Nicoló Cuando salí del departamento de Erick, lo único que quería era llegar a casa, abrazar a mi hermosa esposa, tal vez hacerle el amor y dormir tranquilo, pues sabía que se desataría una guerra. Pero no pensé que tan pronto. Estábamos a punto de llegar a casa cuando Álvaro recibe una llamada. Escucho que grita molesto. Yo solo suspiro y pellizco el puente de mi nariz. Cuando él cuelga, me mira por el retrovisor. —El guardia que teníamos vigilando, a Manuel, me acaba de llamar. No sé cómo pasó, pero Manuel lo durmió, pues le ofreció una limonada y robó su arma. Nicolo, esto no suena nada bien. Yo suspiro y recargo mi cabeza en mi asiento, y cierro los ojos. Creo que no habrá un poco de descanso. —Y supongo que no saben dónde se encuentra, ¿cierto? —Lo lamento, pero no, aunque creo

