SOY JULIETA
Soy Julieta, hija única de Abelardo Capetillo, viudo por causas desconocidas, en pocas palabras, solo recuerdo que un día mi madre no volvió. Se fueron a un viaje de negocios y mi padre regresó solo, con la triste noticia de que mi madre no iba a volver.
A mis escasos 9 años, me encerré en mi habitación y lloré y lloré por días. Hasta que mi abuela Mely fue por mí. Me explicó que era muy joven para comprender ciertas cosas, cuando fuera mayor me explicarían las circunstancias. Viví con ella, porque mi padre estaba abrumado con sus emociones y los negocios. Yo no estaba incluida en su agenda.
A los 13 años, mi abuela Mely enfermó de gravedad y ya no le era posible cuidarme, así que sucedió lo inevitable; mi padre me envió a un internado al extranjero, a Londres para ser precisos. Un colegio de niños ricos en circunstancias similares. Donde me enseñaron a ser una líder en negocios para que pudiese asistir a una buena universidad y salir con la experiencia necesaria para algún día ser la líder de la empresa familiar.
Perdí contacto con todo mi pasado y mis amigos de España, especialmente con Romeo Monterrubio, él fue mi mejor amigo, mis padres y los suyos tuvieron una amistad de años. Pero desde aquel viaje en que murió mi madre, no volví a saber de ellos. Todo era un misterio, del cual todos (mi abuela y mi padre), se negaban a hablar.
Mi familia materna, era otro asunto. Mis abuelos ya habían muerto, sólo sobrevivía mi tío Germán, quien solo me escribía o llamaba para mi cumpleaños, y me enviaba un regalo. Era un soltero empedernido, adinerado y bueno para la fiesta. Hacerse responsable de los negocios no era parte de su plan de vida.
El negocio familiar "Cape Sant Corp.", luego cambió a "Cape Mont", esta fue la fusión de las empresas familiares de mis padres al casarse. Mi abuelo paterno, tenía una comercializadora de ropa y mi abuelo materno, una fábrica de ropa exclusiva, especializada en camisas para caballero, vestidos de alta costura, trajes, corbatas y pijamas de seda.
Ese era mi destino, sustituir a mi padre en la presidencia de la compañía.
En el Instituto, casi no tenía amigos, solo Marina De la Piedra, mi compañera de habitación. Ella estuvo dispuesta a ayudarme en todo desde mi llegada, ella era del norte de España, así que al menos tener una compañera que hablara el mismo idioma que yo, era de gran ayuda, mientras el resto de mi compañeros, buscaban momentos para hacerme pasar malos ratos. Al final, era un colegio europeo, donde los hispanohablantes nos podíamos convertir en algo muy atractivo o algo muy despreciable, pero para saber de qué lado te encontrabas, debías pasar ciertas pruebas. Afortunadamente, mi físico me tenía catalogada como chica linda, pero la mayoría de los hombres solo buscaban una cosa: "chicas fáciles" y sexo.
Terminé la educación básica, no volví a ver a mi padre durante todos esos años. Pasaba navidad en España con la familia de Marina, su abuela Doña Cristina Alvarado de De la Piedra, una señora de mucha clase y un carácter maravilloso. Me adoptó como una nieta más, me consentía y me daba consejos. Los hermanos de Marina, Sergio y Jorge eran mucho más grandes, se dedicaban a los negocios familiares, y su presencia era mínima. Y, por último, el padre de Marina, Don Carlos, que estaba retirado de los negocios y se la pasaba viajando con su esposa actual, mientras ésta gastaba indiscriminadamente su fortuna. Marina estaba destinada a casarse con el hijo de un magnate italiano, un tal Constantino, ¡ya sé!, vaya nombre, muy histórico, así como el mío, que es muy shakesperiano.
Constantino y Marina, tenían un acuerdo entre ellos, romper su compromiso era inevitable, así es en las grandes esferas de dinero y poder del mundo, así que se veían un fin de semana al mes para pasar tiempo juntos y llevarse bien, aunque Marina sabía que Constantino tenía varias mujeres y Marina le decía que tenía algunos amantes, pero eso era una rotunda mentira, ella estaba enamorada de Constantino hasta el copete. Al menos a mí no me habían buscado un marido.
Después de la educación básica, al salir del internado, me enviaron a estudiar negocios internacionales en Oxford, mi vida era estudiar, estudiar y estudiar. En pocas ocasiones me iba de fiesta, pero cuando Marina tenía libre el fin de semana era inevitable no salir a tomar algo a algún pub.
Unos meses antes de terminar la licenciatura, en un pub bastante popular en la comunidad universitaria, conocí a un chico, le decían el Capi Rugby, porque era el capitán de un equipo de rugby universitario. Tenía un parecido a mi Romeo del pasado, aquel que era como mi hermano, jugábamos mucho, aunque me molestaba bastante. El Capi Rugby de aquel día, era un hombre muy alto, apenas le llegaba al hombro con mis tacones de 12 cm. Tenía el cabello oscuro, algo largo, la barba algo crecida y unos hermosos ojos azules. Sin duda debajo de aquella camisa negra con un estampado del colorido arcoíris de un famoso álbum de Pink Floyd, unos vaqueros ajustados y zapatos rudos, había un marcado cuerpo. Me estuvo molestando durante la noche, haciendo bromas, robando tragos de mi cerveza u ofreciéndome tragos de la suya a cambio de retos tontos. Bailamos y luego me invitó a salir de ahí. Escapamos divertidos, riendo estúpidamente por cualquier cosa, yo había tenido unas semanas muy estresantes, era mi primera salida en meses. Pasamos junto a Constantino y Marina, quienes estaban enfrascados en una de sus comunes discusiones tontas. Rugby le dijo algo a Constantino y este asintió.
