Matrimonio en picada

2007 Palabras
Pamela se evadía de la realidad en sus pensamientos, John la observo mientras ella seguía viendo a través de la ventana, consideraba que su esposa era muy hermosa, era la ropa y esas horribles gafas que la hacían ver muy poco agraciada, pero él lo prefería así, si se arreglara de otra manera no podría sentirse tranquilo en sus constantes viajes, sería una tentación para otros hombres que ella anduviera sola por ahí, e indudablemente tampoco le permitiría trabajar, no conocía al jefe de su esposa, pero ella le decía que era un hombre poco atractivo y además muy serio y frío. Volteaba a verla de vez en cuando mientras continuaba manejando, al medio de su pequeña cara resaltaba su diminuta nariz respingada, estaba ahí al lado de él, tan quieta y apacible como siempre, ella volteo en ese momento, él le sonrió, ella se limitó a responder la sonrisa, John colocó su mano sobre su pierna, empezó a levantar su falda lentamente, pudo sentir que ella se sonrojaba y estremecía. —No deberías hacer eso, podríamos tener un accidente. —John retiró de mala gana su mano para volverla al volante. Ese era el problema que tenía Pamela, era demasiado racional, le faltaba pasión y otro tipo de actitud ante la vida, pero no quería decírselo, por miedo a que se molestara, le faltaba ser más atrevida, pero el miedo a pedirle cambiar y a que le gustara su nueva personalidad lo detenía, quería que fuera así solo para él. Pamela creía que John prefería que fuera así, una mojigata que siempre lo esperaba en casa, que lo escuchaba hablar siempre de sus problemas, el hombre en esos tres años no había sido capaz de invitarla a una sola de las fiestas que organizaba su jefe y a las que él siempre estaba invitado, creía que se avergonzaba de ella, en una ocasión se puso un vestido atrevido, pero elegante, lo hizo en su aniversario, saldrían a cenar, John de mala manera le pidió que se fuera a cambiar, diciendo que ese tipo de ropa no era para ella, no le sentaba bien, aquella fue la única que vez que lo intentó. La verdad es que a John le había encantado como se veía, pero jamás permitiría que otro hombre la viera así, demasiado llamativa y sensual, así continuaban los dos, callando lo que realmente sentían, mientras el amor y la pasión se les escapaba por la ventana. Al llegar al restaurante, él como siempre abrió la puerta para que ella bajara, el lugar estaba lleno, afortunadamente John había hecho reservación, la tomó de la cintura para entrar, trataba de ser lo más atento posible con ella, la chica de recepción se les quedó viendo fijamente, observó a John luego le sonrío, después se le quedó viendo a Pamela, la escudriñó de arriba abajo y sonrió maliciosamente, luego se inclinó hacia adelante para dejar a la vista del piloto sus grandes atributos delanteros. —¿Necesita algo señor? Veo que es usted piloto, en este lugar tenemos promociones especiales para usted. Dijo con una gran sonrisa, Pamela disimuladamente observaba a John, el piloto respondió a la chica con una de sus mejores sonrisas. —Lo tendré en cuenta señorita, por ahora tengo reservación para dos personas de favor. —Claro, ¿Cuál es su nombre? —John Amberson. —Ahora lo busco, permítame. —Aquí está su reservación señor Amberson, sígame de favor, yo misma lo llevaré hasta su mesa. La chica camino por delante de ellos moviendo exageradamente la cadera, Pamela ya estaba acostumbrada a que eso sucediera, cuando salieran, John fingiría que había olvidado algo y regresaría para pedir el teléfono de la chica, desde siempre había sido así, incluso desde que eran novios. —Está es su mesa, si necesita algo señor Amberson, no dude en pedírmelo. La chica volvió a lanzar una mirada sobre Pamela, solo que está vez fue de desprecio, ella la ignoró por completo, antes solía llorar todo el tiempo cuando John no la veía, pero desde que había decidido llevar una doble vida, ya no le importaba. —¿Estás bien amor? —Preguntó John mientras acomodaba la silla. —Perfectamente. —Contestó con frialdad. —Nos han dado una linda mesa, desde aquí se puede observar la ciudad. —Así es. —Pamela contestaba mecánicamente, sin despegar su vista del menú. John se preguntaba en qué momento se había vuelto tan fría, sus sonrisas no eran ya como antes, sentía que se esforzaba por sonreír, solía observarla cuando comía, su roja y bien formada boca, era tan pequeña que se preguntaba si ese tenedor era del tamaño adecuado para ella. Moría por estar en casa y poder besarla, ella no era muy afecta a que la besara en público, o al menos eso era lo que él pensaba, jamás se lo había preguntado. Comieron en silencio, ella concentrada en su platillo mientras él la veía, de vez en cuando ella volteaba a ver el magnífico paisaje, en ese momento él volteaba hacia otro lado, quizá la incomodaría que la mirara tan fijamente. Y no es que Pamela fuera fría desde el principio de la relación, era todo lo contrario, atenta y pendiente de las necesidades de él todo el tiempo, trataba de ser sexy en la intimidad, pero John llegaba cansado la mayor parte del tiempo, tener varias mujeres fuera de casa lo agotaba por completo, sabía que la chica no tenía a nadie más y se aprovechaba de eso, pensaba que estaría disponible para él cuando se le diera la gana. Quería tener hijos con ella, ya lo había decidido, esa misma noche lo pondría en práctica, quizá un par de pequeños, al terminar de comer, se levantaron para dirigirse hacia la salida, John le pidió que se adelantara para que pidiera el auto al valet parking mientras él pagaba en la caja. Pamela no replico, tomó el ticket para pedir el auto y se