Capitulo 4

2142 Palabras
El fin de semana había pasado volando, como siempre ocurría cuando el tiempo parecía acelerarse cuando se estaba haciendo algo interesante, o en el caso de Daemon, algo que lo mantenía alerta. El lunes llegó rápido, y con él, la rutina de su vida como profesor en la universidad. Era un hombre de pocas palabras, pero de una presencia que no podía pasar desapercibida. Su traje perfectamente planchado, su maletín de cuero n***o y sus gafas de montura delgada le daban una apariencia seria y profesional. Daemon sabía lo que proyectaba: elegancia, inteligencia y una confianza silenciosa que hacía que todos lo respetaran, incluso sin conocer realmente su historia. Aquel día, como todos los demás lunes, se preparó para ir a la universidad. Se miró en el espejo, ajustó su corbata con precisión y se arregló el cabello. La imagen que veía en el reflejo era la de un hombre que había aprendido a mantenerse en control, a no dejar que nada lo afectara. Sabía que el trabajo que tenía, como docente, era importante para la universidad, y él se lo tomaba en serio. Al llegar al campus, caminó por los pasillos hasta llegar al aula que había asignado para su clase de esa mañana. Cuando entró, ya podía sentir la mirada curiosa de los estudiantes. Daemon era un profesor que inspiraba respeto, incluso si no lo conocían en profundidad. Su seriedad y su enfoque en la enseñanza dejaban claro que no toleraba distracciones Y menos si se trataba de señoritas que solo buscaban diversión. Cuando abrió la puerta del aula, sus ojos se encontraron con los de Isabella, y por un instante, el tiempo pareció detenerse. Isabella, sentada cerca del frente, estaba observando con atención, pero al ver a Daemon, algo cambió en su rostro. Sus ojos se agrandaron de sorpresa, y su corazón comenzó a latir con fuerza, como si todo su cuerpo hubiera caído en un profundo estado de alerta. No puede ser... pensó. ¿Él es...? El fin de semana aún estaba fresco en su memoria. Recordó cómo se habían encontrado en el club, cómo sus miradas se habían cruzado y cómo, sin previo aviso, todo había escalado en una pasión inesperada. Los besos, las caricias, la forma en que se había entregado a él como si fuera un instinto más que un deseo controlado. Había sido un momento que no podía explicar, pero que no podía dejar de pensar. El hombre que la había besado, tocado, había sido Daemon, el profesor que ahora se encontraba frente a ella, con esa expresión seria y profesional que no dejaba lugar a dudas. Isabella sentía que el aire le faltaba, como si la presión en su pecho fuera cada vez mayor. ¿Cómo es posible? Se preguntaba, incapaz de apartar la mirada de él. La revelación era abrumadora. El hombre con el que se había besado y tenído su primer orgasmo, sin lugar a dudas, su profesor. ¿Cómo había ocurrido eso? Daemon, por su parte, mantuvo su compostura. Aunque su mente también lo estaba analizando todo, su rostro no mostró ninguna emoción al reconocerla. Él también había sentido la intensidad de su atracción hacia ella, pero en su mente profesional, nada de eso debía interferir con su trabajo. No podía, pero llegaría el momento en que estuviesen solos. —Buenos días, clase —dijo Daemon con voz firme, tomando su maletín y caminando hacia el escritorio mientras sus ojos recorrían el aula. Sabía que todos lo observaban, pero no podía permitirse flaquear. Tenía que ser el profesor que todos esperaban, el profesor al que sus estudiantes respetaban por su capacidad y conocimiento. Aunque se viera lo suficientemente joven. —¿Es usted nueva, señorita? No la había visto en mi clase —preguntó Daemon a Isabella como si no lo supiera y no la conociera. —Si señor —habló Isabella, sin mirarlo a los ojos—. Recién entro a su clase hoy. —Bienvenida a mi clase, espero la disfrute bastante —dijo Daemon con un doble sentido en sus palabras. En cuanto Isabella lo miró a los ojos nuevamente, algo cambió. Sus pensamientos se desbordaron, y aunque intentó mantener la calma, una sensación de incomodidad la invadió. Estaba atrapada entre dos mundos: el de la joven mujer que había disfrutado