Elisabeth, continuaba en shock, el hombre que había acudido a su rescate era real, existía y no era producto de su imaginación.
—Elisabeth ¿me estás escuchando? —Clark, movió ligeramente el hombro de la chica, tratando de no asustarla, parecía impresionada algo inusual en ella.
—Lisa ¿te sucede algo? Quizás es demasiado temprano para este tipo de noticias, lo lamento —Clark, se disculpó; pero la actitud de Elisabeth le sorprendió, no era una mujer que se dejara impactar fácilmente, era profesional, fría y calculadora algunas veces.
—Estoy bien Clark, gracias por la primicia, haré un par de fotos de los cuerpos y me iré, tengo cita para una entrevista y quiero dejar listo la nota para su impresión y que pueda estar a primera hora a la venta. —Elisabeth sonrió; pero estaba segura que se le notaba tensa. Los ojos de Clark parecían sospechar, como si le acusaran directamente de aquellas muertes; pero él no tendría manera de averiguarlo ¿cierto?
Elisabeth terminó su trabajo, como toda profesional de periodismo, aparentemente, no se había tomado el tiempo de revisar que las fotos quedarán bien, solo quería abandonar la morgue, quería escapar del infierno en la que su vida parecía estar cayendo ¿Qué pasaría si se viera involucrada? Su carrera terminaría y con seguridad terminaría presa. Sus manos sudaron, su respiración era ligeramente agitada, trató de controlarse.
—Gracias, Clark, como siempre te debo una —Elisabeth fingió una sonrisa, para despedirse de su amigo. —Te parece ¿El sábado por la noche? —preguntó con la esperanza de que Clark aceptará y pudiera abandonar las instalaciones rápidamente.
—Seguro, pasaré por ti y saldremos a algún lugar —Clark, sonrió y se despidió de Elisabeth.
—¿Se ha marchado tu chica? —la voz del detective, llamó su atención.
—Elisabeth, no es mi chica, es una buena amiga —respondió el moreno llevándose el café a los labios.
—Cualquiera pensaría lo contrario, le das las primicias, tiene favoritismo sobre otros reporteros —Clark fijó su mirada molesta sobre el detective Jack Gordon, el detective a cargo de investigar el crimen de esos dos tipos.
—¿Estás acusándome de algo? —Clark preguntó, mirando a Jack, era un magnífico detective, resolvía los casos más rápido que cualquier otro y era conocido por su gran olfato para encontrar a los criminales; pero por alguna razón Elisabeth parecía ser su objetivo siempre que estaba cerca.
—Estás enamorado de ella, tanto que no te has fijado en su nerviosismo, desde mi posición se pudo respirar su miedo —Jack, se acercó un poco a Clark antes de decir. —Era como si esos dos cadáveres no le fueran desconocidos.
—¡Estás loco! Este trabajo de mierda, te hace sospechar de todos, tiene una entrevista importante hoy para su carrera, es lógico que este nerviosa y la escena que le he mostrado no es precisamente lo que hubiera querido darle antes de un momento tan importante —Clark calló, salió molesto por la actitud de Jack, como detective era un sabueso; pero sospechar de Elisabeth era absurdo.
Elisabeth, llegó a la oficina pasada las once de la mañana, tenía tantas cosas que hacer; pero no podía concentrarse, las imágenes eran confusas, todo había pasado muy rápido. Cerró los ojos y lo único que podía ver con nitidez eran ese par de ojos rojos y los colmillos sobresaliendo de los labios del hombre.
—Elisabeth —Sonya, la compañera de trabajo de Lisa, trato de llamar su atención, pero esta parecía perdida en algún lugar.
—¿Lisa? —llamó con un tono de voz ligeramente más elevado que el de costumbre.
—Perdón Sonya ¿Qué me decías? —Elisabeth sonrió. No entendía lo que estaba ocurriendo ¿Quién era aquel hombre?
—Te pregunté si acudirás a la cita en las oficinas del Grupo Petrov, porque se te hace tarde y no tienes un auto. Cielos Lisa ¿quién con un puesto como el tuyo, se mueve en taxi? —Sonya le lanzó las llaves de su auto.
—Date prisa, estaré esperando por buenas noticias —Elisabeth, fue consciente que llegaría tarde si no salía ahora mismo. Trabajaba para el Periódico The Guardian, uno de los más prestigiosos de Reino Unido y la entrevista con el Grupo Petrov, era la nota más esperada debido a que su propietario evitaba a toda costa socializar y esta primicia había sido codiciada por muchos.
—Gracias Sonya, te prometo que te daré los pormenores de la entrevista y si puedo le haré una fotografía al tipo y te la regalaré —Sonya sonrió, mientras Elisabeth, salía con prisas. Las fotos en la computadora llamaron su atención ¿era la nota de Lisa? Parecía aterrador.
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Elisabeth estaciono el auto, en el edificio más lujoso de la ciudad, no cabía duda de los millones que su propietario parecía poseer, respiró antes de bajar del auto. Esperando hacer el papel de su vida. Apartó las imágenes de la morgue que, parecía perseguirla, debía olvidarse de eso y centrarse en el momento, aquí y ahora.
Entró al edificio, el interior era mucho más lujoso, todo parecía construido en vidrio, un color azul zafiro precioso.
—Buenas tardes y bienvenida al Grupo Petrov ¿me permite su identificación? – La recepcionista con una amable sonrisa le atendió —viene usted, por solicitud de trabajo.
