JESSA
El sofá de Fernanda en su apartamento de Tribecca es sorprendentemente cómodo. Tiene muchas almohadas y una manta cálida esponjosa para mí. Es mucho mejor que esa lamentable excusas de colchón que arrastre al apartamento con Sídney. Tambien tiene una máquina de ruido blanco, que ahoga los sonidos de la ciudad y de los demás ocupantes del edificio. Pero no ayuda. Apenas puedo cerrar los ojos, y mucho menos dormir.
A las seis, oigo que la máquina de ruido blanco se apaga y pasos pesados que se dirigen al baño. Después de que el inodoro tira de la cadena y corre el agua, la puerta se abre de nuevo y una cabeza se asoma a través de la oscuridad. —¿Ya te levantaste? —
Asiento y me incorporo mareada.
—Preparando café. ¿Quieres un poco? —
—Siiii— Es más que querer. Lo necesito. Prácticamente me levanto de un salto y la sigo a la cocina.
Pone una taza gigante debajo de su cafetera y la hace zumbar. Luego me ofrece una taza humeante con un olor celestial.
—¿Azúcar? ¿Leche? —
Inhalo profundamente y niego con la cabeza. No es mi café con leche habitual, pero necesito algo de energía pura y sin diluir en mis venas ahora mismo. —Dios te bendiga— levanto la vista de la taza y la encuentro mirándome fijamente, con la cabeza inclinada.
—Entonces, ¿alguna vez vas a ser sincera conmigo? —
Frunzo el ceño. —¿Qué? —
—Bueno, has sido el chisme de Rosberg Cross desde que empezó a correrse la voz de que Trace Rosberg te enviaba ramos de flores y te llevaba a misiones especiales— Mueve las cejas. —¿Entonces es cierto el rumor? Alguien dijo que iba a la gala, presentándote como su novia—
Tuve el estómago revuelto toda la noche anterior, pero al escuchar que soy la comidilla de la empresa, la sensación de amargura regresa. Me siento obligada a ser honesta con ella. Ya no tengo a Sídney. Necesito hablar con alguien.
—Tal vez lo era—
Ella chilla. —¡Oooh! Es la primera vez. Él no es de los que mojan su pluma en la tinta de la empresa, si sabes a que me refiero— Luego frunce el ceño. —¿Lo era? —
—Si— Suspiro. —Es historia—
—¿Lo es? — Arruga la nariz. —¿Qué pasó? —
No pudo contárselo todo. Si supiera las cosas turbias que he hecho, probablemente me echaría.
—Nada en realidad. probablemente solo decidió que no quería seguir mojando la pluma en la tinta de la empresa— Aprieta los labios. Puedo decir que no se lo cree.
—De acuerdo, entonces te dijo que se había acabado. A juzgar por lo de ayer, no te despidió. ¿Así que renunciabas por eso? —
Asiento. Esa es la explicación más fácil, de todos modos, aunque no sea verdad.
—¿Por qué? ¿No te gusta el trabajo? — Antes de que pueda decir más, dice: —Lo entiendo, probablemente sea muy incómodo actuar como asistente de un hombre con el que tuviste una aventura, pero fuiste muy buena. Además, ¡pudiste trabajar conmigo! —
Pestañea, lo que me hace reír. —Me gustó eso— admito.
—Me gusto. Eras una de las pocas personas geniales allí— hace pucheros.
—No lo sé—
De verdad, cada fibra de mi ser quiere que vuelva con Trace, en mis rodillas, suplicando hasta que me acepte en su vida y en su cama de nuevo. Incluso si tarda mil años. Pero entonces me aparto de mí misma y me encojo. ¿Así que voy a ser su saco de boxeo, dejar que siga humillándome? ¿No tengo ningún sentido de autoestima?
Hace unos días, pensé que tenía todas las respuestas. Ahora…simplemente no lo se.
—No me dijo que se había acabado solo por lo del tatuaje de la empresa— admito, bajando la barbilla hasta el pecho. —Puede que haya hecho algo. Algo para traicionar su confianza—
Se inclina hacia delante, interesada.
