PROFESIONALES

597 Palabras
Al día siguiente: 6 de octubre En este deporte no hay tiempo para pensar, cuando apenas terminas una carrera, ya tienes que estar pensando en la próxima, y por supuesto, camino a la fabrica, o al próximo circuito. El zumbido constante del motor del avión es casi hipnótico. Las luces tenues del compartimento me permiten ver apenas el contorno de Sofía a mi lado. Ella está sentada con la mirada fija en la ventana, pero sé que no está viendo las nubes ni el océano debajo. Está lejos, muy lejos. Yo intento concentrarme en la pantalla frente a mí, revisando datos de la próxima carrera, pero la conversación fingida de anoche sigue retumbando en mi cabeza. El beso, ese maldito beso, vuelve una y otra vez sin permiso. Me pregunto si ella también siente este peso. No hablamos. No quiero romper el silencio, pero tampoco sé cómo llenarlo. Cada palabra parece demasiado. En el pasillo, una azafata pasa con una bandeja, y vuelvo a mirarla a ella, el cabello rubio caramelo cayendo suavemente sobre su cuello, los ojos grises que apenas se ven en esta penumbra. Sofía suspira, se recuesta un poco más en el respaldo y cierra los ojos. Yo respiro hondo, intentando no pensar en lo que ambos evitamos. Un día después de la cena, un día después de fingir ser algo que tal vez ya no somos solo actuación. Un día donde el futuro parece más incierto que nunca. […] El avión avanza constante, y el murmullo de los motores llena el espacio entre nosotros. —¿Has visto los datos preliminares del circuito de Texas? —le pregunto, rompiendo el silencio, buscando un terreno seguro. Ella aparta la mirada de la ventana y me lanza una sonrisa leve, casi profesional. —Sí, he estado revisando las simulaciones esta mañana. La clave estará en ajustar la suspensión para las curvas 1 y 12. No podemos permitirnos perder tiempo ahí. —Estoy de acuerdo. Esas curvas son las que marcan la diferencia. Además, la temperatura del asfalto puede variar mucho, especialmente a esa hora del día. Necesitamos un plan para adaptarnos rápido —respondo mostrando profesionalismo. Ella asiente, sus ojos grises brillando con concentración. —Podemos hacer varias pruebas en el simulador esta semana. Así, cuando lleguemos a Texas, el equipo ya tendrá datos sólidos —propone y allí reaparece la profesional que tanto conozco. —¿Y la aerodinámica? —le pregunto—. ¿Crees que la nueva configuración que probamos en Singapur funcione también allá? —En teoría, sí, aunque tendremos que hacer algunos ajustes. El circuito de Texas exige más velocidad en las rectas, pero sin sacrificar la estabilidad en las curvas lentas. Va a ser un reto. La conversación fluye, técnica, fría, pero con un trasfondo eléctrico que ninguno de los dos se atreve a mencionar. Ella me mira de reojo, y por un instante, creo que quiere decir algo más. Pero solo dice: —Tenemos que concentrarnos en eso. Si conseguimos buenos resultados, podríamos escalar posiciones en el campeonato. Asiento y suspiro. —Sí. Eso es lo que importa ahora. Un silencio cómodo se instala entre nosotros, aunque sé que cada palabra no dicha pesa más que cualquier análisis técnico. —¿Quieres ver las grabaciones de mis vueltas rápidas en Singapur? —ofrezco, intentando aligerar el ambiente. —Claro, sería útil para ajustar algunos detalles. Mientras saco el dispositivo para reproducirlas, me doy cuenta de que, aunque esquivamos lo inevitable, ese beso sigue ahí, suspendido entre nosotros, invisible pero presente. Y por ahora, seguimos corriendo contra el reloj.
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