Capitulo 1

1927 Palabras
El sol de la mañana se filtraba por las ventanas de la casa de los Arango Cabrera, tiñendo de dorado el ambiente. El aire estaba cargado de emociones, se percibía una mezcla de tristeza y emoción. Hoy era el día en el que Héctor y Gael se marcharían para Nueva York para comenzar su nueva vida. En la habitación, Cataleya se preparaba para salir a la sala y darle la despedida a su hijo, pero sus manos temblaban y su mirada se perdía en el vacío. Jayden la abrazó por la espalda, sintiendo el nudo en su garganta. —Sé que no es fácil dejarlo ir, mi amor —susurró Jayden—. Pero él necesita su tiempo, necesita pensar qué hacer en el futuro. —Lo sé —respondió Cataleya con la voz quebrada—. Pero no me acostumbraré tan fácil a vivir sin sus abrazos. Mientras tanto, en la sala, Héctor y Gael ultimaban los detalles de su viaje. Gael deseaba llevar toda su colección de drones. Pero sabía que no sería adecuado, por lo menos no aún. Por su parte, Héctor, aficionado a los cuchillos, se lamentaba no poder llevarse a sus preciados consentidos con él. —¿Estás seguro de esto, primo? —preguntó Héctor con un tono de preocupación en su voz. Sus cejas se fruncieron ligeramente y sus ojos reflejaban una mezcla de inquietud. Gael, por su parte, le dedicó una mirada de confianza. Sus ojos brillaban con entusiasmo y una sonrisa decidida se dibujaba en sus labios. —Más que nunca —respondió con convicción—. Pero si aún no estás preparado, te puedes quedar. Héctor suspiró, pero su rostro se suavizó al ver la determinación de su primo. Sabía que Gael siempre había soñado con explorar el mundo. Demostrarse a sí mismo que podía sobrevivir sin sus padres. —Está bien —dijo finalmente—. Me voy contigo. Gael se echó una risita. Aunque le llevaba un par de años a Héctor, el chico no podía despegarse de su primo. Siempre aprendiendo de él. Calvin, el padre de Héctor, se acercó a ellos y les dio un fuerte abrazo. El olor a tabaco y loción de afeitar que siempre lo acompañaba llenó el aire por un momento. Héctor sintió la calidez de su padre y el ligero temblor en sus manos mientras lo estrechaba. —Estoy orgulloso de ustedes, muchachos —dijo con la voz entrecortada. Sus ojos se llenaron de lágrimas y una sonrisa triste se dibujó en su rostro—. Sé que llegarán muy lejos. Pero no olviden sus raíces. —No es como que vamos a desaparecer, tío. Estaremos con ustedes siempre que lo necesiten —aseguró Gael, dándole una palmada en la espalda a su tío. Regina, la madre de Héctor, se acercó a su hijo y lo abrazó con fuerza. El perfume floral que siempre usaba inundó los sentidos de Héctor, trayéndole recuerdos de su infancia. —Cuida a mi bebé, Gael —dijo Regina, separándose un poco para besar a Héctor como si fuera un niño pequeño. —¡Mamá, por Dios! Ya soy un hombre —se quejó Héctor, sonrojándose ligeramente. —Para mí siempre serás mi bebé —respondió Regina con una sonrisa maternal. Héctor rodó los ojos, pero en el fondo le conmovió el cariño de su madre. —No te preocupes, mamá. Estaré bien —dijo, devolviéndole el abrazo. —Más te vale —advirtió Regina—. Y tú, Gael, cuida de mi hijo como si fuera tu hermano. —Por supuesto, tía —respondió Gael con una sonrisa. Cataleya y Jayden se acercaron a Gael, con los ojos llenos de lágrimas. El nudo en la garganta les impedía hablar, pero el amor que sentían por su hijo era palpable en el aire. En ese momento no importaba quiénes eran. Gael, por su parte, los abrazó con fuerza, tratando de memorizar el olor de su piel y la calidez de sus cuerpos. —Los voy a extrañar mucho —dijo Gael con la voz temblorosa. —Y nosotros a ti, hijo —respondió Cataleya, acariciando su cabello—. Pero estamos muy orgullosos de ti. Sabemos que vas a hacer mucho. —Gracias, mamá —dijo Gael, sonriendo a través de las lágrimas—. No los voy a defraudar. —Nunca lo has hecho, hijo —dijo Jayden, dándole una palmada en la espalda—. Eres un hombre increíble. Se fundieron en un último abrazo, uniendo sus corazones en un momento de amor y despedida. El tiempo se detuvo por un instante, mientras los tres disfrutaban de la compañía del otro. —Tengo algo para ustedes —habló Calvin, con una sonrisa misteriosa. Héctor y Gael se le quedaron viendo intrigados, Calvin sacó dos sobres de su chaqueta y se los entregó. —Estas son sus nuevas identidades —explicó—. A partir de ahora, serán... Héctor abrió su sobre con cuidado. Seguido por Gael. —Nueva vida, nuevos nombres —dijo Héctor emocionado. —Así es —respondió Calvin—. Necesitan empezar de cero, sin que nadie los reconozca. Lo importante es que estén a salvo. Calvin les entregó dos pasaportes y dos billetes de avión. —Sus vuelos salen esta noche —dijo—. Tendrán una nueva vida en Nueva York. Héctor y Gael asintieron, sintiendo un nudo en la garganta. —Gracias, papá —dijo Héctor con la voz quebrada. —Cuídense mucho —dijo Calvin—. Y no olviden que siempre estaré aquí para ustedes. Los tres hombres se abrazaron con fuerza. —Ven aquí, sigue abrazando a tu madre. —se acercó Cataleya a su hijo. —Mamá, ya eres una cincuentona, compórtate —bromeó Gael. —¿Te das cuenta, Jayden? Lo malagradecido que es tu hijo —se quejó Cataleya dramáticamente. —Hijo, por favor, ¿quieres que tu madre me mande a dormir al sillón? —¿Sigues permitiendo que esa mujer te manipule? —indagó Gael haciéndose sorprendido. —La gota que derramó el vaso. —musitó a punto de llorar Cataleya. Gael se acercó a ella y la abrazó sin parar de reír. —Te amo mamá. Te amo mucho, Te juro que te voy a dar muchos nietos. —susurró haciendo reír a Jayden. Aunque su sonrisa no duró lo suficiente cuando recuerdos dolorosos llegaron a su mente. —Bueno ya. Es hora de irse —interrumpió Calvin cuando vio que la situación se estaba poniendo incómoda. Finalmente, llegó el momento de partir. Héctor y Gael subieron a la camioneta que los esperaba en la puerta de la casa, y la familia Arango Cabrera los despidió con la mano, viendo cómo se alejaban en la distancia. El silencio que quedó tras la partida era palpable de Héctor y Gael, un vacío que resonaba en cada rincón de la casa. Las dos parejas se abrazaron buscando consuelo entre ellos. Sabían que la vida seguiría, pero ya nada sería igual sin sus dos caballeros. Mientras tanto, en la camioneta, Héctor y Gael observaban cómo la mansión se hacía cada vez más pequeña en la distancia. Gael suspiró, sintiendo una mezcla de emoción y nostalgia. El suave murmullo del motor y el traqueteo de la camioneta resonaban en sus oídos, mientras que el aroma a gasolina y cuero del interior llenaba sus fosas nasales. —¿Estás listo para esto, primo? —preguntó Gael, con una sonrisa nostálgica en su rostro. Sus ojos reflejaban una mezcla de entusiasmo y melancolía. —Más que nunca —respondió Héctor con determinación. Sus manos apretaban el borde del asiento, y su mirada se perdía en el horizonte. —Vamos, primo. Tenemos un vuelo que tomar. Horas después, ambos aterrizaron en su destino. El bullicio del aeropuerto los envolvió al instante, una cacofonía de voces, anuncios y el sonido de maletas rodando por el suelo. Horas después Héctor y Gael finalmente llegaron a Nueva York. La ciudad los recibió con su energía vibrante y su mezcla de culturas. Las luces de neón iluminaban las calles, los taxis amarillos corrían de un lado a otro y la gente caminaba con prisa, cada uno sumido en sus propios asuntos. Héctor y Gael se sintieron abrumados por la magnitud de la ciudad, pero también emocionados por la aventura que les esperaba. —¿Y ahora qué? —preguntó Héctor, mirando a su alrededor con curiosidad. —No lo sé —respondió Gael—. Supongo que lo primero será encontrar un hotel. —Y un buen hotel, ¿no crees? —añadió Héctor con una sonrisa pícara. —Por supuesto —dijo Gael—. Aunque tampoco queremos llamar mucho la atención. Después de buscar un poco, encontraron un hotel modesto pero acogedor en el centro de la ciudad. La habitación era pequeña, pero limpia, con una cama doble, un escritorio y un baño privado. —No está mal —comentó Héctor—. Aunque me esperaba un gran hotel con jacuzzi y hermosas... —Aja —lo interrumpió Gael—. Lo importante es que tenemos un lugar donde descansar y planear nuestros próximos pasos. Después de dejar sus maletas en la habitación, Héctor y Gael salieron a explorar la ciudad. Caminaron por las calles, maravillándose con los edificios altos, los parques verdes y la diversidad de personas. —Esta ciudad es increíble —dijo Héctor—. Hay tantas cosas que ver y hacer. —Sí —respondió Gael, sin importancia. Buscaba un salón de belleza discreto donde pudieran hacerse unos cambios. —Yo sí sé qué hacer —dijo Héctor con una sonrisa—. Primero vamos a buscar un buen restaurante para cenar. Y después... —¿Después qué? —preguntó Gael. —Después buscaré a una chica guapa para que me acompañe a conocer la ciudad —respondió Héctor con picardía. Gael negó con la cabeza y una mirada divertida. —Eres incorregible, recuerda que eres menor de edad aún, si te llegan a descubrir, no te ayudaré —dijo Gael Serio. —Le prometiste a mi madre que me cuidarías. —No necesitas que te cuide, eres más peligroso que nuestros padres Juntos —aseguro Gael. Héctor le guiñó un ojo y ambos se echaron a reír. La noche transcurrió entre risas, buena comida y la emoción de estar en una ciudad nueva y llena de posibilidades. Héctor, fiel a su estilo, no tardó en entablar conversación con una joven que trabajaba en el restaurante. —Es muy guapa —comentó Gael—. ¿Le dijiste que tienes 17 años? —No me preguntó la edad —respondió echándose una carcajada. Gael volvió a negar con la cabeza, divertido. Y así, mientras Héctor se dedicó a conquistar a la joven del restaurante, Gael exploró los alrededores, descubriendo pequeños bares con música en vivo y tiendas curiosas. La ciudad lo envolvía con su magia, haciéndolo sentir parte de algo grande y emocionante.Al final de la noche, ambos regresaron al hotel, cansados pero felices. —¿Qué tal te fue con tu chica? —preguntó Gael. —De maravilla —respondió Héctor—. Es encantadora. Creo que me he enamorado. Gael se echó a reír. —Ya te conozco —dijo—. Seguro que mañana te habrás olvidado de ella. —No lo creo —dijo Héctor—. Esta vez es diferente. —Eso dices siempre —replicó Gael. Ambos se rieron y se desearon buenas noches. La ciudad de Nueva York los esperaba con nuevas aventuras y emociones.
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