Capítulo 4

1999 Palabras
Enzo La cachetada todavía arde en mi rostro, y la puerta que se cerró violentamente en mis narices resuena en mi mente como un eco desagradable de lo que acaba de suceder, todavía estoy en shock. Maldita sea, esta maldita mocosa me acaba de rechazar de la manera más humillante posible y eso es algo que me tiene completamente descolocado. La rabia comienza a burbujear dentro de mí, pero intento calmarme, enfocándome en la situación que tengo frente a mi ahora, no puedo llegar y simplemente actuar ante su reacción, no, debo ser más inteligente que ella. Ella no puede hacer esto. Kira no tiene idea de lo que ha hecho o de el demonio que acaba de despertar en mí y está muy equivocada si cree que esto se acabó. Mis manos están temblando ligeramente, y aunque mi orgullo me dice que debo irme y nunca más tocar el tema, la necesidad de tenerla bajo mi control crece conforme pasan los malditos segundo y las locas ganas por querer dominarla no paran de crecer. Probablemente debería dejar todo en el olvido, pero no puedo, no es solo una cuestión de deseo. Es más que eso. Es el desafío, la misión que tengo ahora por delante. Y no soy alguien que acepte perder en algo tan fácil de obtener. Me doy la vuelta, sintiendo que los ojos de los vecinos se clavan sobre mí, pero importa me importa una mierda lo que el resto opine sobre mi. Soy Enzo Di Santis. Nada de esto debería afectarme pero cuando miro hacia la ventana de su departamento, una punzada de frustración se mezcla con la preocupación. ¿Qué más puedo hacer? La amenaza de su hermana… ¿Funcionó? para nada y mi subconsciente se burla de mi, haciendo ver mas estupido de lo que me veo. Decido irme, pero no sin antes mandar un mensaje a Lorenzo para que investigue. Voy a necesitar más que solo información, más que solo lo que conozco de esta mujer. Necesito que me traigas a Kira de vuelta, ya que para mi, no hay vuelta atrás desde ahora y eso es más que un hecho. Kira El sonido del portazo retumbó en mis oídos mientras me quedaba allí, inmóvil, mirando la puerta cerrada con fuerza descomunal que desconocía que tenía, con la respiración agitada y el cuerpo tembloroso. Mi mano aún estaba ligeramente levantada, como si todavía pudiera sentir el calor de su agarre en ella, como si la electricidad que se había generado en el contacto de nuestros cuerpos estuviera flotando en el aire, esperando una respuesta, esperando algo de mí, algo que me negaba a dejar que se desarrollara incluso en mi mente. Y la realización de lo que acababa de hacer llegó a mí, abrí los ojos con horror ante lo que acababa de hacer y me cubrí la boca con mis manos todavía temblorosas. ¡¿Dios mio que diablos hice?! Me alejé lentamente de la puerta, el pulso aún acelerado por la confrontación, mis piernas no querían ceder del todo pero aun así me aleje de aquel lugar. Mi mente daba vueltas con una mezcla de sensaciones, cada una más intensa que la anterior y de la nada ganas de vomitar me atacaron. ¿Qué acababa de pasar? ¿Qué tipo de hombre era él para hacerme una propuesta como esa, tan descarada, tan... fría? Casi podía escuchar su voz en mi cabeza: Cásate conmigo.... En ese maldito tono autoritario que posee, como si fuera lo más natural del mundo, como si me estuviera pidiendo un condenado café. ¡Pues no me pidió un café precisamente! Mi corazón todavía palpitaba rápido, sentía que me iba a dar un ataque en cualquier momento, pero estaba claro que no era solo por la adrenalina de la confrontación, era más bien por la incomodidad que sentía al recordar sus palabras, esa propuesta enfermiza, esa mezcla de desesperación y frialdad. ¿Cómo alguien podía ser tan insensible? ¿Cómo alguien puede llegar y venir a mi casa