Desliz.

1420 Palabras
Dubái era un lugar hermoso y fascinante, con estructuras impresionantes y costosas. Me quedaba en un lindo hotel recientemente construido, veinte pisos con vista a una piscina, contaba con buffet y bar enormes, recepción estilo barroca y con objetos costosos, sumado a pantallas y algunas cosas muy modernas, ¡era un cambio total de ambiente! Hacía mucho que yo no viajaba, y menos llegue a pensar que seria para una fiesta. Salí el viernes muy temprano para llegar a este hotel con Gwen por la tarde del día sábado; Mirka, Hall y Stefan llegaron el domingo en la madrugada, ya que decidieron salir el sábado por la noche. Todos en el mismo hotel, lo cual no me incomodó, todo lo contrario: me sentía más tranquila, segura. Tenía a los hombres en los que confiaba a la disponibilidad de un llamado a sus puertas. La susodicha fiesta seria el miércoles desde las seis hasta horas de la madrugada; muchos lo especularon así. Estaba advertida de no matar a nadie, así que me quedaría con las ganas sí veía a alguno de los McCray. Gwen me hablaba poco desde que había vuelto a casa después de ver a Mirka, la necesitaba de mi lado pero se notaba el miedo después de haber sido severa con ella en un momento donde demostró viva preocupación por mí. No era capaz de mirarme a los ojos o de hablar sin bajar la voz aunque intentara subirla, ¿quizás ella cree que soy peor que los jefes con los que ha estado? He de admitir que tres prostíbulos no son cosa fácil, menos estar con dos jefes. Pero debía confiar en mí, le convenía sí o sí mantenerse bajo mi cuidado. Nos quedábamos en la habitación la mayor parte del tiempo, por el cambio de horario me regalé unas pocas horas de sueño y por sobre todo: Dulces. Meredith aún no comprende que romper un rato la dieta está bien, tener 28 años y que te traten como una chica de 15 suele ser un verdadero dolor de cabeza. Me encontraba en el buffet, comiendo helado de fresa y revisando las noticias por mi teléfono. Terminé de comer, noté la hora: 3:23 pm. Pensé en sacar a Gwen a dar una vuelta, al menos a que estuviera en la piscina un rato, no quiero que piense que soy como la mayoría de los jefes mafiosos: crueles, enfermos e idiotas. Puedo ser cruel, pero eso no evita que tenga mis momentos de buena fe. Subí a la habitación en el ascensor. Eran seis habitaciones realmente grandes por piso, tres de cada lado del pasillo, con hermosas puertas caoba, los números de las habitaciones eran doradas. Llegue al piso 4, me instalaba en la habitación 3-4. Me pregunté cómo serían las otras habitaciones, pasé la tarjeta por una ranura debajo de una manilla, era muy moderno a pesar de su estilo barroco. Lo barroco me persigue, reí para mis adentros. Entré y observe, una alfombra color vino tinto cubría el suelo de toda la habitación, un cuarto delante de otro con camas matrimoniales y cada uno con balcones vista a la piscina, había un pequeño cuarto con una nevera y un microondas: actitud de niños ricos, era muy obvio. Fui a mi habitación, deje el teléfono sobre la cama y busqué a Gwen. ─ Oye, Gwenny. ─ Llamé, tocando la puerta de su habitación. No escuché respuesta y me preocupe un poco, toque otra vez más fuerte. ─ Aquí estoy, Nayla. ─ Respondió, abriendo la puerta con cuidado. Vestía una bata de baño blanca, secaba su cabello con una pequeña toalla y me miraba con timidez. ─ ¿Sucede algo? ─ Preguntó mientras se acercaba a la cama, donde estaba una gran maleta negra abierta llena de la ropa que la había dejado comprar. No me atrevía a apreciarla así, sus piernas eran largas y delicadas, su cabello pelirrojo húmedo se veía lindo, sus ojos tenían un color verde pálido y sus labios eran finos, pero lo compensaba con su sonrisa bastante delicada. Me causaba cierta atracción la delicadeza de sus facciones, y la manera en que movía sus largos dedos entre sus rizos rojizos. ─ Quería hablar contigo. ─ Expliqué, saliendo