Meses después
El club "Output" era un hervidero de gente, la música electrónica impulsaba con fuerza y las luces de neón creaban un ambiente vibrante y electrizante. Daemon, vestido con una camisa de seda negra que realzaba su figura atlética, movía su mirada entre la multitud, con una copa de whisky en la mano.
—¿Qué te parece este lugar, Alex? —preguntó a su primo, un chico de 18 años, de cabello castaño y ojos oscuros. Su cabello recogido en una coleta, dándole un aire de chico malo.
—Es impresionante, primo —respondió Alex, su voz resonaba por encima de la música—. Me gusta la energía de este lugar.
Daemon sonrió. "Output" era su club, un espacio donde podía relajarse y desconectar del mundo exterior. Había invertido mucho tiempo y esfuerzo en crear un ambiente exclusivo y sofisticado, un lugar donde la gente pudiera disfrutar de la música, la compañía y las bebidas de alta calidad.
Mientras conversaban, los ojos de Daemon se posaron en una figura que se abría paso entre la multitud, tomando asiento junto a unas chicas. Una hermosa rubia, de piel blanca y ojos azules, que irradiaba una belleza natural y magnética. Su vestido rojo, ajustado al cuerpo, realzaba sus curvas y su cabello dorado caía en cascada sobre sus hombros.
Daemon sintió una corriente eléctrica recorrer su cuerpo. No podía apartar la mirada de ella. No le calculaba más de 18 años.
—¿Qué te pasa, primo? —preguntó Alex, notando la expresión tensa de Daemon.
—Nada —respondió, tratando de disimular su fascinación.
—¿Seguro? —insistió su primo.
—Esa mujer es...
—Espectacular, —interrumpió Alex, sonriendo—. Creo que te ha gustado, ¿verdad?
Daemon negó con la cabeza, pero no pudo evitar sonreír.
—No digas tonterías —dijo—. Solo que me ha llamado la atención, su belleza es exótica.
—Invítala aquí. Yo iré a dar una vuelta.
Daemon dudó un momento. No era hombre de acercarse a las mujeres en un club, siendo muy cuidadoso con su identidad. Pero había algo en esa rubia que lo atraía como un imán.
—Solo iré a asegurarme de que estén sirviendo las bebidas como es —dijo finalmente. Haciendo reír a Álex.
Daemon se acercó a la barra y pidió otra copa de whisky.
Necesitaba verla un poco más. En su mente se decía lo difícil que le era acercarse a ella. ¿Dónde quedaba toda su inteligencia, su astucia y poder?
Mientras tanto, la rubia se había sentado en una mesa cercana y conversaba con un grupo de amigas. Reía y gesticulaba con entusiasmo, su voz melodiosa llegaba hasta los oídos de Daemon como un susurro. Su vestido rojo, con un escote que dejaba ver su piel, era el centro de atención de muchas miradas.
La rubia lo miró, su mirada no se pudo despegar de Daemon y sin más, le regaló una sonrisa. Una que devolvió Daemon aunque fue apenas visible y con un toque seductor.
"Joder" se dijo para sí mismo, al sentir un gran vuelco en su corazón. Esa mujer se había convertido en su obsesión en ese mismo instante. Tomaba su vaso de whisky mientras la veía susurrar unas palabras con sus amigas mientras lo veía.
Segundos después, Daemon veía como ella se acercó a la barra.
—Un Martini por favor —pidió rozando su brazo con el de Daemon.
El contacto, aunque breve, fue suficiente para que Daemon sintiera una corriente eléctrica recorrer su cuerpo. La piel de ella era suave y cálida, y su perfume, una fragancia floral sutil, lo envolvió en un instante.
—Yo invito —dijo Daemon pasando un billete al chico que le entregaba el trago a la rubia. Rozando casi su cuello.
—Me llamo Isabella —dijo ella estirando su mano. Aunque sus cuerpos estaban a nada de tocarse.
—Un gusto, Isabella —respondió él, estrechando su mano. La piel de ella era aún más suave al tacto, y sus dedos se entrelazaron por un momento, creando una conexión palpable—. ¿Qué la trae por aquí?
—Celebrando con amigas en este lugar nuevo —respondió Isabella, sonriendo—. ¿Y usted?
—Buscando un poco de diversión —dijo Daemon, guiñandole un ojo.
Isabella rió, y Daemon sintió que su corazón latía aún más rápido.
—¿Y la ha encontrado? —preguntó ella.
—Aún no —respondió Daemon—. Pero tengo la esperanza, aun la noche es joven.
Isabella lo miró fijamente a los ojos, y Daemon sintió que el tiempo se detenía. La tensión entre ellos era palpable, y el aire parecía vibrar con una energía eléctrica.
