Capitulo 2

1617 Palabras
Capítulo 1 Septiembre de 1981 – Pembroke, Carolina del Norte Natalie Reynolds tenía diecinueve años y acababa de terminar su primer año en una pequeña universidad de artes liberales en Pembroke, Carolina del Norte. Natalie quería hablar con alguien con experiencia. Estaba casi desesperada por hacerlo, pues su novio, aunque aún no la había desvirgado, la había convencido de desnudarse en público. Ingenua hasta la médula, lo había hecho en dos ocasiones y sabía que él se lo volvería a pedir. Su problema era que Fess le gustaba mucho y no quería que la dejara por alguien más con menos reticencia a desnudarse en público. Fess, estudiante de penúltimo año, había acogido a Natalie bajo su protección el semestre anterior. Ella dependía de él para casi todo, desde qué cosméticos usar hasta qué tipo de tampón sería el más adecuado para sus necesidades. Nunca había tenido citas, ya que sus padres eran bautistas estrictos del oeste de Carolina. Además, la encargada de la residencia de Natalie le había dicho que no se permitía la entrada a hombres, y la pobre Natalie se lo tomó muy en serio. Natalie tenía mucho miedo de visitar el apartamento de su novio, lo que los dejaba solo con paseos a pie o en bicicleta por el parque local y sus alrededores. Una vez dentro, solían buscar un banco y sentarse a hablar de prácticamente todo. Pero la semana pasada, la conversación se había reducido a casi nada, y Fess tenía una mirada extraña. Simplemente se quedaron allí sentados, observando el viento soplar entre los árboles. Natalie sonreía, feliz de estar allí con él, y su mirada iba de los árboles a los suyos y viceversa. De repente, Fess se inclinó hacia ella y la besó. Ella se deleitó con la suavidad de sus labios y le devolvió el beso con una avidez que lo impulsó a probar algo nuevo con ella. Empezó a tocarle los pechos. Natalie apartó rápidamente sus manos, mirando a su alrededor para ver si alguien los había visto. Cuatro chicos jóvenes, de unos doce o trece años, paseaban con sus bicicletas por el estrecho sendero a unos cuarenta metros de distancia. Natalie llamó la atención de Fess y él dejó caer las manos en su regazo. —No es que quisiera que pararas —dijo—, pero no quería que los chicos nos vieran. Fess asintió y se levantó. Natalie pensó que estaba loco y a punto de dejarla, y rápidamente se puso de pie a su lado. Fess la tomó de la mano y la condujo a lo más profundo de la espesura del sendero. Natalie fue de buena gana, con la única preocupación de que los mosquitos la devoraran viva. Fess la guió entre los arbustos hasta llegar a un pequeño barranco. Se deslizaron por la ladera, y al fondo había un riachuelo. Amontonó unas hojas en un espacio abierto, se sentó y le hizo señas a Natalie para que se sentara a su lado. Ella miró las hojas y dijo: —No puedo sentarme ahí. Se me va a ensuciar la falda. Fess se puso de pie y se acercó a ella. Se arrodilló frente a ella y miró directamente por debajo de su falda. Natalie empezó a sentir una extraña sensación en el fondo, algo que nunca antes había sentido. Sabía lo que estaba pensando, y una parte de ella también quería estar con él, pero seguía bastante preocupada por los chicos allá arriba en la cima de la colina. Pero entonces, antes de que Natalie pudiera reaccionar, Fess se estaba desabrochando el cinturón. Natalie estaba atónita. No podía creer lo que estaba a punto de sucederle. Por un lado, quería perder su virginidad; por otro, tenía miedo de que los chicos o alguien que pasara la vieran. Miró frenéticamente a su alrededor, como buscando pruebas de la peligrosa situación en la que las estaba poniendo, pero no había nadie a la vista. Mientras Fess se bajaba la cremallera de la falda, la mente de Natalie daba vueltas... Habían hablado de buscar un lugar con algo de privacidad, pero ni siquiera había considerado el parque. Había demasiada gente alrededor. No había garantía de privacidad, ninguna. Una vez que Fess abrió la cremallera, le bajó la falda y las bragas de un tirón. Natalie se asustó y se cubrió el vello púbico con una mano, pero esto la hizo sentir aún más rara. Sintió su mano en su trasero; y luego sus dedos, mientras exploraban su zona más íntima. A Natalie le sorprendió más su entusiasmo que el hecho de que él hubiera ido más lejos que nunca... y sin su permiso. Siempre había pensado que le permitiría ir solo hasta cierto punto... o al menos que irían por etapas, pero esto fue una imprudencia... pero muy emocionante, como mínimo. Fess