ALESSIA
-Señorita debe guardar el celular.
La voz de la azafata llamó mi atención. Le di una sonrisa amable e hice lo que me había dicho. Realmente me sentía nerviosa de regresar Italia después de tantos años. Me fui desde que tenía 15 años por petición de mi padre, dijo que queria que conociera el mundo, otras culturas, que explorara todo lo que quisiera. Realmente fue buena idea, gracias a eso conocí buenas personas, conocí el amor y tambien las decepciones, pero no me quejo. Todo aquello me hizo ser lo que soy ahora y por eso, supe que era momento de regresar, no podía estar más tiempo lejos de casa, de mi padre y de mis amigos.
Esperaba que haya sido una buena decisión. Ya que la mayoría de veces, termino metiendo la pata.
Miré por la ventana, el cielo azul resplandecía, las nubes parecían pequeños copos de algodón. La vista era maravillosa, soy del tipo de persona que le gusta apreciar las cosas más sencillas, aunque a otras personas les parezca algo estúpido. Me gusta ver lo mejor de las personas, todos tenemos un lado bueno, como tambien uno malo, eso no lo niego, pero siempre es mejor mirar el lado humano.
Me removí en el asiento, cada hora me sentía más nerviosa y más ansiosa. ¿Cómo encontraría todo? ¿La casa estaría igual? – Siempre hay cambios – Lo sabía, las cosas siempre cambiaban, nunca las cosas estaban iguales con el pasar del tiempo, ni tampoco las personas.
El piloto anunció que ya habíamos llegado. Mi pecho comenzó a galopear tan fuerte que pensé que iba a salirse de mi pecho – Dios cálmate Alessia, que vas a morir de un soponcio – Solo estas regresando a casa, no es un lugar nuevo.
Tomé mi maleta de mano del compartimiento del avión. Y me dispuse a salir, mi padre me dijo que alguien me estaría esperando para llevarme a casa, supongo que alguno de los trabajadores de él.
Caminé por el largo pasillo que daba para poder tomar mis maletas. A medida que sentía que se acercaba la hora de ver a mi padre, mi corazón se llenaba de felicidad. Tenía dos años que no lo veía, la última vez fue cuando me visitó en Londres. Me había radicado ahí ya que mi novio estaba tomando una maestría de medicina en ese lugar, yo solo vivía la vida, ya que mi padre me dijo que queria que estudiara aquí en Italia. Esa tambien es el motivo de mi regreso.
Tomé mis maletas y me dispuse a salir, en busca de la persona que vendría a recogerme.
Al salir vi a un chico, alto, con buen cuerpo, blanco, de ojos claros y cabello n***o con un cartel que decía mi nombre - ¿Desde cuándo mi padre tenía hombres tan guapos trabajando para él? – Siempre había tenido hombres que tenía cara de matones a su alrededor.
-¿Señorita Veretti? – Me preguntó algo tímido.
-Si. ¿Tú eres? – Le respondí con una sonrisa.
-Soy el empleado a cargo de llevarla a casa, su padre la está esperando – Me indico con un gesto que debía seguirlo.
Yo no podía dejar de mirarlo, vaya, sí que era guapo, tenía porte de modelo y no de guardaespaldas. El traje que llevaba puesto se le acentuaba muy bien a su bien formado cuerpo, su altura – Dios parecía un rascacielos - ¿Por qué era tan alto? Yo parecía una minions a su lado. Recorrí su cuerpo con la mirada, se veía que guardaba un cuerpo lleno de músculos debajo de ese traje.
-¿Cómo te llamas? – Le dije sin pensarlo.
-Eso no importa – Me dijo en un tono amable.
-¿Por qué? Eres empleado de mi padre – Volví hablar.
-Sí, pero no tengo permitido decir mi nombre.
Fruncí el ceño. Mi padre tan estricto y dictador como siempre, era un rasgo que siempre había odiado de él, se creía mejor que el mundo entero.
Nos subimos al auto. El chico no me decía nada, y si le preguntaba algo, me daba respuesta escuetas y secas. Comenzaba a molestarme e incomodarme.
Tomó una avenida que estaba bastante desolada y oscura, solo había árboles. Debo decir que eso comenzó a ponerme los pelos de punta.
-Esta no es la ruta para ir a casa – Le dije.
-Es la ruta más rápida, lleva tiempo sin venir, quizás por eso no lo recuerde – Me dijo sin apartar la vista de la calle.
Eso era imposible, por más que llevara 6 años sin venir a casa, sabía perfectamente las rutas que se debían tomar.
-No lo creo – Dije incrédula.