—En ese caso, permítame desearle buena suerte en su búsqueda —dijo Isabella, apartando la mirada por un momento.
—Y a usted, que disfrute de su noche —respondió Daemon, levantando su copa en un brindis silencioso.
Isabella tomó su Martini y se dio la vuelta para regresar con sus amigas. Darmon la observó alejarse, admirando la forma en que su vestido se movía al compás de sus pasos.
"Es perfecta", pensó Daemon, sintiendo una mezcla de deseo y fascinación.
Daemon no se podía mover de ese lugar, pasó los minutos viendo como Isabella se reía con sus amigas, aunque no dejaba de verlo a él. Cuando pensó regresar a la zona VIP, Isabella se acercó a él nuevamente.
—¿Te apetece bailar? —preguntó Isabella nerviosa. Sus mejillas se sonrojaron ligeramente y sus ojos brillaron con un atisbo de esperanza.
—Me encantaría —respondió Daemon con una sonrisa.
La tomó de la mano y la condujo a la pista de baile. La música los envolvió con su ritmo sensual y sus cuerpos se movieron al compás de la melodía. Daemon rodeó la cintura de Isabella con sus brazos y la acercó a él, pegándola de espaldas a su cuerpo. El contacto de sus cuerpos envió una corriente eléctrica a través de ambos.
El perfume de Isabella, una fragancia dulce y floral, llenó los sentidos de Daemon. Su mano en la cintura de Isabella se apretó ligeramente mientras la guiaba en un suave balanceo. El calor del cuerpo de Isabella se filtraba a través de su vestido, y Daemon sintió una necesidad urgente de acercarse aún más.
—Bailas muy bien —dijo Isabella, sonriendo y pasando sus brazos sobre el cuello de Daemon.
—Tú también —respondió Daemon, tenía sus ojos fijos en los de ella. Al mirarla a los ojos vio un brillo de deseo en su interior.
Bailaron durante un rato, sin decir nada, solo disfrutando del momento. La música los envolvió en un ambiente íntimo y sensual. Daemon sentía la respiración de Isabella en su cuello y el latido de su corazón se aceleraba cada vez más.
Daemon se sentía atraído por Isabella, por su belleza, su simpatía y su energía. Deseaba besarla y poseerla esa misma noche. Sin embargo, no quería asustarla. Quería que ella lo deseara tanto como él la estaba deseando a ella.
—Me encantaría invitarte a tomar algo —dijo Daemon cuando la música terminó.
—Me parece una idea estupenda —respondió Isabella. Su voz sonaba emocionada y sus ojos brillaban con anticipación.
Daemon la acompañó a la zona VIP, un espacio más exclusivo y lujoso dentro del club. Los cómodos sillones de cuero invitaban a relajarse y la tenue luz creaba un ambiente íntimo y acogedor. Pidieron dos copas de champán, y el camarero las sirvió en elegantes copas de cristal.
—¿A qué te dedicas? —preguntó Isabella, observando a Daemon con curiosidad.
La forma en que se movía, con esa aura de confianza y seguridad, le indicaba que no era una persona común y corriente.
—Soy profesor —respondió Daemon, sonriendo.
—¿Profesor? —repitió Isabella sorprendida. Sus cejas se arquearon y una expresión de incredulidad cruzó su rostro.
—Sí, ¿por qué la sorpresa? —preguntó Daemon, divertido.
—No te imagino dando clases —respondió Isabella, encogiéndose de hombros.
—¿Por qué no? —preguntó Daemon, intrigado.
—No sé —respondió Isabella, sonriendo nerviosa—. Supongo que te ves muy joven y te veo más como...
—¿Cómo qué? —la animó Daemon.
—No lo sé —repitió Isabella, sus mejillas se sonrojaron ligeramente—. Quizás como un hombre de negocios.
Daemon rió. Isabella no se equivocaba. Él era un hombre de negocios, pero su verdadera profesión era un secreto que solo él y su familia conocían.
—Entiendo, Quizás tengas razón—dijo—. Pero la enseñanza es mi verdadera pasión. Me encanta compartir mis conocimientos con los jóvenes y ver cómo crecen y aprenden.
—Me parece muy interesante ¿Cuántos años tienes? —preguntó Isabella—. Me gustaría saber más sobre ti.
—Y a mí me encantaría saber más sobre ti —respondió él—. ¿A qué te dedicas? —preguntó Daemon, cambiando de tema.
—Estudio en la universidad de Columbia, Ingeniería en informática. En realidad recién llegamos a la ciudad, comienzo esta semana —respondió ella.
Daemon sonrió satisfecho. La tensión en el aire era palpable, la electricidad entre ellos crepitaba como un fuego a punto de estallar. Se fue acercando lentamente a Isabella, quien instintivamente cerró sus ojos, esperando el contacto.
