Al fondo se escuchaba el cantar de las aves, la brisa tocando alguna melodía que hacía bailar las hojas de los árboles acompañándola con el canto de algún gallo, el olor a cacao con canela recién molido hizo que abriera los ojos.
El sol atravesando la ventana no me permitió abrir los ojos del todo, mientras me iban acostumbrando a la luz, una voz erizo mi piel.
“Hola amor”, una sonrisa se formó en mi rostro, algo en mí me decía que conocía ese hombre, era una sensación dentro de mí que decía que ya lo había visto, aunque solo era un sueño, y jamás me había cruzado con él.
Sus ojos color miel alborotó cada célula de mi cuerpo, cuando apenas me estaba acostumbrando a la luz volví a la realidad, la alarma de Rosa estaba sonando anunciando que era hora de levantar nuestros hermosos traseros.
—Fernanda levanta ese hermoso trasero que tu nueva vida empieza. —me dijo con voz ronca y con los ojos cerrados. — recuerda que el que madruga Dios lo ayuda —dijo saliendo del cuarto para ir al baño.
Si mi nueva vida empezó, “de nuevo”.
Ya debería estar acostumbrada a esto, de estar bajo el techo de una desconocida, comenzando una etapa que no termina.
Y así pasaron tres semanas, como en cada cantón, pueblo, ciudad, al que llegaba por huir de ese infierno que me perseguía.
Esa era mi vida, comenzando de cero, al tener donde quedarme y donde trabajar, me levantaba con la misma rutina BAÑO, ROPA, DESAYUNO, TRABAJO, CENA, DORMIR.
Un bucle sin fin.
Aunque a diferencia de los demás trabajos este me estaba dejando más dinero, no hacía mucho más que solo preparaba ensalada de fruta y licuados de fruta, ella se encargaba de lo demás con las decoraciones.
También me encargaba de la limpieza y de llevar la agenda de la señora Elizabeth. En dos días se celebraría una boda.
Contrataron a mi patrona para decorar las frutas para los invitados, si no era boda era algún cumpleaños, graduación, fiesta de compromiso, bautizo, confirmación y entre otras celebraciones.
La señora Elizabeth era muy conocida en esta ciudad y en sus alrededores, ella es una persona muy amable, pero tiene el carácter de los mil demonios.
Y así pasaron los días, llego la boda, al igual que el caos, la señora Elizabeth desde que se levantó no se ha detenido caminando de allá para acá y de acá para allá gritando como si estuviéramos sordos dándonos dolor de cabeza.
Es entendible que quiera que todo este perfecto e impecable, y no es la única, los otros empleados están en las mismas, arreglando las mesas y las sillas, colocando los globos, las flores y las demás decoraciones.
Para mí el lugar es perfecto, todo está decorado con el color blanco y rojo, el pastel es de cinco pisos, lleva rosas en cascadas, aunque prefería las naturales, las que tienen se miraban perfectas, el mantel de la mesa es rojo haciendo que el pastel resalte, mientras que en las demás mesas los manteles son blancos. Las mesas donde se sentarán los invitados tienen la combinación de ambos colores, en cada mesa está un adorno de rosas, blancas y Rojas.
Me deleito con todo, mis ojos recorren el sitio mientras preparo la mesa donde estará la fruta.
“¿Algún día me casaré?”
Me pregunto sintiendo melancolía y ahí está Joel parado a un lado recordándome que con él quería casarme y tener una familia.
—sé lo que piensas — me dijo mientras sus ojos también recorrían el sitio. —así es como alguna vez lo soñé, — me miró con una sonrisa —soñé verte de blanco y llamarte esposa.
No lo pude evitar, una lágrima salió y recorrió mi mejilla, no podía contestar en este momento, solo yo lo podía ver.
—¿Fernanda estás bien? —me pregunto una de las trabajadoras que contrató para este día.
—sí, solo me cayó una basurita —dije mientras me tallaba el ojo — iré al baño — dije y salí hacia la cocina donde había otro caos.
Entre y busqué el baño, me lavé la cara y me miré al espejo.
¿Qué será de mi vida? Estoy cansada de huir, cansada de no tener un sitio donde sentirme en casa, aunque no sé cuál es ese sentimiento, ya que nunca lo sentí.
Quiero llegar a un sitio donde pueda respirar aire fresco, donde al llegar se sienta un aroma a hogar, donde alguien me espere y pueda disfrutar de una taza de café.
Estoy tan perdida en mis pensamientos que no me doy cuenta de que ha pasado 15 minutos, salgo corriendo del baño sin darme cuenta de que hay una persona que viene, cuando intento frenar ya es demasiado tarde, choco con el pecho de esta persona provocando que los dos caigamos al suelo.
