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"Nunca es tarde para Amar"

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Segundo libro de la Trilogía: Juegos del destino

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¿Han escuchado alguna vez la frase de “los opuestos se atraen”? Pues, Neithan e Ian son la perfecta representación de esto, porque, ¿qué pueden tener en común un abogado casanova y un fisioterapeuta que es decente y se toma las relaciones en serio?

Las rupturas amorosas. Esas siempre te llevan a cometer una locura, y este fue el caso de Ian. Después de tres años de noviazgo y uno de compromiso, descubrió a su prometido teniendo relaciones con otra persona y, siguiendo los consejos de su amiga, salió a divertirse para calmar su dolor.

Estando en la discoteca, se topó con Neithan quien es una persona que no tiene reservas, y leinvitó a tener una noche de placer. Quizás por venganza o porque su cuerpo se lo pidió a gritos, pero terminó aceptando sin saber que esa noche daría inicio al juego que el destino tenía para ellos.

Dos meses más tarde, Neithan volvió a aparecer en su vida y le propuso ser “amigos con derechos”. Ian quiso negarse, pero su atracción por el hombre fue más fuerte.

Ambos apostaron en el juego de la seducción sin saber que el destino nunca pierde. Neithan e Ian deberán probar la amargura de la derrota antes de poder descubrirse y saber que, nunca es demasiado tarde para amar.