—¿Inocentemente o…? —
La miro a los ojos. —¿Qué quieres decir? —
—Bueno, una cosa es si accidentalmente dejas un documento importante en la fotocopiadora, pero otra totalmente distinta si estás, no sé, vendiendo secretos comerciales de Rosberg Cross a sus competidores—
Hago una mueca. Es más cerca de ser la última. De hecho, es la última. Pero si se lo digo, dudo que me deje un lugar en su sofá. Intento inventar una mentira, pero nada parece adecuado. Y estoy cansada. Tan cansada.
—¿Te preocupas por él, ¿verdad? — pregunta en voz baja.
Hay una mentira fácil para esa. No, es todo lujuria. Cualquier mujer se la creería. Pero ya no tengo la energía para fingir eso. Así que asiento, con la mirada fija en mi regazo. —Y por qué él lo sabe, me está jalando como si fuera su marioneta—
Se acerca y me da una palmadita en la mano con simpatía. —¿Qué quieres? —
—Quiero retroceder el tiempo. Cambiar las cosas, de alguna manera, para que Trace no me odie— suspiro, esbozando una sonrisa. —Pero es demasiado tarde—
Arquea las cejas. —¿Odiarte? ¿Qué pudiste haber hecho para que…? —
—Confía en mí. Tiene todo el derecho— digo, acercando mi taza. Pero ni todo el café del mundo curará mi corazón roto.
…
Me visto para trabajar con algo profesional pero discreto. Para cuando llego a la oficina, me he hecho una promesa.
Primero necesito resolver mis finanzas. Así que me quedaré solo el tiempo suficiente para poder encontrar otro trabajo. Esta noche, repasaré el curriculum antiguo y pondré las cosas en marcha.
Hoy, sin embargo, y hasta que pueda que acepte este trabajo y se lo tire al diablo, mantendré mis distancia de Trace y realizaré las tareas del trabajo con absoluta precisión. Después de todo, Vivian, la asistente principal, se encarga de la mayor parte del día a día de Trace. esto debería ser pan comido.
Pero cuando entro en la oficina. Trace está de pie junto a mi escritorio. Esperándome. Reviso mi teléfono. Llego quince minutos antes. Espero que me diga que limpie mi escritorio. Pero simplemente chasquea sus dedos y dice: —Mi oficina. Ahora— y se marcha.
Me quito la chaqueta y guardo el bolso en un cajón. Miro a Vivian, que me mira con recelo desde detrás de la pantalla de su ordenador.
Cuando lo sigo, ya está detrás de su escritorio, mirando su portátil. Me acerca una taza. —Café. Ahora—
Lo miró fijamente. —Pero siempre tomabas café tu…—
—Y ahora quiero que lo hagas— me mira como diciendo. —Rétame. Te reto—
Solía tomar café en la tienda de enfrente. No tarde mucho en entender por qué: el café de la sala de descanso es horrible. Ni siquiera me había dado cuenta de que tenía una taza.
Me acerco y la recojo. Efectivamente, esta polvorienta. Y dice: “Sobreviví otra reunión que debería haber sido un correo electrónico” ¿De dónde sacó esta taza? Parece un retal de algún elefante blanco.
Aun así, volviendo a mi mantra de “realizar las tareas del trabajo con absoluta precisión”, tomo la taza sin rechistar. La enjuago y la lleno en la sala de descanso. Vivian me mira con aún más sospecha cuando regreso con la taza, negra.
Como era de esperar, apenas la mira cuando se la deslizo por su escritorio. No se la va a beber. Simplemente señala una bolsa de lavandería enganchada al frente de su armario. —Llévala a la tintorería—
Parpadeo. ¿Vivian alguna vez hizo eso? Se que tuve que recoger su esmoquin de un sastre en una zona sospechosa de la ciudad, pero eso fue para la gala. Nunca vi a Vivian sacando o trayendo sus camisas blancas almidonadas. De hecho, no sabía que las limpiaba en seco. Siempre están tan impecables que asumí que usaba camisas nuevas cada vez.
