Capítulo 3: Ya me lo sabía

1500 Palabras
¿Es en serio? - ¿Qué demonios haces aquí? - le preguntó al pelinegro, pero, como era de suponerse me arrepiento al instante tras la pregunta tan estúpida que había hecho. -No me respondas. - hablo con vos dura y obvia para mí misma, era más que claro, estaban en un salón de clases. ¿Qué más se hacía en uno aparte de estudiar? No le prestó atención a las extrañas muecas en la cara del chico, y miro al frente donde una molesta Señora Robinson me miraba sin pudor y con ganas de asesinarme. Pero para ser sincera me importaba muy poco, había estudiado lo que tocaba el día de hoy, por lo que me sabía lo que ella explicaba, no me consideraba nerd, pero superaba a los que se hacían llamar así en el salón, claro que nadie lo sabía, para la escuela yo era la abeja reina y también la chica mala... Quizás un poco problemática. La mujer duro varios minutos en volver apartar la mirada de mí, sabía que discutir conmigo era caso perdido, tenía todas las de perder ya que yo contestaría cualquier pregunta que ella me hiciera y que por más que le molestara mi presencia, el hecho de que fuera la mejor del salón y tuviera visto bueno con el director la hacía perder en todo sentido. La mire con cara de cansancio y molestia, se me hacía aburrida esta clase, además que la Señora Robinson poseía poca pedagogía a la hora de enseñar, sin ofenderla ni nada por el estilo. Además del hecho de saber lo que explicaba la mujer era un punto a favor para que se me hiciera más aburrida. Saqué una caja de chicle de mi mochila y comencé a masticarlo ruidosamente para después subir sus pies sobre la mesa del lado, donde había una chica de pelo rojizo que me miro mal, pero tampoco dijo nada. No era mala persona, y todos lo sabían. Pero el hecho de querer molestar a la señora Robinson nunca se me iba, me gustaba ver a la vieja hasta el tope por chismosa y entrometida, aunque no negare que a veces me daba cosita, tampoco es que era una irrespetuosa al máximo. Con los demás profesores solía ser un amor, pero luego de que la señora inventara ciertos rumores sobre mí y mi vida privada me habían llevado al límite, si hubiesen sido ciertos estaba segura me hubiesen molestado menos. Cuando me había mudado a esta nueva cuidad, lo hice con la esperanza de encontrar algo nuevo. Pero la verdad era que donde quiera que fuera en este mundo, se encontraría a las mismas personas, en fin... Su vida era suya y de nadie más. -Hey Rubia, la profesora te está mirando mal. - dijo Víctor a su lado. - Olvídalo, ahora me mira a mí. Me está dando miedo. - siguió susurrando, y a mí ya me estaba irritando. -Si dejaras de j***r y prestar atención a mis cosas, quizás no tendría por qué mirarte mal... Idiota. - le dije muy alto para mi gusto, se me fue. Todos estaban en silencio. ¿Y quién no? La señora Robinson era catalogada como "La Ley" si, era muy buena maestra. ¿Qué puedo decir? Su cara de aburrimiento asustaba a cualquiera. -Señorita Garrix, me haría el favor de acompañar a su compañero el señor White fuera de mi clase. ¡Ahora! El director los esperara en su despacho. - dijo y siguió escribiendo en el pizarrón. - ¿Ves lo que produces blanco? Ahora tengo que ir a escuchar otra típica charla más aburrida que esta. – Dije molesta mientras tomaba mi mochila para luego salir del salón a toda prisa. - ¿Yo? Pero si solita te metiste en esto, ¡yo solo intentaba ayudarte! – respondió en el mismo tono que el mío. - ¡Pero yo no te pedí tu ayuda, Neanderthal! – la molestia era palpable en mi voz, por lo que respiré profundo para calmarme. -Pero me dio la regalada gana de ayudarte, mala agradecida, y no me grites que no me gusta que me griten, soy muy sensible. – dijo viendo sus uñas. -Son tus problemas, no míos. Yo ya se lidiar los propios. – este niño era toda una película, tenía que ser una broma. - ¿Y todavía continúan aquí? - dijo una fuerte voz. Ambos miramos a la mujer cuando nos volteamos en silencio por un límite de tiempo muy corto. -Oh no, no