—Soy un vampiro, Elisabeth —Las palabras de Vladimir se repetían en su cabeza, ella había visto esos ojos rojos, esos colmillos puntiagudos y filosos sobre salir de sus labios la noche anterior ¿Podría ser? Lisa sin embargo se vio preguntando.
—¿Bromeas? No existen los vampiros Vladimir, me temo que estás drogado —devolvió el golpe, exactamente las mismas palabras que él le dijera esa tarde noche en su oficina ¿Por qué le confirmaba ahora lo antes negado? No tenía lógica, a menos que…
—Hay cientos como yo allí fuera, miles en el mundo, tú has tenido la mala fortuna de encontrarme —Vladimir se puso de pie con la elegancia y el porte de un rey, su herida casi cerrada, le permitía moverse con más libertad; pero el resto de sus habilidades seguían mermadas por el veneno del lobo, debía alimentarse para restablecerse completamente ¿Podía hacerlo de la mujer frente a él? ¿Caería en la tentación de beber de una mujer inocente? Se alejó, moviéndose a una velocidad inhumana.
—¿Miles? —Lisa camino ahora en dirección de Vladimir, le había visto mover demasiado rápido, para ser humano y entonces ¿Por qué caminaba en su dirección? ¿Por qué no salía despavorida gritando?
—Miles, no te acerques más Elisabeth, no soy bueno para ti, ni para nadie, ahora mismo estoy deseando beber de tu sangre y saciarme de ella —la confesión sincera de Vladimir no alteró un solo músculo en el rostro de Lisa, quien parecía encantada de alguna manera peligrosa.
—Fuiste tú anoche, no te vi bebiendo de ninguno de ellos, tampoco te alimentaste de mí, y confió no lo harás sin mi permiso —Vladimir tragó la ponzoña, el olor de Elisabeth se volvía cada vez, mucho más intenso que antes.
—Puedo matarte, esconder tu cuerpo y nadie sabría lo ocurrido aquí —Elisabeth se encogió de hombros él olía exquisito, su olor le traía ¿Era eso? ¿Él la estaba seduciendo?
—También podrías borrar mi memoria ¿No es lo que hacen los de tu clase? —Lisa camino dos pasos hacia atrás, no por miedo, sino porque necesitaba confirmar que esto fuera real y no un mal sueño.
—Podría ¿Quieres que lo haga? —Vladimir, no podía dejar de pensar en lo fascinante que era Elisabeth, no mostraba miedo, no le temía en absoluto o ¿No le creía? Los golpes sobre la puerta alertaron sus sentidos, el aroma de lobos le indicó que ya no estaban solos.
—No habrás —murmuró casi de manera inaudible al oído humano, sin embargo Lisa pareció escucharlo perfectamente.
—Abra la puerta Elisabeth Morrison, sabemos que está allí dentro —Lisa reconoció perfectamente la voz del detective Gordon, el tipo se la tenía jurada y ella le acaba de dar motivos para atraparla.
—¿Escaleras de emergencia? —Vladimir preguntó en un susurro. Lisa le señaló la ventana estaban en un séptimo piso, se matarían con seguridad si llegaban a caer.
—Vamos —Lisa caminó lentamente tratando de que sus pasos no fueran escuchados por el detective.
Vladimir escaneo el lugar, los lobos no eran tan inteligentes después de todo, abrió la ventana, permitiendo a Lisa ser la primera en bajar, si había lobos allí abajo, no le tocarían un pelo, iba en contra de su naturaleza “vivían para protegerlos” según sus propias palabras, él realmente lo dudaba.
La puerta se abrió abruptamente, Vladimir sonrió al ver los ojos amarillos del lobo, estaba enfadado y él estaba escapando de nuevo, cayó sobre sus pies justo a tiempo cuando lisa bajo la última escalera.
—¡Atrápenlos! —gritó furioso el detective, había rastreado el auto hasta el edificio. Maldiciendo por no seguir sus instintos esa mañana, Elisabeth Morrison había actuado extraña al ver los cadáveres y ahora podía comprender la razón ¿Estaría bajo el embrujo vampírico? Lo más probable, de otra manera no podía explicarse su complicidad, ella olía a humana.
****
—¡Corre Elisabeth! —Vladimir era consciente de que podrían ser atrapados a menos que se alimentara.
—¡¿Qué diablos pasa?! —preguntó mientras corría sin dirección guiada únicamente por su instinto
—Son cazadores, hombres lobos —Elisabeth frenó sus pasos, haciendo que Vladimir chocara contra ella, enviándola al piso.
—Maldición, ¿de casualidad existen las brujas? —preguntó mientras se incorporaba
—¿Te molesta si te digo que sí? —Vladimir olfateó el aire mientras aullidos se hicieron llegar.
—¿De verdad son lobos? —Lisa retrocedió cayendo nuevamente, cortándose la mano con el filo del bordillo.
Vladimir recogió el aroma a sangre, su rostro giró en dirección de Lisa, quien sostenía su mano sangrante.
—¡Corre Lisa! —ordenó, sus ojos se tornaron rojo carmesí, tal como la sangre derramada de Lisa
—¡Corre! —Lisa no lo pensó dos veces esta vez, su instinto le alertó del peligro, giró sobre sus pies corriendo sin rumbo fijo, sintió como un Déjà vu; pero no se detuvo, corrió tan rápido como su pies le permitieron.
