Mireya
Estaba sentada en mi recámara, viendo por el balcón hacia el jardín, cuando colgué el teléfono con Nicolo. Sonrío, por muy enamorada que esté de este tipo, no soy idiota y no tengo una venda en los ojos. He esperado varios meses a que me dé lo que me corresponde y ya me cansé de esperar, así que de inmediato le llamo a Erick, este pobre idiota que lo tengo comiendo de mi mano. De igual manera, alguien me tiene que quitar las ganas. Cuando marco, el teléfono apenas ha timbrado un par de veces cuando él contesta de inmediato.
—¿Por qué no me habías llamado? Necesito verte.
Cuando él dice eso, yo sonrío; es tan idiota como su padre, pero tengo que aprovechar esta oportunidad.
—Yo también necesito hablar contigo. Te quiero aquí en 10 minutos. Me muero de ganas por estar contigo.
É