Aquella noche, he de reconocer que la pasé de maravilla, él fue romántico, cariñoso, atento. Me llevó a cenar, luego pasamos a comprar vino y terminamos en la cama de mi departamento. Aquella aventura, se volvió una escapada a las montañas durante el fin de semana. Ninguno de los dos estaba interesado en nada más que una aventura. Él sabía que yo era Chuli, como me llamaba Marina y yo que él era el Capi Rugby. Nos despedimos luego de que me llevara en su moto, de vuelta a la residencia universitaria, donde había dejado mi automóvil.
—Ey Chuli, ¿nos volveremos a ver?
—Tal vez...
Con una sonrisa, me subí a mi auto y me marché. Regresé a mi departamento, Constantino estaba sentado en el sofá, mirándome con ojos acusadores, mientras Marina me miraba con ojos asesinos.
—¿Dónde estabas?
—Hola, no sabía que tenía que avisarte, cuando por lo general te pierdes el fin de semana cuando vienes a "Visitarme"... — Le dije burlona.
—¿Te fuiste con Rugby?
—Ah, lo conoces...
—Sí, es el primo de Constantino y...
—Es un tipo de cuidado y blá, blá, blá... Déjalo así.
—¿Te cuidaste?
—Claro, ¿por quién me tomas?
Terminé el semestre, fue la fiesta de graduación y volé a México a tomar una capacitación en los corporativos de "Cape Mont". Pues mi padre deseaba que conociera absolutamente todas las áreas de la empresa. Llegué con un seudónimo "Julia Santino" el apellido de soltera de mi abuela.
Me instalé en la casa que fuera de mi abuela antes de marcharme al internado. Mi padre visitaba aquella casa de vez en cuando, pero prácticamente estaba sola.
Unos días después, amanecí con malestares estomacales, por lo que llamé al señor Serrano, el jefe de recursos humanos para avisar de mi ausencia. El resto de la tarde me seguí sintiendo mal. Al llegar a urgencias, en un hospital de San Ángel, me dio un fuerte retortijón... Me pasaron a urgencias y estaba sangrando, pensé que me había venido el periodo, pero haciendo cuentas, tenía unos meses que eso no ocurría. En ese instante, mi corazón casi dejó de latir, pensando en mi loco fin de semana con el Capi Rugby. ¿Estaba embarazada?
Una enfermera me estuvo haciendo preguntas, mientras yo lloraba por el dolor...
—Señorita, al parecer está teniendo un aborto espontáneo. Lamento mucho su pérdida. En un momento la doctora Zamora vendrá a revisarte.
¡Un aborto espontáneo! Estaba embarazada del Capitán Rugby... al parecer no me había cuidado tan bien como yo pensaba. La doctora hizo lo que debía hacer, dio algunas indicaciones y me dejaron en reposo unas horas. Cerca de las 8 de la noche me pude marchar a casa. En cuanto entré, Dora la ama de llaves me vio llegar y me acompañó a mi habitación.
—¿Por qué no llamaste para ir por ti al hospital? Domingo no hace casi nada, puede servir muy bien de chofer.
Domingo y Dora, tienen toda una vida atendiendo aquella casa.
—Gracias Dora, lo tendré en cuenta la próxima vez.
Pasé el resto de la noche llorando. En verdad había perdido a un bebé. Ahora creo que fue lo mejor, sin embargo, me dolió mucho haberme enterado de esa manera.
Unos días después, volví al negocio, el señor Serrano tenía cara de pocos amigos. Sabía que estaba molesto.
—¿Cómo se atreve a volver? No tiene vergüenza señorita Santino.
—Señor Serrano, tuve una emergencia médica. No he recurrido a la aseguranza de mi nuevo empleo porque me parece que ni siquiera he sido dado de alta, debido a que no pude presentarme en mi primer día de trabajo.
—Tráigame un justificante médico.
—No lo haré. Es algo demasiado personal.
El señor Serrano, era sin duda un jefe de departamento que presumía de poder y superioridad. Una de las razones por las que me pedían que comenzara a trabajar desde los puestos más bajos de la compañía, era porque deseaban hacer un rastreo de fraudes y robos a la compañía, así como el mal trato que algunos jefes de departamento tenían. No me gustaba mucho la idea, sobre todo porque estaba segura de que me enfrentaría con muchos tipos de mala calaña con el señor Serrano.
—Muy bien, aténgase a las consecuencias.
En ese momento le mandé un mensaje a Guillermo Tapia, el director del corporativo y que sí estaba enterado de la situación. No podía hacer nada todavía, hasta estar segura de los alcances macabros del señor Serrano.