2.

1693 Palabras
Después de esa noche, las cosas cambiaron mucho en mi vida o bueno, creo que en realidad en la de todos y no fue un cambio bueno, o al menos no lo noté en ese momento, porque creía que estaba haciendo las cosas bien, cuando mi realidad estaba muy lejos de eso y no tenía idea del problema en que me iba a meter, cómo esta situación, mis acciones, iban a repercutir negativamente por el resto de mi vida, pero no podía saberlo en ese momento, me cegaba la desesperación de encontrar una solución económica a los problemas de mis padres y creo que por más que me lo hubiesen dicho, nada habría sido diferente, hubiese hecho lo mismo una y otra vez, porque de no haberlo hecho, jamás lo habría conocido a él. Ya llevaba tres meses y medio vendiendo drogas con ese par en los bares de mala muerte del sur. No sólo en el bar de la vez pasada, al cual me rehusé a regresar por obvias razones, pero lo hacíamos en todos los de esa calle, los de la ocho o básicamente cualquier bar de mala muerte sin importar la ubicación y ya como que me había acostumbrado a todo, me daba exactamente igual. Por el tiempo, ya poseía un conocimiento más grande sobre las sustancias que mis hermanos comercializaban, los costos, los efectos inmediatos, los empaques, los distribuidores, así como los lugares específicos donde se vendían más rápido, como por ejemplo, en los bares del centro porque allí abundan drogadictos de baja calaña, pero no de los típicos que se reconocen a simple vista, habían hombres mayores que siempre pagaban por compañía, pero lo hacían siempre bajo el efecto de alguna de las sustancias que les vendíamos y varias veces me pasó, que alguno de esos infelices intentó sobrepasarse, sin importarles en nada mi edad ni el hecho de que fuese hombre. Hace solo un par de semanas, recuerdo que estaba afuera de un billar, esperando a unos clientes, cuando un señor se acercó, estaba completamente ebrio, por lo cual, apestaba horriblemente a alcohol y fruncí el ceño, pero este, se acercó a mí, supongo me vio como presa fácil, al verme pequeño, delgado y básicamente a su merced, porque mis hermanos que siempre me defendían en lugares como estos, aún no habían llegado y recuerdo que este se acercó, empezó a acariciar mi espalda y de inmediato, me puse a la defensiva. Esto era algo muy recurrente en este tipo de ambientes, así que ya estaba prevenido y al yo ser pequeño y mucho más joven, podría fácilmente huir, pero justamente llegaron mis hermanos en el colectivo, antes de que me viera forzado a huir y perder una venta importante. Sí, esto era básicamente mi vida hasta ese momento, mi grandioso primer trabajo, pero volviendo al contexto de lo que relataba, también se vendía muy bien en la famosa cancha de cevillar, allí sí compraban sólo coletos de dudosa reputación, detrás del estadio Metropolitano era otro buen punto, atraíamos a muchos barristas, que por supuesto, son amigos de mis hermanos al ser de la misma calaña que ellos, es decir, sin escrúpulos o vergüenza, también en el estadio Thomas Arrieta se movía bien, en ciertos vecindarios residenciales como el bosque, simón bolívar y la chinita, también en barrios del norte como Miramar, los nogales, paraíso, Boston y hasta las escuelas privadas éramos proveedores minoritarios, porque claro está, aún en escuelas de renombre, no falta la oveja negra o el coleto infiltrado, al cual, nosotros le suministrábamos. Después de aquella noche horrible que deseo no recordar jamás, las cosas fueron muy diferentes, en muchos aspectos. Algo en mí se había roto en ese momento, no sé si fue parte de mi inocencia o de la forma en que veía al mundo, porque ciertamente veía las cosas diferentes, antes estaba consciente de que no me había tocado una buena vida, que tenía carencias, pero a pesar de todo, no me quejaba tanto de mi situación porque vivía con mis dos padres, que eran buenos conmigo y seguían juntos, no se habían separado como los padres de otros compañeros de clases y a pesar de todo, mi vida no era tan mala como podría parecer, pero esa noche y las que vendrían, me hicieron despertar de la burbuja en que vivía, pude darme cuenta de que hay muchas más cosas malas de las que conocía, gente realmente podrida, personas malvadas que están dispuestas a lo peor con tal de conseguir su propio beneficio, justamente como la pareja que me crucé esa noche, los cuales cambiaron mi vida para siempre. Mis hermanos se encargaron de desaparecer el arma, pero lo hicieron con mucha experiencia, lo cual me dejó desconcertado, porque claro, yo sabía desde antes que ellos manipulaban armas de fuego y creo que todos en el vecindario lo sabían, pero una cosa es manipularlas y otra cosa muy diferente es desaparecerlas, lo cual parecía que estos dos ya lo habían hecho muchas veces antes y no quería saber el contexto ni nada, era preferible no saber. Primero limpiaron las huellas de forma meticulosa, con varios líquidos, para posteriormente, ir a enterrarla en un descampado, donde lo hicieron como si nada, como si no fuera la gran cosa e incluso, encendieron cigarrillos después y yo quería huir de inmediato, es que alguien pudo vernos, pero en este lugar, no pasaba ni la mala hora. Creo que sería el perfecto lugar para enterrar un cadáver, tal vez por eso quería huir, no quería un susto ahora ni que un ser putrefacto quisiera llevarse mi alma. -Oigan, ¡vámonos ya!