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* Capítulo 1: Engaño *
╭──────── • ♡ HEMILSE ♡ • ────────╮ Ian Génova se había graduado hace algunos años de la escuela de medicina. Para él fue toda una odisea entrar a la facultad de medicina. Su madre fue una de las causas principales, pero lo que más le había afectado era su edad. Ian se había graduado de bachillerato a los dieciséis años, siendo así muy joven para poder entrar en una facultad. Pero, sus altas calificaciones y el poder de su padre hicieron su sueño posible. Ahora se encontraba a pocos meses de terminar su residencia y no podía estar más feliz. Había logrado su residencia en el Hospital Nacional y después de más de tres años y medio había atendido a su primer paciente a solas. Aunque al principio había creído que le costaría, pudo manejar perfectamente bien la situación. El menor se había pasado la mayor parte de la consulta llorando y diciendo que ya no quería hacer sus ejercicios, pero Ian consiguió que el menor dejase de llorar. Para Génova había sido un logro atender al niño. La madre de Emir, Ana, le había contado que era difícil para ellos cada consulta, Emir se quejaba que cada ejercicio le causaba dolor y agotamiento, pero que con Ian había sido la primera vez que se dejaba atender sin quejarse. Ian sabía que para los niños era una gran tortura la rehabilitación, pero era necesaria. La madre de Emir, lo había elogiado ante su superior ganándose la aprobación de este. La satisfacción de Ian había sido tan grande, que decidió ir a la oficina de su prometido para poder contarle lo que había sucedido y darle la noticia de que había sido elegido para asistir al Seminario en Santiago. La semana pasada habían cumplido ya cuatro años de relación y llevaban mucho más tiempo de conocerse. Y aunque con Maikel nunca habían hablado nada de compromiso, sabía bien que después de todo lo que habían vivido y sus años de relación era lógico pensar que en un futuro cercano podrían casarse. Al llegar a la oficina fue recibido por las personas con pequeñas venias o con cordiales saludos mostrando respeto. Para las personas que trabajaban en aquel lugar no era sorpresa la relación que tenía con el CEO de la compañía, además su apellido era realmente reconocido por la mayor parte de las personas. El padre de Ian fue el fundador de una de las corporaciones más famosas de América y del sur de Europa, que ahora se encontraba siendo dirigida por su hermano mayor. Su madre, en cambio, es una diseñadora de modas de alto prestigio y reconocimiento. Ian no encontró a Stephani, la secretaría de su novio, pero no le pareció algo inusual no encontrarla. Así que sin anunciarse entró al despacho de su novio, pero nunca pensó que lo que vería, cambiaría por completo toda su vida y arruinaría el excelente día que había tenido. Maikel, el que decía amarle, se encontraba sentado en uno de los sillones mientras su secretaria estaba colocada a horcajadas encima de él. La blusa de la mujer estaba entreabierta y su falda levantada, mientras las manos del hombre se perdían debajo de ella. Estaban tan concentrados en sus caricias y besos, que no se percataron de la presencia de Ian. El chico se había quedado asombrado en su lugar, no podía creer lo que estaba viendo. ¿Acaso era una pesadilla? El dolor que sentía era tan inenarrable, que se le hacía difícil creerlo. El chico obligó a su cuerpo a moverse de aquel lugar, ya no podía mirar más. Mientras Maikel disfrutaba cada beso, cada caricia o cada roce que le daba a Stephanie, para Ian era algo por demás desagradable. Las arcadas crecieron en su interior y lo único que deseó fue desaparecer de aquel lugar. Para colmo de males, al salir se encontró con Michael, el hermano de su ex, y el sólo deseaba que no le hablase. —Hola Ian—lo saludó sin siquiera notar el estado del pelinegro—, ¿está mi hermano ocupado? —Puedes pasar—siguió su camino, pero se detuvo alguno segundos—: cuando logres hablar con él, dile que, si intenta buscarme, perderá su tiempo. —El mayor no entendió las palabras dichas por Ian así que sólo y siguió caminando. No era la primera vez que discutía, casi era algo normal en la pareja, por ello ya estaba acostumbrado a verlos peleados y después reconciliarse al pasar de algunos días. No obstante, entendió todo al entrar a la oficina. —¿Te divierte? —se sentó en una de las sillas mientras observaba como intentaban ocultar su desnudez—; si que eres un idiota hermanito—se burló. —Yo sólo... —el mayor hizo un ademán para hacerle callar. —Tu novio—se detuvo y sonriendo con burla, corrigió sus palabras—, tu exnovio estuvo aquí hace algunos minutos; es más, si sales