de mis pensamientos y caminando hacia la puerta de cristal del balcón abriendo un ligero espacio por la cortina, me quede observando más que todo el cielo que se veía despejado. ─ Claro, ¿qué pasa? ¿Es sobre la fiesta? ─ Aventuró, sentándose en su cama, seguía con la bata, observe que la tenía amarrada a la altura de la cintura y sus curvas se definían debajo. A pesar de ser delgada, tenía un buen cuerpo, y podía ver el nacimiento de sus senos ligeramente voluptuosos, con un camino de pecas marrones que bajaban. ─ Deberías vestirte, la habitación es algo fría. ─ Sugerí, sabiendo que no deseaba eso. ─ Puedo esperar, Nayla, si es muy importante lo que vas a decir creo que debo escucharte con atención. ─ Concedió. Volteé, apoyándome contra el cristal. Gwen se había sentado en la esquina inferior de la cama, lejos de la ventana. Caminé hasta ella, me senté a su lado y solté un pequeño suspiro. ─ ¿Recuerdas que te dije que debías seducir, que ese sería uno de tus trabajos? ─ Asintió. ─ Olvídalo, los planes que tenía ya no sirven de nada en la fiesta, no quiero que te alejes de mi en ese lugar, ¿comprendes? ─ Está bien, comprendo. ─ Asintió nuevamente, posó su mano sobre mi pierna. Dio una leve palmada, como si tocar mi piel de una manera cariñosa le causara ruido. Se levantó y busco algo con que vestirse. – Te agradezco la ropa además del vestido, Nayla. ─ No hay problema, Gwen. ─ Aseguré. Caminé hacia mi cuarto, dejando la puerta abierta y tirándome en la cama de sabanas acolchadas. “Que cómodo". Cerré los ojos, descansando un poco y meditando en el silencio de la habitación. ─ Oh, y… Nayla. ─ Murmuró Gwen, sentí como la cama se hundía a mi lado. ─ Gracias, ─ tragó saliva sonoramente, ─ por sacarme de ese lugar y darme una oportunidad. Me senté en la cama, apoyando mi espalda de la pared, estirando las piernas, bostecé y observe a Gwen, quien me daba la espalda, sentada en la cama con cuidado. Se había colocado una sencilla camisa manga larga blanca y un short n***o. Alargué mi mano hasta su brazo e hice que se volteara, me miró con sus intensos ojos verdes y se sonrojó. Le sonreí y con un poco de ayuda de su parte se sentó a horcajadas sobre mis piernas, su cabello estaba seco y enrulado. Pasé mis manos por su espalda en una cálida caricia. -Gwenny, no me había fijado en lo hermosa que eres. – Dije en voz baja, hundiendo mi nariz en su cuello, olfateando el olor del jabón. ─ Nayla, ─ jadeó con dificultad, mientras apretaba un poco su cintura de manera juguetona, ─ ¿eres lesbiana? ─ Preguntó mirándome, evitando gemir y ser seria con aquellas palabras. ─ Algo así, muñeca, ─ murmuré, meditando mis palabras, ─ soy bisexual. – Contesté en una leve risa, note que sus mejillas se tornaban rojas. Seguí acariciando su cuello con mi nariz, pasando con cuidado mis manos por su cuerpo, ella colocó sus manos sobre mis hombros con timidez, pero movía levemente su cadera por instinto. Mi teléfono sonó, lo tomé y vi la pantalla un poco hastiada. Era un mensaje de Hall: “nos vemos en mi habitación en unos 30 minutos, niña”. Me aseguré que era su número, no quería más escenas como las de hacia unos días, los golpes en mi piel habían bajado considerablemente. Gwen se sentó a mi lado, apretando sus rodillas contra su cuerpo y mordiéndose el labio inferior. ─ Te prometo una explicación razonable, si eso es lo que quieres. – Le dije. Negó con timidez sin soltar sus rodillas, sonreí y me levanté. Sentía dentro de mí las ganas de tomarla y tenerla para mí todo el día, pero no la usaría de esa manera. ─ Entonces nos vemos más tarde. – Prometí, sonriéndole. Caminé hacia la puerta de mi cuarto y me apoyé contra el marco dándole la espalda. ─ Deberías ir a la piscina, en mi maleta hay varios bikinis muy sencillos y no tan reveladores para este país. – Reí por eso y salí del cuarto para ir al piso de Hall.
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