-Tranquila en unos minutos más estaremos en su casa. No tiene por qué preocuparse.
Esas palabras no me hicieron sentir mejor. Algo dentro de mí me decía que algo no estaba bien, me incomodaba y me molesta esa sensación de malestar en mi cuerpo.
Vimos un auto estacionado a un lado de la calle, era raro. No sé si, porque he visto muchas películas de miedo, de acción, de secuestro y he leído muchos libros. Pero, en todos esos escenarios, esa es la manera en que las personas abordan a sus víctimas.
-No te detengas – No iba a correr riesgo. Soy alguien bueno, pero no pendejo.
-Necesitan ayuda – Me dijo el chico.
-Lo sé, pero no quiero que te detengas – Volvió a decir, con un tono más autoritario. Aunque me estaba muriendo de los nervios.
-No tomará mucho tiempo – Volvió a decir él, en un tono más suplicante.
-Está bien. Ayúdalos – Le dije con un suspiro. La verdad es que por más que quisiera tampoco era tan desalmada para dejarlos morir así.
Vi que el chico se detuvo, bajó el auto y caminó hacia las personas que necesitaban ayuda. Yo no le quitaba los ojos de encima. Algo me decía que esto no estaba bien, que había sido un error habernos detenidos. Esa extraña sensación no se disipaba.
Lo vi hablar con ellos por un tiempo, eran dos tipos, grandes, por cierto, parecían una mole. Podían matar a alguien con solo cerrar sus manos. Vi como seguían dialogando. El chico, caminó hasta el auto nuevamente y abrió la puerta.
-Se les pinchó una llanta, no tomará mucho tiempo tengo una de reserva – Me dijo con una sonrisa.
-No te demores, estoy cansada y quiero llegar rápido a casa.
No era del todo mentira, pero los diferentes escenarios de un posible asesino serial matándonos a mitad de la nada no dejaban de pasarme por la cabeza. Vi como el chico comenzaron a cambiar la llanta – Quizás solo estoy exagerando y haciendo drama - ¿Qué me puede pasar? No es que sea alguien famoso, ni la hija de un gran mafioso para que intenten secuestrarla.
Después de un tiempo, vi como el chico por fin regresó de vuelta. Pero mis sentidos se encendieron cuando vi que no volvía solo, los otros dos hombres venían detrás de él. se acercó a la puerta de mi lado.
-Señorita los hombres quieren darle las gracias – Me dijo dándome la mano para que bajara del auto.
-No es necesario. Si ya terminaste sube y vámonos, te dije que estoy cansada – Le dije tratando de parecer tranquila, pero me estaba muriendo lentamente por el miedo.
-No sea grosera, no le tomará mucho tiempo – Me dijo el chico, sus ojos claros se tornaron oscuros.
-No. Quiero – Dije – Ahora sube al auto y vámonos.
-Pues eso no va a ser posible preciosa – Dijo una voz detrás del chico.
Ahí estaba, la sensación. Realmente iba a morir por algún maldito psicópata.
-Primero no me digas preciosa, me da asco que una palabra tan bonita, se escuche tan asquerosa en tu boca y segundo si digo que me voy, me voy.
No sabía de donde me había salido lo valiente. Dicen que nadie sabe cómo reaccionará cuando tu sentido de autopreservación se enciende.
-Sácala de allí y vámonos. No tenemos todo el tiempo – El otro tipo habló.
El chico de ojos claros, me tomó la mano y me sacó a la fuerza del auto. Comencé a forcejar, a pelear. No me iba a detener, no iba a darles el gusto de que me llevaran tan fácilmente, iba a dar la pelea hasta el final.
Como pude me solté y le di golpe en la cara al chico de ojos claros, se lo di tan duro que le rompí la nariz.
-¡Maldita perra! – Rugió cuando se tocó la cara y notó que tenía sangre.
-¿Qué dijiste? Es mujer y será sencillo – Me acomodé para darle pelea – Lo siento precioso, no soy tan débil y fácil como crees.
-Te vas a dejar golpear de una perra – Gritó uno de los tipos – Noquéala y tráela, no podemos perder el tiempo con una niña tan estúpida.
-Mira quien lo dice – Le dije en tono burlón. Tenía la adrenalina por cielos. Había tomado clases de defensa personal, ya que el mundo estaba tan retorcido y las mujeres siempre somos el blanco fácil.
El chico me lanzó un golpe que yo esquivé, luego otro y otro. Sabía que primero debía cansarlo, para así yo poder actuar, era la mejor estrategia. Cansa y debilita al enemigo y luego ataca.