Daemon rozó sus labios contra los de ella, un toque suave y delicado que encendió una chispa en el interior de Isabella. Daemon gruñó al sentir la suavidad de sus labios, un sabor dulce y adictivo que lo incitaba a más. Tomó las mejillas de Isabella entre sus manos, acariciándolas con suavidad, y profundizó el beso, explorando cada rincón de su boca con pasión y deseo.
Isabella se dejó llevar por la intensidad del momento, intentando seguir el ritmo de Daemon, gimiendo ante la sensación que la invadía. Era su primer beso, un torbellino de emociones que la abrumaba y la excitaba al mismo tiempo. No quería parar, deseaba que ese momento durara para siempre.
La falta de aire los separó, dejando un rastro de deseo y anhelo en el espacio entre ellos. Isabella se quedó mirando a Daemon, sus ojos llenos de sorpresa y excitación. Daemon le regaló una pequeña sonrisa, una promesa de lo que estaba por venir.
—Me llamo Daemon —susurró, su voz ronca y sensual, mientras arreglaba el cabello de Isabella con delicadeza.
—¿De dónde eres, Daemon? —preguntó Isabella con curiosidad, tratando de ocultar el temblor en su voz.
Daemon se acercó a sus labios una vez más, besándola con ternura y pasión. Había cosas que Isabella no tenía que saber, secretos que él no deseaba compartir. La verdad era un lujo que no podían permitirse.
Daemon se acomodó en el cómodo sillón, creando un espacio para que Isabella se sentara a horcadas sobre él. Sus manos acariciaban sus glúteos con suavidad, mientras se besaban con intensidad, perdiéndose en el sabor y el aroma del otro. Isabella estaba perdida en la sensación que le producía la erección de Daemon a través de la ropa. El calor y la excitación la invadía, haciéndola temblar de deseo.
Daemon no paró de besarla, sus manos explorando el cuerpo de Isabella por encima de la ropa, acariciando sus curvas y despertando cada uno de sus sentidos. La vio tensarse bajo su tacto y continuó con su juego, llevándola al borde del abismo, hasta que Isabella se rindió al placer, alcanzando un orgasmo explosivo.
Isabella estaba agitada, sin aliento, sin saber qué decir. Las emociones la abrumaban, la confusión y el deseo se mezclaban en un torbellino de sensaciones.
En ese momento, el celular de Isabella comenzó a timbrar insistentemente, rompiendo la burbuja de intimidad que los envolvía. Isabella se acomodó en el sillón, tratando de recuperar la compostura, y tomó su celular para ver los mensajes. La sonrisa en su rostro se desvaneció al instante, sus ojos se abrieron con sorpresa y preocupación.
—¡Ay no!. Mis amigas me dejaron —habló Isabella con preocupación. Sus ojos reflejaban la angustia de verse sola en medio de la noche.
—Si quieres te llevo —propuso Daemon, su voz estaba llena de calidez y sinceridad.
—Me encantaría que me acompañaras —dijo Isabella, su rostro se iluminó con una sonrisa de agradecimiento.
Durante el trayecto, hablaron de todo un poquito. Isabella le contó sobre su vida, sus sueños y aspiraciones. Daemon escuchó con atención, absorbiendo cada detalle, cada palabra, cada emoción que emanaba de ella. Para él, todo lo que Isabella compartía era valioso, importante.
Al llegar a casa de Isabella, Daemon se apresuró a abrirle la puerta del coche.
—Gracias por una noche maravillosa —dijo Isabella, sus ojos brillando con una mezcla de alegría y gratitud—. ¿Te volveré a ver? —preguntó con timidez, su voz se escuchó apenas en un susurro.
—El placer ha sido mío —respondió Daemon con su mirada fija en los ojos de Isabella—. Me encantaría volver a verte.
—A mí también —dijo Isabella, su sonrisa iluminó su rostro.
Daemon se acercó a Isabella, la rodeó con sus brazos y la pegó a él, besándola con todas las ganas que le tenía, hasta dejarla sin aire. Era un beso apasionado, lleno de deseo y anhelo.
—Isabella —susurró Daemon en su oído, su voz ronca y sensual—, la próxima vez que te vea, te hago mía.
Isabella se estremeció ante sus palabras, sintiendo una mezcla de excitación y nerviosismo.
Se separaron, pero sus manos seguían entrelazadas.
—Hasta pronto, Isabella —dijo Daemon, su mirada estaba llena de promesas.
—Hasta pronto, Daemon —respondió Isabella con su corazón latiendo con fuerza.
Daemon se subió a su coche y se alejó, dejando a Isabella en la puerta de su casa, con la promesa de un nuevo encuentro, un encuentro que ambos sabían que sería inolvidable.