JESSA
Esto no está bien.
Oh, esto no está bien. Por mucho que no quiera hacer lo que Trace me ordena, no puedo evitarlo.
Estoy clavada en el sitio mientras Trace se dirige a la puerta. Mira su placa, en el suelo, y suelta un gruñido. Abre la puerta de un empujón con un estruendo terrible. Oigo a Christina gritar: —¡Trace! — y al empezar: —¿Qué demonios…? —
Entonces la puerta se cierra de golpe con otro estruendo tremendo, la pared interior tiembla. Mas gritos. El sonido de cristales rompiéndose. ¿Está tirando cosas? ¿Se están dando golpes? ¿Qué?
Oh, ser una mosca en la pared… Intercambio de miradas de una fracción de segundo con Fernanda, con los ojos muy abiertos y ambas debemos tener la misma idea porque empezamos a correr hacia la puerta para escuchar mejor.
Pero nos detenemos en seco cuando la puerta se abre de nuevo y él se queda allí, todavía gritando para mirar a Christina y su equipo que está dentro. —Salgan de aquí todos ustedes—
A través de la ventana con persianas, no veo ningún movimiento. Mis felicitaciones a ellos, porque todo en su voz grita: obedece.
—Ahora—
—Pero…Estas fuera de la junta— Christina brama. —¡Voy a recuperar esta empresa! — incluso la tranquila y serena debutante parece un poco alterada. ¿Y quién no lo estaría? El hombre frente a ella es una fuerza de la naturaleza. Nadie adivinaría que pasó una hora en la cárcel del centro la noche anterior. Hay algo casi salvaje en él. Es intenso, controlado, masculino, magnifico, el líder de esta manada. Y no se deja engañar por nadie.
—Christina. Ya he llamado a todos, y lo que sea que pensabas que estaba sucediendo, no lo está. Todos en la junta saben que no me van a expulsar— dice, señalándola con firmeza.
Mientras estoy allí de pie, desmayándome un poco, esta fuerza de la naturaleza gira la cabeza y me mira fijamente. Me tiemblan las rodillas. Se me corta la respiración.
Se vuelve hacia Christina. —¿Qué has dicho? Parece que acabas de decir que no tengo la autoridad para hacer esto. Bueno, tengo noticias para ti. Si que la tengo. Y está hecho. Así que, educadamente, sal de mi oficina. Ahora mismo—
Es un milagro que las personas que reciben esa mirada mantenga el control de sus vejigas.
Mi corazón se acelera. Odiaría estar en su lado malo. Entonces recuerdo: No sabes lo que les hago a mis enemigos. Pero te juro que estás a punto de descubrirlo.
Ah, cierto. Ya estoy en su lado malo.
El aleteo romántico en mi corazón muere. Es solo entonces que oigo a la gente apretujándose dentro de la oficina, las sillas moviéndose dentro. Entonces, Christina aparece en la puerta, con la cabeza bien alta. Ella le dedica un gesto de desdén con la cabeza, como si no valiera la pena su tiempo y luego sus ojos se fijan en los míos.
—Tu— susurra en voz baja. —Estas despedida. Mil veces despedida. Has llegado al final de tu utilidad, Jessa—
—Yo…— señalo la caja, lista para decirle que estoy a punto de salir.
En cambio, Trace gruñe: —No se irá a ninguna parte— El dirige su mirada de superioridad hacia mí. —Quédate aquí—
Su voz no me deja otra opción que obedecer. Como una marioneta bajo su control, hago lo que me dice. ¿pero en serio? ¿Todavía me quiere aquí? No sé si quiere que continue como su asistente o si solo lo hace para enfadar a Christina. De cualquier manera, la enfadada pone los ojos en blanco, sus mejillas se tornan de un rojo que nunca le había visto.
— Será tu funeral—
Da unos pasos con sus zapatos de diseñador que probablemente costaron más que un año de alquiler en mi casa en el barrio chino, y luego se gira hacia él.
—Borra esa sonrisa de suficiencia de tu cara. No has ganado—
Tiene una sonrisa satisfecha en su rostro, y no va a ninguna parte. Simplemente cruza los brazos y se endereza.
—Se que estás tramando algo, Trace. Esas cuentas no mienten. Y cualquier negocio turbio que hayas estado ocultando, lo encontrare todo. Esto no ha terminado— Luego se marcha furiosa, dejándome clavada en mi sitio.
Afortunadamente, con una mirada penetrante en mi dirección, Trace se gira y desaparece en su oficina. Pero deja la puerta abierta. ¿Es una invitación?
Miro a Fernanda, que se ha mordido todo el brillo rojo del labio inferior. —Eh…creo que debería irme— dice, retrocediendo como una chica que ha entrado accidentalmente del baño de hombres. Se contonea sus pulgares hacia mí y musita. —Envíame un texto—
Por supuesto, todos querrán saber los chismes sobre Trace. ¿De qué se trató ese enfrentamiento con Christina? ¿Por qué intento que lo sacaran de la junta? ¿Qué significa esto para el futuro de Rosberg Cross?
Lo único que puedo decir es que no lo se. Porque si bien todo esto podría ser lo primero en la mente de los chismosos que trabajan para Rosberg Cross, es lo último en la mía.
