Serov Sergiv

1895 Palabras

Sus ojos marrones se agrandaban, el rímel áspero bajo sus pestañas gruesas y oscuras, como si hubiera estado llorando durante horas. Por la forma en que estábamos posicionados —ella debajo de mí mientras intentaba evitar que cayera—, el aroma de su perfume llegó a mi nariz. Olía a lavanda fresca. Dulce y deliciosa. Estaba tensa por mi tacto, y los latidos de su corazón eran, de alguna manera, más fuertes que la música que retumbaba en los altavoces. —Lo siento. Lo siento mucho —se alejó de mí y se acomodó mechones de cabello largo, oscuro y rizado detrás de las orejas. La observé con cuidado, notando lo delgada y baja que era. Su falda era algo grande y también lo era la camisa blanca arrugada que llevaba, pero aún podía distinguir la línea de sus curvas y el volumen de sus pechos. Es

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