Capítulo 2

3314 Palabras
El día que Amber nos dio la noticia de su embarazo fue uno de los más caóticos de mi vida. Mis padres felicitaron sin dudar a los futuros padres al igual que yo, pero en cuanto pude librarme de ellos, salí al balcón del departamento y encendí un cigarrillo. Minutos después escuché la puerta abrirse y unos pasos acercarse a mi, por el simple olor de su colonia pude identificar a Dylan. —Tú no sueles fumar. Reí secamente antes de dar otra calada al cigarrillo. Era cierto, no fumo muy a menudo porque solo es una manera de ahogar lo que siento, de sepultarlo o sacarlo. No voy a negar que es un pésimo hábito, pero me ayuda de vez en vez. El departamento estaba en el sexto piso, y aunque no era especialmente alto, estaba ubicado en una zona elevada de la ciudad, dándome un poco más de visibilidad. Todas las luces estaban encendidas, la ciudad estaba despierta para celebrar la Navidad. En ese momento deseé ir a la fiesta a la que me habían invitado en lugar de estar ahí. —Creo que la situación lo amerita — fue mi única respuesta. Sentí sus brazos rodear mi cintura y su cabeza hundirse en mi cuello, su tacto era tan familiar que por un momento me olvidé de la noticia, como siempre, por un momento me hizo olvidar de todo. —Si te soy sincero —susurró en mi oído y yo me estremecí —, yo tampoco lo esperaba. Solté una carcajada mientras le sacudía la ceniza al cigarro. Eso definitivamente mató el momento. —Eso es lo que pasa cuando te casas y tienes sexo con tu pareja —señalé girando mi cabeza para ver su perfil —¿Qué esperabas, Dylan? —Ese es el punto, Doky —sonreí inconscientemente al oírlo decir ese apodo que él me había puesto —, tu hermana y yo solo hemos tenido sexo dos veces. La noche de bodas y hace seis meses ¿qué casualidad no crees? Es Amber, obviamente tenía planeado cuando tendrían sexo para quedar encinta, no me sorprendió, pero me incomodó.  Como si no quisiera, empezó a bajar sus manos de mi cintura. —No me interesa su intimidad — dije tratando de esclarecer mi cabeza, tratando de ignorar su tacto. —A mí tampoco, porque no existe. Y nunca será remotamente parecido a lo nuestro. Su lengua pasó por la piel sensible debajo de mi oreja, para luego morder levemente mi lóbulo. Me mordí el labio y tiré lo que quedaba del cigarro a una planta que estaba a mi derecha.  "Si es así, ¿qué haces ahí?" quise preguntarle, pero no tuve el valor, no iba a preguntar algo de lo que no me gustaría la respuesta. —Tu esposa está a unos metros de nosotros —dije a pesar de que sólo quería que volviéramos a la rutina de antes, no me importaba que al final mi corazón se rompiera. ¿Cómo puede alguien amar tanto, aún sabiendo que jamás será correspondido? Rió levemente y volvió a pasar su lengua por mi oreja. —¿Quieres que te recuerde la Navidad pasada? ¿O las vacaciones en Orlando? —me sonrojé ante la mención de esos momentos volviendo a morderme el labio —¿Desde cuándo Amber nos ha detenido? —Desde que es tu esposa. Necesitaba parar eso, no estaba bien, pero no podía, llevábamos casi seis años en la misma jodida rutina. Movió una de sus manos hasta el botón de mi pantalón y empezó a jugar con él. Luego succionó mi cuello y paso de nuevo su lengua por él y repitió el proceso varias veces. Me dejó una pequeña marca en esa zona. Entonces me tomó de las caderas y me giró haciéndome quedar frente a él, en un reflejo, pasé mis manos por su cuello pero no me besó como creí que haría, sino que puso una de sus piernas entre las mías e hizo un poco de presión. Me mordí el labio más fuerte. —Te diré qué —acercó de nuevo su cabeza a mi cuello y delineó mi mandíbula con su nariz —... el día que nazca ese bebé, tu y yo vamos a festejar. Movió su pierna lentamente haciendo que mi respiración se volviera pesada. El bebé. Ahora serían padres, eso cambiaba todo. Con un poco más de cordura lo separé de mí. —Deberías quedarte con Amber. —Como si tu madre me fuera a dejar. Comenzó a succionar de nuevo mi cuello, dejando otra marca. Escuchamos algo romperse y paró en el acto, pero no se separó de mí completamente hasta que Amber lo llamó. Entonces dejó un beso en mi frente y entro al departamento sin decir una sola palabra, dejándome tremendamente abochornada en el balcón.  