ahora podrías alcanzarlo—Maikel se deshizo de Stephanie e intentó arreglar su vestimenta para poder salir a buscar a Ian, pero las palabras de su hermano lo detuvieron—. No te molestes tanto, Ian ya no quiere verte, así que será en vano que vayas tras él. —Maldición—Maikel removió sus cabellos con desespero. —Deshazte de tu juguete e intenta parecer decente, papá quiere hablar con nosotros. La mujer mordió su labio esperando a que Maikel la defendiese, pero lo único que recibió de su parte, fue que la echara. La rubia tomó sus cosas y salió de la oficina con la mayor vergüenza, para dirigirse rápidamente a los baños; no deseaba que nadie la viera de aquel modo. Ian, por su parte, por fin pudo dejar salir sus lágrimas cuando se encontró en su auto. El chico se sentía destrozado, había sido demasiado estúpido creyendo que verdaderamente Maikel le amaba. Ian nunca vio algún indicio que le hiciera saber que el hombre le engañaba, al contrario, Maikel siempre había sido bueno, atento y cariñoso. Ian nunca tuvo alguna queja de él y ahora entendía el porqué. ¿Cómo había podido ser tan ciego? Ian recostó su cabeza en el volante de su auto y dejó sus lágrimas brotar, era tonto limpiarlas o contenerse, sabía que de igual manera saldrían. Eran lágrimas de asco, dolor y sufrimiento. ¿Cómo se podía sentir tanto dolor y sobrevivir a él? Las preguntas no dejaban de aparecer en su cabeza, causándole un desasosiego descomunal. No quería aceptarlo, era ilógico e irreal. Intentó calmarse y encender el auto, pero sus manos y todo su cuerpo temblaban; lo único que deseaba era poder llegar a su apartamento sin causar un accidente. ¿Hacia cuanto Maikel lo engañaba? ¿En verdad lo habría amado, como muchas veces se lo había dicho? ¿Con cuántos más lo había traicionado? ¿Cuántas veces habrá estado con alguien para después estar con él? ¿A cuántos había besado antes de hacer lo mismo con él? Cada una de las preguntas rondaban en su cabeza traspasándole el alma y haciendo que su agonía fuese aún más grande. Asco, asco era lo que sentía y dio gracias que había llegado a casa, porque no sabía cuánto tiempo más podría conducir de aquella manera. Agradecía haber seguido los pasos de su hermano y comprar un departamento, ahora lo único que deseaba era estar sólo, no quería escuchar las quejas de su madre diciéndole que se lo había advertido. Tomó una de las botellas del minibar de su apartamento y comenzó a beber. No le gustaba hacerlo los días de semana, pero ahora sólo necesitaba olvidar, al menos por un rato. Tomó la botella y con pasos aletargados se dirigió hacia su habitación. Su celular sonó una y otra vez pidiendo ser respondido, pero Ian sabía quién era, así que lo tomó y con ira lo lanzó hacia la pared haciendo que el objeto quedase destruido. Bebió un gran trago de aquel liquido blanquecino, el cual quemaba su interior, pero el dolor que sentía era más agudo y molesto así que no le importó. Intentó limpiar sus lágrimas, pero le fue imposible. —Maldita sea, dejen de salir! —la desesperación era notoria. ¿Cómo no había notado algo como eso? Golpeó con fuerza su pecho sintiendo que así podría calmar su agonía, pero fue en vano. El dolor y la repulsión aún seguían ahí, presentes. —Ian, ¿Estás ahí? —el chico distinguió la voz de su mejor amiga, así que rápidamente y con pasos torpes se dirigió hacia la puerta—. ¡Oh, Dios mío! ¿Qué sucede? —el pelinegro se lanzó a los brazos de su mejor amiga y comenzó a sollozar. Por minutos permanecieron en esa posición, hasta que la chica consiguió ir a la habitación—. ¿Por qué estás así? —Maikel me engañó—Mery se asombró por la nueva información—, lo encontré con la p*ta de su secretaria en su oficina. ¿Sabes lo asqueado que estoy en este instante? —rio y bebió de la botella—. Soy un estúpido. —Cariño, cuánto lo siento—sabía cuán importante era el hombre para su amigo, y no podía creer lo que le estaba diciendo. —Hasta pensé en pedirle matrimonio. Patético—intentó beber, pero la chica se lo impidió. —No digas eso Ian, amar a alguien nunca será patético; el no supo valorar algo tan importante, él fue quien erró, no tú. —¿Por qué Mery? ¿Por qué lo hizo? —sollozó—, ¿acaso no fui lo suficiente para él? —Ian, si él no supo valorarte es porque es un hijo de p*ta. Sé cómo te sientes, pero no puedes permitirte estar mal por alguien que no vale la pena. Habíamos quedado en salir hoy, así que ve y alístate que iremos a divertirnos—Ian negó y le quitó la botella para poder darle un trago, pero la chica se la quitó. —No quiero—rabió ganándose una mala mirada de su mejor amiga. —Arriba Ian, saldremos a divertirnos quieras o no. —Ian sabía que cuando su