—Lo siento mucho, — dije mientras me levantaba — no lo vi. — el hombre me sonrió y tomo de mi mano y me jalo hacia él.
—No te preocupes mamacita —con una sonrisa de lado, con olor a alcohol y a cigarrillos hablo aquel hombre, me solté de su agarre y me levanté, salí del sitio sin voltear atrás.
No estaba borracho, pero su todo tan malicioso me dio náuseas, las horas pasaron, los invitados llegaron, los novios bailaron y las damas por el ramo pelearon.
Yo simplemente miraba a la distancia todo, la señora Elizabeth estaba feliz, tenía nuevos clientes que la contrataron para otras celebraciones.
Joel seguía conmigo, no decía nada, solo estaba ahí desde ese día.
Él estaba tan atento viendo a los novios y yo estaba tan atenta viendo al chico que a pesar de los años se miraba igual, seguía siendo un adolescente.
Lo amaba, lo seguía amando “¿por qué seguía aquí?”
Su misión aún no ha terminado, es lo que él siempre dice.
Y a mí eso no me importaba mientras este conmigo mi mundo tiene un poco de sentido.
Estábamos tan perdidos que no nos dimos cuenta de que aquel hombre con el que choque se acercó y me tomó a la fuerza, grite al sentir como su aliento chocaba con mi cuello, al querer besarme.
—Suélteme — grité y lo empujé, pero a pesar de su borrachera, tenía fuerzas, Joel trató de quitármelo; sin embargo, al ser solo un espíritu no logro hacer nada.
Note como se desesperaba al igual que yo, temí de lo que me pudiera hacer si nadie me ayudaba.
Este es una de las cosas que odiaba Joel, no poder ayudarme en estas situaciones.
—Que rica estas, esta noche serás mía, —dijo mientras más me apretaba, seguí empujando lo —no te resistas, — en eso pensé que no me ayudarían, pero en eso uno de los invitados lo todo y le dio un golpe.
Todos miraban el escándalo de aquel hombre, quien en ese momento decía obscenidades.
Yo comencé a llorar y salí corriendo de ese lugar, escuché como la señora Elizabeth me llamaba, pero seguí corriendo, en mi mente solo estaba tres palabras “no otra vez”.
No sabía a donde iba; sin embargo, corrí sin parar hasta que llegue a una parada de autobús, Joel se reprochaba por no poder protegerme.
No era su culpa, solo me quedaba culpar a la vida por empeñarse en jodernos.
—Debí estar más atento, — dijo caminando de un lado a otro, su cara estaba poniéndose roja y era de lo molesto que estaba dio una patada a una lata y esta salió volando, los dos nos quedamos sorprendidos, cuando trato de volver hacerlo no funcionó.
—¿cómo?… ¿Cómo lo hiciste? —pregunte aún sorprendida.
—no lo sé… solo pensé en mandarla a volar —dijo tratando una y otra vez.
Pasaron varias horas, Joel seguía en lo mismo, yo me acomodé en una banca perdiéndome en mis pensamientos.
Mi celular comenzó a sonar, era la señora Elizabeth conteste, ya que debía estar preocupada.
—¿Fernanda donde estás?, — dijo con un tono de preocupación —¿te encuentras bien?
—no sé donde estoy, solo sé que es una parada de autobús y estoy bien, lo siento, no quería salir así pero me…
—me corto al instante sin dejar que terminara mi frase
—tranquila Fernanda, sé que te asustaste, pero no te hizo nada, sube a cualquier autobús y que te baje a la estación de los buses cuando estés ahí me avisas.
—Está bien — le dije y colgué, espere que pasara el siguiente autobús y lo aborde el autobús, llego a la estación y le marqué a la señora, quien no tardó en llegar.
—Tienes que aprender a defenderte, —me dijo y la note molesta. — en todos los eventos te encontrarás con personas desagradables, —siguió hablando o más bien lo sentí a regaño, ¿por qué siento que me está regañando?. —no puedes salir corriendo simplemente así dejando el trabajo, me agradas Fernanda, pero no es la primera vez que veo que huyes, ¿quieres hablar sobre el porqué? — me miro y yo negué con la cabeza.
En efecto hubo dos ocasiones donde unos clientes me estaban acosando y lo que hice fue huir del lugar hacia el baño donde me encerré esperando que alguien más los atendiera o simplemente se fueran.
—Está bien — dijo y se produjo un silencio incómodo, llegamos hasta la casa, me bajé del auto un poco incómoda por lo ocurrido.
—gracias — dije y cerré la puerta vi como el auto se alejaba entre a la casa ya era de madrugada me sentía muy cansada cuando entre a la habitación ahí estaba Rosa quien se había vuelto una buena amiga igual que su hermana me tiré a la cama quedando profundamente dormida al instante.