—Soy Elisabeth Morrison, del Periódico The Guardian —Lisa, enseñó su gafete de reportera y espero a que la amable recepcionista confirmará la cita con su jefe.
—El señor Petrov, espera por usted, por favor acompáñeme —Elisabeth siguió los pasos de la recepcionista hasta el elevador, como era de suponer la oficina del presidente de la compañía, se encontraba en el último nivel. Trató de relajarse, mientras el elevador ascendía piso a piso. Apenas las puertas se abrieron camino con paso firme, no se detuvo a observar el lujo del lugar. No estaba interesada en eso, era irrelevante, lo que quería era conocer al famoso y escurridizo señor Petrov.
—Señorita Morrison —la recepcionista llamó su atención, estaban frente a una enorme puerta de madera hecha de roble, adivino, el escudo tallado llamó su atención ¿Quién utilizaba los escudos familiares? Se preguntó, bien ella, no tenía uno porque no tenía familia, había crecido en un convento. Cerró sus pensamientos, su procedencia era irrelevante a estas alturas de su vida.
—Buenas tardes Señor Petrov, soy Elisabeth Morrison, del periódico The Guardian —Lisa se presentó, esperando conocer al señor Petrov en persona.
—Bienvenida señorita Morrison —Elisabeth sintió un escalofrío recorrer su cuerpo, al escuchar la voz del señor Petrov.
Vladimir Petrov, giró su silla lentamente. Elisabeth enmudeció por la sorpresa, ese hombre era muy parecido a…
—Señorita Morrison ¿Se encuentra usted bien? — Vladimir observó a la hermosa chica frente a sus ojos, era una mujer poco común, su cabello color cenizo natural, podía saberlo con solo recoger su aroma, sus ojos azules, estaban abiertos por la impresión. Sabía el motivo. Estúpidamente había dejado que viera su rostro la noche anterior.
—¿Tu? —Vladimir sonrió, mostrando su perfecta dentadura, no había colmillos en él, si es lo que ella esperaba ver.
Elisabeth parpadeó un par de veces, tratando de recobrar la serenidad y el control sobre su cuerpo tembloroso.
—¿Se encuentra bien? —Elisabeth se fijó en sus ojos, no eran rojos, sino grises, su piel blanca, su cuerpo cubierto por un traje ejecutivo hecho a medida que le hacía ver malditamente sexy. El señor Petrov y el hombre que la salvó anoche no podían ser la misma persona.
Vladimir sonrió, esperando que la mujer frente a él, no fuese capaz de relacionarlo con el hombre de la noche anterior, había cometido un error y debía asumirlo; pero por alguna extraña razón se negó a borrar lo recuerdos de la mente de Elisabeth.
—Yo —Vladimir, escuchó la respiración de Elisabeth agitarse, sus latidos eran música para sus oídos y el flujo de sangre en sus venas parecía aumentar, su olor lo tentó como nunca antes ¿estaba loco? Era una periodista “Puedes borrar sus recuerdos” su mente le gritó, pero se rehusó a continuar la línea de sus pensamientos.
Vladimir Petrov, no era un hombre común, más bien no era un hombre desde hace más de doscientos cincuenta años, desde el día que había sido mordido por una criatura de la noche, condenado a una vida eterna, llena de soledad, había visto morir a mucha gente y nacer a otros cientos más. Elisabeth Morrison solo sería una más en su larga lista de personas prohibidas…
—Disculpe señorita Morrison, soy un hombre muy ocupado y su tiempo ha corrido desde el momento que tomó asiento —Vladimir pudo ver la confusión en esos preciosos ojos azules.
—Señor yo, lo siento —Vladimir observó a Elisabeth morderse el labio, rogó por que la mujer no fuera estúpida y se abriera el labio por la presión ejercida sobre él.
—Te ves diferente —eso no era lo que Vladimir esperaba escuchar.
—¿Cómo dice? —preguntó sin alterarse, haciéndose el sorprendido.
—Anoche, tenía los ojos rojos y…
—Creo que me está confundiendo señorita Morrison, es la primera vez que tengo el placer de conocerla —sonrió amablemente, se levantó con una elegancia arrebatadora, sabía el efecto que podía causar en el sexo opuesto, pero esta vez no era esa su intención.
—Estoy segura que eras tú, tú me salvaste la vida anoche —Elisabeth insistió, olvidándose de la importancia de la entrevista, tirando por la borda sus años de trabajo y noches de desvelos.
—Si usted estuvo en la ciudad de París anoche, podría ser posible, sin embargo estuve toda la noche reunido con empresarios franceses —Vladimir le dio la espalda, tratando de que sus colmillos no se extendieran fuera de sus labios.
—¡Miente! —Elisabeth se puso de pie, mas no avanzo un solo paso en su dirección, era como si algo se lo impidiera, pero no había nada, solo estaban ellos dos en la habitación.
Vladimir se giró violentamente ante la acusación. El fuego en su mirada hizo a Elisabeth dar dos pasos hacia atrás. No tenía miedo, pero su instinto de supervivencia gritaba desesperadamente que se alejará del hombre.
—Es mejor que se marche señorita Morrison su tiempo ha terminado —Vladimir camino de regreso a su silla, giró para darle la espalda y observar las luces de la ciudad su momento había llegado, la noche había caído y él estaba listo para la cacería, porque Vladimir Petrov, simplemente no era humano.