amiga tomaba una decisión no le haría cambiar de parecer, así que con todo desgane obedeció las palabras de la chica. Tiempo después, y de alguna que otra discusión por la negativa de Ian de no querer salir, se dirigieron hacia Zelo. Aquel lugar era la mejor discoteca de la localidad, según las personas, así que sería un buen lugar para que Ian se distrajese, además, no había nada mejor para un corazón roto que alcohol, música y buenas rondas de sexo. Lo primero que hicieron al llegar al lugar fue dirigirse a la barra y pedir algunos tragos, para posteriormente dirigirse hacia la pista de baile. Ian bebía como si no hubiese un mañana y, aun así, no se sentía lo suficientemente alcoholizado. ¿Acaso lo que se encontraba bebiendo no era tan fuerte? Ian no era tan resistente al alcohol así que normalmente no bebía, pero cuando iba a las reuniones con Maikel siempre le ofrecían un trago y él no podía despreciarlo. Así que sabía cómo controlarlo, pero ahora que quería olvidar sus penas ahogándose en alcohol, no le funcionaba. Sus pies ardían por tanto bailar, las lágrimas habían desaparecido de sus ojos y en sus labios se había dibujado una enorme sonrisa gracias a las ocurrencias de su mejor amiga o a cuantos chicos despedía por estar con él. Se excusó con su mejor amiga y se dirigió hacia el baño. Tanto alcohol había llenado su vejiga y ahora debía deshacerse del exceso de líquido. Ian estaba tan perdido en su mundo que no notó que una persona venía saliendo de los baños. —¡Discúlpame! —se disculpó intentando limpiar la camisa del hombre, pero fue imposible. —No es un problema—la profunda voz del hombre llegó a sus oídos haciéndole levantar la vista. Instantáneamente el hombre se perdió en su mirada. Para Ian no fue sorpresa, siempre lo primero que llamaba la atención a las personas era el azul profundo en sus ojos. Ian atisbó al hombre frente a él y pudo notar lo erótico y seductor que era, de inmediato llamó su atención. Lo miró más detenidamente mientras el hombre hacía lo mismo con él. El hombre tenía una mirada penetrante y lasciva, el color de sus ojos se perdía entre las luces del club, sin embargo, pudo distinguir un color casi cárabe en ellos. Ian no sabía si era por el alcohol en sus venas, pero el hombre era justo su tipo. Miró detenidamente sus labios por unos segundos y lo miró a los ojos dándose cuenta de que el hombre también había hecho lo mismo con él. Un escalofrío recorrió su cuerpo. —En verdad lo siento, ¿puedes disculpable? —actuó un poco coqueto. —Eso depende… —el hombre dio un paso más cerca de él e Ian no se movió. —¿De qué exactamente? —De si deseas o no bailar conmigo. —Ian arqueó una ceja mientras mordía sus labios. —¿Y si no se encuentra en mis planes hacerlo? —preguntó en cambio haciendo que un pequeño brillo pasara por los ojos del hombre. —Perderás la oportunidad de ser disculpado y entonces no podrás vivir pensando en que se te escapó la oportunidad—muy al pesar de Ian las palabras tontas del hombre lo hicieron sonreír. Bajando un poco la mirada, pero sin dejar de ver al hombre se presenta: —Caleb—sabía que sólo sería un ligue de una noche así que prefirió dar su segundo nombre, además, la mirada del hombre sobre él le dijo que no sólo deseaba bailar. —Neithan—Ian repitió ese nombre en su cabeza algunas veces mientras aceptaba la mano que el hombre le había ofrecido, instantáneamente corrientes eléctricas recorrieron su cuerpo haciendo que volvieran a poner su mirada uno en el otro. Para romper un poco el habiente que se había formado, Ian desvió su mirada hacia la camisa del hombre y comenzó a limpiarla nuevamente, pero él lo detuvo. —No te preocupes por eso, sólo la enviaré a la tintorería… además, es un verdadero placer que alguien como tú me hiciera el honor de chocar conmigo. —Ian se rio un poco. —¿Siempre te funciona? —Eso no es importante, mejor dime: ¿ha funcionado ahora? Claro que había funcionado, pero Ian no se permitió demostrarlo. —Quizás... —quiso parecer sugestivo—. Tal vez te busque luego y podríamos comprobarlo. —Estaré esperando con ansias—se acercó un poco más invadiendo totalmente su espacio personal, casi no quedaba distancias entre ellos, entonces, susurró a su oído—: nos podríamos divertir mucho si así lo deseas. —Ian entendió instantáneamente lo que el hombre quería decir y su cuerpo tembló en nerviosismo, más no lo demostró y siguió el coqueteo del Neithan. —Rsperemos así sea. Despidiéndose del hombre siguió su camino. En todo el tiempo Neithan no despegó su mirada de él y sólo le permitió relajarse cuando entró por ╰──────── • ♡ HEMILSE ♡ • ────────╯

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