Capítulo 1
–Mamá, tienes que convencer a papá –suplicó Sarah con los ojos brillantes de desesperación –. No voy a casarme con ese hombre. ¡Es calvo, gordo, feo... y tiene como ochenta años! ¡Podría ser mi abuelo!
Amanda la miró con pesar, tragándose el nudo que le apretaba la garganta. Se acercó, tomándola de los hombros con ternura.
–Cielo… yo estoy contigo, de verdad que lo estoy. Pero sabes cómo es tu padre. Cuando decide algo, es como una sentencia. Nadie… nadie lo hace cambiar de opinión.
Sarah se apartó con rabia, sintiendo que todo se le venía abajo. Se había arriesgado por amor –o lo que pensó que era amor– y ahora estaba pagando el precio. Isaac White la había arrastrado a un plan ruin, le había prometido el mundo: riqueza, poder… y a Greg Waldorf, ese hombre casado al que nunca debería haber mirado. Y lo había perdido todo. Su dignidad. Su reputación. Estuvo a un paso de la cárcel… de no ser por las influencias de su padre. Pero el precio de su "libertad" era peor que el encierro.
–Haré lo que sea, menos eso –dijo casi como un sollozo –. Por favor, mamá… no me obliguen a casarme con ese viejo. ¡Me muero solo de pensarlo!
Amanda sintió el dolor de su hija como si fuera propio. Pero también sabía la gravedad del asunto. Después de lo que Sarah había hecho, ya no estaban en posición de exigir nada. Su esposo lo había dejado claro: o se casaba con el señor Linden… o se olvidaba de cualquier otra salida.
Por un momento, solo hubo silencio. Y entonces, una chispa de lucidez brilló en los ojos de Amanda.
–¡Ya sé! –dijo, casi con entusiasmo desesperado –. ¡Tu tía Mary! Ella puede ayudarte. Vive allá en Montana… lejos de todo. Seguro te recibe.
Sarah frunció el ceño con repulsión.
–¿La tía Mary? ¿La que se fue a vivir a una granja perdida con su esposo? ¿Esa tía Mary?
–No estás en posición de quejarte, Sarah. –La voz de Amanda cambió, más firme–. O te vas con tu tía Mary ahora mismo… o mañana amaneces comprometida con el señor Linden. Tú decides.
Sarah iba a hacer cualquier cosa, menos casarse con ese anciano, su madre le dio indicaciones específicas que tomar solamente una maleta, no le alcanzó para llevar mucho, pero no podía llevar más, si los sirvientes la veían llevar maletas le avisarían a su padre.
Su madre le dio instrucciones específicas al chófer de llevar a su hija al aeropuerto, a su esposo solo le importaba la reputación de su familia, su hija ahora era un problema, así que ella se encargó de deshacerse del problema.
Sarah sintió las lágrimas deslizarse de su mejilla y se la limpió con un gesto hostil, estaba furiosa con todos a su alrededor, odiaba a Isaac especialmente, el hombre que la había involucrado en todo esto, ella tenía una buena vida y en un instante lo perdió todo, iba sola en ese auto hacía un lugar desconocido, al menos no estaba en la cárcel como Isaac o en un manicomio...
–Isole…
Fue en un instante que recordó a la hermana de Isaac.
Isole White. Isaac la había utilizado y la había encerrado en un psiquiátrico para quedarse con su dinero.
–Señor, por favor –se inclinó hacía el chófer –. Tiene que llevarme a un lugar, le daré la dirección, por favor.
–La señora Lawson fue específica que la llevará al aeropuerto –indicó el chófer.
–Por favor, le pagaré extra por esto, no tardaré nada, tengo que pasar por algo, me puede llevar.
El chófer no estaba seguro, pero Sarah le mostró varios billetes de cien, eso fue suficiente para convencerlo y llevarla, aunque se asustó cuando vio el psiquiátrico al frente.
–Señorita, no creo que debamos estar aquí.
–Solo debo ir por algo, espérame aquí.
Se bajó y llegó con la recepcionista, recordaba muy bien la historia que le había contado Isaac sobre su hermana loca, aunque Sarah estuvo investigando un poco y se dio cuenta que Isaac usaba esa historia solo para dar lastima, Isole realmente no estaba loca.
Sarah llenó una solicitud para sacar a Isole del psiquiátrico, se sorprendió lo fácil que fue, la encargada le pidió unos minutos y pronto una chica esbelta de cabello castaño y ojos avellana salió con una pequeña maleta.
–Ella viene por usted –señaló la enfermera a Sarah.
Isole la vio totalmente desconcertada, nunca había visto a Sarah, no sabía quién era.
–Hola –Sarah le sonrió –. Soy Sarah y vengo por tí, mira… es una larga historia, conozco a tu hermano.
–Conoces a Isaac –la chica abrió los ojos.
–Sí, es que él tiene unos problemas…
–Está en la cárcel –contestó la chica –. Lo vi en la televisión, ya me habían informado que me trasladarían a un hospital general porque él no ha pagado.
–No te preocupes por eso, solo… solo ven conmigo, te explico en el camino.
No tenían mucho tiempo, tenía que salir de la ciudad antes de que su padre se enterará, osea, solo un par de horas antes de que llegará a casa.
Volvieron al auto, el chófer se asombró que no era una cosa lo que Sarah debía recoger, era una persona, pero en el momento que Sarah le pidió que fueran al aeropuerto, lo hizo sin protesta, después de todo, esta había sido la instrucción de la señora Lawson.
–¿A dónde me llevas? –le preguntó Isole confundida.
–Tenemos que tomar un vuelo a Montana, estaremos ahí un tiempo, no te preocupes, yo voy a estar contigo.
–¿Tiene que ver con lo que hizo mi hermano? –dudó.
–Ammm… ¿Qué sabes sobre eso? –preguntó Sarah.
–Las noticias dicen que fue por malversación en la empresa que trabajaba, con los Waldorf.
–Sí, creo que sí –contestó Sarah –. En realidad, yo solo lo conocía, pero te mencionó en alguna ocasión, dijo que tenía una hermana en ese hospital y ahora que está en la cárcel pensé que no podría cuidarte, así que por eso fui por tí.
Isole observó a Sarah, el auto y todo alrededor, se veía que tenía dinero, pero aún así tenía que preguntar…
–¿No piensas secue.strarme, cierto?
–¿Qué? –exclamó Sarah –. ¿Cómo crees? Claro que no, si quieres puedes quedarte, es tu decisión.
–No –contestó Isole –. Voy contigo.
Isole no tenía a dónde ir, la única familia que conocía era a su hermano Isaac y las personas en el psiquiátrico, pero ellas no se podían ayudar entre sí, así que era mejor ir con la desconocida, se veía alguien confiable y si conocía a su hermano, debe ser una buena persona.
Isole se quedó asombrada como Sarah la llevó de la mano todo el tiempo, le pagó su boleto y subieron juntas al avión, se sentía totalmente agradecida por todo lo que estaba haciendo.
Aunque Sarah no sabía por qué motivo estaba haciendo todo esto, tal vez por el simple hecho de no querer salir de la ciudad y llegar a un lugar lejos totalmente sola, de cierto modo Isole le daba algo de valor.