de una experiencia única y el de la estudiante que debía mantenerse en su lugar, centrada y profesional. Daemon continuó con su clase, pero en su mente no podía dejar de pensar en el rostro de Isabella, en la confusión y la sorpresa que claramente estaba experimentando. No había sido su intención involucrarse con ella de esa manera, pero la química entre ellos había sido tan intensa que ambos no habían podido evitarlo. Ahora, en la universidad, su mundo profesional y el personal colisionaban, creando una tensión palpable en el aire. Una relación entre ellos desataría problemas en la universidad y esos problemas los llevarían a investigarlo un poco y descubrir cosas que no debían. —Vamos a continuar con la lección de hoy —dijo Daemon, sin dirigirse directamente a Isabella, pero sabiendo que ella, como todos los demás, estaba prestando atención. A pesar de su presencia fría y calculadora, algo en su interior comenzaba a hervir. ¿Cómo se iba a manejar esta situación? ¿Sería capaz de mantener la distancia necesaria para no poner en riesgo su vida y la de su familia? Isabella intentó calmarse, tomar aire y centrarse. Sabía que debía comportarse como una estudiante, como si no hubiera pasado nada, pero la imagen de Daemon y los recuerdos de ese beso tan salvaje no la dejaban tranquila. El deseo seguía ardiendo en su interior, y la confusión la invadía aún más. ¿Cómo podía mirar a ese hombre y no recordar lo que había sucedido entre ellos? Sus fuertes brazos mientras escribía en la pizarra, sus glúteos perfectamente ajustados a su pantalón, sus piernas y al darse vuelta fijó su mirada en su entrepierna. —¿Está entendiendo la clase señorita? —interrumpió Daemon. —S.sí profesor —respondió Isabel la tartamudeando y sonrojada. Daemon se volteó y sonrió. La clase transcurrió en un silencio tenso. Los estudiantes seguían con atención, pero la atmósfera se sentía densa, como si un secreto compartido entre Daemon e Isabella flotara en el aire, sin ser mencionado. Ambos trataban de mantener la compostura, pero ninguno de los dos podía ignorar la intensidad de lo que había ocurrido. Al final de la clase, Daemon dio la señal de que la lección había terminado. Los estudiantes comenzaron a levantarse, guardando sus cosas. Isabella estaba en el borde de la sala, sin moverse. Sabía que este momento era inevitable. Tenía que hablar con él, aclarar lo que sentía y, tal vez, enfrentar lo que estaba sucediendo entre ellos. Pero, ¿cómo? Daemon fue el primero en salir del aula, pero antes de que pudiera alejarse, escuchó su nombre. —Profesor —la voz de Isabella lo detuvo. Su tono era suave, pero llena de incertidumbre. Daemon se giró lentamente, encontrándose con la mirada de Isabella, esa mirada que le había robado el aliento el fin de semana. La atracción era tan obvia que los dos lo sabían, pero ninguno de los dos quería admitirlo en voz alta. —¿Podemos hablar? Necesito que me explique un poco de las anteriores clases —preguntó Isabella, sin poder ocultar la tensión en su voz. Daemon la miró durante un largo momento, evaluando la situación. Finalmente, asintió. —Sí, claro. Vamos a la sala de profesores —dijo, su voz más suave de lo habitual. Sin embargo, en su interior, la batalla ya había comenzado Ambos se dirigieron hacia una sala vacía en el pasillo. Daemon cerró la puerta detrás de ellos, y en ese momento, supieron que este sería el comienzo de una conversación que cambiaría todo. El silencio se apoderó de la sala mientras la puerta se cerraba tras ellos, creando un espacio íntimo y aislado del mundo exterior. La tensión palpable en el aire vibraba entre ambos, una mezcla de deseo contenido y emociones a flor de piel. Isabella se giró hacia Daemon, sus ojos brillando con una intensidad que reflejaba la lucha interna que estaba librando. Él la observó con fijeza, el corazón latiendo con fuerza en el pecho, anticipando el momento en que sus labios se unirían en un torbellino de pasión. —Profesor... —Comenzó Isabella, su voz apenas un susurro tembloroso—. Yo... Pero las palabras quedaron suspendidas en el aire, interrumpidas por la mano de Daemon