Sigo aquí. el me mantuvo. ¿Por qué, después de todos los trucos túrgidos que hice, me mantuvo? ¿Podría nuestra relación aún salvarse después de todo?
Me acerco silenciosamente a su oficina y miro dentro. Esta allí de pie, sin chaqueta, con las manos detrás de la cabeza, mirando la ciudad que se extiende a sus pies. Deja escapar un suspiro torturado y, por un momento, me duele el corazón por él. Este es el negocio de su familia. Su orgullo y alegría. Su todo. Acaba de verlo casi escapársele entre los dedos. Y todavía está en terreno muy inestable. Por la forma en que Christina lo miró, sé que habla en serio. Esto no ha terminado. De hecho, podría estar apenas comenzando.
No quiero molestarlo. Incluso si no conociera su historia, su postura rígida lo dice todo. Es la de un animal acorralado, sin opción más que de atacar. Está pasando por algunas cosas.
Pero mientras retrocedo, me ve en el reflejo de cristal y se gira.
—Si vas a disculparte otra vez, ahórratelo—
Me pongo rígida. Suena gélido y cruel como anoche, fuera de la gala. Por un momento, considero retroceder sin decir una palabra, pero la curiosidad me vence. Suelto: —¿Por qué me mantuviste? — trago saliva. —Si solo soy tu juguete—
Sus labios se tuercen. —¿Por qué iba a despedirte? No eres del todo incompetente en lo que haces. Eres ingeniosa, te lo concedo—
Supongo que eso es lo más cercano a un cumplido que voy a recibir. ¿Eso significa que va a ser el jefe del infierno? ¿Qué voy a desear tener otro trabajo?
—De hecho— continúa. —Apuesto a que, si no dividieras tu tiempo buscando maneras de joderme, serías una de mis mejores ayudantes…—
—No te jodi…—
—Pero pretendías hacerlo. Cargaste el arma— dice, mirando una pila de papeles en su escritorio.
—¿Realmente importa quién apretó el gatillo? El daño ya está hecho. Así que déjame hacerte una pregunta—
Aprieto los dientes, sabiendo que no será una que este feliz en responder.
—¿Christina te contrató para espiarme? —
Asiento a regañadientes.
—¿Cómo se puso en contacto contigo? — pregunta Trace, su mirada fría todavía fija en mí.
—¿Fue antes de que te entrevistaras con nosotros? —
Asiento de nuevo.
—Bravo, tuviste una actuación estelar—
Hay una sonrisa amarga en su rostro, como si no pudiera creer que lo haya estado engañando desde el principio. Incluso la primera vez que lo conocí, cuando me derramo el café encima y me ofreció su camisa, un evento que parece de hace siglos había estado planeando trastocar el mundo de Trace Rosberg. Aunque aún no sabía quién era en ese momento.
Dios, me odio.
Y la forma en que me mira, como si fuera mucho menos que el, no ayuda. Necesito mejorar las cosas. Explicarme por si sirve de algo.
—Tienes que entenderlo— empiezo. —Puede que haya sido un trabajo al principio, pero una vez que te conocí, yo…—
Levanta la mano y grita: —Basta. No me importa. Solo ven aquí—
No importa si me quiere más cerca para poder abrazarme o escupirme en el rostro. Hago lo que dice porque no tengo elección. Como con cada orden sensual que Trace me ha dado, algo en mi interior se ve obligado a obedecer.
Me apresuro hacia adelante hasta que mis pies estan solo a centímetros de él. Tan cerca, que no puedo mirarlo a los ojos, pero sé que los suyos están sobre los míos. Tan cerca que puedo sentir el calor entre nosotros.
Mi pulso late bajo mi piel cuando mete un dedo debajo mi barbilla, levantando mi cabeza para encontrarme con la suya. Me preparo para más recriminaciones y culpas, pero en cambio, me da un beso abrasador en los labios. En el segundo que sus labios tocan los míos, el calor es eléctrico. Tienta mis labios a abrirse con su lengua con tanta facilidad, y luego domina mi boca como siempre ha dominado el resto de mi cuerpo. Y no puedo evitar caer en sus brazos. Rindiéndome porque el me posee. Profundamente. Totalmente.
No es un beso tierno, ni suave, ni alegre. La boca de Trace es implacable, áspera y casi dolorosa contra la mía. Muerde bruscamente mi labio, sus dedos clavándose en mi cintura, pero, aún así, lo acepto. Aceptaré cualquier cosa que este hombre tenga en mente, si hay alguna esperanza de arreglar esto.
Se aparta con una risa baja y cruel— Sigues siendo tan dócil— reflexiona, lanzándome una mirada de disgusto. —Todavía no estás dispuesta a dejar que se te escape el acto—
Contengo la respiración, tambaleándome. Entonces me doy cuenta exactamente de que fue eso. Castigo.
—Creo que estás mojada— murmura, luego se aparta con un codazo y me deja allí de pie, mareada y sin aliento, cerca de su escritorio.
Oigo a Vivian saludando afuera, diciendo efusivamente que está muy feliz de tenerlo de vuelta y que estaba muy preocupada, pero ni siquiera puedo pensar en ocultar lo débil y nerviosa que me ha puesto. Y maldita sea. Tiene razón.