fuimos a Marte. – dije lo más sarcástica que pude. - No ve que está usted en su casa con sus familiares… mire por allí está su primo el marciano. - las risas de todos inundaron el salón, si había algo que no hacía, era quedarme callada. - ¡Pero qué falta de respeto es esta! - la mujer nos miró llena de ira. Víctor ya estaba más que asustado, pero para mí eso no era nada, ya estaba más que acostumbrada a esa mirada de anciana amargada con 57 gatos y no saber qué hacer con ellos. Se la había lanzado tantas veces, que ya la típica mirada le daba más bien risa. -Lo sentimos profesora Robinson. Ya no vamos. - hablo rápidamente el chico, para coger a la chica del brazo y llevarla lejos del salón, bajo la atenta mirada de todos. - ¡Pero estas locas! ¿Por qué le hechas más leña al fuego? Su mirada era de querer asesinar a alguien, y ni hablar de tic de su ojo. Fue espeluznante. – hablo el inepto. -Ya estoy acostumbrada a todo el paquete señorito. - gire sobre mis talones con destino al patio. De verdad necesito aire. -La dirección está por allá. - dice el ajiazul tomándola del brazo. - ¿Y se supone que me importa? Mira niño, he ido tantas veces a esa dirección que me sé el camino mejor de lo que me gustaría. - digo rodando los ojos. Y es cierto, no podría contar las veces que la señora Robinson me ha mandado a esa dirección. – Y agradecería que dejaras de tocarme. -Tienes que ir, digo, nos meteremos en problemas si no vamos. – dijo nervioso. -Ve. Yo no iré. Además, no te estoy invitando a que me acompañes si eso es lo que estás analizando niño. – digo mirándolo irritada. -Es que no quiero ir solo. ¡En mi antigua escuela nunca fui a la dirección por problemas! – ¿mencione que estaba nervioso? Porque ya me estaba empezando a asustar el hecho de que temblara como gelatina. -Eres demasiado inocente. - digo mirando mis uñas pintadas de blanco, el apellido del chico, White blanco. Ok - Bueno blanquito... Chaito. - ¡No puedes dejarme solo! -Garrix, White... A mi oficina inmediatamente. – Manuelito me va a matar, ya lo vi. Caminó con fastidio y evidente molestia hacia mi destino. Me sabía el camino hasta con los ojos cerrados. Era tantas las veces que lo había recorrido que era seguro que, aunque tuviera amnesia eso no lo olvidaría. - ¡Por Dios Eileen! Debes aprender a respetar a la señora Robinson. ¡La mujer sufre del corazón! – dijo mirándome angustiado. -Ella no me respeto en su momento, no veo porque yo deba, quizá si me hubiese pedido disculpas, pero jamás lo hizo. - dije mirando la foto en su escritorio. Aparecía la señora Manson, él y su esposa... y Martín y yo. -No debes dejarte llevar por el pasado, ya son demasiados problemas los que te has buscado. Por tus faltas pagan tus compañeros. ¡Es su primer día! - dijo señalando al chico, que se había mantenido callado en todo rato, mirando la fotografía encima del escritorio. Había olvidado que él estaba presente. -A él nadie lo mando a opinar, mucho menos a entrometerse. Yo no le pedí ayuda. – dije tranquilamente. - ¡Pero qué eres malagradecida! – dijo el molesto de darse cuenta de lo difícil que era la chica, y eso que solo llevaba menos de un día conociéndola. -Ay ya, los dos se van para donde la señorita Val, ella seguro sabrá qué hacer con ustedes dos. – dijo mientras se apretaba el tabique de la nariz. - ¿Qué? ¡Pero si la mujer está loca! – dije mirándolo mal. -No me interesa, largo. – respondió mientras me devolvía la misma mirada. Me pare furiosa y camine hasta el teatro, él sabía que la mujer no la pasaba nadie, por eso hacía esto. - ¿Qué eres del director? -Nada. - Hable indiferente. Mi vida a él no le interesaba. - ¿Por qué la foto entonces? – dijo curioso. ¿Qué se creía? -Eso no te interesa. - seguí caminando ignorando sus tantas preguntas. - Llegamos. - dije por fin, cuando llegamos al salón de teatro. - ¿Qué hacemos acá? – pregunto de lo más intrigado. -Oh ya lo verás. Te divertirás mucho. - dije rodando los ojos.
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