Capítulo 8

1449 Palabras
Me senté frente a la cámara con mi nuevo corsé blanco y n***o semitransparente, con ligueros y medias hasta el muslo, y cada vez me cabreaba más. Nuestro show debía empezar a las 9. Eran casi las 10 y Jesse aún no había llegado. Había intentado llamarle al móvil cada cinco minutos durante la última hora, pero no contestaba. Teníamos más de cuarenta pervertidos dispuestos a pagar una buena cantidad por ver a una madre desesperada hacerle una paja a su hijo malhumorado, pero uno a uno habían empezado a buscar emociones baratas en otros sitios. Quedaban unos quince tipos, y no iban a aguantar mucho más. El sonido de la camioneta de Jesse entrando en la entrada me dio una pequeña esperanza de que podríamos aprovechar la noche y ganar al menos unos dólares. Intenté calmarme al oír sus pesadas botas de trabajo pisando fuerte en el suelo de la cocina. Pasó junto a la puerta abierta de mi habitación sin decir ni una palabra. —¡Oye!—, grité, silenciando mis auriculares. —¡Vuelve aquí! —¿Qué carajo quieres ahora, zorra?— Jesse se tambaleó de vuelta a mi puerta y se quedó allí, tambaleándose. —¡Estás borracho! —¡No estoy borracho, tú estás borracho!— Se rió de su propia idea de chiste. Ojalá. ¡Tenemos un espectáculo programado para ahora mismo! —Mierda, se me olvidó por completo. —Dio un par de pasos sueltos hacia mi habitación—. Mamá quiere pajearme otra vez, ¿eh? —Jesse se agarró la entrepierna. —Lo que quiero es ganar suficiente dinero para poder vivir en este lugar de mierda un mes más. —No te enojes, mami. Te ayudaré a ganar dinero con tu puta. —Se desabrochó el cinturón y se bajó los pantalones. Estaba aún más cabreado ahora que estaba en casa, pero al menos iba a intentar sacar algo en claro. Respiré hondo, me volví a poner los auriculares y abrí la sala de exposiciones grupal. Solo conseguí que se unieran ocho personas, además de BeaverMan415. Al menos era algo. —Vamos, mami, déjame ver esas tetas enormes y caídas que tienes ahí. —Jesse me quitó la correa del hombro y se me cayó un pecho. Lo agarró, manipulándolo con fuerza con su mano callosa. Nunca me había tocado así—. Mamá tiene unas tetas preciosas, ¿verdad? Parecía que el espectáculo estaba a punto de empezar. No me quedó más remedio que seguirle el juego y aprovecharlo al máximo. —Sí, cariño, te gustan las tetas de mamá, ¿verdad? Seguro que te gustaría que te dejara chupártelas. —¡Ni hablar! ¿Qué clase de enfermo crees que soy? No pienso chupar esas cosas secas. —Se esforzó por bajar los calzoncillos. Lo ayudé, liberando su pene medio duro. Lo agarré, esperando que no estuviera demasiado borracho como para que se le levantara. Empecé a acariciarlo y soltó una risita de borracho. Lo bueno fue que pude sentirlo empalmarse en mi mano. Lo malo fue que también oí a un par de clientes irse mientras yo le excitaba la erección a mi hijo. —Ya hemos visto todo esto antes —. El mensaje de BeaverMan apareció en la ventana de texto. «¿ Qué tal algo nuevo? ». —¿Cómo qué?—pregunté por el micrófono mientras seguía acariciando a Jesse. — 50 fichas si se la chupas. Me odié a mí mismo por esperar que él sugiriera exactamente eso. —Cody—, vi que tenía los ojos cerrados mientras se balanceaba a mi lado. —¡Cody! Me ofrecieron cincuenta para que te hiciera una mamada. —¿Entonces qué esperas, zorra? ¡Chúpatelo! —Empujó su pene bruscamente hacia mi cara. Supongo que estaba demasiado borracho como para molestarse en negociar su dignidad como solía hacer. O tal vez lo deseaba tanto como yo. Intenté no pensarlo demasiado y me incliné para tomar la punta de su pene entre mis labios. Una extraña sensación me invadió al cruzar una línea más que nunca imaginé que cruzaría. De hecho, tenía el pene de mi hijo en la boca. ¿Qué demonios me pasaba? Me incliné aún más, absorbiendo todo lo que pude de su pene. Mmm, no me parecía nada malo. Nada en absoluto. Había chupado muchas pollas en mi vida, pero esto era diferente. No era solo porque