El chico seguía tirando golpes y yo seguía evitándolos. Hasta que lo vi ya agotado – Perfecto es mi momento – Lancé el primer golpe, y lo encesté en su cara, luego el otro a su costado, luego otro a mandíbula, estaba tan agotado que ya no podía concentrarse.
-¿Te estas dejando dar una paliza de una mujer? Eres un imbécil – Gritó uno de los tipos. No supe cuál era, estaba tan concentrada en derribar al chico que tenía adelante que no podía desconcentrarme.
Otro golpe, en la cara, en el pecho, en la mandíbula, en la nariz, en la cabeza. Donde cayeran, pero eran certeros. Hasta que sentí un disparo y eso hizo que me detuviera. El chico cayó a mis pies, destruido por todos los golpes que le había propinado.
-Ya estuvo bien princesa, ya te dejé divertirte un rato, es hora de que nos vayamos – Me dijo uno de los tipos con una sonrisa maliciosa. Que hizo que mi cuerpo temblara.
Sabía que era una contra dos. Pero, aun así, no se las pondría nada fácil. Levanté una de mis manos y le hice seña para que viniera a mí.
-Ven por mi precioso – Le dije, poniéndome en guardia.
El tipo sonrió. Apunto a mí y soltó un tiro que pegó en el piso a uno metros de mis pies.
-¿Crees que me voy a poner a pelear contigo? Yo no le pego a las damas y menos si son tan hermosas como tú. Le hago otras cosas, esas que las hacen gritar de placer y no de dolor – Me dijo con una sonrisa burlona en el rostro.
Sus palabras me revolvieron el estómago. Una arcada me dio, pensar que el imbécil pudiera poner sus asquerosas manos en mi cuerpo.
-Ahora ven aquí. No lo hagas más difícil, que, si tengo que ir por ti, no te va a gustar.
Iba a caminar o a correr, pero sabía que iba a huir, cuando me choqué con el otro tipo - ¿De dónde había salido? – Me tomó del brazo, pero yo fui mas ágil, me impulsé, y lo llevé al suelo.
Me dispuse a salir corriendo, cuando sentí que me tomó del tobillo y me llevó al suelo. Se puso encima mío, con sus piernas a ambos lados de mi cuerpo.
-A él no le gusta pegarles a las mujeres, pero a mi si – Me dijo cerca de mi rostro.
Vaya su aliento olía a mierda, casi me vomito en su cara. Comencé a forcejar, a dar todo de mí. Hasta que vi como su brazo se elevaba y su mano se disponía a darme una cacheta. Cerré los ojos, con el tamaño de su mano me iba a romper la mandíbula. Esperé el golpe que nunca llegó ya que un disparo se escuchó y una bala entró en su cabeza derribándolo al instante.
El tipo cayó encima de mí, robándome el aire. Su sangre salpicó mi rostro. Quedé petrificada. No podía moverme. Solo sentí como alguien se acercó a donde yo estaba. De una patada me quitó al tipo muerto, me tomó del brazo y me levantó sin el más mínimo cuido y esfuerzo.
No dejaba de apuntar al otro tipo, que permanecía al otro lado tambien apuntándonos con su arma.
Cuando lo tuve delante de mi pude ver, que venía todo vestido de n***o, era tan alto. No pude ver su rostro ya que traía un pasamontaña que me impedían verle el rostro, pero pude sentir su cuerpo junto al mío, la dureza de su pecho, sus hombros anchos. La dureza de su abdomen. Mis ojos buscaban la manera de apreciar su rostro. Una de sus manos me apretaba fuerte la cintura. Miré sus ojos y a pesar de la noche los pude ver, eran grises, un gris que casi parecían blanco, tenía una mirada ruda, fuerte, misteriosa, y que daba un poco de miedo. No era la mirada de un vil mortal, era la mirada del mismo diablo.
-La preciosura es mía – Dijo el otro tipo.
Pude sentir en vibrar en su cuerpo, como si lo que dijo el hombre hubiera sido un chiste. Negó con la cabeza, me tomó de la cabeza e hizo que escondiera mi cara en su pecho, como para que no mirara lo que estaba a punto de hacer. Y sentí el ruido de su arma. Rápidamente me alejó él y se dio la vuelta dejándolo los cuerpos inertes allí.
-No lo creo.
Fue lo único que dijo, su voz hizo que mi piel se erizara, era grave, pastosa y totalmente letal, caminó perdiéndose en el oscuro de la noche. Era como si fuera de él, las tinieblas le hicieran caso, como si fuera el señor de la noche, el rey infierno aquí en la tierra.