—¿A que tintorería llevas…? —
—El nombre está en la bolsa— Me despide con un gesto de desdén. Luego mira el café. —¿Sabes qué? Tráeme café mientras estas fuera. Las cosas aquí son una mierda—
Como era de esperar.
Me mantengo firme. Intento ser seca y eficiente, canalizando al sirviente perfecto. —Si. Enseguida— Tomo la bolsa y salgo, preguntándome si me pedirá que ordene sus sujetapapeles, a continuación. Cuando llego a la puerta, me responde:
—Cuando vuelvas, tengo más tareas para ti—
Estoy segura de que sí.
Mientras paso junto a Vivian, ella dice totalmente confundida: —Normalmente viene un servicio a recogerlas—
—Esta semana no, al parecer— murmuro, saliendo. Si Trace quiere echarme con mandados triviales, que lo intente.
Veinte minutos después, regreso con su café y un café con leche para mí, ya que tengo la sensación de que lo voy a necesitar. Me pregunto si debería hacer una reverencia al ofrecerle su preciado café cuando oigo risas femeninas que surgen de su oficina. Risas coquetas. No es Vivian. Es…
Se me encoge el estómago cuando miro por la puerta entreabierta y veo un par de piernas bien formadas con medias oscuras, cruzándose y descruzándose sensualmente.
Entonces oigo la voz de Trace. Yo conozco ese tono, porque es bajo, cadencioso y juguetón, el mismo tono que usó conmigo.
Agarrando su café, me quedo a sesenta centímetros de la puerta, congelada en mi sitio. ¿Qué…?
—Jessa. ¿Estás ahí fuera? — llama de repente.
Maldita sea. Atrapada.
Con una sonrisa apaciguadora en mi rostro, entro, tratando de ignorar la hermosa pesadilla sentada frente a él. Porque ella es hermosa: cabello largo y rubio ceñida al cuerpo, vestido profesional, una cara que lanza naves. Una mirada y mi estómago se revuelve de celos. ¿Ya ha pasado página, tan pronto?
Apenas tengo la energía para cruzar la habitación y dejar su café en su escritorio.
No me está mirando. Sus ojos estan fijos en ella, aunque me está hablando. —Toma una libreta y un bolígrafo. Necesito que tomes notas—
—Si, señor—
Salgo. En mi escritorio, me abanico la cara, pero sé que estoy toda roja. Regreso un segundo después, recuperando esa sonrisa. Me siento en la silla libre y me preparo para escribir.
—Esta es Jacqueline Flynn— me dice, como si le molestara tener que explicarlo. —Es una periodista de NY bussiness, está haciendo un artículo sobre Rosberg Cross y está aquí para hacer algunas preguntas. Por favor, continúe—
¿una periodista? Exhalo aliviada. Noto que no se molesta en presentarme. La mujer está tan interesada en Trace que, de todos modos, no me mira dos veces. —He tenido la oportunidad de echar un vistazo en su última colección y es realmente alucinante. Dime, ¿Cuál es la inspiración para la Colección Pétalos? —
La colección Pétalos. Entiendo el nombre porque el precioso collar que Trace me hizo usar debe haber sido de esa colección. Si, el collar era alucinante, pero lo que fue aún más alucinante es que estoy segura de que la primera vez que lo usé, había una inscripción debajo que decía Pétalo. Pero la segunda vez que lo usé, en la gala, había desaparecido. El collar había sido cambiado por una imitación, y nunca tuve la oportunidad de averiguar de que se trataba.
Salgo de mis pensamientos y me doy cuenta de que Trace ha estado hablando de su abuela y de cómo las piezas están inspiradas en las que a ella le encantaba usar, pero me perdí una gran parte de la conversación. Vaya.