que se alzó para acariciar suavemente su mejilla. El contacto de su piel erizó a Isabella, enviando una corriente eléctrica a través de su cuerpo. —No digas nada —la interrumpió él, su voz grave y sensual—. Solo déjate llevar. Daemon se inclinó hacia ella, sus ojos fijos en los de Isabella, buscando una respuesta que no necesitaba ser dicha. Ella cerró los ojos lentamente, rindiéndose a la fuerza de la atracción que los unía. Un beso apasionado, un choque de labios que encendió una explosión de sensaciones en ambos. Los brazos de Isabella rodearon el cuello de Daemon, atrayéndolo hacia ella con una fuerza que la sorprendió a sí misma. Él la tomó por la cintura, acercándola aún más hasta que sus cuerpos se fundieron en un abrazo ardiente. El beso se intensificó, explorando cada rincón de sus bocas con una necesidad que crecía a cada segundo. Sus lenguas se entrelazaron en una danza frenética, mientras sus manos se deslizaban por sus cuerpos, acariciando y descubriendo nuevas zonas de placer. El aire se volvió espeso, cargado de deseo y pasión. Los gemidos ahogados de Isabella se mezclaron con los suspiros de Daemon, creando una melodía sensual que llenaba la habitación. El tiempo se detuvo, y solo existieron ellos dos, perdidos en la inmensidad de su amor. Separaron sus labios por un momento, jadeando y recuperando el aliento. Pero la pausa fue breve, apenas un respiro antes de volver a unirse en un beso aún más intenso y apasionado. —Te deseo tanto, Isabella —susurró Daemon entre besos, su voz ronca y cargada de deseo. —Y yo a ti, profesor —respondió Isabella, aferrándose a él, con todas sus fuerzas. Las palabras flotaron en el aire, pronunciadas con la sinceridad del corazón. Daemon sonrió contra sus labios, sintiendo una felicidad que crecía a cada instante. Otro beso que se prolongó durante un tiempo que pareció eterno, pero que en realidad fue demasiado breve. La necesidad de separarse se hizo presente, recordándoles la realidad que los rodeaba. Con un último beso suave, Daemon e Isabella se separaron lentamente, sus miradas conectadas en un silencio cómplice. La respiración de ambos agitada, y sus corazones latían con fuerza, como si quisieran escapar de sus pechos. —Tenemos que irnos —susurró Daemon viendo su reloj, su voz apenas audible. Isabella asintió, aunque en realidad no quería separarse de él. Pero sabía que era lo correcto, al menos por ahora. —Sí, tienes razón —respondió, su voz grave y llena de deseo —Pero esto no ha terminado, mi bella. Te prometo que encontraremos el momento y el lugar adecuados para estar juntos. Isabella sonrió tímidamente, sus mejillas sonrojadas por la pasión del momento. Daemon las acariciaba y tocaba sus labios con el pulgar. —Esta bien —dijo, su voz dulce y llena de deseo. Se tomaron de las manos por un instante, sintiendo la conexión que los unía a pesar de la distancia. Luego, se soltaron lentamente, como si quisieran prolongar el contacto el mayor tiempo posible. —Hasta luego, mi bella —dijo Daemon, su voz llena de cariño. —Hasta luego, profesor —respondió Isabella, su mirada pícara. Ambos se dieron la vuelta y salieron de la sala, cada uno por su lado. Mientras Daemon regresaba al aula, Alex lo esperaba con una sonrisa pícara en el rostro. —¿Qué tal te fue, profesor? —preguntó Alex, arqueando una ceja. —Todo está bien, Alex —respondió, tratando de mantener un tono casual—. ¿Por qué lo preguntas? —No sé, profesor —dijo Alex, encogiéndose de hombros—. Es que los vi salir juntos y pensé que tal vez... Daemon lo interrumpió con una sonrisa fingida. —Ve a estudiar —lo interrunpio dándole un empujón. Alex se fue riendo, su primo no tenía salida. La clase transcurrió con normalidad, pero Daemon no podía dejar de pensar en Isabella. La imagen de sus labios unidos en un beso apasionado lo seguía atormentando, y la necesidad de volver a verla se hacía cada vez más fuerte. Al finalizar la jornada, Daemon se dirigió a la sala de profesores para recoger sus cosas. Alex lo seguía como una sombra, sin dejar de hacer comentarios sobre Isabella.
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