-Me quejé.-De pronto nos sale la llorona o alguna de esas porquerías, es mejor evitar. -Enano, no vinimos hasta tan lejos para irnos enseguida.-Dijo Pipe como si nada y quise patearlo. -No, pues. Ni que hubiésemos venido a pasear. -Ya hemos venido antes, pero ¿sabes algo curioso? apenas entro aquí, me dan ganas como de matar.-Dijo Juan Andrés y al ambos notar que me perturbé, rompieron en risas y no lo entendía, yo estaba a punto de entrar en pánico.-¿Qué dices, Nico? ¿cuánto por dejarte matar? -¿Por qué no te matas tú? No sería mucho lo que se perdería.-Me quejé y Juan me fulminó con la mirada. -¿Sí? ¿estás seguro? Claro, como tú le has hecho muchos aportes el mundo, has hecho inventos o patentado vacunas, cuando lo único que haces, es ser un enano despreciable que quiero pisar cada vez que veo, es irresistible. -Sí, enano, la próxima vez, en vez de pisar, a ti te vamos a matar.-Dijo Pipe y no supe si reír o llorar ante semejante comentario, que por poco le quema las neuronas al pensarlo. Sí, nosotros siempre teníamos peleas sin sentido, era así desde que tengo uso de razón e incluso, cuando comíamos era peor, me robaban la comida que mamá servía y Pipe me mostraba la comida masticada en su boca de forma irritante, aunque yo también se las robaba a ellos y siempre había una pelea absurda presente, pero nunca avanzaba de ahí. A pesar de todo, ellos siempre me protegieron y yo que los odiaba tanto a veces, no me iba a imaginar que iban a ayudarme tanto en esos días, realmente me hicieron sentir mejor con sus rimas, incluso Juan Andrés me compró un oso gigante, pero era muy feo y blanco, entonces lo pinté de n***o con grasa para embetunar zapatos, le puse una camiseta de Ovnis y le quité los ojos, quedó estupendo y ahora dormía todas las noches abrazándolo, aunque bueno, en realidad sólo fue una noche porque a la mañana siguiente, amanecí más n***o que un orto y quise llorar cuando me vi en el espejo, porque odio ensuciarme, no soporto la suciedad y me da ansiedad y ganas de empujar a todos, pero afortunamente nadie me vio, porque mis hermanos se habrían burlado de mí hasta la próxima edad de piedra al verme llorar por eso. Por otro lado, esa noche en la discoteca preferí bloquearla, borrarla por completo, pero lo que no sabía en ese momento es que hacer eso, no era para nada sano, en ningún aspecto, tal vez debí recibir terapia, pero lógicamente eso no sucedió y aún si lo hubiese pensado, nada habría sucedido, porque nunca podríamos pagar a un especialista, así que hice lo menos sano que pude, lo cual me pasaría factura más adelante. Si en algún momento ese recuerdo volvía a mí mente, me forzaba a reprimir el llanto como fuera. Algunas veces me sentaba a hacer algo, lo que fuera que mantuviese mi mente ocupada o me ponía a pensar en otra cosa, algún recuerdo bueno, lo que fuera, pero de lo que sí no me culpo en nada, es de lo que hice esa noche, lo volvería a hacer sin dudarlo. No me arrepentía de haberles disparado, lo hice por defenderme y además se lo merecían. Así que esa noche de domingo, llegué después de haber estado en el centro toda la tarde y noche. Mamá me miró preocupada al igual que papá, pero creo que ambos se habían puesto de acuerdo en no hacer preguntas, sé que les dolería saber en las cosas que ando porque solamente guardaban sus esperanzas en mí, en que yo no sería como ellos y desearía que no fuera así, pero vamos, ¿qué otra cosa podía hacer en ese momento? Me limité a caminar directamente al baño, donde tomé una larga ducha en que me obligué a no pensar nada y como estaba tan agotado, me tiré en la cama y dormí profundo, sin tener idea de cómo cambiarían las cosas en mi vida en los próximos días, cómo llegaría alguien que cambiaría todo lo que yo quería, lo que deseaba, misma persona que me destrozó una y mil veces, pero mentiría si dijera que si pudiera retroceder el tiempo no volvería a fijarme en él, que no volvería a hablarle, porque sabía que eso no sería lo que haría. Volvería a conocerlo y estar con él, una y otra vez, y por siempre.
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