A pesar de lo mucho que lo amaba, no podía estar más agradecida de que hubiera parado. No quería volver a ser su segunda opción, no quería volver a ser el remplazo de Amber, pero al mismo tiempo, no podía esperar a ver si cumplía su promesa. Ahora que veo a Matthew, no puedo evitar recordar ese momento así como tampoco puedo evitar sentir la opresión en mi pecho al descubrir que esa promesa nunca se cumplirá, que jamás volveré a tener a Dylan a mi lado.  El bebé me mira extrañado, en sus ojitos no veo más que curiosidad y como si supiera lo que pasa en mi cabeza, se remueve para poner su cabecita justo encima de mi corazón y cierra los ojitos, su respiración se pesada y lenta. Se ha dormido. Sonrío inconscientemente y me inclino para besar su cabecita, alzo la vista para darme cuenta de que la enfermera no está y de que Evan me mira casi sin parpadear. Carraspeo y el parece salir de su trance. —Si quieres vamos al jardín a hablar —le digo para romper el silencio. Mi voz aún suena rota, pero he dejado de llorar, a pesar de eso, estoy segura de que mi apariencia es horrenda. Sacude la cabeza, murmura algo que interpreto como una afirmación y se encamina al elevador conmigo pegada a su costado. Matthew duerme plácidamente provocando que lo mire cada tanto para asegurarme de que está bien. No puedo evitarlo, es como si algo me jalara a ese bebé, como si ahora todo estuviera bien a pesar de estar en completo desorden, como si hubiera esperado desde siempre este momento. ¿Así se siente la maternidad? En el amplio elevador nos encontramos a otras personas que nos miran con ternura, deben pensar que el bebé en mis brazos es nuestro y que me lo estoy llevando a casa. Ojalá fuera así, daría muchas cosas con tal de llevarme a Matthew ahora mismo y alejarnos de todo. En cuanto llegamos a la planta baja, salimos del elevador, vamos hacia las puertas del jardín y ya en él, nos dirigimos hacia una mesa a la sombra de un gran roble. Todo el trayecto lo hacemos en absoluto silencio. Llegamos a la mesa, me ayuda a sentarme y se sienta frente a mí, abre el pequeño portafolio que no había notado que traía y saca una laptop de aspecto frágil y costoso, después de presionar algunas teclas y  mover por toda la pantalla el dedo, suspira y apoya su espalda en la silla. —Bien, empezaremos por lo sencillo —dice aflojándose la corbata gris cuelga sobre su pecho —¿Qué estudiaste? —Contabilidad. Alza las cejas, pero no comenta nada. Reacomodo al bebé en mis brazos y me apoyo en el respaldo de la silla con cuidado. —Bien —se endereza para escribir en la computadora algo —. Ahora, ¿Dónde trabajas? —En Harrison's Company. Y doy clases en el Instituto James Hill. Parece que va a comentar algo, pero lo piensa mientras sigue tecleando rápidamente. Matthew se remueve y fijo mi mirada en él. Su piel rosada y arrugada está fruncida por la presión de las mantas. No puedo apartar mi vista de él. —Harrison's Company es una de las empresas más grandes del país. —Esa no es una pregunta — contesto sin levantar la vista del bulto entre mis brazos. Sacude la cabeza y escribe en el ordenador. —No —frunce un poco el ceño y vuelve a mirarme —. Perfecto, ahora, necesito saber tus ingresos. Hago una mueca y me remuevo incómoda, provocando que el bebé en mis brazos frunza su pequeño ceño y empiece a moverse. En seguida lo arrullo y vuelve a dormir tranquilamente. —No creo que eso sea importante. Sonríe levemente. —Oh, claro que lo es — dice con un tono engañosa mente dulce —. El juez que esté en tu juicio debe de asegurarse de que puedes ofrecerle todo a ese bebé. Le digo la cantidad de ambos trabajos en voz baja y él carraspea. —Ganas el triple de lo que yo, ¿y no tienes auto? —¿Tu como sabes eso? —pregunto a la defensiva, levantando por fin la vista y frunciendo el ceño. Sonríe de nuevo con la diversión bailando en sus ojos verdes. —Te vi en la parada de autobús, además de que tardaste demasiado en llegar. Ruedo los ojos y bufo. —Tengo un sistema ahorros. Enarca una ceja y se relaja en la silla, invitándome a explicar. —Ahorro la mitad de lo que gano, el resto lo divido en cuatro: mensualidad de mi departamento, cuentas, comida y ropa. Asiente y vuelve a escribir en la laptop. Ya que lo he dicho, no parece realmente complejo. —¿Tienes deudas con bancos o tiendas? —No. No uso tarjetas de crédito de ningún tipo, solo débito. Escribe otra vez. Parece que me va a preguntar otra cosa, pero un agudo chillido nos distrae. Es Matthew que ha empezado a llorar y gruesas lágrimas corren por sus mejillas. Lo