Garabateo “abuela” justo cuando Jacqueline pasa a la siguiente pregunta. —Llevas cinco años al mando de Rosberg Cross…—
—Seis—
—Seis, desde la prematura muerte de tus padres y de la familia Cross en un accidente aéreo. Has construido el negocio modestamente desde entonces.
—Así es. A diferencia de otras marcas, no queremos estar disponibles en todos los grandes almacenes. Somos exclusivos y planeamos seguir así. Por lo tanto, nuestro modelo de negocio siempre ha sido de crecimiento lento y solido—
Solo cuando me mira me doy cuenta de que no he estado anotando nada de esto.
—He mantenido nuestra planilla de empleados del mismo tamaño que desde los años ochenta, porque mi padre siempre creyó en una fuerza pequeña. Conocía a cada empleado por su nombre. Los trataba con civilidad y respeto, y esperaba lo mejor de ellos, todos los días. Si uno lo traicionaba, lo dejaba ir. El no daba segundas oportunidades. Yo tampoco—
Me mira de nuevo. Mi nuevo se calienta de vergüenza.
—Realmente aprendiste mucho de tu padre, ¿verdad- ¿—
—Si. especialmente sobre confiar en mis instintos cuando se trata de personas. Siempre solía decir: “Cuando una persona te muestra quien es, créele” Creo en eso. Es verdad—
Otra mirada hacia mí. bajo la vista al suelo, buscando un agujero en el que meterme.
—Oh, entonces no querría cometer un error cerca de ti, Trace— dice con un tono burlón en la voz.
—Los errores se pueden perdonar. Una vez. Pero no, no dejo que suceda dos veces—
Miro el cuaderno, con la cara encendida. Todo lo que tengo ahí es:
Abuela insp, pequeño. No seg.
Me estremezco. Si me pide que escriba notas de la reunión, lo cual siempre hace, estoy jodida. Pero ya me siento jodida. Cuando levanto la vista de mis notas, sus ojos prácticamente me clavan en la pared.
Jacqueline pregunta: —¿Cuáles son sus planes para la supervivencia continua de la empresa en un ambiente cada vez más hostil y competitivo? —
Entrelaza los dedos frente a él y se reclina en su silla.
—Mis planes son simplemente eso. Supervivencia continuar, con un ritmo lento y crecimiento constante, tal como lo hizo mi padre antes que yo—
—¿Pero ¿cómo planeas hacer eso? — pregunta ella, mirando su tableta. —Especialmente después de la gala. Se dice por toda la ciudad que se avecina una reestructuración en la gerencia de Rosberg Cross. ¿Es cierto? —
—No es verdad—
—Emiliano Wilder ha dejado bastante claro que quiere comprar. Has ganado algo de tiempo, pero ¿Cuánto tiempo más podrás posponerlo? —
—Con el debido respeto. Emiliano Wilder no sabe nada—
Emiliano Wilder. El hombre de la gala que estaba hablando con Christina. ¿Era ese su juego, expulsar a Trace para poder venderle el negocio a Emiliano Wilder?
Jacqueline niega con la cabeza como si supiera que no es así. —Es un tiburón. Sediento de sangre. Y normalmente consigue lo que quiere—
Trace se ríe de ella. Mi corazón se detiene porque estoy bastante segura de que es la misma mirada ardiente que me atrapó por completo.
—Yo también. Y soy un pitbull. No ataco a menos que me provoquen. El todavía no me ha provocado—
Su coqueteo es suficiente para enfermarme físicamente. Siento el café que tomé esta mañana, luchando por volver a subir. No puedo quedarme aquí.
—¡Oh! — digo, deslizándome hasta el borde de mi silla.
Ambos me miran. Pensando rápido, miro mi bolígrafo y me pongo de pie como un cohete. —El bolígrafo se quedó sin tinta. Voy a…—
Ya está buscando en su escritorio. —Entonces aquí…— pero ya estoy en la puerta. —No es necesario. Debo tener mi bolígrafo ergonómico especial…—
Salgo de la oficina y cierro los ojos. ¿podría sonar más estúpida?