le acarició la entrepierna con una seguridad que emanaba de una lujuria contenida, y no de ninguna experiencia previa. Una brisa fresca le acarició la piel y una oleada de placer inundó el cuerpo de Natalie. Sintió un temblor en los muslos. Se hizo cada vez más fuerte. Suspiró y abrió las piernas para facilitarle las cosas. La dejó un momento para sacar un condón de su bolso. Cuando se giró para mirarla, Natalie vio que se había desnudado y se estaba poniendo el condón. Era la primera vez que lo veía, o a cualquier hombre, de hecho, y su tamaño la impresionó, aunque solo tenía una erección de diez centímetros. ¡Dios mío! ¿Qué hago aquí?, pensó. Pero no intentó detenerlo. Antes de darse cuenta, ambos estaban sobre las hojas. Él rodó sobre ella, y ella sintió su m*****o asomarse entre sus piernas. El cuerpo de Natalie se congeló. —Esto es una locura —pensó, mientras todo se movía a cámara lenta, pero no pudo detenerlo. Lo que recordó después fue mirar el cielo azul de Carolina y sentir a Fess hinchándose dentro de ella. ¿Cómo lo había conseguido?, se preguntó. ¿Por qué no le dolía? ¿No se suponía que debía doler? ¿Se mancharía la ropa con sangre? Mientras él bombeaba su m*****o dentro de ella, la respiración de Natalie se volvió entrecortada y se desmayó o perdió el conocimiento, pues lo siguiente que recordó fue estar tumbada sobre un lecho de hojas, con el viento haciéndole cosquillas entre las piernas. Era una sensación rarísima, pero agradable, muy agradable. Le costaba describirlo, pero luego le contó a Fess que era como una montaña rusa, tan placentera como un baño caliente, solo que mejor. Fess asintió una vez y luego se rió. Vio que estaba vestido y buscó sus bragas y su falda. —¿Cómo te sientes? Natalie se quedó allí tumbada, sin saber qué responder; y de repente se dio cuenta de que él la miraba directamente entre sus piernas abiertas. Sonrojándose, se incorporó y se cubrió con la mano. —Oh... vale, supongo. O sea, bien... no, o sea, genial. Me siento genial. Ambos rieron de su declaración. De repente, recordando a los chicos, Natalie miró hacia la colina, pero no vio ni oyó nada. ¿Dónde está el resto de mi ropa? —Eh, ahí... ahí —señaló hacia la orilla del arroyo. Pensó en pedirle que los trajera, pero aún se sentía muy drogada, así que se levantó, aún sin fondo, y caminó hacia donde estaban. Se sentía rara caminando afuera solo con una camisa y tiró de ella para intentar taparse, pero no le alcanzaba. Podía sentir a Fess mirándola desnuda, y estaba avergonzada, pero al mismo tiempo, bastante excitada. Se cubrió la mitad del trasero con una mano, giró la cara hacia él y dijo: —No mires. Fess tenía una gran sonrisa y, completamente satisfecho, dijo: —Natalie, tienes un cuerpo increíble. Ella se sonrojó de deseo ante sus palabras. Casi nunca decía cosas así. Lo miró directamente a los ojos. Había una especie de electricidad que los atravesaba. Probablemente él se preguntaba si querría repetirlo, pero a ella le preocupaba que alguien entrara al bosque y los viera. —Mejor nos vamos —dijo, agachándose para recoger su falda. Pero su ropa interior no estaba allí. Fess se los encontró. Se habían caído al arroyo. Al empezar a ponérselos, Natalie oyó un clic y casi se cae al girarse hacia el sonido. ¡Fess le había tomado una foto de su coño! Se giró y oyó otro clic. ¡Su trasero! Le había tomado otra. —¡Para! ¡Para ahora mismo! —exigió, y él guardó rápidamente la cámara. —¿Qué crees que estás haciendo? —¡Quiero recordar este día! Sacudiendo la cabeza con fastidio, Natalie se puso la falda. Empezó a ponerse las bragas, pero estaban empapadas y cubiertas de barro. Incluso después de escurrirlas, seguían muy mojadas. —Dámelos; no puedes usarlos así —dijo Fess, y ella se los entregó distraídamente. Él se los metió en el bolsillo y dijo: —Vamos, vámonos. Empezó a subir la colina. Horrorizada, Natalie bajó la vista hacia su falda. En sus primeras citas, llevaba sus minifaldas más cortas. Esta era una de las peores porque tenía pliegues, y siempre le costaba mantenerla baja, incluso con bragas. Tiró del bajo, pero aún se le veían los muslos, blancos como la crema. Al cabo de un momento, supuso que la falda cubría las zonas más incómodas, pero sentía la brisa entre las piernas y le daba mariposas en el estómago. Se sentía como si caminara por el parque desnuda como un pájaro. —Fess —dijo—, ¿qué se supone que debo hacer? No puedo andar así. —Claro que puedes. Nadie lo notará.
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR