JESSA
—Si vas a vomitar, avísame y me detendré—
—¡Estoy bien! — protesto.
Miro a Fernanda, quién detrás del volante de su pequeño Mini Cooper, se ve absolutamente adorable con una pequeña boina de punto mientras nos precipitamos por un sinuoso camino rural, en medio de la nada.
—No te ves bien—
—Eso tiene más que ver con la idea de ver a Trace hoy, no con el mareo— le aseguro. —Tengo un estómago de hierro. ¡Te lo juro! —
—Bueno si tú lo dices— Fernanda sonríe. —Me alegra que no te lo pierdas hoy, la comida en estas fiestas siempre es increíble—
—Aja— murmuro, con el estómago revuelto. —Comida. Genial—
Ella y la mayoría de los empleados de Rosberg Cross, llevan años esperando este día, pero yo no estoy tan segura.
Es el día del convivio de la empresa, en los terrenos de otra residencia de Trace Rosberg, está al norte del estado, cerca de Finger Lakes.
—¿Cuánto falta? — pregunto.
Fernanda consulta el GPS. —Solo veinte minutos—
Me estremezco al pensar en encontrarme cara a cara con Trace de nuevo. Apenas me ha mirado desde su gran confesión y sacar conclusiones precipitadas sobre Elías y yo. He estado feliz por la distancia, pero ahora mi breve respiro ha terminado. —¿Qué pasa en estos convivios? — pregunto, tratando de distraerme. —¿Ejercicios de trabajo en equipo? No voy a tener que hacer una caída de confianza, ¿verdad? —
—No. principalmente solo beber, comer y charlar. Pero es divertido, de todos modos, solo para cambiar de aires. —¡Ay! — golpea el volante con entusiasmo. —No puedo esperar. Te va a encantar allí—
No lo creo. durante los últimas dos semanas, he estado haciendo un gran trabajo ignorando a todos los hombres en mi vida y lanzándome a mí a mi trabajo. Me ofrecí como voluntaria para ir a los archivos y hacer un proyecto de digitalización de viejos catálogos de la empresa. Implicaba jornadas de diez horas de trabajo minucioso y bizqueante, pero valió la pena porque me mantuvo fuera del camino de Trace y Elías. Pero ahora, ambos estarán en el convivio. Y no habrá forma de evitarlos.
Se me revuelve el estómago cuando digo. —No lo entiendo. ¿Cuántas casas tiene la familia Rosberg? ¿No tienen una también en los Hamptons? —
Me estoy haciendo la tonta, obviamente, ya he estado allí. pero nadie en Rosberg Cross lo sabe. Al menos, no creo que lo sepan.
—Si. Está al norte del estado es su antigua casa familiar— responde Fernanda. —Es hermosa. Han estado haciendo los convivios de empresa allí desde antes que yo naciera. He oído que sus otros lugares son bonitos, pero este es como un palacio—
—Wow— digo. No puedo imaginar nada más palaciego que la finca en los Hamptons. Allí, necesitaba un rastro de migajas de pan solo para encontrar el camino a la cocina desde el dormitorio. Su dormitorio…
Me llena, tan profundamente que no puedo soportarlo, pero no tengo elección. Sus manos están apretadas en mis muñecas, su peso me empuja contra el colchón, su boca mordisqueando mi hombro con un mordisco agudo. Esta en todas partes, a mi alrededor, dentro de mí. abromándome por completo. No hay espacio para pensar, ni siquiera para respirar. Todo lo que puedo hacer es tomarlo, hasta el último centímetro…
—¿Yooo hoo? —
Me destroza el recuerdo de la primera vez que Trace y yo tuvimos sexo, cuando Fernanda agita la mano delante de mi cara. Miro a mi alrededor. Ya no estamos en la autopista.
—¿Qué me perdí? —
—Ya estamos aquí. Esta es la salida—
—Oh— Miro por la ventana. —Que bien—
Las gasolineras y los moteles de carretera dan paso a casas más grandes y hermosas, y pronto, a medida que el lago aparece a la vista, también lo hacen las hermosas mansiones. Cada una es más palaciega que la anterior. Por supuesto, Fernanda se detiene en la más grande, con una valla de hierro forjado a su alrededor.
El camino de entrada está lleno de coches, así que se acomoda detrás de un Mercedes y sonríe.
—¿Estas lista para ver como saltan las chispas? —
Bajo el espejo retrovisor para revisarme la cara una última vez. Lo levanto de golpe y la miro.
—¿Qué quieres decir? —
—Mala, Fernanda— dice dándose una palmada en la mano. —Estoy haciendo un trabajo terrible manteniéndote al día de los chismes de la empresa, ¿verdad?, compañera de piso? —
No puedo decir que haya tenido muchas oportunidades, con los largos días que he estado trabajando. —¿Que chismes? — pregunto, esperando que no me involucren.
—Christina y Trace siguen discutiendo, tratando de congraciarse con los diversos miembros de la junta— dice, encogiéndose de hombros.
—Aparentemente, cada vez que ella entra, la temperatura del lugar baja treinta grados. Ayer, la mando sacar y le dijo que se fuera a la mierda—
—Lo creo— hago una mueca. —Suena más de lo mismo que presenciamos, ¿recuerdas? ¿El día después de la gala? —
Se estremece. —Si. ¡Incómodo! —
Cuando llegamos a la enorme casa que se parece un poco a la Casa Blanca, sé que está a punto de volverse más así. Nos llevan a la parte trasera de la casa, donde hay un césped ondulado con carpas de comida y una banda tocando.
Sabía que Rosberg Cross tenía muchos empleados, pero nunca me había dado cuenta de cuantos, hasta ahora, al verlos a todos reunidos en un solo lugar. El jardín trasero está lleno de gente, todos de pie en grupos apretados, mezclándose. Nos movemos entre la multitud, deteniéndonos para saludar a la gente que conocemos y para tomar algo en el lujoso bar al aire libre. Pero, por supuesto, estoy alerta, buscando a Trace.
Ahí está, hablando con un par de ejecutivos. Va vestido de forma menos formal que su traje de diario, con una camisa abotonada y pantalones de vestir informales ligeros, y por supuesto, se ve increíble, con las mangas subidas, revelando sus antebrazos bronceados; el cabello bruñido por el sol. Tengo que apartar la mirada antes de lanzarme a otra fantasía apasionada, sobre que, exactamente, podrían hacer esas manos…
—Menuda fiesta, ¿eh? —
Me doy la vuelta y Elías se acerca con una sonrisa. —Hola— digo de golpe, tomando un trago de mi bebida helada para refrescarme. —Si, es…Lavish, de acuerdo— compruebo su estado de ánimo; no lo he visto en toda la semana, he estado evitando mucho mi escritorio, y me pregunto si siente que lo estoy ignorando.
Pero Elías parece estar bien. —Lo lograste— sonríe. —¿Fernanda no recibió ninguna multa por exceso de velocidad de camino? —
Me río, realojándome un poco. —¿Entonces has estado en un auto con ella? —
—Ah, sí. Una vez fui a un evento, juro que se saltó tres semáforos en rojo— Elías sonríe. —No ha asistido a su llamada en NASCAR—
Ya veo. Está actuando con perfecta normalidad. Lo que significa que yo también debería hacerlo.
—Me enteré de ese proyecto de archivo en el que te involucraron— Elías añade, amablemente.
—Suena brutal—
—Oh, no está tan mal. Me gusta la paz y la tranquilidad— Nunca revelaré que me ofrecí como voluntaria para el proyecto. —¿Entonces hay algún itinerario para hoy? — pregunto con curiosidad. —¿O simplemente nos sentamos, bebemos y socializamos? —
Se ríe. —No. Probablemente sea eso. Habrá unos juegos más tarde: tenis, croquet, paseos en bote por el lago para quién quiera. La idea es que los diferentes departamentos que normalmente no interactúan se reúnan y se la pasen bien— Me mira de reojo. —¿Esperabas una guerra de colores como en el campamento? —
Me río —Bueno…podría animar un poco las cosas—
—Oh, oh— murmura Elías, mirando por encima de mi cabeza.
