decirte —manifesté. —Lo sé. Nicole me ha llamado —respondió ahogando su sentimiento. Al escucharla, tomé mis llaves y salía rápidamente hacia su departamento. Al llegar, su expresión de tristeza me conmovió profundamente. La abracé con firmeza, consciente de que esta situación podía alejarnos y eso era algo que realmente no deseaba. A lo largo de nuestra relación, ella siempre había lidiado con sus propios conflictos internos. Sabía que esta vez podría alejarse, especialmente considerando que Elizabet, es su amiga, y que no merecía esta circunstancia. Mantuve una conversación franca y abierta sobre lo sucedido. A pesar de que ella expresó su deseo de no continuar viéndome, yo quería seguir a su lado. Me reiteró su decisión de no convertirse en mi amante, a lo que respondí que estaba dispuesto a terminar mi relación con Elizabet. Sin embargo, ella se mantuvo firme en su posición. Me recordó que no podía hacerle eso a su amiga, quien me necesitaba en este momento de su vida. El proceso que yo superé en pocos meses para ella sería como vivir un evento reciente. Ella me pidió que olvidara lo que había ocurrido entre nosotros, calificándolo como una simple locura pasajera. A pesar de lo que sentía, acepté sus palabras y me marché. Sabía que esto podría pasar en cualquier momento, más, nunca anticipé desarrollar sentimientos tan profundos por Emily. Decidí enfrentar la realidad dirigiéndome al hospital, donde me sentí aliviado al verla en persona y despierta. Aunque ella notó mi llegada, también percibió mi distancia. Tras su alta del hospital después de varios días, la situación en casa se tornó más complicada. Constantemente busco pretextos para retrasar mi llegada, ofreciéndome voluntario para los viajes de trabajo, en donde incluyo a Ava, con los fines que se imaginan. A veces simplemente son los medicamentos los que hacen dormir temprano a Eli. Con Emily simplemente es un vaivén, que de vez en cuando termina en la cama para luego arrepentirnos. Después de un par de meses, Elizabeth decide volver al trabajo y me resulta más difícil evitarla. Mi cargo de conciencia crece, más aún porque ella nota que algo anda mal entre nosotros. Lo que la hace ya no insistir; mi ausencia la está alejando. Emily me rechaza con cada cita que tiene con las chicas, incluida Elizabeth. Dice que Eli se siente mal por nuestra culpa. Tras todos los sucesos, decidí decirle que también necesito tiempo para aclarar mis sentimientos. Dado que Emily sigue firme con dejarme, y yo, estoy dispuesto a ya no buscarla. En cuanto a Ava ya no he tenido encuentros con ella. Incluso ayer hablé con ella para decirle que todo terminó. Pero insiste en que tengamos una despedida. Decido recuperar mi matrimonio, luchar por Elizabeth. Será difícil, pero lo tengo que intentar; ella no merecía lo que le hice. Si ella supiera, no me lo perdonaría nunca. Más tarde me llegó el arrepentimiento, puesto que Eli ya me descubrió y todo empeoró, dado que Emily también se enteró de mis encuentros con Ava.
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