Capítulo 11

1500 Palabras
Con entusiasmo tomé la polla de mi hijo en mi boca y comencé a chuparla. —Está bien, supongo que haremos esto ahora—, murmuró casi para sí mismo. Por cómo lo dijo, pensé que no recordaba que ya lo habíamos hecho una vez. Me decepcionó un poco no haberle causado una mejor impresión (aunque estaba borracho como una cuba), pero al mismo tiempo me emocionó poder darle otra primera vez. Decidí arriesgarme a dialogar un poco. —¿Te gusta eso? ¿Te gusta cómo mami te chupa la polla? Me miró y no dijo nada. Pude ver que se debatía entre odiar mis sórdidos esfuerzos por complacer a la multitud y el auténtico placer que le proporcionaba. —Sí, mamá, eres una verdadera chupapollas. Ahora cállate y trágate mi polla. Hice lo que me dijo y lo llevé hasta el fondo de mi garganta. —¡Mierda!—, suspiró con admiración. Todo esto era nuevo para él, así que no tenía ni idea de que yo fuera una experta en garganta profunda. Estaba segura de que ninguna de sus fulanas blancas podría darle eso. —Si vuelves a hacer eso, el espectáculo se acabará rapidísimo—, advirtió. Solté su larga y dura v***a y le di un poco de amor oral a sus testículos. Lamí y mordisqueé la delicada carne de su escroto lampiño. Le lamí uno de los testículos y luego lo tomé con cuidado en mi boca, chupándolo y tirando de él suavemente. Me aseguré de girar la cabeza para que los pervertidos que pagaban pudieran ver todo lo que hacía. —A mamá le encantan las pelotas de su niño—, dije, sintiendo cada palabra. —¿Qué te parece, Cody? Puso una cara amarga al oírme usar su nombre "artístico", pero se desvaneció rápidamente cuando pasé mi lengua por debajo de sus bolas y le di a su mancha unos cuantos toques tentadores. —Se siente increíble, mamá.— Tampoco parecía que se estuviera inventando nada para la cámara. —Quiero correrme en tu boca... y en toda tu cara. Chúpame la polla, mamá. Lo último lo dijo con sincero deseo, no con el duro desprecio que estaba acostumbrada a oír de él. Volví a meter su polla en mi boca y me puse manos a la obra usando mi mejor técnica. Pasó menos de un minuto antes de que oyera su primer gemido involuntario. Segundos después, la cabeza de su polla se hinchó contra mi lengua y empezó a escupir semen caliente contra el fondo de mi garganta. Quería llevármelo todo a la boca, pero me obligué a apartarme y dejar que me profanara la cara con sus últimos chorros. Siempre había considerado la facial degradante y algo que tenía que hacerse solo para el disfrute de tu hombre, pero no tenía reparos en recibir la carga de Jesse en mi cara. Se sentía más como un privilegio que como un insulto. Extraje una última gota y la lamí de la punta de su punta oscuramente enrojecida. Me incliné hacia la cámara, dejando que los mirones vieran el desastre que me había hecho en la nariz, las mejillas y los labios. Abrí la boca e hice el ejercicio de mostrar-tragar-mostrar. Cuando terminé, Jesse me ofreció la toalla para que me limpiara. Negué con la cabeza, prefiriendo seguir así un poco más... por el bien de la cámara, claro. —Tienes a mami cachonda —dije con un puchero exagerado—. ¿Quieres ver a mami juguetear con su coño? —Sí—, respondió con voz ronca. Me recosté en la silla y abrí las piernas. —¿Te gusta ver a mami masturbarse su coño caliente, verdad, hijo?—. Me abrí la abertura de las bragas con volantes, exponiéndome ante él y los espectadores. Él asintió, aparentemente incapaz de hablar. Empecé a juguetear con mi clítoris y a acariciar mis labios vaginales. Jesse me miraba fijamente. Separé los labios, sin ocultar nada. En ese momento, agarró su pene, aún húmedo con mi saliva, y empezó a jalarlo. "Enséñamelo", susurró apenas lo suficientemente alto como para que lo oyera. "Enséñame tu coño, mamá". Eso hice exactamente. Su mirada de adoración me hizo sentir bien por completo. Sabía que lo que hacía estaba mal en todos los sentidos, pero esos fugaces momentos de conexión con él merecían la pena, incluso violando todas las reglas del decoro. Había allí un amor que de otro modo me habría sido negado. No