—Aquí viene la Bruja Malvada de parte alta de Manhattan—
Me giro para ver a Christina, pavoneándose. Es difícil no verla, con el mono rojo brillante con cuello halter. Esta saludando a la gente de izquierda a derecha, el alma de la fiesta.
Miro de reojo a Trace, que probablemente es la única persona que no la está mirando. Y efectivamente no la está mirando. Me está mirando a mí.
Mi cara se enciende cuando se disculpa con los ejecutivos y camina hacia nosotros. Me pongo rígida. Elías me está contando una historia sobre un pinchazo que tuvo de camino hacia aquí, y trato de sonreír y fingir que me gusta mucho.
—¿En serio? Oh—
Solo cuando Trace se pone delante de nosotros me doy cuenta de que tiene una mujer con él. Es una belleza con curvas, probablemente más joven que yo, aferrándose a su brazo como una segunda piel. Por la forma en que lo mira, sé que ha estado en su cama. Lo sé, porque así es como lo miro.
Los celos me invaden. Es demasiado doloroso. ¿Es Madeline? Me pregunto. No lleva la pulsera que él había grabado. Pero tal vez no fue su único regalo.
—Me alegro de verte, Elías — dice Trace, estrechándole la mano. Sus ojos pasan de mi a su cita. —Déjame presentarte a Daisy—
Ella se rie, sonriéndonos. —¡Encantada de conocerlos a todos! —
Elías le estrecha la mano, sosteniéndola demasiado tiempo. —Espera. Te conozco. Estás en r************* … ¿Verdad? —
—¡t****k! — la chica se ríe más.
—Daisy es una influencer— dice Trace. —Estamos en conversaciones para un acuerdo de patrocinio—
—¿En serio? — dice Elías, con aspecto interesado. —Tendrás que informarme. Hemos estado buscando maneras de utilizar mejor las r************* —
Trace asiente. —Es bastante nuevo. A partir de este fin de semana, nuevo—
—¡Pero, que emocionante! — Daisy lo mira con adoración. Me pregunto qué paso este fin de semana. ¿La sedujo, la llevo a una escapada a los Hamptons y la volvió loca? ¿La acostó en su cama y le hizo el amor mientras ella perdía la cabeza por el placer?
—Pensé que Rosberg Cross atendía a una…clientela diferente a la del tipo de personas que se preocupan por t****k— no puedo evitar decir.
Me estremezco cuando todas las miradas se dirigen a mí. Dios, ¿a cabo de pensar en voz alta? Si.
—Tienes razón— dice Elías, —pero la plataforma esta más universalmente aceptada hoy en día. Así que creo que es una idea brillante—
Trace no mira a Elías. Está claro que no le importa lo que Elías piense. —¿Ya salieron al lago? — me pregunta, con un tono imposible de interpretar. ¿Nosotros dos…?
Me doy cuenta de que Trace cree que estamos juntos, como, un romance. Bien. Que lo crea. Me acerco un poco más a Elías y sonrió. —No, pero que gran idea. Gracias, Trace—
Le sonrió, igual que a su nueva novia. Dos pueden jugar este juego. Trace aprieta los labios. No puedo adivinar su estado de ánimo. —Los vecinos de al lado no están a kilómetros de distancia. Se sabe que hay gente que sale a nadar desnudo— dice mirando a Daisy con una sonrisa burlona.
Daisy suelta una risita. —¡Ooh! ¿Podemos? —
Trago saliva con fuerza. Por mucho que intento no pensar en el agua fría, en el yate ese día, cuando me aferre a él, desnuda, hasta que me hizo correr…Pronto es todo en lo que pienso.
—Tal vez mas tarde— dice Trace con una guiño. Elías se ríe, ajeno a la tensión.
—Quizás quisieran esperar hasta que nos vayamos todos— dice, —me imagino que Recursos Humanos tendrá un par de cosas que decir—
—Tienes razón. Es más bien una fiesta privada— dice Trace, con la mirada fija en Daisy.
No puedo escuchar esto más.
—Disculpa— murmuro, —Necesito, eh, encontrar un baño—
—Hay muchos adentro— dice Trace, distraídamente. —Trece, para ser exactos—
Por supuesto que sí. —Gracias, pero solo necesito uno— digo y me doy la vuelta y me apresuro a volver a la casa. Dentro, paso junto al personal de catering y a la gente de Rosberg Cross que exclama “Ooh” y “ah” ante la arquitectura clásica, buscando un momento de paz.
Doblo otra esquina y continúo por un largo pasillo hasta que encuentro un tramo de escaleras que conduce al primer piso. Hay una cuerda de terciopelo fijada en el umbral, marcándolo como prohibido, pero no hay nadie alrededor que pueda verme mientras la salto rápidamente y subo corriendo las escaleras.
Aquí, por fin, puedo respirar. Arriba, el pasillo está lleno de lujosas alfombras persas, con arte y fotografías antiguas en las paredes. Miro a través de algunas puertas y encuentro suites de invitados inmaculadamente acogedoras, decoradas con papel tapiz estampado y muebles antiguos. Es lo opuesto a la decoración habitual de Trace, que es tan sobria y moderna. Esto tiene historia, un sentido de su familia, y no puedo evitar imaginar la casa llena de vida, cuando Trace era un niño.
Finalmente, al final del pasillo, veo una biblioteca con la puerta entreabierta, invitándome a entrar. Está llena de estanterías, con una chimenea de piedra y un cómodo sillón de cuero viejo. Las ventanas están abiertas con vistas a la fiesta en el césped, y oigo conversaciones y risas que se elevan mientras me acerco a la repisa de la chimenea para examinar las fotografías familiares que están allí.
Ahí está la foto que vi antes, de los Cross y los Rosberg, fuera de la tienda insignia. Instantáneas de los padres de Trace juntos, en su juventud. El joven Trace, radiante junto a un árbol navideño. El padre de Trace, y lo que parece ser el papá de Christina, Charles, sonriendo y riendo en una playa en algún lugar.
De pie junto al hay un hombre que solo podría ser Román Morelli, la viva imagen de su hijo, Nero a esa edad.
Mi corazón se retuerce, en conflicto. Por mucho que este enojado y confundido por el chantaje que acecha como una sombra sobre mi vida y la de Trace, no debe ser nada comparada con lo que Trace está pasando. Después de todo, estos son los trapos sucios de su familia, sus secretos y su reputación estan en juego. Y algo acerca de estar en esta casa lo hace evidente, lo protector que debe ser del buen nombre Rosberg.
Miro de nuevo las fotos de él creciendo. Joven, feliz, despreocupado. No puedo creer que este niño pequeño se haya convertido en el hombre gélido y dominante que conozco hoy. ¿Qué hace falta para hacerlo sonreír así de nuevo?
Un ruido detrás de mí me sobresalta. Me doy la vuelta y allí esta, como si lo hubiera conjurado con puro anhelo.
Trace.
Está de pie en la puerta, su cuerpo llenando el espacio, simplemente observándome.
Me estremezco. —Lo siento, no estaba husmeando…— empiezo a disculparme, pero el simplemente niega con la cabeza.
—Yo también tenía que escaparme. Tu novio es tan emocionante como la lista de ingredientes de una botella de detergente— dice Trace secamente, bebiendo de la bebida que tiene en la mano.
Le frunzo el ceño. —¿En serio? ¿Estás seguro de que tu novia es mayor de edad? —
Entra en la habitación, casi cerrando la puerta tras de él.
—¿Celosa? — pregunta, burlándose.
—Para nada— miento, intentando sonar casual. —Me la estoy pasando genial—
—Con Elías— Trace todavía suena como si se estuviera burlando de mí.
—Con Elías— repito, desafiante.
—Es gracioso— dice, acercándose. Como un león, rodeando a su presa. —No habría pensado que fuera tu tipo—
—Es amable, dulce, considerado…— digo, intentando ignorar el calor que ya me invade, solo por la cercanía de Trace. —En realidad es directo sobre sus sentimientos, en lugar de jugar— no puedo evitar añadir.