para pedirme tal cosa? ¡Está malditamente LOCO! Di un paso hacia atrás, mis pies deslizándose suavemente sobre el suelo de madera mientras mi mente comenzaba a calmarse, racionalizando lo sucedido, intentando recuperar la poca cordura que me quedaba. Quizás todo esto es un suelo, producto de mi loca imaginación, si, eso debe ser. pero el dolor en mi mano me indicaba que no, que todo lo que me tiene temblorosa en estos momento si sucedió. Maldición, maldije por lo bajo cerrando los ojos. Él no tiene idea de lo que está diciendo. Me repetía una y otra vez a ver si así lograba olvidar lo sucedido. No tengo que hacerle caso. No puedo hacerle caso. Pero… algo en su mirada me había desconcertado, algo había en su tono que me hacía pensar que no era un simple juego de poder el que estaba jugando conmigo y eso era lo más peligroso de todo. Todavía no entiendo lo que sucedió pero prefiero no darle más vueltas al asunto, al menos, no ahora. Suspiré y me dirigí al pequeño sofá en el centro de mi apartamento como pude, obligue a mi pequeño y pobre cuerpo a moverse. Mis ojos se posaron en el teléfono móvil sobre la mesa, pero no tuve fuerzas para mirarlo, sabía que mi querida amiga estaría llamando en algún momento como siempre lo hace, parece mi madre la pobre, siempre viendo que este bien. Probablemente querrá saber cómo había ido todo con el tema de las grabaciones, ya que ella me dijo, tarde o temprano te buscaran y querría saber si había cedido a la presión del director o si, como me temía, todo se había ido a la mierda, cosa que sí sucedió. Y yo... yo no sabía qué responderle. No sabía qué hacer con todo esto, no sabía como contarle la famosa pedida de matrimonio. Me remuevo incómoda cuando un escalofrío me recorre el cuerpo por aquella propuesta, si es que se le puede llamar así. Pero no podía quedarme allí tirada en mi departamento, perdiendo mi tiempo en dudas que no me llevarán a ningún lado. Y con ese mismo pensamiento en mente, cerré los ojos, respire profundamente, me levanté y me dirigí hacia la ventana para admirar lo majestuosa que se ve la ciudad desde mi hogar, tratando de alguna manera encontrar alguna respuesta entre los edificios y las luces que parpadeaban a lo lejos sobre todo lo que me estaba sucediendo. La noche había caído rápidamente, y con ella el silencio se apoderó del apartamento, un silencio pesado, denso, un silencio que me obligaba a escuchar mis pensamientos. Pensamientos que en estos momentos eran mi única compañía, y no dejaban de atormentarme conforme pasaban los segundos. Joder siento que en cualquier momento me dara un jaqueca. Lo primero que me vino a la mente fue mi hermana, mi pequeña y hermosa hermana, la que lamentablemente estaba en coma, y aunque su estado no mejoraba, los médicos me daban esperanzas, y me aferraba a eso, a que en cualquier momento mejoraría. El tratamiento costaba una fortuna, el dinero que nuestros padres nos dejaron ya casi ni existía y mi salario apenas cubría lo necesario para mantenerla con vida, se me agotaban las opciones. Había días en los que me sentía completamente derrotada, donde la carga sobre mis hombros se volvía insoportable, días en los que simplemente quería abandonar todo y desaparecer del mundo, pero no podía, no cuando mi pequeña hermana dependía de mí. Pero siempre que me sentía así de abrumada, recordaba lo que mi madre me decía antes de morir: Nunca dejes de luchar por lo que quieres, Kira. Y nunca olvides que tú eres más fuerte de lo que crees. Respiré hondo, tratando de calmar el nudo en mi garganta y las inmensas ganas que tenía de llorar, gritar y tirar todo a mi paso. No podía dejar que mi hermana se desmoronara, no podía dejarla en el olvido, si no estaba yo, quién