Vivian no está en su puesto, así que me dirijo a mi escritorio, arrastrando los pies. No quiero volver ahí…Nunca. Me siento derrotada, como si Trace me hubiera arrancado el corazón. Pedazo a pedazo, delante de mí. Y le gustó. Disfruta viéndome retorcerme.
Me tomo mi tiempo, abriendo cajones, buscando el bolígrafo nuevo. Por las risitas que vienen de la oficina, está claro que siguen sin mí, y Jacqueline se lo está pasando en grande. Él es prácticamente irresistible como es. Pero cuando el vierte su encanto a propósito, no hay una sola mujer en la tierra que no sucumba.
Me lo imagino llevándola a casa esta noche. O peor aún, doblándola sobre su escritorio y tomándola allí mismo. La imagino gritando su nombre, corriéndose tan fuerte que se desmaya. Y quiero llorar.
Al mismo tiempo, vislumbro mi reflejo en la ventana cerca de mi escritorio. Me veo patética. Podría haberme dejado ir. Pero no, él está disfrutando esto, dejándome, colgando como un pez en un anzuelo. Y yo estoy dejando que el sostenga la caña.
La ira comienza a burbujear dentro de mí. Termina aquí. Olvídate de volver a esa oficina donde seré la definición clásica de un mal tercio. Dejo mi bolígrafo y mi bloc en mi escritorio, me deslizo detrás de mi computadora y empiezo a redactar el curriculum perfecto para alejarme de Trace Rosberg.
Me esfuerzo tanto por ignorar las risas coquetas que vienen de la oficina que no me doy cuenta de que la persona frente a mi escritorio hasta que se aclara la garganta.
Levanto la vista. Es Elías, el director de marketing de Rosberg Cross.
—¡Oh, hola! — digo, saliendo rápidamente de la pantalla y apoyándome casualmente en mi escritorio. —No te escuché—
—La desafortunada desventaja de ser un ninja— dice con una risa autocrítica. — Intentaré golpear mucho más para que te avise de que vengo—
Eso es algo refrescante de Elías. Tiene un sentido del humor un poco tonto. —¿Eres un ninja? ¿Cómo no sabía esto de ti? —
Asiente con seriedad. —Oh, sí. Pocos lo saben— se lleva un dedo a los labios. —Pero Shhh. Es un secreto—
—Conmigo estas totalmente a salvo— digo, tratando de ignorar la risita que se escucha en la otra habitación.
—¿Qué pasa? ¿Viniste a entregar las últimas pruebas de anuncios para Rosberg? —
Niega con la cabeza. —No. De hecho, todavía están en revisión—
—Ah, entonces…— Me he quedado sin ideas, así que lo miro expectante. Está siendo tímido, algo que, desde Trace, olvide que los hombre podían hacer.
—Uh, verás, ¿Qué vas a hacer este fin de semana? —
Me encojo de hombros, porque no hay forma de que le diga lo que estoy pensando: Deprimida. Espera. ¿Esta…?
—¿Por qué? —
—Tengo dos entradas para el teatro. Me preguntaba si querías ir. ¿primero a cenar y luego al espectáculo? —
—Oh—
Esto es una cita. Una cita de verdad. No lo que hizo Trace, que fue obligarme a acompañarlo a eventos como su empleada y luego aprovecharse de mí, lo cual tenía cualidades decididamente propias de una cita. Supongo que estoy oxidada en el concepto de citas de verdad, porque termino mirando a Elías, sin palabras.
—Por supuesto, si estás ocupada. O si no te gusta el teatro, o la comida…— divaga. Probablemente porque lo estoy mirando fijamente, como un ciervo encandilado.
De repente me siento fatal. Hablando de dejar a una persona colgando.
—¡Oh, no! Me encantan todas esas cosas— digo con una sonrisa, hablando en voz alta, como si eso ahogara el sonido de Trace en la habitación de al lado. Trace, quién probablemente se llevará a esa mujer a casa esta noche.
Reprimo la imagen de los dos, abrazados y digo: —Si, por supuesto. Me encantaría—