importaba qué cosas odiosas me dijera, por la razón que fuera, lo que lo impulsara, siempre sabría que, enterrado bajo el veneno, se encontraba el amor primordial que todo hijo siente por su madre. Si chuparle la polla y abrirme el coño era mi única forma de acceder a ese sentimiento, que así fuera. Nos observamos mientras nos masturbábamos un rato, sin arruinar el momento con palabras. Ambos nos lo tomábamos con calma. No era una carrera hacia el orgasmo, sino más bien la prolongación de un placer excepcional que pocas madres e hijos comparten. Jesse se acercó y me pellizcó ligeramente un pezón entre el pulgar y el nudillo del índice. Le dio un pequeño tirón con un ligero giro. Bajé el sujetador con volantes, dejando que mis pechos cayeran con naturalidad. Mi hijo me ahuecó uno de los pechos, masajeándolo con mano firme. Lo hacía solo por placer propio, pero yo disfrutaba tanto como él, o incluso más. —Je...ah, ¿Cody? —¿Sí? Extendí la mano y pulsé el botón de silencio. —Jesse, estaba pensando que podríamos ganar mucho más dinero si... —¿Si qué? —Si tal vez me lamieras... ya sabes, ¿ahí abajo? Él bajó la mirada hacia mi coño y las nubes oscuras volvieron a aparecer en su expresión. —¿Alguien hizo una oferta?— Miró la ventana de mensajes para comprobarlo. —No, pero creo que podríamos duplicar nuestras ganancias si lo mejoramos un poco—. Me di cuenta de que no se lo creía. —Estás bromeando, ¿verdad? —Cuanto más dinero traigamos, más dinero tendrás.— Quería convencerlo desesperadamente como fuera. —Sabes que el seguro de la camioneta vence el mes que viene. Vas a necesitar al menos trescientos dólares si quieres que siga en la carretera.— Eso pareció conmoverlo. —¡Dios mío!— maldijo. Jesse se quedó allí con la polla en la mano, aprovechándose de todo. Sabía que intentaba convencerse de que tenía que haber otra manera, pero al final cedió ante el dinero fácil que tenía delante, como ya sabía que haría. —Vale, a la mierda, da igual —Voy a darle caña, así que sígueme la corriente y no te pongas nerviosa—. Le quité el silencio mientras me lanzaba dagas con la mirada. Podía estar enfadado conmigo todo lo que quisiera, siempre y cuando consiguiera lo que necesitaba. —Me parece que mi hijo quiere saber a qué sabe mamá Metí dos dedos en mi interior y los saqué. Dejé que la cámara viera que estaban cubiertos por una gruesa capa de mi semen. Extendí la mano y rocé los labios de Jesse con ellos. Esperaba que se abriera y me chupara los dedos, pero tuve que conformarme con untar mis fluidos sobre sus labios cerrados. Volviéndome hacia la cámara, dije: —¿Alguien quiere ver a mi hijo lamerle el coño a su mamá por primera vez?—. Hubo un coro de afirmaciones entusiastas en la ventana de texto. —Bueno, pues pon tu dinero donde está su boca—, bromeé sin sentido. Funcionó. Las fichas llegaron a raudales. Me recosté en la silla y me di unas palmaditas en el coño mientras miraba a mi hijo. —¿Por qué no bajas y le das un beso jugoso a tu mamá? Jesse se preparó, probablemente recordándose que lo hacía por su preciada camioneta, y se arrodilló entre mis pies bien separados. Acaricié mi clítoris y mis labios con tentación mientras él contemplaba mi coño. —Sabes que lo quieres, hijo— lo engatusé suavemente. Retiré la capucha de mi clítoris erecto. —Pon tu boca aquí y dale una buena mamada a mami Se inclinó y luego vaciló. —¿O prefieres probar esto?— Abrí mi v****a. —¿Quieres meter la lengua ahí? ¿Justo por donde saliste? Retrocedió de repente. Había dicho algo incorrecto. Su rostro era una tormenta de emociones contradictorias. —A la mierda con esto—, espetó furioso mientras se ponía de pie. —No pienso poner mi boca en esa raja tuya. ¡Quién sabe dónde habrá estado esa maldita cosa!—Recogió sus bóxers del suelo mientras yo me abalanzaba sobre el botón de silencio. —Seguro que has tenido cien pollas chorreando en ese agujero tuyo, y quién sabe qué más—. Salió de mi habitación como un rayo, con su polla dura rebotando salvajemente delante de él.
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