cuidaría de ella? No podía rendirme y eso significaba que tenía que hacer lo que fuera necesario para conseguir el dinero necesario para su tratamiento, así tuviera que vender mi alma al diablo. Pero ¿qué tan lejos estaba dispuesta a llegar? Me giré de nuevo hacia la puerta, como si esperara que Enzo volviera a llamarme, como si él todavía estuviera fuera de mi departamento esperando por mi, por una decisión. La idea de su propuesta seguía en mi mente, martillando, golpeando, arrasando con cada uno de mis pensamientos. Casarme con él. No me atrevía ni a pensarlo en voz alta y un escalofrío me recorría el cuerpo solo de imaginarlo ¿Cómo podía alguien como él pensar que yo podría hacer algo así? ¿Qué ganaba él con una decisión tan absurda? ¿Es que me veía como una simple herramienta, una pieza que podía mover a su antojo? Porque si lo que desea es mi cuerpo, simplemente podría venderlo para mantener con vida a mi hermana, no sería necesario casarnos. Di un paso hacia el vestíbulo, mis pensamientos oscureciéndose con cada paso que daba, de verdad estaba pensando en su propuesta? Mi reflejo en el espejo me miraba fijamente, como si estuviera buscando respuestas en esa imagen cansada de mí misma, cansada de la vida que le había tocado, cansada de las pruebas que tenía a diario, cansada de la vida misma. Las manos me temblaron cuando tomé el teléfono y decidí llamar a Claudia, necesitaba hablar con alguien que pudiera darme una perspectiva diferente, alguien que no estuviera tan... involucrada como yo en todo esto, alguien que me ayudara a tomar la decisión, a dar el siguiente paso y qué mejor que ella. El teléfono sonó varias veces antes de que la voz de mi amiga me tranquilizara un poco cuando contestó mi llamada. — ¿Kira? ¿Todo bien? ¿Qué pasó? - Su tono de preocupación me hizo sonreír tristemente. Sabía que, aunque intentara mantener las apariencias, Claudia era la única persona que realmente me entendía, la que más me conocía en el mundo y con esta simple llamada, me daba la respuesta. — No... no todo está nada bien, Clau…— La voz me salió rasposa, casi quebrada por el llanto contenido —...Hoy... hoy Enzo me hizo una propuesta - Hubo un largo silencio del otro lado. Sabía que Clau estaba esperando más detalles, pero no sabía cómo explicarle lo que había sucedido, ni siquiera yo lo entendía del todo. Podía sentir que algo dentro de mí se quebraba, pero no quería que ella lo notara. No quería que me viera como débil, no lo soy, al menos no frente a los demás. — ¿Qué tipo de propuesta? — preguntó con voz tensa. Yo sabía que su mente ya estaba corriendo por mil caminos posibles, miles de escenarios ya se habían creado en su mente. — Me ofreció... casarme con él. Un contrato de matrimonio. A cambio de dinero, a cambio de que mi hermana reciba el tratamiento que necesita, por el que tanto tiempo llevo luchando - le digo haciendo que el silencio entre las dos se alargue por unos segundos antes de que escuchara su respiración profunda. — ¿Estás pensando en aceptarlo?...— me preguntó finalmente, y la preocupación en su voz era palpable. —...Kira, sabes que eso suena... no sé, suena tan... fuera de lugar. Él no es alguien de fiar. - me dice reflejando el mismo pensamiento que yo tengo. — Lo sé…— respondí en un susurro, frotándome la frente con desesperación —...No quiero aceptar, Clau. Pero ¿Qué más puedo hacer? No puedo dejar que mi hermana siga en esta situación, necesito el maldito dinero, necesito ayudarla, necesito que vuelva a estar conmigo y si él tiene la respuesta, aunque suene ridículo... yo no… no… no sé qué más hacer - suelto dejando que las lágrimas se deslicen por mi rostro sin cesar.
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