Merlyn se puso en pie, tan confundida por lo que acababa de oír que hasta había olvidado la incómoda situación de minutos atrás.
—¿Qué acabas de decir? Debo hacer oído mal… —dijo Merlyn observando a Takeda.
—Dije, que sea mi esposa. Ya me decidí, será la indicada para criar hijos fuertes.
—Sí, sí oí bien… y rotundamente me niego.
—No entiendo por qué, las personas nacen, crecen, maduran y se casan.
La joven Merlyn suspiró, ya cansada.
—Takeda, casarse es algo que deben querer ambas partes, y yo me estoy negando. Debe existir amor entre los dos, confianza, el querer estar siempre con esa persona y querer protegerla de todo… ¿Entiendes?
El samurái se quedó pensativo, y un pensamiento pareció cruzar su mente.
—Entiendo… —dijo llevando la mano a su barbilla—. Entonces que ese perro gr