Jesse fuera mi hijo, aunque eso era una parte importante, sino más bien porque realmente lo deseaba. Nunca me importó hacer mamadas, pero solo había unos pocos hombres en mi vida a los que me encantaba chupar. Resulta que mi chico era uno de ellos. Puede que Jesse estuviera demasiado borracho para apreciar lo que estaba pasando, pero a mí no me importaba. Lo tomé profundamente en mi boca y le di placer con todas mis fuerzas. Usé mi lengua, mis labios y apenas un poco de mis dientes para darle el placer que la mayoría de los hombres solo anhelan. Dios, qué bien se sentía. —Ah, sí—, dijo arrastrando las palabras, poniéndome la mano en la cabeza. —Mamá sabe chupar una polla como un garabato, ¿verdad?— Se puso aún más duro en mi boca. —Apuesto a que mi mamá chupó muchísimas pollas para ser tan buena. Asentí solo para complacerlo y lo llevé más adentro. Me relajé y sentí el nudo esponjoso de su pene deslizarse en mi garganta. Hacía tiempo que no lo intentaba y me atraganté a los pocos segundos. Recuperé el aliento y lo llevé hasta el fondo, hasta que mi nariz presionó su vello púbico rizado. —Mierda, eso sí que es tragar pollas, mamá. Eres una auténtica zorra chupapollas, ¿no? —Sí, eso soy—, jadeé al salir a tomar aire. —Soy tu puta, cariño. Soy la puta de tu madre. Y solo quiero tu polla enorme—. Puede que sonara como si estuviera fingiendo propinas, pero lo decía en serio. Por muy horrorizada que estuviera conmigo misma, volví a la polla de mi hijo en un instante y lo amé por completo. Jesse no dijo nada más después de eso. Solo me acarició el pelo torpemente y me vio bombear su polla tiesa con la boca. Me tomé un momento para lamerle y chuparle los huevos, lo que le arrancó un gemido improvisado. Lo había hecho más por mí que por él, pero me alegré de que lo disfrutara de todos modos. —¿Quién quiere ver a mi hijo correrse en la boca de su madre?— Se oyó un coro de entusiastas palabras de aliento del relativamente pequeño público que aún estaba presente para esta incestuosa transgresión de la naturaleza. Estaba tan metido en chuparle la polla a Jesse que ni siquiera pensaba en el dinero en ese momento. Jugaba con sus testículos sueltos mientras recorría su m*****o con la boca. Cada vez que la punta de su pene tocaba el fondo de mi garganta, mi coño se apretaba en respuesta. Quería su semen, pero no demasiado pronto. Mis labios rozaron la erección de mi hijo, sintiendo cada sutil contorno con cada pasada acelerada. Sabía que ninguna de sus novias inexpertas había sido capaz de tratar su pene con la devoción amorosa que nadie más que yo podía ofrecerle. Estaba segura de que esta no solo era la mejor mamada que mi chico había tenido, sino que probablemente sería la mejor que tendría. Era una pena que probablemente no la recordara al día siguiente. Se había quedado en silencio mientras lo trabajaba con mis habilidades orales bien practicadas. Me arriesgué a mirar hacia arriba y lo vi mirándome mientras me balanceaba con firmeza sobre su polla. Nuestros ojos se encontraron. Los suyos eran un poco vidriosos, pero había en ellos una necesidad anhelante que deseaba satisfacer con todas mis fuerzas. Había olvidado que la cámara nos estaba observando hasta que oí el tintineo de la computadora anunciando una contribución entrante para mi causa. No me molesté en pensar en la colección virtual de espectadores masturbándose y, en cambio, me concentré por completo en el pene erecto y los huevos blandos de mi chico. Jesse emitió un zumbido que me indicó que se acercaba. Redoblé mis esfuerzos y chupé aún más fuerte. Puso sus manos a ambos lados de mi cabeza y empezó a follarme la boca. Al principio fue casi delicado, pero rápidamente adquirió un ritmo más agresivo, con cada embestida empujando su glande más adentro que la anterior. Menos mal que era experta en el arte de la garganta profunda, o me habría asfixiado fácilmente con su insistente polla.
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