Vladimir se dio cuenta tarde de su error, al incitarle a huir, despertó el predador en él, olvidándose de todo su concentración estaba en Lisa, su presa y por mucho luchar para retroceder fue a por ella…
La adrenalina corría por sus venas, podía sentir a Vladimir acercándose a ella, la piel se le erizó al sentir el peso sobre su espalda derribándola sobre el piso una vez más. Se giró tan rápido como pudo topándose de lleno con un par de ojos carmesí y dos colmillos dispuestos a rasgar su carne.
—Vladimir —musitó antes de ser arrastrada por la oscuridad…
****
—¡Corre! ¡Corre pequeña! —la voz de su padre le alentó, tenía cinco años, sus pies eran cortos aun así su velocidad era superior a cualquier niño de su edad, podía sentir el peligro, su pequeño cuerpo se erizó listo para luchar ¿Qué podía hacer? Nada más que correr por mucho que sus instintos le gritaban volver para pelear, la orden de su padre a través de su mente le obligó a correr más rápido, tanto como pudo. Alcanzado el Hyde Park, su padre le había ordenado internarse en la Abadía de Westminster, y su mundo desapareció junto al aullido de lobos en la distancia.
—¡No! ¡Nooo! —Elisabeth abrió los ojos, su corazón bombeaba rápido y fuerte de dentro de su pecho, las sábanas de seda arropaban su cuerpo, la habitación parecía salido de un cuento de hadas, una mezcla de lo antiguo y lo moderno. Era una habitación grande, con dos ventanas del piso hasta el techo, cortinas doradas impedían la entrada del astro rey.
La pequeña punzada en su mano le hizo recordar la herida sufrida al caer, la observó con cuidado estaba vendada, se levantó con prisa, se miró en el primer espejo que encontró revisándose el cuello.
—¿Crees que bebí de ti? —La voz de Vladimir le hizo girarse, el hombre estaba regio, su rostro esculpido por los dioses.
—¿No lo hiciste? —preguntó con duda, lo último que recordaba eran los largos y finos colmillos acariciando su garganta.
—Te mentiría si te dijera que no probé tu sangre, lo hice, más no bebí de ti, me disculpo por ello —Lisa pudo ver la vergüenza en sus ojos ¿Los vampiros podían sonrojarse?
—¿Por qué te complicas la existencia, cuando bien podrías borrar mis recuerdos? —Él torció los labios un gesto nada elegante y muy humano.
—Lo hice, pero al parecer no funciona contigo Elisabeth, estás aquí, interrogándome —dejó la bandeja de comida sobre la mesa, apartándose de ella, protegido en la sombra.
—¿Tus casa? —Lisa se preguntó realmente ¿Que estaba mal con ella? El tipo casi la asesina la noche anterior y ella estaba allí, parada frente a él con las sábanas protegiendo su cuerpo ¡Sábanas!
—No te preocupes, nada que no mirara antes —sonrió para limar las asperezas.
—¿También me has desvestido? —Elisabeth no pudo evitar sentirse ofendida por tal atrevimiento, le habría sido aceptable que bebiera de ella; pero verla desnuda ¡cielos no!
—Solo tengo un mayordomo en casa, ninguna mujer, me estoy disculpando por eso —Vladimir se mordió el labio, un hábito muy humano, para alguien como él.
—Maldición debería estar gritando como loca y en cambio, estoy aquí casi desnuda frente a ti, entrevistando como si fuera la cosa más normal del mundo —espetó molesta, no sabía si con el hombre o consigo misma.
—Eres una criatura fascinante Elisabeth; pero es una conversación que no deseo tener contigo a menos que estés vestida. Tu ropa está sobre la cómoda, con tu permiso — Elisabeth se dejó caer en la silla más cercana preguntándose sobre lo que realmente había ocurrido después de haberse desmayado.
Se vistió con prisas, comió hasta el último bocado en la bandeja que Vladimir amablemente le había traído y salió en su búsqueda.
—¿Dónde estoy? —preguntó al verlo observar a través del ventanal, imagino era un vidrio protector de los rayos UV, de cualquier otra manera, Vladimir estaría reducido a cenizas ¿No era eso lo que decían de los vampiros?
—En Buckinghamshire Residencia Petrov mi hogar, a sesenta y un metros de la orilla del río Támesis, si aún quieres lanzar mi cuerpo al fondo —Bromeó, su cuerpo estaba tenso, había probado la sangre de Elisabeth, una parte de sus recuerdos están rondando su cabeza, le era imposible una visión exacta, no había bebido lo suficiente.
—¿Cómo llegamos? —era la pregunta que ella realmente deseaba hacer desde que despertó.
—Por el subterráneo —no dijo una sola palabra más.
—Que gran información —espetó molesta.
—Lo siento Elisabeth, me temo que no podrás volver a casa en mucho tiempo, ni siquiera podrás volver a tu empleo.
—¿Qué? ¿Por qué no puedo volver? —la seriedad en el rostro de Vladimir le hizo temblar.
—Te lo dije, Jack Gordon ha registrado tu departamento de arriba abajo, al parecer olvidaste tus zapatos la noche del ataque, ha recogido tu olor —Elisabeth permaneció callada, impactada.
—¿Cuánto tiempo dormí? —la duda le asaltó, aunque la herida en su mano parecía ser reciente, no podía recoger el aroma de sangre emanar de ella.
—Dos semanas, Jack ha logrado se extienda una orden de captura en tu contra, lo siento, no debí involucrarte en esta lucha sin tregua entre vampiros y lobos. Han pasado cientos de años y el odio irracional en ellos parece aumentar cada día más.
—¿Qué harás conmigo? —murmuró para sí.
—Quiero descubrir, quién eres Elisabeth...