Todo un reto

1996 Palabras
John observó aquellos curiosos libros entre sus manos, estuvo tentado a abrirlos, pero así como su mujer respetaba su intimidad, sintió que él debía respetar la de ella, los colocó en el lugar en el que estaban, tratando de que quedaran en la misma posición para que ella no pensara que se había atrevido a leerlos, a los pocos minutos escuchó que la puerta de entrada se abría, salió de la habitación para recibirla, la observó entrar, estaba vestida como siempre, con esa ropa sosa y holgada, el cabello recogido en ese horrendo moño, y las enormes gafas cubriendo su hermoso rostro. Se acercó a ella, la saludó con la mejor de sus sonrisas, a Pamela le extrañó encontrarlo ahí, no le había dicho que llegaría, tendría que buscar una buena excusa para justificar su ausencia, no tenía idea de cuánto tiempo llevaba en casa. —Hola. —Lo saludó con la misma tímida voz de siempre. —Hola mi amor, llegue hace un par de horas, te estuve llamando, tu teléfono estaba apagado, estaba preocupado. —Pues ya vez que estoy bien, salí a cenar con una compañera del trabajo, estábamos tan metidas en la plática que se me pasó el tiempo volando. —John sintió que era tan fría como siempre. Pamela pasó al lado de él sin decir nada más, se dirigió rápidamente hacia la habitación, se sentía agotada después de los dos shows que había dado, John se sentó en la sala por un rato, se sirvió un poco de whisky, había creído totalmente en lo que ella le había dicho, lo que le incomodaba era la frialdad con la que lo había recibido, quizá después de todo si se sentía molesta por que lo había visto coqueteando con la chica del restaurante, intentaría no ser tan obvio de ahí en adelante, ¿Cambiar? Esa palabra no existía en su vocabulario, después de todo las chicas eran las que lo buscaban, no consideraba que lo que sucedía con ellas fuera importante, amaba a Pamela, lo demás lo hacía tan solo por diversión, por placer. Cuando el entró en la habitación, ella salía de bañarse, se veía tan hermosa como siempre, un profundo deseo se despertó en él, tenía un par de meses que no estaban juntos, ya fuera por el trabajo o porque simplemente ella lo evitaba, se le quedo viendo fijamente, Pamela intentó pasar hacia la cama, pero el enorme cuerpo de su marido le impedía el paso, trato de esquivarlo, pero él la tomó de la mano para detenerla. —Espera. —Dijo en tono suave mientras pegaba su cuerpo al de ella. Pamela sabía lo que su marido deseaba obtener esa noche, lo supo desde que al llegar lo vio vestido tan solo con la bata de baño, además pudo distinguir que estaba usando la colonia que a ella le gustaba en el pasado. —Espera por favor, está noche no, me siento algo indispuesta, además estoy en mis días. —Dijo cuando se dio cuenta de que John intentaría besarla, sabía que no estaba bien que le mintiera, pero fue lo único que se le ocurrió para que la dejara en paz. John se retiró de mala gana, ya esa situación lo estaba empezando a impacientar, ¿Qué era lo que estaba pasando con Pamela? Se dio cuenta de que tal vez ella ya no lo deseaba, pero eso le parecía imposible, no había mujer que se resistiera a él. —Pamela, ¿Sucede algo? Si es así prefiero que me lo digas de una buena vez. —¿Qué podría estar pasando? Es solo que me siento cansada y los cólicos son tan fuertes que me están torturando. John se sintió mal al escucharla, era un desconsiderado. —Lo siento amor, ahora comprendo, te traeré un té caliente para los cólicos en este momento. Pamela se sintió terrible, pero luego recapacitó, no tenía que sentirse culpable por no querer estar con alguien que iba de una mujer a otra todo el tiempo. John regresó con el té, Pamela lo tomó, colocó la taza en el mueble a un lado de la cama, se recostó de lado, se sentía somnolienta, estaba muy cansada, sintió que John se recostó a su lado, se pegó a ella para después abrazarla con delicadeza, se quedaron dormidos así. Por la mañana el jefe de John lo llamó de nuevo, él se excusó reportándose enfermo, tendría que llevar por esa ocasión al piloto suplente, Pamela se despertó un poco después, John había decidido preparar el desayuno para que lo tomara antes de ir al trabajo, deseaba recuperar el amor de su esposa, por primera vez tenía miedo de estarlo perdiendo. Ella sintió el aroma dulce de la canela, y de los wafles que estaba preparando, estiro sus brazos para espabilarse, tenía que darse prisa o llegaría después de que su jefe hubiera llegado, cuando se iba a levantar, escucho que al celular de John había llegado un mensaje, por simple curiosidad volteo a ver la pantalla. —Gracias por la tarde que pasamos juntos, cuando quieras puedes llamarme. Alcanzó a leer perfectamente antes de que la pantalla se pusiera oscura nuevamente, movió la cabeza de un lado a otro, era típico en él querer estar con ella después de estar con otra mujer. Se levantó para darse una ducha rápida, estuvo tentada a ponerse una ropa menos holgada, pero por último se decidió por la ropa de siempre, cuando salió de la habitación, fingió estar ya fuera de tiempo. —Nos vemos, ya voy tarde tengo que llegar antes de mi jefe. —Te prepare el desayuno. —Dijo con un dejó de tristeza en el rostro. —¡Oh! En verdad lo siento, ya voy tarde, lo comeré luego. —Espera, dame cinco minutos, te llevaré al trabajo. —No, gracias, no es necesario, me iré en el auto. —No, yo te llevare ya vuelvo. —El tono de John había cambiado, sonaba autoritario. A Pamela no le quedó de otra más que esperarlo, quería ahorrarse un mal