—¿Ah? — Trace hace una pausa, a solo un par de metros de mí. Me observa lentamente, sonriendo con suficiencia. —¿Eso es lo que buscas en un hombre entonces? Un hombre amable, directo y dulce—
No, quiero decir. Te deseo a ti.
—¿Quién no querría eso? — digo en cambio con la barbilla inclinada obstinadamente. —Elías es perfecto para mi—
—¿En serio…? — los ojos de Trace me recorren, y no puedo evitar temblar ante la intensidad cómplice de su mirada. —¿Te hace rogar antes de follarte? —
Mi mandíbula cae. Mis mejillas se sonrojan.
—¿Sabe lo mojada que te pones cuando te ordenan ponerte de rodillas? — Trace continúa, su voz baja e hipnótica. —¿Te sujeta para chuparle la polla? ¿La recibes hasta el final y te tragas cada gota, como una buena chica? —
Miro a Trace boquiabierta, sin palabras ante sus sucias palabras. Se que debería estar indignada, pero, Dios mío, estoy excitada. Desesperadamente. Mi respiración ya sale entrecortada y siento ese dolor revelador curvándose entre mis muslos. Deseándolo.
—No es asunto tuyo— logro decir, con la voz aguda.
Sonríe. —No lo creo. un hombre como Elías no puede darte lo que necesitas. Ni siquiera puede empezar a imaginar lo que se necesita para satisfacerte— añade, acercándose, por lo que su voz es áspera a solo unos centímetros de distancia.
—Pero yo sí, ¿verdad, Jessa? Soy el único que conoce todas las cosas malvadas y sucias que anhelas, en el fondo. Las cosas de las que te avergüenzas. Las cosas que nunca podrás admitir a la luz del día—
—No— Miento. Intento apartarlo, pero Trace me agarra del brazo, reteniéndome.
—Quieres ser dominada— dice, con los ojos oscuros fijos en los míos. —Quieres ser adorada. Deshecha. Devastada. Hasta que no puedas soportarlo más. Hasta que supliques tu liberación—
Me estremezco de calor y anhelo, incapaz de apartar la mirada. ¿Cómo puede ver a través de mí? ¿Cómo conoce todas mis fantasías de medianoche?
—¿Quieres que te empuje contra la pared aquí mismo— Trace continúa, respirando mas rápido. Una luz hambrienta en sus ojos. —Quieres que te suba esa bonita falda por la cintura y te folle sin sentido. Te llenaré con cada centímetro de mi polla hasta que grites tan fuerte que te oirán a kilómetros de distancia. Hasta que no puedas mantenerte de pie, ni siquiera puedas caminar. Lo deseas, duro, profundo y sucio. ¿no es así? —
Abro la boca para decirle que no. pero de alguna manera, no sale ningún sonido.
—Jessa…— Gruñe mi nombre de nuevo, como una advertencia, y me doy cuenta con un escalofrió de que este es Trace al borde. Conteniéndose por el más mínimo hilo. A punto de estallar. Y, Dios ayúdeme, quiero verlo romperse.
—Si— susurro suavemente. —Te deseo—
Con un profundo gruñido de deseo, Trace me atrae hacia él. Su boca choca contra la mía, voraz, y en ese instante, estoy perdida. No pienso en nuestra torturada historia, ni en el hecho de que hay trecientas personas abajo, todo lo que siento es a él. Su lengua, hundiéndose en mi boca posesivamente. Sus manos, haciéndome girar y estampándome de cara contra la pared.
—Mierda, Jessa…—
El aliento de Trace es caliente contra mi mejilla. Esta presionado contra mi espalda con una mano debajo de mi blusa, apretando y pellizcando un pecho mientras la otra me sube la falda y la mete directamente entre mis muslos. Gimo, corcovándome contra su mano mientras frota mi clítoris, metiendo sus dedos en mi humedad.
Gimo de placer impotente. Tiene razón. Nadie más podría hacerme esto. Nadie más podría siquiera acercarse.