dirigió hacia la salida, volteó por un momento solo para ver que John se había acercado a la recepcionista y los dos sonreían. —Genio y figura. —Dijo para sí misma antes de continuar su camino hacia la salida. Cuando el piloto salió, ella ya se encontraba dentro del auto, como siempre ausente, inmersa en sus pensamientos, se había dado cuenta que lo había visto coqueteando con la recepcionista, y a decir verdad preferiría que le gritara, quizá hasta que lo insultara antes de que guardara total silencio, ¿Acaso es que no le importaba lo que él estaba haciendo? No es que fuera a cambiar por eso, disfrutaba mucho sus aventuras, cada nueva mujer suponía para él un reto, después de que lograba tener relaciones íntimas con ellas una sola vez se le pasaba la curiosidad por saber cómo se comportaban s*x***mente, perdía todo interés, eso sí, era muy claro, era casado y jamás debían meterse con su mujer, también tenían que ser conscientes de que estarían con él una sola vez, las mujeres sin pudor alguno aceptaban su propuesta con tal de estar entre sus brazos por lo menos esa vez. Se preguntaba si Pamela lo amaba, si no era así, ¿Sería que acaso lo había amado alguna vez, a su manera la amaba, era su más preciosa posesión y jamás dejaría que se alejara de él. Pronto llegaron a la enorme mansión en el barrio francés, mientras el portón eléctrico de la cochera se abría, John colocó de nuevo su mano sobre la pierna de Pamela, está vez ella ya no se sonrojo, más bien pudo ver que su gesto fue de molestia. —¿Estás molesta preciosa? —¿Por qué habría de estarlo? Me has llevado a comer. John ya no dijo nada, estacionó el auto y bajó para abrir la puerta para que ella bajara, el resto de la tarde ella se enfocó en su computadora, mientras él a su lado veía el fútbol, casi un mes sin verse y así es como pasaban el tiempo, se podía sentir más frío que dentro de un iglú. Por la noche, Pamela preparo unos sándwiches, tomó un par de refrescos y los llevó a la sala, John buscó una película, sabía que a ella le agradaban las películas románticas, comieron en silencio9 nuevamente, cuando la película terminó, Pamela se levantó mientras él tenía su atención en su teléfono, la chica fue a la cocina para lavar los platos, después se dirigió a su habitación, cuando él subió ella acababa de salir de bañarse y leía un libro. Se había quitado los horribles lentes, su hermoso y largo cabello rubio cenizo, se extendía sobre su espalda, John la observó un momento, se veía preciosa sin esas horribles gafas, no sabía por qué las usaba si era claro que podía ver perfectamente bien sin ellas, se metió de inmediato a bañar, el suave aroma que desprendía la piel de su bella esposa había encendido su deseo, aunque la mujer con la que había estado el día anterior lo había dejado sin mucha fuerza. Se apresuró a bañarse, su jefe le había avisado que saldrían hacía España por la mañana, así que si quería que Pamela pronto le diera un hijo, tenía que poner manos a la obra esa noche. Al salir de la regadera, secó su cuerpo cuidadosamente, se puso una crema con fragancia que a Pamela le encantaba desde siempre, salió del baño cubierto con tan solo una toalla, al voltear a verla se llevó una enorme desilusión, Pamela dormía profundamente, se sentó junto a ella y depósito un tierno beso en la frente, debía de estar cansada, sabía que en la empresa donde trabajaba, siempre tenían trabajos pendientes, no entendía porque trabajaba, sus padres le habían heredado una gran fortuna, quizá era para no quedarse sola en casa, la observó por un momento, le parecía una frágil muñeca de porcelana, cuando la hacía suya, realmente le hacía el amor, en cambio con otras mujeres daba rienda suelta a su pasión desenfrenada. Por la mañana, cuando Pamela se despertó, él ya se había ido, ni siquiera se había tomado la molestia de despertarla para despedirse, después de un mes que no se habían visto, tan solo le dedicaba algunas horas y le dejaba una fría nota de despedida. Llamó a su amiga Camila, era la morena con la que había salido del club la noche anterior, ella la había convencido de que debía de liberarse de todas esas ataduras que le pesaban como si fueran losas en su espalda, si no lo hacía terminaría como una mujer frustrada y amargada, esas palabras la hicieron reaccionar, no quería terminar se esa manera. —Amiga, hoy podré ir doble turno al club, John se ha ido muy temprano. —Lo siento mucho amiga, tu matrimonio va en picada a una velocidad sorprendente. —Así es, pero no tiene caso esforzarse por evitarlo, mi marido nunca cambiara, eso ya lo he comprobado, sería desgastarme en el intento y creo que no lo vale. —Entonces por acá te espero, hablare con Tommy para que te anote con dos shows esta noche. —Perfecto., gracias amiga. Pamela se levantó para dirigirse a la cocina y prepararse un desayuno ligero, después iría al gimnasio, había elegido uno al otro lado de la ciudad, su marido no sabía que asistía y no quería que la fuera a reconocer algún curioso de su vecindario que esparciera el rumor y llegara a sus oídos. Después de desayunar, y antes de salir hacia el gimnasio, tomó su diario y empezó a escribir en él, era su fiel compañero, era el segundo que escribía, había tomado esa afición cuando no hablaba con nadie y se la pasaba sola en casa, en el escribía sus más profundos deseos por prohibidos que estos fueran, era una terapia reconfortante plasmar ahí lo que en realidad sentía y quería, una hora después ya estaba lista para salir hacía el gimnasio, afortunadamente era domingo y podría quedarse un par de horas.
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