trato de calmar, pero nada parece funcionar. Recuerdo que hace años, cuando mi prima tuvo una bebé, me dijo que cuando quería saber si tenía hambre, ponía su dedo a lado de su boquita y si la nena trataba de meterlo a su boca, entonces estaba hambrienta. Pongo mi dedo junto a su boca y Matthew automáticamente gira para tratar de comerlo, intento de nuevo del otro lado y pasa lo mismo. Me levanto en el acto y subo lo mas rápido que puedo hasta maternidad, donde apenas diviso a la enfermera de antes, me dirijo hacia ella y la tomo del brazo. —Tiene hambre. Supongo que entiende la angustia en mi voz, ya que solo me hace una seña para que la siga y avanza por un corredor, la sigo hasta unas puertas corredizas de cristal que abre y deja ver una sala llena de mujeres amamantando a bebés en sillones y algunas cortinas en la parte trasera. Algunas me miran al oír al bebé llorando. De lado derecho hay una enfermera detrás de un escritorio y al ver a mi acompañante, le sonríe. La enfermera frente a mi le dice "cuatro", a lo que la otra mujer asiente y abre una puerta de color azul detrás de ella. Un minuto después, sale con un pequeño biberón en la mano y yo casi lloro de felicidad ya que no he podido calmar a Matthew ni un poquito. La enfermera me da el biberón con una sonrisa que yo le respondo apenas. Le pongo a Matthew el biberón en los labios y él rápidamente empieza a sorber. Sonrío ante la imagen del bebé cambiando su carita de angustia por una de calma absoluta. Les agradezco a ambas y salgo junto a la enfermera que me trajo aquí. Leo la tarjeta sujeta a su pecho: 'Layla'. Ella es quien estuvo con mi hermana y quien que me ha estado ayudando desde entonces. —¿Tendré que venir aquí diario? — le pregunto acariciando la mejilla del bebé. Ella sonríe levemente. —Si. Ya que el bebé no puede recibir leche de su madre, el hospital se ve obligado a dotarlo de leche hasta el momento que salga de aquí, luego de eso, tendrás que pagar por ella. Hago una mueca. Dinero, dinero, dinero. No es que me moleste gastarlo en él, claro, pero al final, esos ahorros ahora también son para su futuro, me gustaría tocarlos lo menos posible.  —Gracias. Comienzo a alejarme, pero me toma del brazo. —Debería dejar ya al bebé Inmediatamente mi ánimo cambia y me aferro inconscientemente al bebé que sigue comiendo entre mis brazos. —¿Tengo que hacerlo ya? —pregunto lentamente y en voz baja, mirándola suplicante. Hace una mueca de disculpa, lastima es lo único que veo en sus ojos cafés. —Es hora de que lo bañemos. Miro a Matthew y siento mis ojos arder tratando de sacar lágrimas que no tengo ya. Pego el pequeño bulto a mi pecho y le doy un beso en la frente. Parece estar dormido otra vez. Lo entrego a la enfermera con un nudo en la garganta que se aprieta más cuando veo a Matthew removerse en busca de calor. Sin pensarlo mucho me doy la vuelta y voy lo mas rápido que puedo de vuelta al jardín. No podré hacer esto tanto tiempo, espero que el papel de custodia salga pronto.  Evan me espera a lado de la mesa donde estábamos sentados y al notar mi presencia me mira seriamente. Está de pie apoyado en el árbol. —¿Y el bebé? —Lo dejé con la enfermera. Lo tienen que bañar y parece que ya no lo puedo seguir paseando. Asiente y me señala la silla de nuevo, pero yo niego con la cabeza. —No te ofendas, pero estoy muy cansada y ya quiero llegar a dormir. Trato de sonreírle, pero es verdad, he pasado por mucho en dos días y ya quiero dormir y olvidarme de todo por un momento. Mis brazos se sienten fríos y vacíos, tengo ganas de regresar corriendo a maternidad por el bebé, pero en lugar de eso, simplemente me abrazo, y me trago el nudo que insiste en permanecer en mi garganta. Suspira y toma su portafolio en el que ya ha guardado su computadora. —No hay problema, supuse que te querrías ir temprano. ¿Quieres que te lleve? —No, gracias. Puedo llegar en transporte. Pone los ojos en blanco.  —Si te llevo yo sería más rápido. —Está bien. En realidad acepto porque no tengo ni siquiera ganas de pelear, pero es realmente bueno no tener que esperar el autobús. Trata de ser agradable, pero yo solo tengo ganas de llorar, por un momento me siento mal por él, prácticamente lo obligué a tomar el caso y ahora solo quiere ser agradable y yo no le hago el menor caso. Me conduce fuera del hospital y luego a su auto. Me abre la puerta del copiloto, espera hasta que subo para cerrarla y rodea el auto para subirse él. Una vez adentro, se pone el cinturón, lo imito y enciende el motor. Le doy mi dirección y el avanza para adentrarse en el tráfico tan propio de la ciudad. Mi mente vuela de regreso a Matthew, a la sensación de calor entre mis brazos, a sus ojos azules como un día despejado de primavera, tan parecidos a los míos. —Así que... ¿qué se siente ser la hermana prodigio de Amber? Su pregunta me desconcierta, lo miro y a pesar de que él no me devuelve el gesto, puedo ver una media sonrisa arrogante formarse en sus labios. Simplemente volteo de nuevo a la ventana. —No lo soy, y si Amber se refirió a mi de esa manera en algún momento, fue sarcasmo — sé que realmente Amber no pensaba así de mí. Veo por el reflejo del parabrisas que enarca una ceja sin dejar de mirar al frente mientras mueve los dedos sobre el volante. —No lo creo. Amber siempre alardeaba con que tenía por hermana a la chica más lista de la cuidad. Siento mis mejillas arder, pero no por qué me sienta halagada, estoy muy segura de qué lo decía sarcásticamente, apoyo mi frente el vidrio de la ventana, cerrando los ojos, ignorando el dolor en mi pecho al recordar nuestras estúpidas peleas. —Nunca pensé que hablara de mí. No al menos de algo bueno. Ríe, no puedo evitarlo, también dejo salir una pequeña risa. —Pues... tal vez se le escaparon algunas cosas malas también. Mis mejillas arden mas al pensar en lo que Amber pudo haberle contado. Pasaban tantas cosas entre nosotras cuando íbamos a la universidad. —Mierda. Ríe y luego suspira, su semblante cambia a uno más serio. Trata de disimularlo, pero no es muy bueno ocultado lo que siente. Me remuevo incómoda en el asiento y sin darme cuenta, empiezo a jugar con mis manos. —Por cierto, hablé con la corte y nos darán una cita para mañana a las doce del día. Pasaré por ti diez minutos antes. ¿Está bien? Tuerzo los labios haciendo un sonidito de frustración. —Tendrías que pasar al colegio. Puedo llegar en autobús. —No hay problema. Asiento sin más que decir y volteo a la ventana. El resto del camino lo hacemos en completo silencio, pero no me incomoda. Al llegar al edificio donde vivo se estaciona y lo escucho silbar por lo bajo. —Gracias por traerme, en serio —abro la puerta y me bajo del coche, antes de cerrar la puerta, me giro —Nos vemos mañana. Me despido con la mano, él me devuelve el gesto y cierro la puerta para entrar en el edificio. Dentro saludo a los porteros y voy directo al elevador. Vivo en el noveno piso así que en el elevador me quito mis zapatos y me suelto el cabello. Al llegar a mi piso camino arrastrando los pies hasta mi puerta, es la última del pasillo por lo que mientras camino busco mis llaves dentro del bolso que cuelga de mi hombro. Siento un peso aplastante sobre mis hombros, no veo la hora de entrar a mi hogar y dormir un poco. Llego a la puerta y la abro lentamente. Ni siquiera enciendo la luz al entrar, solo cierro la puerta tras de mi y me deslizo contra ella hasta quedar sentada en el piso. Abrazo mis rodillas y cierro los ojos cuando todos los recuerdos me atacan al mismo tiempo, desde el día que llegué aquí y que Dylan vino a "celebrar" conmigo, pasando por todas las noches que oía la puerta y en cuanto la abría me encontraba con él, las noches que salíamos a cenar a lugares nuevos o desconocidos, los días que pasábamos tirados en el sofá viendo películas, hasta la última vez que vino aquí luego de una pelea con Amber. Con ellos se entrelazan los recuerdos de Amber, nosotras comiendo en cada cafetería que se cruzara en nuestro camino, visistando cada librería y comprando boletos para tantas obras que ni siquiera llevábamos la cuenta. Nos sabíamos tantas canciones de musicales que era casi increíble que cupiera algo mas en nuestra cabeza. Las cantábamos a todo pulmón y regularmente en noche de brujas, nos caracterizábamos como algún personaje de nuestro musical favorito del año. Ya no tengo fuerza para llorar por ellos, así que solo dejo que los recuerdos me inunden uno tras otro. Los recuerdos son tan vividos que casi puedo sentir las caricias de Dylan y escuchar la risa cantarina de Amber. Sin darme cuenta termino acostada en el piso hecha un ovillo. Dejo que cada recuerdo me arrastre al pasado hasta que me quedo dormida aún con la sensación de los besos de Dylan sobre mi piel.
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