rato, cuando llegaron al corporativo, John aparcó justo al frente de la entrada del edificio, como siempre se bajó para abrir la puerta y que ella bajara, las compañeras de trabajo de Pamela que entraban en ese momento se quedaron pasmadas al verlo, ¿Cómo era posible que esa mujer tan simple fuera llevada al trabajo por ese muñeco? Debía de ser su amigo, su primo o tal vez su hermano, no creían que pudiera ser algo más, eso era prácticamente imposible. Está vez John la jaló hacia él y depositó un apasionado beso en su boca, las compañeras de trabajo de la chica se sorprendieron, apuraron el paso para que no se dieran cuenta de que los estaban viendo, Pamela estaba sorprendida, John jamás hacía eso, ella correspondió al beso, pero lo cierto que lo hizo porque no tenía de otra. Cuando por fin la soltó y pudo respirar bien, se alejó de él inmediatamente para entrar en el edificio, John sonrió, parecía una colegiala huyendo de su primer novio, se quedó recargado sobre la puerta del coche viendo como su mujer desaparecía en el interior del edificio, cuando iba a darse la vuelta para subir al auto vio que dos imponentes hombres entraban en el edificio, vestían elegantemente, pudo notar un aire de superioridad en ellos, tenían que ser clientes del corporativo, si Pamela tuviera un jefe como alguno de ellos, definitivamente no la dejaría trabajar en ese lugar. Emilio había notado el lujoso auto deportivo estacionado al frente de su empresa, quizá era de algún cliente o el novio de alguna de las chicas que trabajaba ahí, ni por su mente pasó que fuera el esposo de su secretaria. —¿Quién será ese tipo? Espero que no vaya a trabajar en esta empresa, no quiero tener competencia. —Dijo Andrés muy serio, Emilio solo movió la cabeza a un lado y otro como hacía siempre que su amigo decía algo sin sentido, por todos era conocido que Andrés acostumbraba a salir con las chicas más guapas del corporativo. —Lo dudo, no estoy enterado de que haya vacantes en el corporativo. Subieron al elevador, al llegar al piso donde se encontraban sus oficinas, Andrés vio que Pamela se encontraba en su lugar de siempre, la observó con detenimiento. —Después de todo no es tan feo el moscorrofio. —¿Dijiste algo? —Preguntó extrañado Emilio. —Nada, me decía algo a mí mismo. —Su amigo se le quedó viendo mientras fruncía el ceño, ¿Desde cuando hablaba solo Andrés? Esta vez no hubo insulto para Pamela, solo le pidió cortésmente el café de siempre. —Enseguida señor Lianni. —Le extraño no recibir el tan acostumbrado insulto. Pam se apresuró a llevar el café hasta la oficina, Andrés la observo mientras se dirigía hacia la puerta para salir de la oficina. —Ni se te ocurra Lianni, es mi secretaria y es muy eficiente, creo que ya has pasado por todas las chicas atractivas de la empresa, ¿Acaso ya se te acabaron las opciones que te has fijado en Pamela? —La he estado observando, creo que debajo de esas horribles gafas hay un bello rostro, pienso descubrirlo, será como encontrar un tesoro escondido, todo un reto intentar encontrar en un arbusto de espinas una delicada flor. Andrés estaba decidido a demostrar que Pamela era una mujer hermosa a la que solo le faltaba saber arreglarse y deshacerse de esas gafas horrorosas. A la hora de la comida, Andrés y Emilio pidieron que les llevaran comida a la oficina, tenían demasiado trabajo y salir sería perder tiempo, en el lugar había un enorme ventanal con vidrios oscuros desde donde se podía observar lo que ocurría en la calle, la mesa estaba pegada a dicho ventanal, mientras comían, Andrés exclamó asombrado. —¿Acaso no es el moscorrofio? —¿Dónde? —Allá abajo, la que está besando al tipo del auto deportivo. Emilio volteó, pudo ver que su secretaria estaba siendo besada por el tipo rubio del deportivo, John había llegado de imprevisto a buscar a Pamela, cuando ella salió del corporativo la besó de la misma manera que cuando habían llegado, no entendía que era lo que su marido se traía entre manos. —Qué raro, nunca la había visto con nadie, es muy reservada con su vida personal, por eso me extraña que esté dando un espectáculo en la puerta de la empresa. —Dijo con cierto dejo de molestia. —Mira nada más, quién la viera tan mosquita muerta. Andrés sintió en ese momento un impulso mucho más fuerte de descubrir a la mujer debajo de aquellas ropas. Más tarde cuando Emilio y Andrés salían de la oficina para dirigirse hacia la sala de juntas, vieron que Pamela ya había regresado a su lugar. —Señorita Amberson, entiendo que usted lleva una vida fuera de esta oficina, pero me gustaría pedirle que no se vuelva a repetir la escena de hace un rato, besarse con su novio en la puerta del corporativo no da una buena imagen. —Lo siento mucho señor Caresse, no volverá a repetirse, le pido una disculpa, mi esposo es piloto, así que nos vemos poco, en ocasiones suele ser demasiado efusivo. Emilio la observó con curiosidad, no tenía ni idea que su secretaría estuviera casada con un piloto, acababa de cumplir dos años trabajando para él, y la verdad la conocía muy poco, ladeó la cabeza mientras la seguía observando, el piloto tenía que haber visto algo en ella que él no veía. Así que el moscorrofio tenía marido, un apuesto piloto de avión no podía haber elegido a una simple y fea mujer como esposa, para Andrés aquello había convertido en un gran misterio que pensaba descubrir. Pamela se ruborizó, la pobre mujer no tenía ni idea de lo que pasaba por la mente de aquellos dos.
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