Mis piernas ceden bajo la ola de deseo, pero Trace me mantiene allí, dolorosamente aplastada entre su cuerpo y la pared, indefensa ante la embestida de sus manos. Es el cielo. Es el infierno. Estoy totalmente a su merced, y Dios, me encanta, y lo odio a la vez, mi cuerpo se estremece, mi voz sale en gemidos desesperados.
Oigo el chasquido de una hebilla, y luego se baja la bragueta. Ni siquiera tengo tiempo de recuperar el aliento antes de que tire de mis caderas hacia atrás, separe mis piernas de una patada y se estrelle contra mí. Hasta el final. Cada maldito centímetro. Dios mío.
Un grito sale de mi garganta. Mierda. Eso es profundo. Es como si me estuviera empalando con su polla, sin piedad. Se sacude hacia atrás y luego me penetra de nuevo, aún más profundo, y mis ojos se ponen en blanco de placer por la fricción, incluso mientras mi cuerpo golpea con fuerza con la fuerza del impacto.
—¿Te folla así? — exige Trace, embistiéndome de nuevo. Agarra mi coleta con el puño, tirando de mi cabeza hacia atrás, arqueándome como un arco mientras su polla me abre de par en par. —¿Te llena? ¿Hace que tu coño se apriete como un maldito torno? —
—¡No! — Sollozo sin pensar. Estoy ardiendo. —¡No! solo tú, Trace. Solo ¡Tú! —
Grito de placer de nuevo, empujándome hacia su polla de cualquier manera que puedo, persiguiendo la fricción extática. Pero Trace no se detiene a respirar. Su ritmo es duro. Castigador. Empujando profundamente, una y otra vez. Me lo está demostrando en términos equivocados: mi cuerpo le pertenece.
Se acerca un orgasmo. Me golpea como un tren de carga mientras sigue golpeando. —¡Si! ¡Si! ¡Siiii! — grito mientras mi clímax me destroza, una avalancha de placer. Trace deja escapar un rugido animal y hunde su polla profundamente dentro de mí una última vez, estremeciéndome mientras desata un torrente caliente de semen; sus dedos se clavan tan profundamente en mis caderas que sé que habrá marcas durante días.
No me importa. Su cuerpo me ha marcado en todos los sentidos, de adentro hacia afuera. Es de él.
Trace finalmente me suelta. Un escalofrió me golpea la espalda, reemplazando su calor, y entonces oigo el crujido de la ropa y una cremallera. Me quedo donde me dejó, desplomada contra la pared. Si intento moverme, probablemente caeré al suelo. Estoy deshuesada. Sin mente. Justo como dijo que lo haría.
Exhalo un suspiro tembloroso, extrañamente en paz. Porque de alguna manera, el mundo tuene sentido cuando me toca. Tenemos sentido. Es como si estuviéramos atados con una cuerda elástica que entre más se resista nos devuelve al mismo lugar.
Me giro sonriendo. —Eso fue…— Hago una pausa, sin palabras. Mi sonrisa se extiende. —Algo…Wow—
Trace se mete la camisa dentro de los pantalones y se abrocha el cinturón. Cuando me mira, no me devuelve la sonrisa. No hay nada más que frío desdén en sus ojos.
Su mirada me recorre. Levanta el labio en una mueca cruel. —Límpiate. Hueles a sexo— y luego sale.
No me muevo, aturdida. Tambaleándome. Y odiándome a mi misma. La mareante ola de endorfinas da paso a la vergüenza y al autodesprecio, porque una vez más, he dejado que Trace me controle de nuevo.
No estaba arrastrado por la pasión en ese momento. Estaba demostrando algo. Yo fui la tonta que lo dejo. Que se rindió al deseo y me ofrecí en bandeja. Demonios, le rogué que me follara, más fuerte. Mas profundo. llegué al clímax sollozando su nombre.
Y ahora estoy sola. Usada y descartada. Debería haberlo sabido antes de caer de nuevo ante sus encantos seductores. Entonces, ¿Por qué parece que no puedo alejarme del?