Klaus entró en la oficina y observó con detención a ambos hombres. ―Buenas tardes, señores ―saludó. ―Al punto, Klaus ―urgió Cristóbal. ―Que malos modales, Cristóbal, me sorprende. ―No tanto como tú me sorprendiste a mí, por lo que los modales ya se me agotaron, la diplomacia no sirve contigo. ―Bastante desacertada tu aseveración, Cristóbal. Me jacto de ser bastante diplomático. ―No creo que sea muy diplomático hacer pasar por muerta a una persona viva. ―Sí, debo admitir que creí que eso era lo mejor en ese momento. ―¿Te das cuenta de lo que has hecho? ―Por supuesto. ―¿Y no sientes ni un poco de remordimiento? ―Debo admitir que ahora mismo, sí. ―Ahora. ¿Y antes? ¿Todo este tiempo? ―Algo. ―Algo. ¿Te das cuenta de que hay de por medio una pequeña niña a la que tuve

